Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Socialismo y cultura

Antonio Gramsci

Socialismo y cultura

Antonio Gramsci,

Il Grido del Popolo, 29 de enero de 1916

Nos cayó a la vista hace algún tiempo un artículo en el cual Enrico Leone, de esa forma complicada y nebulosa que le es tan a menudo propia, repetía algunos lugares comunes acerca de la cultura y el intelectualismo en relación con el proletariado, oponiéndoles la práctica, el hecho histórico, con los cuales la clase se está preparando el porvenir con sus propias manos. No nos parece inútil volver sobre ese tema, ya otras veces tratado en el Grido y que ya se benefició de un estudio más rigurosamente doctrinal, especialmente en la Avanguardia de los jóvenes, con ocasión de la polémica entre Bordiga, de Nápoles, y nuestro Tasca.

Vamos a recordar dos textos: uno de un romántico alemán, Novalis (que vivió de 1772 a 1801), el cual dice: «El problema supremo de la cultura consiste en hacerse dueño del propio yo trascendental, en ser al mismo tiempo el yo del yo propio. Por eso sorprende poco la falta de percepción e intelección completa de los demás. Sin un perfecto conocimiento de nosotros mismos, no podremos conocer verdaderamente a los demás».

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Educar para el socialismo

Santiago Alba Rico

“Esta estafa”, dice la página 225, “habría resultado mucho más difícil si la izquierda no se hubiera empeñado tan alegremente en regalar al enemigo el concepto de Estado de Derecho. Lo que tenía que haber hecho, al contrario, era demostrar que semejante proyecto es imposible bajo condiciones capitalistas de producción. Poner en evidencia a todos los que, diciendo defender el Estado de Derecho, no defienden en realidad más que unos privilegios históricos, del mismo modo que podrían defenderlos genéticos”.

Sobre "Educación para la ciudadanía (democracia, capitalismo y Estado de derecho)"

Reseña de ‘Educación para la ciudadanía (democracia, capitalismo y Estado de derecho)’, de Carlos Fernández Liria, Pedro Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero (con ilustraciones de Miguel Brieva). Editorial Akal, Madrid 2007.

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El Estado y el socialismo

Escrito: 1919Primera Edición: Aparecido en L´Ordine Nuovo, 28 de junio a 5 de julio de 1919 Digitalización: AritzEsta Edición: Marxists Internet Archive, año 2001

Publicamos este artículo de For Ever aunque se trate de una colección de despropósitos y de divertida fraseología. Para For Ever, el Estado de Weimar es un Estado marxista; nosotros, los del "Ordine Nuovo" somos adoradores del Estado, queremos al Estado ab aeterno (For Ever quería decir in aeternum, evidentemente); el Estado socialista es lo mismo que el socialismo de Estado; han existido un Estado cristiano y un Estado plebeyo de Cayo Gracco; el Soviet de Saratov podría subsistir sin coordinar su producción y su actividad de defensa revolucionaria con el sistema general de los Soviets rusos, etc. Afirmaciones y necedades semejantes se presentan como una defensa de la anarquía. Y sin embargo publicamos el artículo de For Ever. For Ever no es sólo un hombre: es un tipo social. Desde este punto de vista no debe ser puesto de lado; merece ser conocido, estudiado, discutido y superado. Lealmente, amistosamente (la amistad no debe ser separada de la verdad y de toda la aspereza que la verdad comporta). For Ever es un pseudorevolucionario; quien basa su acción en mera fraseología ampulosa, en el frenesí de la palabrería, en el entusiasmo romántico, es simplemente un demagogo y no un revolucionario. Para la revolución son necesarios hombres de mente sobria, hombres que no dejen sin pan la panaderías, que hagan marchar los trenes, que surtan las fábricas con materias primas y consigan cambiar los productos industriales por productos agrícolas, que aseguren la integridad y la libertad personal contra las agresiones de los malhechores, que hagan funcionar el complejo de servicios sociales y no reduzcan al pueblo a la desesperación y a la demencial matanza interna. El entusiasmo verbal y la fraseología desenfrenada hacen reír (o llorar) cuando uno solo de esos problemas tiene que ser resuelto aunque sólo sea en una aldea de cien habitantes

Pero For Ever, pese a ser un tipo característico no representa a todos los libertarios. En la redacción del Ordine Nuovo contamos con un comunista libertario, Carlo Petri. Con Petri la discusión se sitúa en un plano superior; con comunistas libertarios como Petri el trabajo en común es necesario e indispensable; son una fuerza de la revolución. Leyendo el artículo de Petri publicado en el número pasado y el de <>que publicamos en este número[2] -para fijar los términos dialécticos de la idea libertaria: el ser y el no ser- hemos llegado a estas observaciones. Por supuesto, los camaradas Empédocles y Caesar[3], a los que Petri se refiere directamente, son libres de responder por su cuenta.

I

El comunismo se realiza en la Internacional proletaria. El comunismo será tal sólo cuando y en tanto sea internacional. En este sentido, el movimiento socialista y proletario está contra el Estado, porque está contra los Estados nacionales capitalistas, porque está contra las economías nacionales que tiene su fuente de vida y toman su forma de los Estados nacionales.

Pero si de la Internacional Comunista se verán suprimidos los Estados nacionales, no sucederá lo mismo con el Estado, entendido como "forma" concreta de la sociedad humana. La sociedad como tal es pura abstracción. En la historia, en la realidad viva y corpórea de la civilización humana en desarrollo, la sociedad es siempre un sistema y un equilibrio de Estados, un sistema y un equilibrio de instituciones concretas, en las cuales la sociedad adquiere conciencia de su existencia y de su desarrollo y únicamente a través de las cuales existe y se desarrolla.

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Henri Lefebvre

Joan Tafalla

Una casualidad propia del verano, haciendo limpieza en la biblioteca me encuentro un viejo número de la revista teórica del PC, Nuestra Bandera, allí hay un artículo dedicado a Henri Lefebvre, es del año 77, casualmente estos días leo algunas cosas del pensador francés.

Leo su conferencia Lukács 1955, un homenaje al filosofo húngaro con motivo de su 70 aniversario y de la concesión del premio Kossuth; también leo su obra La vida cotidiana en el mundo moderno.

En los años cincuenta, G. Lukács está siendo criticado en su propio país, hay un affaire Lukács que va más allá de las fronteras húngaras. Lefebvre, que ha visitado al filósofo en Budapest, ha tomado partido a favor suyo, la chispa parece haber saltado en un curso sobre el realismo en la Universidad de Budapest, Lukács se ha despachado a gusto con afirmaciones en el sentido de que el realismo socialista no ha tenido ni su Balzac ni su Leonardo da Vinci, rápidamente el sector oficial del partido se lanza al ataque, estas afirmaciones contra el arte socialista pueden debilitar el socialismo frente a sus enemigos; no deja de ser  interesante que la conferencia a que hacemos referencia se pronuncia en el Instituto Húngaro de París.

Quizás entre las cosas que puedan unir a estos dos pensadores, una sea su lucha contra el economicismo en el pensamiento marxista y revolucionario; Lukács lleva muchos años ya luchando contra esta deformación del marxismo, ha afirmado en alguna entrevista que ya en los años veinte, él mismo, A. Gramsci –el más dotado, según L- y K Korsch luchaban por una reformulación del marxismo lejos del economicismo y del tacticismo imperante.

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El hombre tranquilo

Carolina del Olmo

Minerva

John Berger me espera sentado en los escalones del vestíbulo del CBA jugando con el hijo de Marisa Camino. Me cuesta un triunfo llevármelo de allí, arrancarlo del ambiente extrañamente familiar que logra crear a su alrededor. Sin ir más lejos, el día antes, durante la concesión de la Medalla, consiguió borrar de un plumazo toda la solemnidad de este tipo de ceremonias. Berger hizo una emocionante lectura de fragmentos de su nuevo libro y, a pesar de la gran afluencia de público y de que fue una actuación seria y rebosante de amor por las cosas bien hechas, el ambiente fue casi casero: Berger le plantó un par de besos al Presidente del CBA cuando le impuso la medalla, agradeció sinceramente su colaboración a todo el personal con el que había trabajado durante el montaje de la exposición –cuyos nombres recordaba perfectamente–, y en todo momento rebosó buen humor.

Me lo llevo a un lugar tranquilo para hacer la entrevista. Nos sentamos, y veo que mira con curiosidad mi despliegue de grabadoras digitales y analógicas. Le explico que he tenido algunos problemas en el pasado y que prefiero ser precavida. Me dice que lo entiende. En cierta ocasión, lo llevaron a uno de esos cementerios de caídos en la I Guerra Mundial sembrados de pequeñas cruces blancas que abundan en Francia, con la intención de grabar material para un programa de radio. «La idea era que paseara por el cementerio yo solo y que fuera grabando lo que me venía a la cabeza mientras caminaba por entre las tumbas. Era febrero y hacía un viento y un frío espantosos, estaríamos a unos dieciocho grados bajo cero. Llegamos allí en un Jeep y el ingeniero de sonido y mi amigo, que estaba haciendo el programa, se quedaron en el coche y me dijeron “Venga. Toma el micrófono y habla cuando quieras”. Yo me fui alejando. Era un lugar encantado. A veces decía alguna cosa, otras caminaba en silencio. Continué hasta que ya no pude más. No llevaba guantes y se me estaban congelando las manos de sostener el micrófono. Volví al cabo de media hora. Ellos seguían en el coche con el motor en marcha y la calefacción encendida; me abrieron la puerta y les dije: “Sois unos cabrones” y ese tipo de cosas… Cuando ya nos alejábamos de allí, el ingeniero de sonido hizo algunas comprobaciones y descubrimos que no se había grabado nada. El frío había inutilizado la batería. En fin, tampoco fue grave; en realidad, no había mucho que decir».

En sus novelas y, en concreto, en la trilogía De sus fatigas, tanto el mundo del trabajo como la idea de unas fuerzas económicas que moldean la vida de la gente tienen una presencia fundamental, algo que llama poderosamente la atención en el panorama de la literatura actual, poblado de personajes que no parecen trabajar para vivir. ¿Se siente solo en el mundo literario contemporáneo?

No, no me siento solo, aunque lo que dice es bastante cierto. Pero hay mucha gente que está intentando crear cosas diferentes, y hay personas que, aunque pertenezcan al pasado, hicieron obras muy contemporáneas. Si entra en el estudio de un pintor y ve una reproducción de un cuadro de Velázquez colgada en la pared, puede estar segura de que para ese pintor Velázquez es su contemporáneo. En ese sentido, yo, que soy inglés, considero a Dickens un contemporáneo. Y si hablamos de Rusia, Chéjov y Gorki son mis contemporáneos. Por lo demás, en la actualidad también hay escritores con los que siento que tengo mucho en común. El primero que me viene a la mente es Eduardo Galeano. Tiene unos cuentos fantásticos: Las palabras andantes es un libro muy hermoso y muy contemporáneo. En España también tienen a Manuel Rivas, quien, por cierto, demuestra tener un gran sentido de la historia.

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«Todos estamos en peligro»

Furio Colombo

«Siamo tutti in pericolo»

Saggi sulla politica e sulla società, Meridiani Mondadori, Milano 1999 [già in “La Stampa – Tuttolibri”, I, 2, 8 novembre 1975. Intervista rilasciata a Furio Colombo il 1° novembre 1975] "Tengo nostalgia de la gente pobre y verdadera que peleaba para derribar a aquel patrón sin convertirse en aquel patrón" . .

. «Todos estamos en peligro»

Esta entrevista tuvo lugar el sábado 1 de noviembre, entre las 4 y las 6 de la tarde, pocas horas antes que Pasolini fuera asesinado. Quiero precisar que el título de la entrevista es suyo, no mío. De hecho, al término de la conversación que a menudo, como en otras ocasiones, nos ha sorprendido con convicciones y puntos de vista diferentes, le pregunté si quería dar un título a su entrevista. Se lo pensó un poco, dijo que no tenía importancia, cambió de tema, luego algo nos devolvió al argumento de fondo que aparece continuamente en las respuestas que siguen. «He aquí la semilla, el sentido de todo – dijo – Tú no sabes quién está pensando en matarte ahora. Pon este título, si quieres: “Porque estamos todos en peligro”».

Pasolini, en tus artículos y en tus escritos has dado muchas versiones de lo que detestas. Has abierto una lucha, solo, contra muchas cosas, instituciones, convicciones, personas, poderes. Para que sea menos complicado el discurso yo diré «la situación», y tu sabrás que quiero hablar de la escena en contra de la que, en general, te bates. Ahora te hago esta objeción. La «situación», con todos los males que tú dices, contiene todo lo que te permite ser Pasolini. Quieto decir: tuyo es el mérito y el talento. ¿Pero los instrumentos? Los instrumentos son de la «situación». Editorial, cine, organización, hasta los objetos. Pongamos que el tuyo sea un pensamiento mágico. Haces un gesto y todo desaparece. Todo eso que detestas. ¿Y tú? ¿Tú no te quedarías solo y sin medios? Quiero decir medios expresivos, quiero… Sí, he entendido. Pero ese pensamiento mágico yo no sólo lo intento, sino que me lo creo. No en el sentido mediático. Sino porque sé que golpeando siempre sobre el mismo clavo puede hasta derribarse una casa. En pequeño, un buen ejemplo nos lo dan los radicales, cuatro gatos que consiguen remover la conciencia de un país (y tú sabes que no siempre estoy de acuerdo con ellos, pero precisamente ahora estoy a punto de salir para ir a su congreso). En grande, el ejemplo nos lo da la historia. El rechazo ha sido siempre un gesto esencial. Los santos, los ermitaños, pero también los intelectuales. Los pocos que han hecho la historia son aquellos que han dicho no, en absoluto los cortesanos y los ayudantes de los cardenales. El rechazo, para funcionar, debe ser grande, no pequeño, total, no sobre este o aquel punto, «absurdo», no de sentido común. Eichmann, amigo mío, tenía mucho sentido común. ¿Que le faltó? Le faltó decir no, antes, al principio, cuando lo que hacía era sólo administración rutinaria, burocracia. A lo mejor incluso habrá dicho a los amigos: a mí ese Himmler no me gusta mucho. Habrá murmurado, como se murmura en los editoriales, en los periódicos, en el amiguismo y en la televisión. O también se habrá rebelado porque este o aquel tren se paraba una vez al día para las necesidades y el pan y el agua de los deportados, cuando hubieran sido más funcionales o más económicas dos paradas. Pero nunca ha bloqueado la maquinaria. Entonces los problemas son tres. Cuál es, como dices tú, «la situación», y por qué se debería pararla o destruirla. Y cómo. Eso es, describe “la situación”. Sabes perfectamente que tus intervenciones y tu lenguaje tienen un poco el efecto del sol que atraviesa el polvo. Es una imagen bella, pero se entiende poco. Gracias por la imagen del sol, pero pretendo mucho menos. Pretendo que mires a tu alrededor y te des cuenta de la tragedia. ¿Cuál es la tragedia? La tragedia es que ya no somos seres humanos, somos extrañas locomotoras que chocan unas contra otras. Y nosotros, los intelectuales, cogemos el horario de los trenes del año pasado, o de hace diez años, y decimos: qué extraño, esos dos trenes no pasan por ahí, ¿cómo es que se han destrozado de esa manera? O el maquinista se ha vuelto loco o es un criminal aislado o se trata de un complot. El complot, sobre todo, nos hace delirar. Nos libera de todo el peso de enfrentarnos solos a la verdad. Qué bien si mientras nosotros estamos aquí charlando alguno en una taberna está haciendo planes para deshacerse de nosotros. Es fácil, es sencillo, es la resistencia. Perderemos algunos camaradas y después nos organizaremos y quitaremos de en medio a los otros, ¿no te parece? Yo sé que cuando da en televisión ¿Arde París? Todos están ante el televisor, con lágrimas en los ojos y unas ganas locas de que la historia se repita, bella, limpia (un efecto del tiempo es que “lava” las cosas, como las fachadas de las casas). Sencillo; yo aquí, tú allí. No hagamos bromas con la sangre, el dolor, la fatiga que la gente pagó entonces por “elegir”. Cuando estás con la cara aplastada contra aquel momento, aquel minuto de la historia, elegir es siempre una tragedia. Pero, admitámoslo, era más sencillo. El fascista de Salò, el nazi de las SS, el hombre normal, con la ayuda del valor y de la conciencia, consigue rechazarlo, incluso de su vida interior (que es donde empieza siempre la revolución). Pero ahora no. Uno se te viene encima vestido de amigo, es gentil, cortés, y “colabora” (pongamos que en la televisión), por ir tirando o porque no es un delito. El otro –o los otros, los grupos- te sale al encuentro o se te echa encima –con sus chantajes ideológicos, con sus sermones, sus prédicas, sus anatemas, y tú sientes que también son amenazas. Desfilan con banderas y consignas, pero ¿qué los separa del “poder”? ¿Qué es el poder, según tú, dónde está, dónde se encuentra, como lo sacas de su madriguera? El poder es un sistema de educación que nos divide en subyugados y subyugadores. Pero cuidado. Un mismo sistema educativo que nos forma a todos, desde las llamadas clases dirigentes hasta los pobres. Por eso todos quieren las mismas cosas y se portan de la misma manera. Si tengo en las manos un consejo de administración o una operación bursátil, los utilizo. Si no, una barra de hierro. Y cuando utilizo una barra de hierro hago uso de mi violencia para obtener lo que quiero. ¿Por qué lo quiero? Porque me han dicho que es una virtud quererlo. Yo ejerzo mi derecho-virtud. Soy asesino y soy bueno. Te han acusado de no distinguir política e ideológicamente, de haber perdido el sentido de la diferencia profunda que tiene que haber entre fascistas y no fascistas, por ejemplo entre los jóvenes. Por eso te hablaba del horario ferroviario del año pasado. ¿Nunca has visto esas marionetas que hacen reír tanto a los niños porque tienen el cuerpo vuelto de una parte y la cabeza de la otra? Me parece que Totò hacía un truco parecido. Así veo yo la inmensa tropa de intelectuales, sociólogos, expertos y periodistas de las intenciones más nobles, las cosas suceden aquí y la cabeza mira hacia allá. No digo que no exista el fascismo. Digo: dejad de hablarme del mar mientras estamos en la montaña. Este es un paisaje distinto. Aquí existe el deseo de matar. Y este deseo nos ata como hermanos siniestros de un fracaso siniestro de todo un sistema social. También a mi me gustaría que todo se resolviese con aislar a la oveja negra. Yo también veo las ovejas negras. Veo muchas. Las veo todas. Este es el problema, ya se lo he dicho a Moravia: por la vida que llevo pago un precio… Es como uno que baja al infierno. Pero cuando vuelvo – si vuelvo – he visto otras cosas, más cosas. No digo que tengáis que creerme. Digo que tenéis que cambiar continuamente de discurso para no enfrentaros a la verdad. ¿Y cuál es la verdad? Siento haber utilizado esta palabra. Quería decir «evidencia». Deja que ponga otra vez las cosas en orden. Primera tragedia: una educación común, obligatoria y equivocada que nos empuja todos a la competición por tenerlo todo a toda costa. A esta arena nos empuja como una extraña y oscura armada en la que unos tienen los cañones y otros tienen las barras de hierro. Entonces, una primera división, clásica, es «estar con los débiles». Pero yo digo que, en un cierto sentido, todos son los débiles, porque todos son victimas. Y todos son los culpables, porque todos están listos para el juego de la masacre. Con tal de tener. La educación recibida ha sido: tener, poseer, destruir. Entonces deja que vuelva a la pregunta inicial. Tú, mágicamente anulas todo. Pero vives de los libros, y necesitas inteligencias que lean. Es decir, consumidores educados del producto intelectual. Tú haces cine y necesitas no sólo de grandes plateas disponibles (de hecho por lo general tienes mucho éxito popular, o sea eres «consumido» ávidamente por tu público) sino también de una gran maquinaria técnica, organizativa, industrial, que esta en medio. ¿Si quitas todo eso, con una especie de mágico monaquismo de tipo paleo-católico y neo-chino, qué te queda? A mi me queda todo, o sea yo mismo, ser vivo, estar al mundo, ver, trabajar, comprender. Hay cientos de maneras de contar las historias, de escuchar las lenguas, de reproducir los dialectos, de hacer el teatro de los títeres. A los otros les queda mucho más. Pueden hacerme frente, cultos como yo o ignorantes como yo. El mundo se hace grande, todo pasa a ser nuestro y no tenemos que utilizar ni la Bolsa, ni el consejo de administración, ni la barra de hierro para depredarnos. Ves, en el mundo que muchos de nosotros soñábamos (repito: leer el horario de trenes del año anterior, pero en este caso podemos decir de muchos años antes) había el patrón infame con el sombrero de copa y los dólares que se le colaban de los bolsillos y la viuda demacrada que pedía justicia con sus niños. El buen mundo de Brecht, en suma. Es como decir que tienes nostalgia de aquel mundo. ¡No! Tengo nostalgia de la gente pobre y verdadera que peleaba para derribar a aquel patrón sin convertirse en aquel patrón. Como estaban excluidos de todo, nadie los había colonizado. Yo tengo miedo de estos negros en revuelta, iguales al patrón, otros saqueadores que quieren todo a toda costa. Esta oscura obstinación en la violencia total no deja ver ya «de que signo eres». A cualquiera que lleven al hospital al final de su vida sea llevado moribundo al hospital le interesa más -si tiene todavía un soplo de vida – qué le dirán los médicos sobre sus posibilidades de vivir que qué le dirán los policías sobre la mecánica del delito. Date cuenta de que yo no hago ni un proceso de intenciones ni me interesa ya la cadena causa efecto, primero ellos, o primero él, o quién es el jefe-culpable. Me parece que hemos definido lo que tú llamas la «situación». Es como cuando en una ciudad llueve y se han atorado las alcantarillas. El agua sube, es un agua inocente, agua de lluvia, no tiene ni la furia del mar ni la maldad de las corrientes de un río. Mas, por la razón que sea no baja, sino que sube. Es la misma agua de lluvia de muchos poemitas infantiles y de las musiquillas del «cantando bajo la lluvia». Pero sube y te ahoga. Si hemos llegado a este punto yo digo: no perdamos todo el tiempo en poner una etiqueta aquí y otra allá. Veamos cómo se desatasca esta maldita bañera, antes que nos ahoguemos todos. Y tú, por eso, quisieras que todos fuesen pastorcillos sin enseñanza obligatoria, ignorantes y felices. Dicho así sería una estupidez. Pero la llamada enseñanza obligatoria fabrica a la fuerza gladiadores desesperados. La masa se hace más grande, como la desesperación, como la rabia. Admitamos que yo haya tenido una salida de tono (aunque no lo creo). Decidme vosotros otra cosa. Se entiende que añoro la revolución pura y directa de la gente oprimida que tiene el único objetivo de hacerse libre y dueña de si misma. Se entiende que me imagino que pueda todavía llegar un momento así en la historia italiana y en la del mundo. Lo mejor de lo que pienso podrá hasta inspirarme uno de mis próximos poemas. Pero no lo que sé y lo que veo. Quieto decir con toda franqueza: yo bajo al infierno y sé cosas que no molestan la paz de otros. Pero prestad atención. El infierno está subiendo también entre vosotros. Es verdad que sueña con su uniforme y su justificación (a veces). Pero es también verdad que sus ganas, su necesidad de golpear con la barra de hierro, de agredir, de matar, es fuerte y es general. No será por mucho tiempo la experiencia privada y peligrosa de quien, cómo decirlo, ha tocado «la vida violenta». No os hagáis ilusiones. Y vosotros, con la escuela, la televisión, lo pacato de vuestros periódicos, vosotros sois los grandes conservadores de este orden horrendo basado en la idea de poseer y en la idea de destruir. Dichosos vosotros que os quedáis tan felices cuando podéis poner sobre un crimen su buena etiqueta. A mi esta me parece otra de las muchas operaciones de la cultura de masa. Como no podemos impedir que pasen ciertas cosas, nos tranquilizamos encasillándolas. Pero abolir tiene que decir a la fuerza crear, si no tú también eres un destructor. Los libros por ejemplo, ¿qué será de ellos? No quiero hacer el papel de quien se angustia más por la cultura que por la gente. Pero esta gente salvada, en tu visión de un mundo diferente, ya no puede ser primitiva (esta es una acusación frecuente que te hacen) y si no queremos utilizar la represión «más avanzada»… Que me da escalofríos. Si no queremos utilizar frases hechas, una indicación tiene sin embargo que existir. Por ejemplo, en la ciencia-ficción, como en el nazismo, se queman siempre los libros como gesto inicial de exterminio. Cerradas las escuelas, clausurada la televisión, ¿cómo animas tu belén? Creo haberme ya explicado con Moravia. Cerrar, en mi lenguaje, quiere decir cambiar. Cambiar pero de modo tan drástico y desesperado como drástica y desesperada es la situación. Lo que impide un verdadero debate con Moravia, pero sobre todo con Firpo, por ejemplo, es que parecemos personas que no ven la misma escena, que no conocen la misma gente, que no escuchan las mismas voces. Para vosotros una cosa ocurre cuando es una crónica, hecha, maquetada, editada y titulada. ¿Pero qué hay debajo? Aquí falta el cirujano que tiene el coraje de examinar el tejido y de decir: señores, esto es cáncer, no una cosita benigna. ¿Qué es el cáncer? Es una cosa que cambia todas las células, que las hace crecer todas de forma enloquecida, fuera de cualquier lógica precedente. ¿Es un nostálgico el enfermo que sueña con la salud que tenía antes, aunque antes fuera un estúpido y un desgraciado? Antes del cáncer, digo. Es decir, antes de todo será necesario hacer no sólo un esfuerzo para tener la misma imagen. Yo oigo a los políticos con sus formulismos, todos los políticos, y me vuelvo loco. No saben de que país están hablando, están tan lejos como la luna. Y los literatos. Y los sociólogos. Y los expertos de todos tipo. ¿Por qué piensas que para ti ciertas cosas están tan más claras? No quisiera hablar más de mí, quizás he hablado dicho incluso demasiado. Todos saben que yo mis experiencias las pago personalmente. Pero están también mis libros y mis películas. Quizás soy yo quien se equivoca. Pero sigo diciendo que estamos todos en peligro. Pasolini, si ves la vida así – o se si aceptarás esta pregunta- ¿cómo piensas evitar el peligro y el riesgo? Se ha hecho tarde, Pasolini no ha encendido la luz y se hace difícil tomar apuntes. Miramos juntos los míos. Luego me pide que le deje las preguntas. Hay puntos que me parecen demasiado absolutos. Deja que lo piense, que los relea. Y dame tiempo para encontrar una conclusión. Tengo una cosa en mente para responder a tu pregunta. Para mi es más fácil escribir que hablar. Te dejo las notas que añada mañana por la mañana». Al día siguiente, domingo, el cuerpo sin vida de Pier Paolo Pasolini estaba en el tanatorio de la policía de Roma. .

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Presuposiciones sobre tortugas y asuntos no afines.

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De tal modo, por naturaleza, están definidos la mujer y el esclavo…Entre los bárbaros, la mujer y el esclavo ocupan el mismo rango. La causa de esto es que carecen del elemento gobernante por naturaleza. Así que su comunidad resulta de eslavo y esclava…Al referirnos de nuevo al hombre y los demás animales sucede lo mismo…También en la relación del macho con la hembra, por naturaleza, el uno es superior al otro; la otra, inferior; por consiguiente, el uno domina; la otra es dominada.

Del mismo modo es necesario que suceda entre todos los humanos…Mucho mejor hablan los que enumeran las virtudes, como Gorgias, que los que las definen así, en general. Así que hay que pensar que lo que el poeta ha dicho sobre la mujer podría aplicarse a todas: “A una mujer le sirve de joya el silencio”.

Pero eso no va con el hombre…

Aristóteles, Política, libro I, cap.II, V, XIII1

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Contra la gran derrota del mundo

John Berger

En la historia de la pintura se pueden encontrar a veces extrañas profecías. Profecías que el pintor no tuvo intención de que fueran tales. Es casi como si lo visible pudiera por sí mismo tener sus propias pesadillas. Por ejemplo, en El triunfo de la muerte, de Brueghel, pintado en la década de 1560 y que ahora se halla en el Museo del Prado, hay ya cierta profecía terrible de los campos de exterminio nazis. La mayoría de las profecías, cuando son específicas, están destinadas a ser malas porque, a lo largo de la historia, surgen terrores siempre nuevos -incluso si algunos desaparecen-, pero no hay felicidades nuevas: la felicidad es siempre la vieja felicidad. Son los modos de luchar por esa felicidad los que cambian. Medio siglo antes de Brueghel, Hieronymus Bosch pintó su Tríptico del milenio, que también se encuentra en El Prado. El panel de la izquierda muestra a Adán y Eva en el Paraíso, el gran panel central describe el Jardín de las Delicias y el de la derecha representa el Infierno. Y ese infierno se ha convertido en una extraña profecía del clima mental que han impuesto al mundo al final de nuestro siglo la globalización y el nuevo orden económico. Quisiera explicar cómo ha ocurrido. Tiene poco que ver con el simbolismo empleado en la pintura. Los símbolos del Bosco probablemente venían del lenguaje secreto, proverbial y herético de ciertas sectas milenaristas del siglo XV que creían, heréticamente, que si el mal pudiera ser superado, sería posible crear el paraíso en la tierra. Se han escrito muchos ensayos sobre las alegorías que se encuentran en la obra del Bosco.(1) Pero si su visión del infierno es profética, esa profecía no reside tanto en los detalles -así sean inquietantes y grotescos-, sino en el conjunto. O, para decirlo de otro modo, en lo que constituye el espacio del infierno. No hay horizonte. No hay continuidad entre las acciones, no hay pausas, no hay rutas, no hay patrón, no hay pasado y no hay futuro. Sólo existe el clamor del disparatado y fragmentario presente. Por todas partes hay sorpresas y sensaciones, pero en ninguna parte hay desenlaces. Nada fluye a través: todo interrumpe. Hay una especie de delirio espacial. Compara ese espacio con el que uno ve en una barra publicitaria o en un típico boletín de noticias de la CNN o cualquier programa de noticias de los medios. Hay una incoherencia comparable, una selva comparable de estímulos separados, un frenesí similar. La visión del Bosco profetizaba la imagen del mundo que nos es comunicada hoy por los medios bajo el impacto de la globalización, con su criminal necesidad de vender sin pausa. Ambas son como rompecabezas cuyas infortunadas piezas no concuerdan. Y éste fue precisamente el término que el subcomandante Marcos utilizó en una carta sobre el nuevo orden mundial, el año pasado… Escribía desde Chiapas, en el sureste de México.(2) El ve el planeta hoy día como el campo de batalla en que tiene lugar la Cuarta Guerra Mundial. (La Tercera fue la llamada Guerra Fría). La meta de los beligerantes es conquistar el mundo entero por medio del mercado. Los arsenales son financieros; sin embargo, hay millones de personas mutiladas o muertas cada minuto. El objetivo de los que hacen la guerra es dominar el mundo desde centros de poder nuevos y abstractos -megápolis del mercado, que no se someterá a ningún control salvo el de la lógica de la inversión. Entre tanto nueve décimas partes de las mujeres y los hombres que habitan el planeta viven con las piezas rotas que no encajan. El rompecabezas del panel del Bosco es tan similar que casi espero encontrar allí las siete piezas que Marcos enumeró. La primera pieza tiene un signo de dólar y es verde. Consiste en la nueva concentración de la riqueza global en cada vez menos manos y la distribución sin precedentes de una pobreza sin esperanzas. La segunda pieza es triangular y consiste en una mentira. El nuevo orden proclama que racionaliza y moderniza la producción y el esfuerzo humano. En realidad es un regreso a la barbarie de principios de la Revolución Industrial, con la importante diferencia de que esta vez la barbarie no está acotada por ninguna consideración o principio ético que se le oponga. El nuevo orden es fanático y totalitario. (Dentro de su sistema no hay apelación. Su totalitarismo no se refiere a la política -que, desde su punto de vista, ya ha sido superada- sino al control monetario mundial). Piensa en los niños. Cien millones en el mundo viven en la calle. Doscientos millones forman parte de la fuerza de trabajo mundial. La tercera pieza es redonda como un círculo vicioso. Consiste en la migración forzada. Los más emprendedores entre quienes no tienen nada intentan emigrar para sobrevivir. Pero el nuevo orden trabaja día y noche según el principio de que alguien que no produce, que no consume, que no tiene dinero para poner en el banco, sale sobrando. Así que los emigrantes, los sin tierra, los sin casa, son tratados como desperdicios del sistema: desechables. La cuarta pieza es rectangular como un espejo. Consiste en el incesante intercambio entre los bancos comerciales y el crimen organizado mundial, porque también el crimen se ha globalizado. La quinta pieza es más o menos un pentágono. Consiste en la represión física. Bajo el nuevo orden, los estados nacionales han perdido su independencia económica, su iniciativa política y su soberanía. (La nueva retórica de la mayoría de los políticos intenta disfrazar su falta de poder político, distinto del poder cívico o represivo). La nueva tarea de los estados nacionales es administrar lo que les es asignado, proteger los intereses de las megaempresas del mercado y, sobre todo, controlar y vigilar a los que salen sobrando. La sexta pieza es el perfil de un garabato y consiste en una multiplicación de las fracturas. Por una parte, el nuevo orden acaba con las fronteras y las distancias mediante la instantaneidad de la telecomunicación de las operaciones y los tratos comerciales, mediante zonas obligatorias de libre comercio (TLCAN) y por la imposición en todas partes de la única e incuestionable ley del mercado; y por otra parte, provoca fragmentación y una proliferación de fronteras, al liquidar el Estado nacional, por ejemplo, la antigua Unión Soviética, Yugoslavia, etcétera. ”Un mundo de espejos rotos", escribió Marcos, ”que reflejan la inútil unidad mundial del rompecabezas neoliberal". La séptima pieza del rompecabezas tiene la forma de un bolsillo, y consiste en todos los diversos bolsillos de resistencia contra el nuevo orden que están surgiendo en todo el globo. Los zapatistas en el sureste mexicano son una de esas bolsas. Otros, en diferentes circunstancias, no han elegido necesariamente la resistencia armada. Los muchos bolsillos no tienen un programa político común. ¿Cómo podrían tenerlo, si existen en un rompecabezas roto? Pero su heterogeneidad puede ser prometedora. Lo que tienen en común es su defensa de los que salen sobrando, los prescindibles, y su creencia en que la Cuarta Guerra Mundial es un crimen contra la humanidad. Las siete piezas nunca concordarán para adquirir ningún sentido. Esa falta de sentido, este absurdo, es endémico del nuevo orden. Como el Bosco anticipó en su visión del infierno, no hay horizonte. El mundo arde. Cada figura trata de sobrevivir concentrándose en su necesidad y su supervivencia propias e inmediatas. La claustrofobia, en su versión extrema, no está causada por el amontonamiento, sino por la falta de cualquier continuidad entre una acción y la siguiente, que están tan cerca que se tocan. Esto es lo que resulta un infierno. La cultura en que vivimos es tal vez la más claustrofóbica que jamás ha existido; en la cultura de la globalización, como en el infierno del Bosco, no hay ni un resquicio de otro lugar o de otra manera. Lo dado es una prisión. Y frente a tal reduccionismo, la inteligencia humana se reduce a la codicia. Marcos terminaba su carta diciendo: ”Es necesario hacer un mundo nuevo, un mundo donde quepan muchos mundos, donde quepan todos los mundos". Lo que el cuadro del Bosco hace es recordarnos -si las profecías se pueden llamar recordatorios- que el primer paso para construir un mundo alternativo es rechazar la imagen del mundo implantada en nuestras mentes y todas las falsas promesas que se emplean en todas partes para justificar e idealizar la necesidad criminal e insaciable de vender. Es vitalmente necesario otro espacio. Primero, hay que descubrir un horizonte. Y para ello tenemos que rencontrar la esperanza. A pesar de todo lo que el nuevo orden pretende y perpetra. La esperanza, sin embargo, es un acto de fe y tiene que estar sostenido por otras acciones concretas. Por ejemplo, la acción de acercarse, medir distancias y caminar hacia. Esto conducirá a colaboraciones que nieguen la discontinuidad. El acto de resistencia no significa sólo negarse a aceptar el absurdo de la imagen del mundo que se nos ofrece, sino denunciarlo. Y cuando el infierno es denunciado desde adentro, deja de ser infierno. En los bolsillos de resistencia tal como existen hoy, se pueden estudiar los otros dos paneles del tríptico del Bosco, con Adán y Eva y el Jardín de las Delicias, a la luz de las antorchas, en la oscuridad… Los necesitamos. Me gustaría citar de nuevo al poeta argentino Juan Gelman.(3) Llegó la muerte con su recordación/ nosotros vamos a emprender otra vez la lucha/ otra vez vamos a empezar otra vez vamos a empezar nosotros. contra la gran derrota del mundo/ compañeritos que no terminan/ o arden en la memoria como fuegos otra vez/ otra vez/ otra vez.

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La crisi de Rifondazione Comunista

Aldo Cazzullo

La crisi de “Rifondazione Comunista”

(un article d’Aldo Cazzullo, “Il Corriere della Sera”)

No era una assemblea qualsevol la que se celebrava aquest divendres al vespre, a l’Institut Avogadro de Turí. A la platea, 400 militants expressen la seva solidaritat amb el senador Franco Turigliatto, expulsat de “Rifondazione”. A la tribuna, anunciant que avui ja no tornaria a votar per “Rifondazione Comunista”, Marco Revelli, l’intel·lectual més estimat durant un temps per Bertinotti. I, a primera fila, aplaudint aquesta intervenció, Giorgio Cremaschi, el seu dofí durant els anys d’intensa activitat sindical.

No només els moviments més radicals han deixat d’identificar-se amb la línia de “Rifondazione” i amb el lideratge de Bertinotti. No es tracta només d’una confusa galàxia de seguidors de Cossutta, de maoistes i de nostàlgics de la Quarta Internacional. No. A Turí no només s’aplegaven obrers de Mirafiori, opositors al TGV i adversaris de la base militar de Vicenza. Ara, el President del Parlament té en contra seu dos vells amics com Marco i Giorgio. I la fractura que s’hi entreveu serà cultural o personal. No és pas per casualitat si, en defensa del líder, ha hagut d’intervenir, mitjançant un llarg article publicat a “Liberazione”, una altra intel·lectual de referència per a l’esquerra com és Rina Gagliardi (un debat que va continuar l’endemà, amb una carta de Revelli i la resposta de l’editorialista). La discussió plantejada és l’eterna confrontació entre acció de govern i lluita al carrer; un debat agreujat per la dificultat que representa una experiència inèdita a Itàlia: la d’un partit comunista cridat a governar en coalició amb reformistes i centristes. Però, també hi ha en joc dues històries d’amistat sorgides en el camp tempestuós i crucial de l’esquerra torinesa.

Marco és fill de Nuto Revelli: antifeixisme, asionisme, editorial Einaudi, “Lotta continua” en la seva versió piemontesa, val a dir amb una declarada antipatia vers el grup hegemònic de Pisa, que sembla al jove Revelli “una mica massa romàntic”. La desfeta – compartida amb Bertinotti – de l’any 1980, evocada en el primer capítol de “Treballar a FIAT”. I, més tard, l’elecció al consell comunal en les llistes del PRC i la crítica als reformistes a través de tot un seguit de pamflets, com “Les dues dretes” i “L’esquerra social”. I, finalment, l’assaig “Més enllà del Novecento”, que Bertinotti ha considerat com el Llibre Roig del seu nou curs, fins al punt de confiar a Revelli l’informe al Congrés de Venècia per afirmar la línia de la no violència absoluta. Un informe valent (amb crítiques no només adreçades a Stalin: “Marx considerava la Rússia del seu temps com ara Rumsfeld es mira l’Iraq”) i contestat, amb l’antagonista Pegolo proclamant que “no ens podem permetre la no violència si volem combatre un poder violent” i els delegats de la minoria dempeus i cantant “Bandiera Rossa”.

Avui, a l’oposició interna que, en aquell Congrés de Venècia, ja representava el 40 % del partit, s’han unit de fet tant Revelli com Cremaschi. Aquell vespre, també era present Gianni Alasia, una altra figura de l’esquerra torinesa que ha comptat molt per a Bertinotti. Davant d’aquest públic, Revelli ha retret a “Rifondazione” la pràctica d’una “cultura de govern a l’estat pur”: “El PRC no fa sentir la veu dels moviments en el si del govern; en canvi, trasllada les obligacions governamentals al cor dels moviments”. El dimarts anterior, a les pàgines de “Il Manifesto”, Revelli ja havia assenyalat els punts de ruptura: Afganistan, Vicenza, els nous caça bombarders nuclears, la depuració de Turigliatto i els 12 punts de Prodi, “que són dotze claus ben llargs clavats sobre la tapa de la caixa de les bones intencions, des de la qual esperàvem que pogués pervenir a les altures del poder, si més no, algun ressò de les veus del territori”.

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