El proletariado no pertenece más que a sí mismo
Nicolás González Varela
Autodefensa, Autonomía, Solidaridad
En torno al 1º de Mayo
«El 1º de mayo el proletariado no pertenece más que a sí mismo… La calle le pertenece a ellos, a ellos solos. Sin preocuparse de que desfilan en país enemigo, van radiantes, sin inquietud, seguros del porvenir. No deben compartir ese día, como los otros días de reposo, con sus adversarios y enemigos. Este día les pertenece, es solamente de ellos» (J- Diner-Dénes, 1907) «»Qué hemos dicho en nuestros discursos y en nuestros escritos? Hemos explicado al Pueblo sus condiciones y las relaciones sociales; le hemos hecho ver los fenómenos sociales y las circunstancias y leyes bajo las cuales se desenvuelven; por medio de la investigación científica hemos probado hasta la saciedad que el sistema del salario es la causa de todas las iniquidades, iniquidades tan monstruosas que claman al cielo… Yo creo que el estado de castas y clases, el estado donde una clase vive a expensas del trabajo de otra clase (a lo cual llaman «Orden»), creo y digo que esta forma bárbara de organización social, con sus robos y asesinatos legales, está próxima a desaparecer… Si creéis que ahorcándonos podrán contener al movimiento, este movimiento constante en que se agitan millones de hombres que viven en la miseria, los esclavos del salario… ¡Ahorcadnos!»
(Discurso de August Spies, trabajador alemán, ante el Tribunal, 1886)
Existe en el movimiento obrero institucionalizado y en la izquierda partidaria tradicional una forma típica de asumir y conmemorar el día reivindicativo histórico de los trabajadores. Y esta forma es la del anticuariado o el reductivo. La primera es retrotraer todo al hecho puntual e histórico de los Mártires de Chicago, aquel 3 de mayo de 1886, y de un pistoletazo saltar a la coyuntura actual; o bien la del reduccionismo, sofocar la riqueza, complejidad y tradiciones revolucionarias condensadas en una efeméride con la reducción de la jornada de trabajo a ocho horas. Y los fundadores y militantes del siglo XIX tenían razón: su miedo era que el planteamiento ideológico acabara por convertir un día de síntesis y recomposición de la clase, en un fin en sí mismo, o lo que es peor, en una justificación de la «línea justa». Ni hablar de la metamorfosis en fiesta (con claveles rojos, diosas de mayo y picnics) o la más dramática y perversa de mutar en un día feriado o en un ritual de masas manipuladas por aparatos del estado con máscaras socialoides, sea populista, stalinista, fascista o nazi. Ni los esclavos adorarían al trabajo que los encadena. El colectivo pretende no hacer aquí arqueología histórica, ni inventario de anticuario, sino resumir en dos potentes líneas de acción el significado de la conmemoración. El 1º de mayo funciona como símbolo, lo descriptivo, tal como se ha plasmado en los recuerdos, memoria histórica y en las mentalidades colectivas del movimiento (sin la transfiguración de las ideologías); y como ejemplo, lo significativo, agrupando los múltiples esfuerzos para aprovechar una experiencia, sacar conclusiones teóricas de los acontecimientos, nuevas ideas directrices orientadas a la acción, a una cierta y radical acción de recomposición de la clase.
1º de mayo como símbolo:
Siempre tuvo un potente eco en el movimiento obrero y en una época produjo una verdadera conciencia histórica. El 1º de mayo aportaba y era la confirmación de que el proletariado era el vector de la historia proyectado hacia la revolución social, que ese proletariado podía no sólo luchar contra su explotación salvaje sino conquistar el poder, que se había descubierto un arma temible contra el capital (la huelga general revolucionaria) y que podía encarnarse en formas organizativas autónomas, de base y democráticas. Por primera vez el movimiento tenía una fecha propia, no dictada por caudillos o politicastros, una fecha de luto, recuerdo, dolor y lucha. La conmemoración se convirtió en un acontecimiento capital para el joven movimiento trabajador y llegó a ser, junto con el 18 de marzo (el Día de la Comuna) la fiesta internacional de la lucha por el socialismo. Jornada de reflexión, jornada de evocación proletaria, pero jornada de combate: el 1º de mayo no sólo se recordaba la represión y muerte de los Mártires de Chicago, sino las diversas revoluciones desde 1793, las de 1848, la lucha del pueblo berlinés en las barricadas, las de Rusia, y así sucesivamente. En otros términos: el 1º de mayo proporcionaba al movimiento una tradición propia, autónoma del estado y el sistema político burgués, una legitimación histórica que permitía tomar conciencia de sí mismo. Es éste profundo sentido de símbolo el que debemos reconstruir, sobre las ruinas de la visión reformista, interpretaciones ideológicas proyectadas en la conciencia obrera. Durante años las organizaciones obreras ya integradas al estado, y el estado mismo, desplegaron una actividad frenética para cultivar un recuerdo y, a la vez, proyectar una imagen distorsionada: el 1º de mayo fue la prehistoria de la lucha por las ocho horas y basta. Del trabajo a casa, y de casa al trabajo… El prisma interpretativo reduce la riqueza de un símbolo universal e internacionalista de clase a un número rojo en el calendario del capital.
1º de Mayo como ejemplo:
El ejemplo se invocaba en varios aspectos. El 1º de mayo era materia de reflexión obrera para elaboraciones teórico-prácticas, de organización y tomar decisiones políticas; como argumento o como referencia en la lucha de tendencias «dentro» del movimiento obrero, como elemento justificativo de ideologías cristalizadas y homogéneas; como potente medio de movilización a través de símbolos anclados en la tradiciones militantes y en las mentalidades colectivas del trabajo. Del hecho en sí la tradición autónoma y revolucionaria del movimiento diferenciaba tres estructuras: la imagen concreta de los sucesos de Chicago, reconstrucción histórica de el carácter represivo del capital, d ela funcionalidad de su superestructura político-judicial y una autocrítica de los acontecimientos; la segunda un modelo teórico, deducido de la interpretación y la proyección (se cargaba en la cuenta del 1º de Mayo proyectos más o menos conscientes, cuando las tendencias reales eran más o menos inconscientes y espontáneas); finalmente una imagen idealizada, heroizada y didáctica, construida con fórmulas solemnes, impresionantes, cesaristas y monumentales, expuestas en lenguaje oficial, abogadil, categórico e imperativo, que contrasta con los enunciados prudentes, concretos, minimalistas, materialistas de los propios militantes radicales y de los clásicos del comunismo. El movimiento nunca «santificó» al 1º de mayo. El movimiento nunca formó una leyenda en torno a Haymarket. El 1º de mayo se ha transformado en la piedra de toque para determinar el «modo» en que la clase ha de elaborar su táctica y su estrategia para conquistar la victoria final. Las mejores tradiciones revolucionarias deben reasumir plenamente el 1º de mayo y sostener sus lecciones básicas: autodefensa, autonomía y solidaridad.
Ejemplo de Autodefensa: el 1º de mayo debe entenderse siempre como una acción de masas de autodefensa del sector más precario y autónomo del movimiento obrero, del «otro» movimiento obrero, que incluía mayormente inmigrantes pobres. Y la autodefensa abarca elementos constituyentes de la construcción de la subjetividad revolucionaria. Incluye la lucha por controlar la jornada laboral desbordando, si es necesario, las formas institucionales del gremio y el sindicato, incluso creando nuevas, además de puntos de contrainformación proletarias, una verdadera esfera de opinión pública obrera, con clubes, periódicos y seguridad propia. Una red de actores no-estatales, capaces de organizarse en núcleos regionales y locales, multicanales (en la que cada nodo está conectado con los demás), de mantener poderosos lazos con la percepción social de la subjetividad obrera y disminuyendo el papel de la jerarquía y la dirección formal. Intuían sabiamente que los verdaderos triunfos de la clase obrera, los más profundos y los más duraderos, se consiguen por la agitación y la movilización, que la única usurpación que consiente el capital es la lucha. La autodefensa como virtual «doble poder» y como ocasión constituyente de aplicar el arma más mortal de las masas: la huelga general revolucionaria.
Ejemplo de autonomía práctica: una palabra desgastada por el oportunismo, la picardía y la manipulación pero irremplazable. El 1º de Mayo es la conmemoración de la autonomía como ser social del trabajador. La autonomía como necesidad de la recomposición, como itinerario lógico de la construcción de la subjetividad, como momento instintivo de clase. La autonomía es la calificación específica del interés proletario en el actual nivel histórico de la composición de clase. Autonomía es fundamentalmente dos cosas: por una parte independencia reafirmada del interés y necesidad del trabajador. Independencia del interés proletario es un concepto fundamental de toda la tradición revolucionaria en Occidente, su antagonismo radical y ontológico, primordial y que resurge una y otra vez. Por otra parte, la autonomía es un concepto, al representación de un hecho, verificable, que «esta» composición histórica, consigue organizativamente determinar la complejidad del impulso revolucionario, el instinto de clase y la fragmentación subjetiva de la fuerza de trabajo, para dirigir su interés hacia una cooperación autónoma (=comunista). Como decía Negri, autonomía es en realidad una calificación comunista de la independencia del trabajo. La autonomía es una de las lecciones aprendidas y olvidadas de la «Idea Chicago»: en el campo es el dilema radical: para hacer algo la acción de clase debe tener formas organizativas, pero la acción organizada deviene institución, se transforma en instrumento del estado y el capital. Las iluminadas declaraciones de los Mártires en el pie del cadalso, utilizado como tribuna, señalaban una y otra vez (Schwab, Fischer, Ángel…) el peligro para el movimiento de la seducción estatal, la funcionalidad del corrupto sistema político, la abominación por los partidos políticos, el papel mistificador de los medios de comunicación y la falsa autonomía de lo político, la farsa de la democracia representativa,… que la autonomía de la clase es básica para el combate contra el sistema. La idea-fuerza del 1º de mayo es la de «contra-organizaciones», con una forma sincronizada con la composición de clase, contraorganización que siempre implica una recomposición política de la clase obrera desde abajo, ya no desde «arriba», desde un partido político o desde una agencia del estado. Nunca tomamos consciencia que la recomposición a nivel del obrero, sea social o posfordista, posee efectivamente la fuerza de llevar consigo el problema político, el problema del poder, como elemento fundamental. Autonomía es el álgebra de la temática de la composición de clase y de la teoría del partido. La autonomía, como lo sabían los Mártires de Chicago, es la ciencia del antagonismo.
Ejemplo de solidaridad: una de las mistificaciones típicas de la liturgia muerta del movimiento obrero reformista es reducir el eco de la lucha en 1886 a un simple conflicto sobre la extensión de la jornada laboral. Este trabajo ideológico comenzó ya en el mismo siglo XIX. Se conmemora la «triple 8» (8 de descanso-8 de trabajo-8 de ocio), como esa ya es la jornada laboral «normal» sólo nos queda festejar los laureles conseguidos. Nada más deseable para el estado y el capital; nada más lejos de la verdad. Ese fue siempre el temor de los militantes de la época: que las ocho horas se transformase en el «Endziel», en el fin último de la lucha. Como decía Mella, las ochos horas sólo es una bandera, a cuya sombra se agrupan en un momento histórico de la lucha de clases los obreros para dar una batalla. Con esas luchas, y la de los obreros ingleses por las diez horas, el movimiento descubrió que la jornada laboral es una variable, no una constante, y que debido a la ley de intercambio mercantil que rige en el capitalismo a la mercancía «fuerza de trabajo», se presenta una antinomia, una lucha de derecho contra derecho, y que en esta lucha entre derechos iguales, de clases, decide la fuerza y la violencia. El 1º de mayo si bien fue una ocasión para reclamar la «mayor pretensión» del momento (reducción de la jornada laboral que en Chicago llegaba a las 14 y 16 horas¡¡¡¡), el motivo estratégico no era la mera reducción sino conseguir que la reducción implicara una presión a los capitalistas individuales para emplear a los miles de precarios y parados que languidecían y morían en la miseria. Y las conclusiones no eran retóricas: ya en esa fase de la lucha, los militantes de Chicago aplicaban los rudimentos de la co-investigación militante, es decir: cómo la organización técnica del trabajo va estrechamente unida a la explotación capitalista. Se volvía a hacer política a través de la investigación militante, a través del conocimiento y a través de la intervención práctica. Buscaban la recomposición intentando aclarar la segmentación promovida por el mercado de trabajo capitalista en el seno de la clase, intentando aglutinar a la fuerza de trabajo en objetivos comunes pero revolucionarios (bloqueo del desarrollo del capital) y buscando la centralización del cerebro colectivo de la multitud. El 1º de mayo debe tener el valor de reactivo de ser profunda crítica- Crítica de la política, crítica de la economía política, crítica a la forma burocrática de la recomposición de clase, crítica a la tradición, crítica a los viejos métodos de lucha,… Como concluía Fischer, uno de los Mártires de Chicago, en una vibrante proclama de 1886: «¡Tened coraje, Esclavos!, ¡Levantaos!»