Entrevista a Antonio Turiel sobre Petrocalipsis. Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar
Salvador López Arnal
Antonio Turiel (León, 1970) es científico y un conocido divulgador de los problemas de sostenibilidad de nuestra sociedad. Licenciado en Físicas, en Matemáticas y doctor en Física teórica, es investigador científico en el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona, CSIC. Su investigación se ha centrado en la turbulencia y en la oceanografía por satélite, aunque también es experto en el ámbito de los recursos naturales. Su blog, The Oil Crash [https://crashoil.blogspot.com/], es una de las grandes referencias en castellano sobre el problema del cénit del petróleo.
¿A quién va dirigido su libro? ¿A especialistas, a ecologistas? ¿A personas muy puestas en estos temas? ¿Hay que saber mucha física o mucha ciencia para seguirle?
He hecho un esfuerzo para poner muy pocos números y quedarme con aquellos conceptos más fundamentales, los cuales explico de la manera más divulgativa posible. El objetivo es que sea un libro para todos los públicos, para ayudar a abrir un debate fundamental.
¿Qué ha querido señalar con el título del libro: Petrocalipsis? ¿Qué nueva apocalipsis es esa?
El título es provocador y una llamada de atención: si no hacemos nada, si nos empeñamos en seguir como si tal cosa, inevitablemente nos vamos a estrellar. Sin hacer las adaptaciones adecuadas, que van muchísimo más allá que poner paneles solares, la sociedad podría colapsar, delante de la imposibilidad de adaptarse a una nueva situación muy complicada.
El “si no hacemos nada”, ¿a quien hace referencia? ¿A los gobiernos, a las grandes corporaciones, a los ciudadanos, a las organizaciones políticas sociales?
Aunque siempre es bueno que haya una concienciación y unas buenas costumbres a nivel de la ciudadanía, quien realmente puede hacer algo significativo para hacer frente a este problema son los gobiernos y las grandes corporaciones. La ciudadanía tiene que empujar, pero son ellos los que deben de actuar.
Sobre el subtítulo de su libro: Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar. ¿Qué debemos entender por crisis energética global? ¿Afecta a toda la Humanidad?
Si no hacemos nada, en unos pocos años la cantidad de energía que tendremos disponible será mucho menor que la actual. Esto causará una grave crisis económica y conflictos entre países y dentro de los países, lo cual acelerará el descenso energético y la degradación general. Es una amenaza para toda la Humanidad.
Pero esa Humanidad a la que hace referencia, ¿no puede estar amenazada de manera muy desigual? Tal vez haya países y sectores sociales que pueden salir mucho más perjudicados que otros.
Sí, es verdad, hay países mucho más amenazados que otros: que se lo digan a Yemen, hace 5 años un productor relevante de petróleo y ahora sumido en el caos, precisamente porque su fuente de ingresos se les secó (la producción de petróleo cayó en picado por agotamiento geológico). Habrá diferencias entre países y dentro de los países, y en el nuestro en particular lo que se ve venir es el depauperamiento histórico de la clase media.
Dos conceptos que acaso convendría definir: energía y energía primaria.
Energía, para lo que a nosotros nos interesa, es la capacidad de hacer trabajo útil. Usando energía podemos mover máquinas o encender dispositivos, mover pesos o redactar cartas. La energía nos permite prestar bienes y servicios, que eso es lo que se mide como actividad económica a través del PIB. La energía primaria es la máxima energía que contiene una fuente de energía: por ejemplo, es toda la energía que da un litro de petróleo cuando lo quemas. Pasa, sin embargo, que la energía no la podemos consumir en forma cruda, sino que continuamente hacemos transformaciones y cambios, hasta ponerla en una forma que es apta para el consumo final: ésa es la energía final.
La segunda parte de la conjunción del subtítulo: “cómo (no) la vamos a solucionar”. ¿Debemos inferir que no existe solución o que las soluciones que se barajan transitan por caminos equivocados? Le sugiero una: energías alternativas (con mesura) + austeridad + decrecimiento (si es necesario). ¿No es una solución satisfactoria?
Sí existe una solución (o conjunto de soluciones), pero efectivamente las que se están explicando y difundiendo en el debate público (por ejemplo, el Green New Deal) no van a solucionar absolutamente nada.
La alternativa que propone Vd. contiene los elementos de la verdadera solución, aunque falta saber cómo articularlos para su implementación, pero eso que dice no es en absoluto el tono de la discusión mainstream actual.
¿Y por qué en Green New Deal no va a solucionar nada? Salvo error por mi parte, personas muy preocupadas y conocedoras del tema apuestan por esa salida, aunque no sea una “alternativa perfecta”.
No es que no sea una alternativa perfecta, es que no va a ayudar en nada. Con el GND se pretende hacer creer que con mínimas transformaciones vamos a poder mantener un sistema socieconómico muy similar al actual, cuando eso es imposible. Que vamos a substituir combustibles fósiles por renovables, coches de gasolina y diésel por eléctricos, y todo va a seguir igual; pero nada de eso es físicamente posible. El GND es el último intento de hacer rodar la pelota del desarrollismo extractivista unos pocos años más, e impulsarlo precipitará en la pobreza y la exclusión a buena parte de la actual clase media, porque los recursos que se deberían dedicar a ayudar a construir una alternativa de verdad se perderían en esta quimera.
Pone usted mucho énfasis en la situación de clase media. ¿Por qué? ¿Y los sectores sociales más (o mucho más) vulnerables que la clase media?
Pongo el acento en la clase medias porque el gran pacto político después de la Segunda Guerra Mundial fue ese contrato social que dio lugar a la creación del Estado del Bienestar. La izquierda de los países desarrollados renunciaba a la revolución, mientras que la derecha y, sobre todo, el poder económico hacían concesiones en lo social. Es ese contrato social lo que permitió la creación de la clase media y le dio estabilidad a las democracias liberales de Occidente, y es eso lo que va a saltar en pedazos ahora (bueno, en realidad ya estamos viendo voladuras parciales del Estado del Bienestar).
Decía usted también que no era el tono de la discusión mainstream actual. ¿Y cuál entonces el tono hegemónico en esas discusiones?
Lo que nos venden los medios como única discusión posible es entre el sistema fosilista actual y uno equivalente basado en renovables cuando, en primer lugar, no son las dos únicas posibilidades de la discusión, y segundo, ninguna de esas dos es viable en realidad. El discurso de los medios es que va a haber una continuidad del actual capitalismo expansivo, y no se contempla de manera seria ninguna alternativa que niegue esa mayor.
¿Y usted cree que es posible, que no es una simple (deseable si quiere) ensoñación, una alternativa al capitalismo expansivo actual? ¿Apuesta entonces por un capitalismo verde y mesurado? ¿Por un socialismo nuevo aún no existente?
No existe nada que sea capitalismo y moderado al mismo tiempo, es una contradicción en términos, pero sería demasiado largo de explicar eso aquí ahora. El caso es que no existe un “capitalismo verde” que sea viable.
En cuanto a la alternativa, aún está por construir, pero lo que está claro es que el capitalismo se enfrenta a una crisis secular, a una caída tremenda de la que no se podrá reestablecer. Lo que surja después dependerá de nosotros, y yo no sé qué será, pero sí sé qué no será.
En ámbitos ecologistas se suele hablar del “agotamiento del petróleo” pero, en cambio, algunas o casi todas las multinacionales del sector suelen afirmar que incluso actualmente, y más allá o más acá del peak oil, las reservas mundiales de petróleo son enormes. Por ejemplo, las de Venezuela. ¿Nos mienten los ejecutivos trasnacionales? ¿Qué se quiere decir exactamente cuando se habla del agotamiento del petróleo?
Las reservas son enormes, ciertamente: contando con todos los hidrocarburos líquidos o asimilables identificados, darían para un par de siglos a ritmo de consumo actual. El problema no es cuánto hay allá abajo, sino a qué ritmo se puede extraer. De qué sirve que haya allá abajo billones de barriles, si cuestan tanto esfuerzo extraerlos y procesarlos que solo vamos a poder poner a disposición de la sociedad unos pocos millones cada día, y cada año vamos a poder ir extrayendo menos. Ése es el verdadero problema del peak oil: que una vez que se pasa el punto de máxima extracción (peak oil), cada año se va extrayendo menos, inexorablemente. Por eso esos ejecutivos dicen la verdad y mienten al mismo tiempo: sí, es cierto que hay muchas reservas, pero ése no es, ni ha sido nunca, el problema, y lo saben de sobras. Desvían la atención del problema principal para que no se hable de él. Hasta ahora.
El problema principal sería entonces el ritmo de extracción posible y el ritmo de consumo actual. ¿Es así? Para hacernos idea, ¿cuál es el ritmo de consumo actual de hidrocarburos líquidos o asimilables en todo el mundo?
En este momento se consumen una media de 96 millones de barriles diarios (Mb/d) de “petróleo”, entendiendo como tal todos los hidrocarburos líquidos que son más o menos asimilables a petróleo. Cada barril contiene 159 litros, así que eso son unos 5,6 billones de litros de petróleo al año, o lo que es lo mismos, 5,6 kilómetros cúbicos anuales, es decir, lo que cabe en un cubo con una arista de aproximadamente una milla de largo (1,77 kilómetros, para ser exactos).
El consumo se adapta a la extracción, qué remedio, así que lo que a la larga acaba importando es a qué ritmo se puede extraer.
Pensando en alternativos, y sin que me olvide de los inconvenientes de este sendero (por ejemplo, los residuos nucleares), ¿la energía nuclear, especialmente la de fusión, no podría ser una alternativa energética casi inagotable?
La energía nuclear de fisión (romper átomos grandes), que es la que tenemos a mano actualmente, depende del uranio, y la producción anual de uranio ya ha empezado a disminuir, al igual que la del petróleo. En cuanto a los reactores de fisión de IV Generación, que deberían funcionar con torio y otros elementos fértiles, mucho más abundantes que el uranio, se lleva experimentando con ellos casi 80 años y no se ha conseguido tener prototipos seguros comercialmente rentables. Por último, la energía nuclear de fusión (unir átomos pequeños, típicamente isótopos de hidrógeno) es una total quimera: siempre faltan 50 años para tener el primer reactor de fusión. Lo cierto es que hay tal cantidad de dificultades técnicas que superar para conseguir hacer un reactor nuclear de fusión comercialmente viables que algunos premios Nobel de Física plantean que, de hecho, es imposible.
¿Qué Premios Nobel de Física plantean que de hecho es imposible? Si es así, ¿por qué se sigue con ese programa de investigación imposible?
El que más claramente se posicionó contra el ITER fue Georges Charpak, quien además fue físico nuclear, así que conocía muy bien de qué hablaba. En 2010 firmó una carta, publicada en Libération, junto con Jacques Treiner y Sébastien Balibar (éste último fue director del LPS d’Ecóle Normale Supérieure durante la época que yo pasé mi postdoc allá), exigiendo la paralización del proyecto ITER por demasiado costoso, poco efectivo y de dudoso éxito. Las “pegas” que tiene la fusión nuclear se conocen desde hace mucho tiempo, pero yo no creo que se deba paralizar ese proyecto porque, como todo proyecto de investigación, aporta conocimiento y nos ayuda a avanzar. Lo que no se debe hacer es crear unas expectativas desmesuradas sobre lo que realmente se puede llegar a hacer, o dar por hecho que todo va a funcionar e ir como la seda, porque no es verdad.
Habla en el libro con detalle pero me atrevo a pedirle un resumen: ¿por qué la energía solar, esta sí prácticamente inagotable durante millones y millones de años, no puede ser un camino transitable?
Es un camino transitable, pero quizá no exactamente al mismo sitio que se está vendiendo. Combinada con la eólica, la hidráulica y la biomasa, puede llegar a cubrir una parte de nuestro consumo energético actual, pero no todo. Todas estas fuentes tienen limitaciones: de espacios, material, capital, rendimiento y de máxima cantidad de energía que se puede producir con ellas. Yo estimo que el máximo que se puede obtener por medios renovables oscila entre el 30 y el 40% de toda la energía que se consume hoy en día, y eso asumiendo que todo se hace correctamente y que hay una gran cooperación internacional. El futuro es renovable, de eso no hay ninguna duda, y las renovables son el futuro. Pero no es ese futuro que se nos está vendiendo.
¿Y qué futuro se nos vende en su opinión?
El de una transición suave, progresiva y sin dolor, en la que todo se mantiene básicamente igual a como está ahora pero sustituyendo combustibles fósiles por renovables. No es cierto, se tendrán que hacer cambios mucho más drásticos y profundos, empezando por el consumo y siguiendo por redefinir el empleo.
¿No hay ya colectivos sociales que consumen muy poco en países del llamado Tercer Mundo? ¿Menos aún?
Obviamente, una buena parte del mundo no tiene que hacer ninguna transición porque ya están “transicionados”; más bien, deberían de avanzar a una posición de menor postración.
¿En qué tipo de redefinición del empleo está pensando?
Redefinir el empleo: no puede ser que la creación de empleo dependa del crecimiento económico, crecimiento que ya no va a ser posible por razones físicas. Así que necesitamos crear nuevos puestos de trabajo, y reconcebir los existentes, en el contexto de empresas no orientadas al beneficio creciente, que usen los materiales locales, que atiendan a las necesidades locales… Es una lista muy larga de cosas que merecería una discusión específica.
Afirma usted que dejemos el ahorro y la eficiencia en el cajón de la soluciones inútiles pero, en cambio, los científicos críticos y comprometidos de estas últimas décadas insisten mucho en esas coordenadas. ¿Dónde está su error?
No, yo digo que el ahorro y la eficiencia son útiles, pero no si el objetivo de la economía sigue siendo el crecimiento, porque como gastar energía tiene un valor económico, la energía que tú no gastes o ahorres la gastará otro para conseguir más dinero. El ahorro y la eficiencia, por sí mismos, no bastan: tienen que estar acompañados por una política de racionamiento, que impida que se gaste esa energía. Política de racionamiento que llegará por las buenas (planificación previa) o por las malas (cuando la energía empiece a escasear).
Política de racionamiento por las buenas, ¿desde cuándo? ¿Quiénes deben dictar y guiar esa política de racionamiento? ¿Los gobiernos de las naciones-Estado? ¿Algún organismo internacional?
Eso, me temo, es muy difícil de responder. Como mínimo deben ser los gobiernos quienes preparen esos planes de racionamiento. Si puede haber cierta concertación internacional seguramente sería bueno, pero siempre y cuando no se aprovechase para meter de rondón (como suele pasar) otras medidas, típicamente represivas.
Puede parecer extraño, tratándose de un científico como es usted, pero no parece confiar mucho en “soluciones tecnológicas”. ¿No podría ocurrir que una tecnología o unas tecnologías hasta ahora insospechadas se presenten en pocos años como una excelente solución en el futuro? En otras ocasiones históricas, la ciencia, la tecnología, nos han salvado de males que estaban a nuestro acecho.
Sí, y otras tantas veces no lo ha hecho – pero nuestra memoria es selectiva y en ésas no se fija. Mire, nunca se puede descartar que no se acabe produciendo una revolución tecnológica que todo lo cambie (aunque yo conozco bien el campo y le aseguro que nada de lo que se está investigando parece, ni de lejos, tan prometedor), pero al mismo tiempo tampoco se puede descartar, e incluso es bastante más probable, que nunca se produzca tal revolución. Ahora pongámonos desde el punto de vista de un gestor: ¿qué es lo más razonable? ¿No hacer cambios esperando que se produzca un milagro que nos salve (y que ya comenzamos a necesitar desesperadamente)? ¿O bien empezar ya a tomar medidas preventivas, y si luego se produce ese cambio – mayor o menor – pues utilizarlo para mejorar nuestra situación? Convendrá conmigo que la primera opción se puede calificar de totalmente irresponsable, en tanto que la segunda es más conservadora y lógica, teniendo en cuenta lo que hay en juego.
Tal vez me ubique en posiciones al utópicas (o incluso distópicas) pero, inspirándome en un autor que leí hace muchos años, Adrian Berry, el 4º vizconde Camrose nada menos, imagínese que sostengo: no importa, no importa nada, que la energía se agote un día u otro en nuestro planeta: ¡nos quedan los otros planetas del sistema solar, nos quedan miles de estrellas en nuestra galaxia! ¡No estamos condenados a ser siempre una especie viviente terrestre! ¡A la conquista del espacio, hacia el infinito y más allá!
Vivimos en un pozo de potencial gravitatorio. Porque es eso, un pozo de potencial gravitatorio, toda una sucesión de fenómenos y efectos protegen la vida de este planeta: la hidrosfera, la atmósfera, la capa de ozono, la magnetosfera, el cinturón de Van Hallen,… Al mismo tiempo, eso hace terriblemente difícil escapar de la atracción terrestre, muy costoso energéticamente. Encima, ningún otro planeta del sistema solar es habitable, ni es viable terraformar ninguno de ellos por la colosal (e indisponible) cantidad de energía necesaria. Y en cuanto a los otros planetas, están a distancias siderales, inabarcables para ninguna misión tripulada… Ad astra: qué bonito suena. Pero seguramente es la barrera de Hubbert nuestra cruda realidad. Algún día comprenderemos la profundidad de la frase de Carl Sagan: «nuestra responsabilidad de tratarnos mejor los unos a los otros, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que siempre hemos conocido». Y que será el único que conoceremos, añadiría yo.
Me queda la pregunta del millón: usted sostiene en el libro, lo ha hecho también en esta entrevista, que existe una solución o un conjunto de soluciones. ¿Qué solución es esa? ¿Con qué contamos para su concreción práctica?
La solución pasa por la relocalización, el jubileo de la deuda, la reducción del sistema financiero, los cambios en los modelos productivos, de consumo y de posesión, el decrecimiento… Son muchas, muchas, muchísimas cosas. En el libro se apuntan algunas cuantas, seguramente quedan muchas más en el tintero. Es algo que tendrá que irse poniendo a punto con el rodaje, a base de ir probando. Y para llevarlas a la práctica debemos contar con una ciudadanía concienciada y una potenciación de lo local.
¿Y cómo conseguimos una ciudadanía concienciada?
Para empezar, abriendo este debate de manera honesta. Explicando la verdad. Explicando que la transición ecológica no va a ser rápida ni cómoda. Que no va a haber coches eléctricos para todos. Que muchas cosas se van a tener que reducir drásticamente. Que pasaremos momentos muy difíciles.
En suma, no tratando a la ciudadanía como si fueran niños y explicando directamente la verdad. Y luego discutiendo entre todos qué hacer y cómo hacerlo.
¿Qué significa potenciación de lo local? ¿Y si lo local no da para mucho?
Para mucho o para poco, lo local es lo que habrá, como así ha sido a lo largo de la Historia de la Humanidad. Potenciar lo local es dar prioridad a las necesidades locales, abastecidas con capacidades y bienes locales. La clave es que lo que se haga se pueda seguir haciendo de la misma manera indefinidamente: eso es la sostenibilidad, en suma.
¿Quieres añadir algo más?
Parafraseando a Wittgenstein, yo diría que cuando todo está dicho ya, es mejor no decir nada más.
Tomo nota y no digo más.