Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Los Clinton son como una asociación mafiosa más que hacía una campaña presidencial

James Petras

Ayer una persona, parce que un terrorista, trató de entrar a la embajada de Ecuador en Londres, donde está asilado Julian Assange el titular de WikiLeaks, y él acusa del intento de asesinato a un agente de (Hillary) Clinton. Dice que lo quiere eliminar porque tiene más documentación para revelar sobre las mentiras y falsificaciones de Hillary en el período de cuando era Canciller.

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Remember The Álamo

Pedro Salmerón Sanginés

La mentira sistemática con que Estados Unidos justifica sus guerras de agresión y la imposición de sus modelos económicos al mundo tiene en El Álamo una de sus piedras de toque. Ese hecho se ha convertido, como señala Paco Ignacio Taibo II (El Álamo: una historia no apta para Hollywood), en la piedra de toque de la historia de Estados Unidos, la que se enseña en la escuela y en la televisión y el cine. En sus versiones de El Álamo se condensan tres grandes mentiras: la excepcionalidad, el destino manifiesto y la conquista del oeste.

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Entrevista con José Luis Gordillo sobre el 11 de Septiembre de 2001

Salvador López Arnal

ENTREVISTA CON JOSÉ LUIS GORDILLO SOBRE EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2001: “[…] LO MÁS PRUDENTE Y SENSATO ES PEDIR UNA NUEVA INVESTIGACIÓN SOBRE EL 11-S, COMO LO ESTÁN HACIENDO DECENAS DE MILES DE CIUDADANOS DE NUEVA YORK EN ESTE MOMENTO… PERO SI ME PREGUNTAS POR MIS INTUICIONES RACIONALES (SI ES QUE SE PUEDE HABLAR EN ESTOS TÉRMINOS), DESDE QUE EN 2005 ESCUCHÉ AL PROFESOR MARIANO MARZO EXPLICAR EL PROBLEMA DEL PICO DEL PETRÓLEO, CONSIDERO LA HIPÓTESIS DEL GOLPE DE ESTADO COMO LA MÁS PLAUSIBLE.”

SALVADOR LÓPEZ ARNAL

CIP ECOSOCIAL-Boletín ECOS, nº 8, agosto-octubre de 2009, pp. 1-12

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Virginia Tech: un análisis ideoléxico de una tragedia

Jorge Majfud

Virginia Tech: un análisis ideoléxico de una tragedia Jorge Majfud ALAI AMLATINA, 20/04/2007, Atlanta.- La mayoría de las medicinas que se venden en forma de píldoras, recubren una determinada droga, químico o compuesto con una capa de color atractivo y gusto dulce. En español, la sabiduría popular usa esta particularidad para construir una metáfora: “tragarse la píldora” tiene una connotación negativa y expresa la acción de consumir una cosa con la forma o el gusto de otra. Es decir, creer o aceptar una verdad como hecho incuestionable sin ser conscientes de las verdaderas implicaciones. En la tradición literaria, este fenómeno epistemológico se entendía con la metáfora del caballo de Troya, también usado hoy en día para designar virus informáticos. Un ideoléxico puede entenderse como una pastilla que el discurso hegemónico prescribe e impone con seductora violencia. Por ejemplo, el ideoléxico libertad viene recubierto de una plétora de lugares comunes y dulcemente positivos (la libertad, como precepto universal lo es). Sin embargo, dentro de este recubrimiento dulce y brillante se esconden las verdaderas razones de las acciones: la dominación, la opresión, la violencia de los intereses sectarios, etc. El recubrimiento dulce y brillante anula la percepción se sus opuestos: el contenido amargo y opaco. La tarea del crítico consiste en romper la envoltura, en des-cubrir, en des-velar el contenido de la píldora, del ideoléxico. Claro que esta tarea tiene resultados amargos, como el centro de la píldora. Los adictos a una droga no renunciarán a ella sólo porque alguien descubra las graves implicaciones de su confort momentáneo. De hecho, se resistirán a esta operación de exposición. Analicemos un ideoléxico común en el discurso dominante del capitalismo tardío: la responsabilidad personal. De entrada vemos que su cobertura es del todo dulce y brillante. ¿Quién sería capaz de discutir el valor de la responsabilidad de cada individuo? Un posible cuestionamiento sería rápidamente anulado por una falsa alternativa: la irresponsabilidad. Pero podemos comenzar problematizando el nuevo falso dilema observando que el mismo adjetivo —personal— de este ideoléxico compuesto anula o anestesia otro menos común y más difícil de apreciar por los sentidos: no se menciona la posibilidad de la existencia de una “responsabilidad social”. Tampoco se habla o se acepta —en base a una larga tradición religiosa— que puedan existir “pecados sociales”. Vayamos más al centro de un caso concreto: la trágica matanza ocurrida en la Universidad de Virginia Tech. Quienes pusieron el dedo acusador —tímidamente, como siempre— en la cultura de las armas en Estados Unidos, fueron criticados en nombre del ideoléxico de la responsabilidad personal. “No son las armas las que matan gentes —comentó un amigo del rifle en un diario— sino la gente misma. El problema está en los individuos, no en las armas”. La píldora muestra un alto grado de obviedad, pero lleva nuevamente otros problemas: nadie cuestionó cómo podría hacer un desquiciado para matar a treinta personas con una piedra, con un palo o, incluso, con un cuchillo. Esta lógica se expresa cubriendo una contradicción interna del discurso. Cuando se habla de drogas, se culpa a los productores, no a los consumidores. Pero cuando se habla de armas, se culpa del mal a los consumidores, no a los productores. La razón estriba, entiendo, en el lugar que ocupa el poder. En el caso de las drogas, los productores son los otros, no nosotros; en el caso de las armas, los consumidores son los otros; nosotros nos limitamos a su producción. El discurso hegemónico nunca menciona que si no existiese el consumo de drogas en los países ricos no existiría la producción que satisface la demanda; si no existiera esta calamidad en la ilegalidad tampoco existirían las mafias de narcotraficantes. O su existencia sería raquítica, en comparación a lo que es hoy. Pero como los otros (los productores de los países pobres) son los responsables individuales, nosotros (los productores de armas, los responsables administradores de la ley) estamos legitimados para producir más armas que los otros deberán consumir, para respaldar la ley —y para quebrantarla. Si alguien, como el asesino de Virginia Tech compra un par de armas con más facilidad y cien veces más rápido con que uno puede comprar un auto, y comete una masacre, toda la responsabilidad radica en el desquiciado. Entonces, se llega a una trágica paradoja: una sociedad armada hasta los dientes está a la merced de los desquiciados que no saben ejercer correctamente su responsabilidad personal. Para corregir este problema, no se recurre a la responsabilidad social, combatiendo las armas y el sistema económico y moral que lo sustenta, sino vendiendo más armas a los individuos responsables, para que cada uno pueda ejercer con más fuerza su propia “responsabilidad personal”. Hasta que vuelve a aparecer alguien excepcionalmente enfermo —en una sociedad de santos los demonios son excepciones muy frecuentes— y comete otra masacre, esta vez más grande, ya que el poder de destrucción de las armas siempre se perfecciona, gracias a la alta tecnología y a la moral de los individuos responsables. – Jorge Majfud, escritor uruguayo, es profesor de Literatura Latinoamericana en The University of Georgia, Estados Unidos. Más información: http://alainet.org ALAI – 30 AÑOS

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