Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Entrevista la István Mészàros: “La solución neokeynesiana y un nuevo Bretton Woods son fantasías”

“Lukács acostumbraba a decir, con bastante razón, que sin estrategia no se puede tener táctica. Sin una perspectiva estratégica de los problemas no se pueden tener soluciones para el día a día”.

 

En una entrevista en la revista inglesa Socialist Review, István Mészàros, uno de los principales pensadores marxistas de la actualidad, analiza la crisis económica mundial y critica aquellos que apuestan que esta será resuelta trayendo de vuelta las ideas keynesianas y la regulación. “Es una fantasía que una solución neo-keynesiana y un nuevo Bretton Woods resolverían cualquiera de los problemas actuales”, defiende Mészàros. Para él, estamos viviendo mayor crisis en la historia humana, en todos los sentidos.

La clase dominante siempre se sorprende con las crisis económicas y habla de ellas como si fuesen aberraciones. ¿Por qué cree usted que las crisis son inherentes al capitalismo?

Oí recientemente a Edmund Phelps, ganador del Premio Nobel de Economía en 2006. Phelps es un tipo de neokeynesiano. Estaba, por supuesto, glorificando al capitalismo y presentando los problemas actuales apenas como un contratiempo, diciendo que “todo lo que debemos hacer es traer de vuelta las ideas keynesianas y la regulación”

John Maynard Keynes creía que el capitalismo era ideal, pero quería regularlo. Phelps reproducía la grotesca idea de que el sistema es como un compositor de música. Puede tener algunos días malos, de pereza en los cuales no puede producir, pero si usted lo mira globalmente verá que es maravilloso. Piense en Mozart – él debió haber tenido también algún mal día. Así es el capitalismo en crisis, como los días malos de Mozart. Quien crea esto debería hacerse examinar la cabeza. Pero, en lugar de hacerse examinar, ganó un premio.

Si nuestros adversarios tienen ese nivel de pensamiento -lo cual se está demostrando, ahora, durante un periodo de 50 años, no es sólo un resbalón accidental de economista premiado- podríamos decir, “que alegría, que bajo es el nivel de nuestro adversario”. Pero con ese tipo de concepciones usted acaba con el desastre que experimentamos todos los días. Nos hemos hundimos en una deuda astronómica. Las deudas reales en este país (Inglaterra) deben ser contadas en trillones.

Pero el punto importante es que se han practicando orgías financieras como resultado de la crisis estructural del sistema productivo. No es un accidente que el dinero haya inundado de modo tan alegre el sector financiero. La acumulación de capital no podría funcionar adecuadamente en el ámbito de la economía productiva.

Estamos hablando de una crisis estructural del sistema. Se extiende por todas partes e incluso quebranta nuestra relación con la naturaleza, minando las condiciones fundamentales para la supervivencia del género humano. Por ejemplo, cada poco tiempo se anuncian algunas metas para disminuir la contaminación. Incluso tenemos un ministerio de la energía y del cambio climático, que en verdad es un ministro del aire caliente, porque no hace nada, aparte de ponerse metas. Pero la meta nunca se alcanza, ni siquiera se aproximan. Esta es una parte integral de la crisis estructural del sistema y sólo soluciones estructurales pueden sacarnos de esta terrible situación.

Usted ha descrito a los EE UU como un imperialismo de tarjeta de crédito. ¿Qué quería decir con eso?

Cito al senador norteamericano George McGovern en la guerra de Vietnam. Él dijo que los EE UU habían controlado la guerra de Vietnam como a una tarjeta de crédito. El reciente endeudamiento de EE UU los está amargando ahora. Ese tipo de economía sólo avanza mientras el resto del mundo les puede sustentar su deuda.

Los EE UU están en una posición única porque ha sido el país dominante desde el acuerdo de Bretton Woods. Es una fantasía que una solución neokeynesiana y un nuevo Bretton Woods resolverían cualquier de los problemas actuales. El dominio que EE UU formalizó sobre Bretton Woods inmediatamente después de la Segunda Guerra era económicamente realista. La economía norteamericana estaba en una posición mucho más poderosa que cualquier otra economía del mundo. Estableció todas las instituciones económicas internacionales vitales basándose en el privilegio de EE UU. Todavía sigue habiendo el privilegio del dólar, a través del Fondo Monetario Internacional, las organizaciones comerciales, el Banco Mundial, todo estaba bajo la dominación de los EE UU, y así permanece todavía.

No se puede hacer como que esto no existe. Usted no puede fantasear reformarlo todo y plantear ligeras regulaciones aquí y allá. Imaginar que Barack Obama va a abandonar la posición dominante de que los EE UU gozan -apoyada por la dominación militar- es un error.

Karl Marx llamó a la clase dominante “banda de hermanos que guerreaban”. ¿Usted cree que la clase dominante va a trabajar unida, internacionalmente, para encontrar una solución?

El último imperialismo implicó a varios actores dominantes que aseguraron sus intereses a expensas de dos horrendas guerras mundiales en el siglo XX. Las guerras parciales, no importa lo horrendas que sean, no pueden ser comparadas al realineamiento del poder y de la economía que produciría una nueva guerra mundial.

Pero imaginar una nueva guerra mundial es imposible. Por supuesto que todavía hay algunos lunáticos en el campo militar que no negarían esa posibilidad. Pero significaría la destrucción total de la humanidad.

Tenemos que pensar en las implicaciones que supondría para el sistema capitalista. Era una ley fundamental del sistema que si una fuerza no se podía asegurar con la dominación económica recorrería a la guerra.

El imperialismo global hegemónico se ha alcanzado y ha funcionado con bastante éxito desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Pero ese tipo de sistema es permanente? ¿Es concebible que no surjan contradicciones en el futuro?

Desde China se han apuntado algunas pistas de que ese tipo de dominación económica no puede avanzar indefinidamente. China no será capaz de seguir financiando eso. Las implicaciones y las consecuencias para China son muy significativas. Deng Xiaoping dijo una vez que no importa el color del gato -si es capitalista o socialista– siempre y cuando coja al ratón. ¿Pero y si, en lugar de la feliz cacería del ratón se termina en una horrenda plaga de ratones de desempleo masivo? Eso ya está ocurriendo en China.

Esas cosas son inherentes a las contradicciones y a los antagonismos del sistema capitalista. Por lo tanto, tenemos que pensar en resolverlos de una manera radicalmente diferente, y la única manera es una genuina transformación socialista del sistema.

¿No hay ninguna separación de esa situación de parte alguna de la economía mundial?

Imposible! La globalización es una condición necesaria del desarrollo humano desde que la extensión del sistema capitalista se volvió claramente visible, Marx ya teorizó sobre esto. Martin Wolf, del Financial Times se ha quejado de que hay muchos pequeños, insignificantes estados que causan problemas. Argumenta que es necesario una “integración jurisdiccional”, en otras palabras, una completa integración imperialista -un concepto fantasioso. Se trata de una expresión de las contradicciones y antagonismos indescifrables de la globalización capitalista. La globalización es una necesidad, pero la forma en que se hará posible, realizable y sostenible es la de una globalización socialista, en base a principios socialistas de igualdad real.

Aunque no haya discontinuidad en la historia del mundo, eso no significa que en cualquier fase, en todas las partes del mundo, haya uniformidad. Se están desarrollando cosas muy diferentes en América Latina, en comparación con Europa, por no mencionar lo que ya señalé sobre China, el Sudeste Asiático y Japón, que está sumergido en problemas más profundos.

Vamos a recordar un poco. ¿Cuántos milagros tuvimos en el periodo de la posguerra? El milagro Alemán, el milagro Brasileño, el milagro Japonés, el milagro de los cinco Tigres Asiáticos. Es gracioso que todos esos milagros se hayan convertido en la más trivial y terrible realidad. El denominador común de todas esas realidades es un endeudamiento y fraude desastrosos.

El responsable de un fondo de inversión fue presuntamente envuelto en un fraude de 50 mil millones de dólares. General Motors y otras compañías pedían al gobierno norteamericano solamente 14 mil millones de dólares. ¡Qué modestos! Deberían haberles dado 100 mil millones. Si un fondo seguro capitalista puede organizar un fraude de 50 mil millones, deben poder conseguir todos los fondos posibles.

Un sistema que opera en esta forma tan moralmente podrida no puede sobrevivir, porque es incontrolable. La gente admite que no saben como funciona. La solución no es desesperarse, pero hay que controlarlo en nombre de la responsabilidad social y de una radical transformación de la sociedad.

La tendencia inherente del capitalismo es exprimir a los trabajadores tanto como sea posible, y eso lo que están intentando hacer los gobiernos en la Gran Bretaña y en EE UU.

Lo único que pueden hacer es mediar en el recorte de los salarios de los trabajadores. La principal razón por la cuál el Senado rechazó inyectar 14 mil millones de dólares en las tres mayores compañías de automóviles es que no podían conseguir un acuerdo sobre una drástica reducción de los salarios. Piense en el efecto de eso y en las obligaciones que esos trabajadores tienen – por ejemplo, pagar pesadas hipotecas. Pedirles que sencillamente pasen a recibir la mitad de sus sueldos generaría otros tipos de problemas en la economía – de nuevo, la contradicción.

Capital y contradicciones son inseparables. Tenemos que ir más allá de las manifestaciones superficiales de esas contradicciones, a sus raíces. Se consigue manipularlas aquí y allí, pero volverán como una venganza. Las contradicciones no pueden esconderse debajo de la alfombra indefinidamente, porque la moqueta, ahora, está se está convirtiendo en una montaña.

Usted estudió con Georg Lukács, un marxista que se remonta al periodo de la Revolución Rusa y más allá.

Trabajé con Lukács siete años, antes de dejar Hungria en 1956 y seguimos siendo amigos íntimos hasta su muerte, en 1971. Coincidíamos y por eso quise estudiar con él. Sucedió que cuando llegué para estudiar con él, lo estaban atacando de forma muy feroz y abiertamente en público. No podía aguantar aquello y le defendí, lo que me generó todo tipo de complicaciones. Así que dejé Hungria, fui designado profesor, en la universidad, enseñando estética. La razón por la cuál dejé el país fue precisamente porque estaba convencido de que lo que estaba pasando era una diversidad de problemas muy fundamentales que el sistema no podría resolver.

Desde entonces intenté formular e investigar esos problemas en mis libros. En particular en “La Teoría de la alienación en Marx” y “Más allá del Capital” (*). Lukács acostumbraba decir, con bastante razón, que sin estrategia no se puede tener táctica. Sin una perspectiva estratégica de esos problemas usted no puede tener soluciones para el día a día. Entonces intenté analizar a fondo los problemas, porque no pueden ser tratados sencillamente en el nivel de un artículo que sólo relate lo que está sucediendo hoy, aunque haya una gran tentación de hacer eso. En el lugar de esto, se ha de presentar desde una perspectiva histórica. Vengo publicando desde que mi primer ensayo justamente sustancial fue publicado, en 1950, en un periódico literario en Hungria y desde entonces trabajo tanto como puedo. En la medida de nuestros modestos medios, aportamos nuestra contribución para cambiar las cosas. Es lo que he intentando hacer a lo largo de toda mi vida.

¿Qué piensa usted de las posibilidades de cambio en este momento?

Los socialistas son los últimos a minimizar las dificultades que entraña una solución. Los apologistas del capital, tanto si son neokeynesianos u otros, tan solo generan soluciones simplistas. No pienso que podemos considerar la crisis actual de la misma manera que lo hicimos en el pasado. La crisis actual es profunda. El director sustituto del Banco de Inglaterra ha admitido que esta es la mayor crisis económica en la historia de la humanidad. Agregaría solamente que no es sólo la mayor crisis económica en la historia humana, sino la crisis más grande en todos los sentidos. Las crisis económicas no pueden ser separadas del resto del sistema.

El fraude y la dominación del capital y la explotación de la clase trabajadora no pueden continuar por siempre. Los productores no pueden ser puestos constantemente y para siempre bajo control. Marx argumenta que los capitalistas son sencillamente personificaciones del capital. No son agentes libres; están ejecutando imperativos del sistema. Entonces, el problema de la humanidad no tan sencillo como vencer a una banda de capitalistas. Cambiar un tipo de personificación del capital por otro llevaría al mismo desastre y tarde o temprano terminaríamos con la restauración del capitalismo.

Los problemas que la sociedad está enfrentando no surgieron en los últimos años. Tarde o temprano tienen que ser resueltos y no, como plantea el economista ganador del Premio Nobel, fantaseando en el interior del sistema. La única solución posible está en la reproducción social basada en el control por parte de los productores. Esa fue siempre la idea del socialismo.

Hemos alcanzamos los límites históricos en la capacidad del capital para controlar la sociedad. No pienso sólo en los bancos y las instituciones financieras, aunque ellos no puedan controlarla, sino en el resto. Cuando las cosas van mal nadie se hace responsable. De tanto en tanto los políticos dicen: “Yo acepto la total responsabilidad”, ¿y qué ocurre? Que son glorificados. La única alternativa posible es la clase obrera, que es la productora de todo lo necesario para nuestra vida. ¿Por qué no controlan lo que producen? Siempre enfaticé en mis libros que decir no es relativamente fácil, pero tenemos que encontrar una dimensión positiva.

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