Un punto de encuentro para las alternativas sociales

El sindicalismo revolucionario: origen, desarrollo y su influencia en España

María-Cruz Santos

Después de la expulsión de los anarquistas de la Segunda Internacional, que se había fundado en París en 1889, un sector minoritario, pero que respondía al sentir de una parte significativa de los obreros, se encontró aislado. Muchos de estos obreros se sintieron decepcionados por la falta de resultados que les ofrecía la teoría y buscaron salida en la práctica cotidiana de la defensa de los derechos de los trabajadores. Fue la corriente que considera el sindicato y el sindicalismo como la forma más efectiva de defender los intereses de los trabajadores. La corriente surge en Francia y, teóricamente, rechaza elaborar cualquier corpus doctrinal. La realidad es que los escritos de dirigentes como Émile Pouget, Christiaan Cornelissen y, más tarde, Pierre Besnard, por ejemplo, acaban constituyendo un cuerpo teórico en el que se defienden unos principios que lo acercan al Anarquismo. En el país pionero se fundó la CGT (Confederación General del Trabajo) en 1895. Uno de sus fundadores fue Fernand Pelloutier, quien previamente había establecido las Bolsas de Trabajo[1], plataforma de lanzamiento de la nueva organización.

La CGT, al igual que los anarquistas, rechazaba la lucha partidista y defendía la “acción directa”, sin intermediarios. Buena parte de su ideología quedará fijada en la Carta de Amiens de 1906. El sindicalismo francés nace desengañado de la vía insurreccional que, durante años, preconizaron figuras anarquistas como Malatesta. Muchos de estos hombres habían vivido la Comuna de París y habían reflexionado sobre los escasos resultados obtenidos. Por otro lado, las últimas décadas del siglo XIX habían sido testigos de la práctica revolucionaria de la “propaganda por la acción”.

Placa de la carta de Amiens firmada el 13 de octubre de 1906, a la entrada de la escuela primaria «Noyon» de la Rue Rigollot, en Amiens. Fuente: Wikipedia

La propaganda por la acción, llamada también “por el hecho”, fue enunciada por Bakunin y aceptada en el Congreso Anarquista de Londres de 1881. El Congreso asumió la necesidad de adoptar todos los medios posibles, incluso los ilegales, con el fin de propagar la idea revolucionaria. Son años en que los atentados contra reyes y políticos menudearon, por ejemplo: el fallido contra Humberto I de Italia, el asesinato de Alejandro II de Rusia o la muerte de Cánovas del Castillo a manos de Angiolillo. Kropotkin se sintió preocupado por el recurso a la violencia y afirmó que, por ese camino, la siguiente revolución se limitaría a una matanza que en nada beneficiaría al pueblo[2].

Muy distinto pensaba Malatesta, quien se había adherido a la propaganda por la acción, como mínimo desde 1876. No obstante, cuando Ravachol realizó su serie de atentados en Francia, Malatesta se mostró crítico. Las consecuencias de tales actos fueron, en primer lugar, la represión que se extendía más allá de los propios autores de los hechos. Por otro lado, aunque la admiración que despertaban los protagonistas de la violencia era mucha, esto no se tradujo en un aumento sustancial de militantes anarquistas.

La decepción ante la Comuna y la lucha individualista y violenta, pesó en la constitución de una organización sindical que luchase por la mejora de los derechos laborales. Los sindicalistas ponían su acento en la acción colectiva y reivindicaban la huelga como instrumento de lucha. Los antecedentes de esta actitud los encontramos en las posturas de los antiautoritarios ya en el Congreso de Saint Imier (1872) donde se reconoció que la Internacional era una federación de sindicatos o Trade Unions completamente independientes de cualquier gobierno. En los siguientes encuentros de la Iª AIT hasta su disolución, se insistió en que los sindicatos debían tener un propósito revolucionario y su importancia para la organización de la industria tanto nacional como internacional[3]. En el Congreso de Veviers (1877) se había ido más lejos al considerar la huelga general como un arma fundamental en la lucha económica de los trabajadores.

Eran principios que iban a ser reconocidos por los líderes sindicalistas y convertidos en el núcleo de la doctrina del sindicalismo revolucionario. En 1906 la CGT convoca un congreso en Amiens que resultó fundamental al recoger en un documento, la Carta de Amiens, todos los puntos que ya hemos ido enunciando:

El Congreso Confederal de Amiens confirma el artículo 2, constitutivo de la CGT:

La CGT agrupa, al margen de toda escuela política, a todos los trabajadores conscientes de la lucha que hay que sostener para la desaparición del asalariado y el patronato.

El Congreso considera que esta declaración es un reconocimiento a la lucha de clases que opone, en el terreno económico, a los trabajadores y se rebela contra todas las formas de explotación y opresión, tanto material como moral, que ejerce la clase capitalista contra la clase obrera.

El Congreso aclara, con los siguientes puntos, esta afirmación teórica: en el trabajo diario de protesta, el sindicalismo persigue la coordinación de los esfuerzos de los trabajadores, el aumento del bienestar de los trabajadores mediante la realización de mejoras inmediatas, como la reducción de la jornada laboral, el aumento de salarios, etc.

Pero esta tarea es sólo una cara del trabajo del sindicalismo; prepara para la emancipación integral, que sólo puede lograrse a través de la expropiación capitalista; aboga por la huelga general como medio de acción y considera que el sindicato, hoy grupo de resistencia, será en el futuro el grupo de producción y distribución, base de la reorganización social.

El Congreso declara que esta doble tarea, cotidiana y de futuro, se deriva de la situación de los asalariados que pesa sobre la clase obrera y que hace de todos los trabajadores, cualesquiera que sean sus opiniones o sus tendencias políticas o filosóficas, un deber de pertenencia al grupo esencial que es el sindicato.

En consecuencia, en lo que se refiere a los individuos, el Congreso afirma la completa libertad para que el sindicalista participe, fuera de la agrupación corporativa, en las formas de lucha que correspondan a su concepción filosófica o política, limitándose a pedirle, en reciprocidad, no introducir en el sindicato las opiniones que profesa fuera.

En cuanto a las organizaciones, el Congreso decide que para que el sindicalismo alcance su máximo efecto, la acción económica debe ejercerse directamente contra los patrones, no debiendo las organizaciones confederadas, como grupos sindicales, preocuparse por partidos y sectas que, fuera y al lado, pueden perseguir libremente la transformación social.

Firmaron : Marie ; Cousteau ; Menard ; Chazeaud ; Bruon ; Ferrier ; E. Davida, B.d.T. Grenoble ; Latapie ; Médard, Merrheim ; Delesalle ; Bled ; Pouget ; E. Tabard ; A. Bousquet ; Monclard ; Mazau ; Braun ; Garnery ; Luquet ; Dret ; Merzet ; Lévy ; G. Thil ; Ader ; Yvetot ; Delzant ; H. Galantus ; H. Turpin ; J. Samay, Bourse de Paris ; Robert ; Bornet ; P. Hervier, Bourse de Travail de Bourges ; Dhooghe, Textile de Reims ; Roullier, Bourse de Travail de Brest ; Richer, Bourse de Travail du Mans ; Laurent, Bourse de Travail de Cherbourg ; Devillar, Courtiers de Paris ; Bastien, Textile d’Amiens ; Henriot, Allumettiers ; L. Morel, de Nice ; Sauvage ; Gauthier.

La difusión de la misma alentó la fundación y desarrollo de otras centrales sindicales tanto en Europa como en América. Según Thorpe:

La ‘Charte’ [d’Amiens] satisfizo a los sindicatos revolucionarios que insistían en que el movimiento obrero organizado se mantuviera alejado de la corrupción de la acción política: satisfacía a los reformistas que no querían que los sindicatos se alejaran de sus finalidades principales por motivos políticos y a quienes el sindicato significaba una salvaguarda contra el ascenso del anarquismo militante; conformó a los socialistas convencidos garantizando que el partido tenía un papel destacado asegurando el derecho individual a perseguir los fines políticos que se quisiera fuera del sindicato.[4]

Realmente salvaguardar la independencia política de la acción sindical y, al mismo tiempo, permitir que individualmente los afiliados pudieran mantener una militancia política, era un gesto que solo podía ser interpretado como un esfuerzo sincero para dar cabida a todos los trabajadores. Ahora bien, era evidente que ese sindicalismo se hallaba muy próximo a la sensibilidad anarquista.

Al año siguiente se convocó un congreso anarquista internacional en Ámsterdam, en que se le prestó una gran atención al sindicalismo y hubo una encendida polémica entre Pierre Monatte y Errico Malatesta, defensor del sindicalismo revolucionario Monatte y del anarquismo, Enrico Malatesta. De este congreso resultó el acercamiento entre anarquismo y sindicalismo en 8 países. Tras el congreso se empezó la publicación de 2 boletines, uno anarquista que tuvo una frecuencia irregular y corta vida. El otro boletín lo editó Christiaan Cornelissen, el Bulletin International du Mouvement Syndicaliste, más influyente y duradero. Con todo, el sindicalismo revolucionario continuó siendo minoritario en el panorama internacional; a pesar de que se dio un incremento de sindicatos creados, no fue suficiente para superar al sindicalismo y los partidos socialistas. Entre 1900 y 1914 nacieron algunos de los sindicatos llamados a desempeñar un papel fundamental en el desarrollo del sindicalismo revolucionario internacional.

Noviembre de 1911. Fuente: Wikipedia

La formación de más largo recorrido fue la SAC sueca (Sveriges Arbetares Centralorganisation), que continúa existiendo. La fundó Albert Jensen en 1910 con una base explícitamente sindicalista. Diez años antes, Franz Kater había conseguido organizar la FVdeG (Freie Vereinigung deutscher Gewerkschaften), que desarrolló una influencia en el movimiento sindical internacional muy superior a la que le hubiera correspondido por su fuerza real en Alemania, probablemente porque después del Congreso de Londres de 1913, la Oficina de Información del Sindicalismo Internacional radicó en Berlín, sin despreciar la talla teórica de los alemanes como Rudolf Rocker (más anarquista que sindicalista), el mismo Kater y, sobre todo, Augoustin Souchy, quien desarrollaría un trabajo excepcional en el campo sindical.

Al sur se encontraban las sindicales más importantes por número de afiliados: la USI italiana y la CNT española. La USI, Unione Sindicale Italiana, se fundó en 1912, quizás la más tardía en organizarse. Su impulsor fue Alceste de Ambris, si bien quizás su dirigente más significado fue Armand Borghi. La CNT (Confederación Nacional de Trabajadores) española, se había adelantado 2 años a los italianos y coincide en el año de fundación con la organización sueca, 1910.

Logo del SAC. Fuente: libcom.org

La CNT y el sindicalismo revolucionario

Los proletarios españoles llevaban más de medio siglo organizándose cuando se fundó la CNT. Las primeras asociaciones de trabajadores que se crean son anteriores a 1850 y, en 1855, ya hubo la primera huelga general en Barcelona. Aunque no parece que hubiera presencia de españoles en la fundación de la Primera Internacional, en el Congreso de Bruselas de 1868 estuvo presente Antonio Marsal Anglora (Sarro Magallán)[5]. Fundamental fue la fundación de la Federación Regional Española, después de la visita de Fanelli en 1869. Sin llegar a profundizar, sí queremos poner de relieve que Fanelli encontró unos obreros ya organizados y con una fuerte influencia del republicanismo federal. La obra de Proudhon tuvo un traductor madrugador en Pi y Margall y buena muestra de la fuerza del federalismo en España es que poco más de tres años después de la visita de Fanelli, se proclamó la República federal en 1873.

El respaldo que la FRE dio a la propaganda por la acción y la inclinación por la acción individual que la Federación mantuvo, acercándose a los planteamientos de Malatesta, se tradujo en sus correspondientes campañas de atentados que, a su vez, se contrarrestaban con una represión brutal. Como ocurriera en el resto de Europa, la falta de resultados positivos para la lucha proletaria, que se sumó a la desaparición de la Primera Internacional, condujo a la refundación con el nombre de FTRE (Federación de Trabajadores de la Región Española) en 1881. Faltaban 7 años para la creación de la UGT (1888).

La organización de la FTRE era societaria y buena conocedora de lo que ocurría al otro lado de los Pirineos porque en 1887, después de los hechos de Haymarket, decide adoptar la huelga general preconizada por Pelloutier como herramienta de lucha, al tiempo que reivindicó la jornada de 8 horas. No obstante, las sociedades de oficio no permitían una articulación sólida. A cambio, su independencia admitía cualquier inclinación política de sus militantes fueran estos republicanos, socialistas o anarquistas. Esa misma independencia, por contraste, era una rémora a la hora de plantear reivindicaciones que incumbieran a colectivos relativamente grandes. En el cambio de siglo se crea la Federación de Sociedades Obreras de la Región Española, siguiendo el modelo cegetista francés de los años 90 que defendía la huelga general como elemento central de lucha. Con esa mentalidad se convocaron las huelgas del período 1902-1903. Estos movimientos fracasaron y la falta de resultados prácticos impuso una reflexión sobre las tácticas usadas al tiempo que se acometió una reorganización que demostraba el calado que el sindicalismo francés tenía en España. Josep Termes afirma que en esos años del cambio de siglo es cuando los términos “sindicalismo” o “sindicatos” substituyen a las tradicionales de “societarismo” o “sociedad obrera”[6].

Solo 5 años después,1907, aparece una nueva agrupación sindicalista en Cataluña, con una decidida vocación nacional, que estaba llamada a convertirse con el tiempo, en el mayor sindicato anarcosindicalista de la historia, Solidaridad Obrera. A mi parecer, dos hechos de 1906 van a influir en el paso dado por las sociedades obreras de Cataluña. Uno fue la reunión de partidos políticos no dinásticos, con implantación en Cataluña bajo la denominación de Solidaridad Catalana. El principal motor de esta coalición fue la Lliga Regionalista, partido catalanista que acogía a buena parte de la burguesía catalana. La coalición se presentó a las elecciones de 1907 y consiguió 41 de los 44 escaños que correspondían a las provincias catalanas, lo que suponía la ruptura de la alternancia de conservadores y liberales en el poder, al menos en Cataluña. La coalición parece que sirvió de inspiración y ejemplo a la clase trabajadora catalana.

El otro hecho fue la celebración en 1906 del Congreso de Amiens de la CGT francesa. Como sabemos, en dicho congreso se redactó la “Carta de Amiens” de indiscutible influencia en el sindicalismo revolucionario, cuyos tres enunciados más destacados son: el anti politicismo parlamentario, la práctica de la acción directa como única vía eficaz de la lucha proletaria contra el capital y el recurso a la huelga general como arma revolucionaria. Tres principios perfectamente compatibles con el ideal anarquista y que fueron defendidos desde siempre por la mayoría de sociedades que, muy importante porque también en esto coincidían con los sindicalistas franceses del momento, se sentían los herederos legítimos de la Iª Internacional. Solidaridad Obrera todavía no era un sindicato y, quizás, la decisión que más trascendencia iba a tener y que más se extendería en el tiempo, fue la publicación de una revista con el mismo nombre, Solidaridad Obrera, que pretendía ser la portavoz de las sociedades obreras no afiliadas a la UGT del momento. Con el tiempo, como es bien sabido, Solidaridad Obrera se convertiría en diario en Barcelona y durante muchos años fue el portavoz oficioso del anarcosindicalismo estatal, hasta que se fundó CNT y todavía después su influencia seguiría siendo pareja, cuando no superior, a CNT.

Desde sus primeros números se difunden los principios sindicalistas de la CGT, bien sea reproduciendo escritos de dirigentes franceses como Jules Guesde o Pouget, bien sea con trabajos de los dirigentes de Solidaridad Obrera; por ejemplo, José Prat escribirá una serie de 7 artículos con el título de “Sindicalismo”. Son publicaciones que compartirán espacio con autores anarquistas tales como Sebastian Faure o Kropotkin. Significativamente no hay ninguna alusión al Congreso Internacional Anarquista de Ámsterdam que tuvo lugar ese mismo año de 1907. En este período se continúa con el cambio hacia el sindicalismo revolucionario. Es de lo que nos informa Termes:

Por otra parte, durante estos años se terminan las polémicas entre anarco-colectivistas y anarcocomunistas y se renuncia a los antiguos adjetivos para hablar sólo de anarquismo, socialismo anarquista o de libertarios, y especialmente de anarcosindicalismo.

Una característica fundamental de este nuevo y renovado sindicalismo revolucionario fue que el énfasis se ponía en la organización obrera como tal, así como la filosofía de la huelga. Los sindicalistas franceses son ahora los nuevos nombres de referencia, y son abundantes: Pelloutier, Pouget, Pierre Monatte, Víctor Griffuelhes, Merme, Hubert Lagardell.[7]

Se estaba, pues, pasando de poner el acento en una ideología milenarista, a una actitud más práctica, donde se bajaba a la arena del día a día sin renunciar a la revolución. También en la forma en que había de llegar la revolución había cambios porque ésta ya no sería el resultado de un hecho aislado e inevitable que provocaría la necesidad irresistible de subvertir el orden capitalista. Ahora la revolución iba a ser la consecuencia de la lucha colectiva y constante para cambiar las estructuras económicas, sociales y políticas, y en esa lucha el despertar de la conciencia colectiva era fundamental y, para conseguirlo, la educación resultaba un arma básica, así como la organización y la colaboración. Para ello era de todo punto imprescindible abandonar las viejas rutinas y las viejas costumbres, ceder independencia. Con este espíritu se llegó a la fundación de la CNT. No queremos decir que las tendencias tradicionales hubieran desaparecido; de hecho, estarán siempre presentes y, a la larga, la lucha de la CNT estará condicionada por la tensión interna entre elementos más partidarios de la práctica sindical y negociadora, y elementos más afines a los métodos más radicales anarquistas.

En el congreso fundacional de la CNT estuvieron presentes sensibilidades obreras de muy diversa índole. Aunque la ideología predominante fue la anarquista, hubo socialistas importantes en Cataluña como Joaquín Bueso. Con el tiempo todos aquellos que no se sentían cómodos con las tendencias anarquistas fueron abandonando la formación; es el caso del propio Bueso.

El Primer congreso de la CNT tuvo lugar en 1911, en noviembre, y enseguida se declara la huelga general. Esa declaración de huelga fue causa de la ilegalización de la Confederación, que seguiría en la clandestinidad hasta 1914. Esta situación no parece que afectara de la misma manera al portavoz de la CNT, Solidaridad Obrera, porque siguió publicándose[8]. La línea editorial continúa incidiendo en el sindicalismo revolucionario y, además, hay llamadas para enviar representantes al Congreso sindical convocado en Londres. Finalmente, al mismo asistieron 3 representantes: J. Suárez Duque, en nombre de trece asociaciones de la Coruña; José Rodríguez Romero por otras 13 sociedades de Baleares, y José Negre, que iba como representante de la CRT de Cataluña. Tanto Negre como Suárez Duque estaban exiliados en París. También acudió el Dr. Pedro Vallina, que ya vivía en Londres, por el Ateneo Sindicalista de Barcelona[9]. De hecho, la atención e interés de Solidaridad Obrera en la convocatoria del congreso son más que notables y hace un esfuerzo significativo por mantener a sus lectores informados de la importancia que representa.

El Congreso sindicalista de Londres (1913)

En el Congreso de 1907 hubo un encuentro de sindicalistas revolucionarios, al mismo tiempo que se desarrollaba el encuentro anarquista. Tal y como hemos dicho antes, uno de los acuerdos fue publicar un boletín sindicalista, que se publicó a partir de ese momento en París, editado por Christiaan Cornelissen gracias a los fondos que enviaban Holanda, Alemania, Bohemia. Suecia, Francia y la IWW americana.

Christiaan Cornelissen (1864-1942), economista, periodista, escritor, sindicalista y traductor. Fuente: Wikipedia

A partir de ese momento se multiplicaron los contactos con vistas a organizar un encuentro internacional. Quien lo organizó finalmente fue el British Industrial Syndicalist Education, ISEL. No fue fácil, las diferencias de criterio eran muchas y, cuando ya se había convocado, la ISEL se negó a correr con los gastos. A última hora fue Cornelissen quien aceptó subvencionarlo. El Congreso solo admitió organizaciones sindicales y rechazó la presencia de cualquier partido político.

Las reuniones se iniciaron el 29 de septiembre de 1913. El lugar escogido fue Holborn Town Hall. Hubo representantes de Alemania (la Asociación Alemana de Sindicatos), también acudieron la FORA y la CORA desde Argentina, la Confederación de Trabajadores Brasileños, representantes de sindicatos venidos desde Bélgica, Cuba, Francia, España, Italia, la SAC sueca y sindicatos de Noruega y Dinamarca. La IWW americana envió un observador. Cornelissen ejerció de Secretario del congreso y actuó de traductor. Entre los temas abordados destacan sobre todo la colaboración internacional, teoría y táctica, el esquirolaje internacional, la organización internacional, crear un periódico internacional, así como un lenguaje internacional, la religión y la moral de los proletarios, el antimilitarismo, trabajar contra la guerra o los trabajadores emigrantes.

La reunión fue tumultuosa. Según Thorpe, la causa fueron las diferencias entre las organizaciones del Norte de Europa con las del Sur, lo que cual atribuye al diferente desarrollo económico y sindical. Alemania era insignificante frente a la USI italiana, que tenía muchos más militantes. Añade el autor que la delegación española evitó en gran medida verse involucrada en estas disputas personales y buscó en ocasiones calmar a sus colegas y llamar la atención sobre el trabajo más serio del congreso.[10] Las diferencias se dejaban sentir a cada paso como en la elección de presidentes. Fueron escogidos al principio, Franz Kater, de la FVdeG alemana y Jack Wills, de Inglaterra, pero Wills fue rechazado por ser concejal y en su lugar se eligió al ingeniero Jack Tanner.

Por su parte, Kater subrayó la necesidad de que se focalizara la atención en dos puntos, la formulación de una declaración condenando el capitalismo, pidiendo su disolución, y acelerar la auténtica emancipación de los trabajadores mediante la unión de las organizaciones internacionales. Ambas propuestas fueron rechazadas inicialmente.

El desarrollo tumultuoso de las sesiones llevó a la prensa burguesa y socialista a predecir su fracaso, que, en el caso de la socialista, atribuía a su carácter anarquista. Hasta De Ambris, el líder italiano, llegó a decir que los resultados del encuentro serían nulos. No fue así. Sus conclusiones iban a transcender en el tiempo. Recogían lo siguiente:

  • La voluntad del Sindicalismo era íntegramente anti-estado, lo que implicaba la destrucción del mismo.
  • La explotación capitalista debía ser abolida (un punto que no se encontraba en la Carta de Amiens).
  • Se consideraba que el congreso daba un paso hacia la creación de una Internacional sindicalista. No se creaba una nueva internacional debido a la influencia de la CGT francesa, que deseaba vivamente evitar una división en la organización obrera. Al final habría una división, pero en circunstancias imposible de prever en aquel momento.

No hubo Internacional sindicalista. Lo que hubo fue una Oficina Internacional Sindicalista, que fijó su residencia en Ámsterdam, con Gerrit van Erkel como presidente, Thomas Markmann, secretario, y A. J. Hooze, tesorero. La Oficina se encargó de publicar el Boletín que, hasta entonces, publicaba Cornelissen en París. No duró mucho.

José Negre, de la CNT, y Bernardo, de la FORA argentina, señalaron la creación de la Oficina como la decisión más importante tomada por el Congreso. “Duque [CNT] escribió, ‘dados nuestra concepción de la organización y nuestro espíritu descentralizador, opuesto a cualquier funcionarismo [sic] y burocratización profesional, el nombramiento de un comité de entente… designó una nueva organización frente al Secretariado de Berlín´” [11].

José Negre dio una cumplida información del desarrollo del congreso que apareció en Solidaridad Obrera como una serie de artículos en los que dio cuenta del desarrollo y las conclusiones y, también, de los encuentros y visitas que aprovechó para celebrar.

Imagen del Primer Congreso Sindicalista Internacional (1913). Fuente: Wikipedia

1914-1922, un tiempo de incertidumbres. Algunas cosas se sospechaban; otras no se habían imaginado

Cuando terminó el Congreso, faltaba menos de un año para que se iniciara la Primera Guerra Mundial. La sociedad que emergería de la confrontación iba a ser muy distinta en casi todo menos en una cosa: los obreros seguirían necesitando organizarse si querían defender sus derechos. Hacía muchos años que el mundo se deslizaba hacia el enfrentamiento sin que nadie hiciera nada por evitarlo. Los trabajadores, tanto socialistas marxistas como antiautoritarios o simplemente sindicalistas, lo sabían y, por ello, en sus congresos se dedicaba tiempo a hacer declaraciones pacifistas y decidir medidas a adoptar si la guerra llegaba a estallar. No tuvieron ninguna eficacia, como sabemos, y el enfrentamiento fue un hecho.

Lo que nadie llegó a sospechar es que, en medio de la guerra, en Rusia habría una Revolución social, que los obreros ocuparían el poder y que las clases sociales, tal y como se conocían, iban a desaparecer. La Revolución llenaría la imaginación de partidos y sindicatos durante décadas, tanto si eran de izquierdas como si eran de derechas. Para unos fue la gran esperanza, el ideal encarnado. Para otros, las clases burguesas, fue una gran amenaza a despejar y el gran enemigo a abatir. La Segunda Internacional fracasó estrepitosamente en su voluntad de impedir la guerra; la declaración hecha en 1913 diciendo que, de declararse el conflicto, la clase obrera declararía la huelga general haciendo así imposible las operaciones militares, se demostró que había sido un brindis al sol. La Segunda Internacional no desapareció, pero perdería gran parte de su atractivo para los obreros de todos los países.

Los bolcheviques, dueños de la situación en Rusia, consideraron que la Segunda Internacional había muerto y fundaron una sucesora, la Tercera Internacional (Komintern), que buscaba agrupar a todos los sindicatos de tendencia socialista. Ambos hechos, la Revolución bolchevique junto a la creación de una nueva internacional, enfriaron notablemente el ímpetu de los sindicalistas revolucionarios en su afán de dar vida a la nueva internacional sindicalista y hasta 1920 se mantuvieron expectantes.

Además del peso de la existencia de un país en el que los obreros tenían teóricamente el poder y la novedad de la Tercera Internacional, influyó mucho en el enfriamiento de su entusiasmo los vaivenes que en esos años estaban sacudiendo a la CGT francesa. La CGT fue el ejemplo y el modelo a seguir para buena parte de los sindicatos no marxistas que se habían ido formando a principios del siglo XX. En el caso español es evidente hasta en el nombre: Confederación Nacional de los Trabajadores. Sin embargo, la CGT nunca mostró el mismo entusiasmo que otros sindicatos por la creación de una nueva organización internacional. Durante la guerra y los años posteriores, hubo importantes divisiones en su interior marcadas por la mayor o menos afinidad con las ideas marxistas y la política que era dirigida desde el Kremlin. Importantes dirigentes más tarde entran en el Partido Comunista Francés. Es el caso de Pierre Monatte, fundador de la CGT, el que en el Congreso Anarquista de Ámsterdam había protagonizado el debate con Malatesta. Lo mismo que Rossmer, quien desarrolla un papel importante en el IIº Congreso de la Tercera Internacional, en 1920. En 1919 se fundan los CSR (Comités Syndicalistes Revolutionnaires),dentro de los cuales Monatte desarrolla una gran actividad a favor de la integración de la CGT en la Tercera Internacional. Ciertamente, los sectores más entusiastas con el régimen soviético eran aquellos que más escépticos habían sido con la creación de una nueva internacional en 1913.

Los años de guerra y hasta 1920 se deslizaron entre las dudas y los titubeos. Dudas que crecieron al fundarse la Tercera Internacional. El hecho de que en el primer momento se declarara que los sindicatos integrados en la Tercera Internacional formarían una federación con amplia autonomía, sedujo a una mayoría de la clase obrera y venció las reticencias de muchos.

El segundo Congreso de la Tercera Internacional fue convocado por el PCUS en Moscú en julio de 1920. La concurrencia de sindicales y partidos socialistas fue importante. No hubo representación norteamericana pero sí estuvo John Reed, el famoso autor de Diez días que asombraron al mundo. Igualmente estuvieron presentes delegados de casi todos los países europeos y buena parte de países sudamericanos, así como Australia. De España acudió la CNT representada por Ángel Pestaña. Diríamos que la convocatoria fue un éxito absoluto porque ha de tenerse en consideración las tremendas dificultades existentes para entrar en Rusia en aquel momento, con una mayoría de fronteras de los países limítrofes cerradas. Muchos de los delegados llegaban por primera vez a la patria de los trabajadores y entraban en ella embargados de emoción. Así lo confiesa Pestaña[12].

El Congreso de 1920 acabó siendo una decepción para un número significativo de delegados, por el control y manipulación que hizo el PCUS del mismo. Los relatos de Ángel Pestaña[13] y de “Vilkens”[14], Manuel Fernández Alvar, son semejantes, coincidiendo en la mayoría de críticas, sobre todo en todas las fundamentales. Sus testimonios cobran todavía más fuerza cuando se comparan con el relato que hace Rossmer[15], ya convencido marxista y cargo dirigente en la organización del encuentro, que refrenda lo dicho por ambos aunque su interpretación de los hechos difiere radicalmente. De todas las noticias y reportajes que se hicieron del desarrollo del Congreso son los diferentes trabajos que publicó Pestaña a su llegada a España en los años que siguieron, los que tuvieron un mayor eco en los medios sindicalistas europeos, al menos eso parece deducirse la bibliografía existente.

Augustin Souchy (1892-1984), anarcosindicalista, antimilitarista y periodista alemán. Fuente: libcom.org

Junto a los tres delegados ya citados hubo multitud de sindicalistas, algo de lo que también hemos dejado constancia. Una mayoría se sintieron decepcionados. Entre estos destacan Augustin Souchy y Armand Borghi. Borghi había llegado tarde y no le aceptaron como delegado. Peor había sido la negativa a dar el pasaporte a Rudolf Rocker. Rocker, Souchy, Borghi, Pestaña, Vilkens, Tanner y muchos otros coincidieron en Berlín y ahí se decidió reanudar los trabajos para la creación de la Internacional Sindical[16]. Los dos años siguientes serían de preparativos y se acabaría fundando en diciembre de 1922. Previamente hubo una convocatoria en Berlín en junio a la que acudieron, si bien llegaron cuando ya estaba acabando, Galo Díez y Avelino González Mallada. Diez y Mallada presentaron la adhesión de la CNT. La CNT tomó la decisión de incorporarse al nuevo proyecto algo menos de un mes antes, en la Conferencia Nacional de Zaragoza. Allí fueron escuchados los informes de Pestaña y Gaston Leval y se decidió retirar la adhesión que provisionalmente se había dado a la Tercera Internacional e ingresar en la que se estaba preparando.

Desde el primer momento, es decir, desde que se planteó la posibilidad de una nueva Sindical antes de la guerra, los alemanes volvieron a desempeñar una labor mucho más importante de lo que en realidad les correspondía por el número de afiliados. En 1922 los sindicatos más importantes por número de afiliados eran la CGT francesa, la CNT española y la USI italiana. La CGT ya hemos dicho que nunca se mostró muy entusiasta de la unión internacional. Los acontecimientos habidos durante la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa y la posterior creación de la Tercera Internacional y la Internacional Sindical Roja acabaron de sembrar la discordia entre los cegetistas franceses que en esos años vivirían el abandono de las ideas del sindicalismo revolucionario por parte de algunos de sus fundadores más relevantes, como Monatte o Rossmer, además del nacimiento de nuevas iniciativas como la CGTU. Hasta finales de la tercera década del siglo no encontraremos a franceses en la Internacional de Berlín; entonces se incorporará Pierre Besnard y su grupo, minoritario. Pierre Besnard tuvo una importante influencia en la IWWA porque fue Secretario y porque su obra es prolífica e influyó extraordinariamente en la teoría del sindicalismo revolucionario y en la teoría subyacente del Partido Sindicalista.

Corolario

Nueve meses después de la creación de la IWWA, en España hubo el golpe de estado de Primo de Rivera y la CNT se vio reducida a la impotencia. Las condiciones que exigía el nuevo régimen para reconocer los sindicatos eran inasumibles por los anarcosindicalistas y, de esta manera, se vieron abocados a la clandestinidad. Desde luego su participación en el desenvolvimiento y la orientación de la nueva sindical internacional se hizo imposible hasta la proclamación de la II República.

Peor suerte había sufrido la USI italiana, pues para cuando hubo la asamblea oficial de fundación de la internacional, ya hacía meses que Mussolini había subido al poder. Por tanto, los primeros pasos de la nueva formación quedaron a cargo de centrales con menor afiliación. El país que más peso teórico y organizativo tuvo fue Alemania, también porque alemanes eran los dirigentes con más capacidad teórica, como Rudolf Rocker o Augustin Souchy teóricos del anarquismo y el sindicalismo cuya valía e importancia no necesita ser puesta de relieve.

Que la CNT estuviera ausente no quiere decir que se obviara su importancia en el sindicalismo mundial. Muy al contrario, la central española se convirtió en la gran esperanza de que en la Península tuviera lugar la próxima revolución que, además, esta sí, cumpliría con las expectativas de sindicalistas y anarquistas. La prueba de que esto era así nos la ofrece el hecho de que, solo mes y medio después de la proclamación de la II República, ya se convocaba un congreso de la IWWA, en Madrid.

En Madrid en 1931 la IWWA tomó importantes decisiones organizativas. La que más nos interesa fue la determinación de que el Secretariado general pasara a estar en España.[17] Ángel Pestaña fue nombrado Secretario General. Pestaña ocupó la Secretaría por poco tiempo. Aún no había acabado el congreso y ya Eusebio C. Carbó protestó enérgicamente por la elección de Pestaña al considerarse con muchos más méritos para ocupar el cargo. Las protestas y reclamaciones continuaron en la prensa mezcladas con acusaciones y luchas intestinas entre las distintas sensibilidades que venían discrepando dentro de la Confederación. Una de las acusaciones que hubo de sufrir Ángel Pestaña fue la de descuidar sus responsabilidades dentro la IWWA. No eran acusaciones faltas de contenido. Por muchos motivos que son ajenos a este trabajo, Pestaña no estaba en disposición de hacerse cargo de la responsabilidad de la Secretaría de la IWWA y no tardó mucho en dimitir, aunque no conocemos en este momento la fecha exacta.

En 1934, menos de tres años después, Pestaña fundó el Partido Sindicalista. Solo el nombre ya nos indica cuál es la fuente de la que va a beber la ideología de la nueva formación, y hay muchas concomitancias entre su programa político y las obras de Cornelissen y Besnard que se publican en la primera mitad de los años 30.

 

BIBLIOGRAFÍA

ABELLÓ GÜELL, Teresa: El movimiento obrero en España, siglos XIX y XX, octubre 1997.

AVILÉS, Juan: “El terrorismo anarquista como propaganda por el hecho: de la formulación teórica a los atentados de París, 1877-1894”, en Historia y Política, nº 21.

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BESNARD, Pierre: Los sindicatos obreros y la Revolución social, Barcelona, 1931.

CORNELISSEN, Christiaan: El Comunismo Libertario y el régimen de transición, 1933.

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THORPE, Wayne: The workers Themselves, 1989.


Notas al pie

[1] La existencia de las Bolsas de Trabajo viene de lejos. La ley francesa de 1884 que permitía los sindicatos facilitó su expansión, pero fue sobre todo a partir del nombramiento de Fernand Pelloutier como Secretario en 1895, cuando conocieron un fulminante desarrollo. Las Bolsas de Trabajo fueron los sindicatos antecedentes de la CGT francesa, con la que se fusionarían en 1902, y sostenían la mayoría de principios que después pasarían a formar parte del sindicalismo revolucionario, tales como la huelga como herramienta de lucha, el federalismo o la independencia respecto de los partidos políticos.

[2] AVILÉS, Juan: “El terrorismo anarquista como propaganda por el hecho: de la formulación teórica a los atentados de París, 1877-1894”, en Historia y Política, nº 21.

[3] THORPE, Wayne: The workers Themselves, 1989, pág. 12.

[4] Ibidem, pág. 27. Traducción del inglés propia.

[5] ABELLÓ GÜELL, Teresa: El movimiento obrero en España, siglos XIX y XX; Barcelona 1997, pág. 21.

[6] TERMES, Josep: Història del moviment anarquista a Espanya (1870-1980), 2011.

[7] Ibidem, pág. 216. Traducción del catalán propia.

[8] El primer número después de 1911 que hemos encontrado tiene fecha de 1 de mayo de 1913 y lleva el nº 48 de la Tercera Época lo que indica que ya llevaba publicándose casi un año.

[9] GARNER, Jason: Goals and means. Anarchism, Syndicalis, and Internationalism in the Origins of the Federación Anarquista Ibérica, 2016, pág, 67.

[10] THORPE, Wayne: op. cit., 1989, pág. 73

[11] Ibidem, pág. 83. Traducción del inglés propia.

[12] PESTAÑA, Ángel: Setenta días en Rusia. Lo que yo vi, 1924.

[13] Ángel Pestaña escribió cinco libros o folletos hablando de su experiencia, incluido el informe que presentó a la Conferencia Nacional de Zaragoza de la CNT de 1922.

[14] Manuel Fernández Alvar (o Álvarez), “Vilkens” no parece que hubiera consultado con la CNT su presencia en Rusia. Estuvo desde meses antes del Congreso, llegó a luchar en la guerra civil rusa al lado de los bolcheviques. A su regreso, también estuvo en la reunión de Berlín donde se decidió tirar adelante la internacional sindical. Una vez de nuevo en Francia, donde vivía en aquel momento, escribió una serie de artículos en Le Libertaire de París en enero de 1921, bajo el título de “Six moises en Russie”, muy críticos con el Partido Comunista ruso. Sus crónicas tuvieron un amplio impacto y reforzaron las conclusiones de Pestaña.

[15] ROSSMER, Alfred: Moscou sous Lenine i-1920, París, 1970.

[16] Las Trade Unions inglesas al final rechazaron ingresar en la nueva internacional, a pesar de los informes de Tanner.

[17] Más adelante se tomaría la determinación de dividir la responsabilidad en dos subsecretariados. No obstante, una de las subsecretarias continuó residiendo en España, si bien se puso en manos de un alemán, Helmut Rüdiger.

Fuente: Ser histórico (https://serhistorico.net/2022/07/15/el-sindicalismo-revolucionario-origen-desarrollo-y-su-influencia-en-espana/)

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