El anarquismo anglosajón transatlántico durante la Guerra Civil y la Revolución españolas, 1936-1939, de Morris Brodie
María-Cruz Santos
El libro de Brodie es el resultado de su tesis doctoral. En él hace un extenso repaso de un aspecto de la CNT-FAI durante la Guerra civil que tenemos bastante descuidado en la historiografía de nuestro país: la relación con el anarquismo exterior. En su investigación, Brodie adopta el punto de vista del anarquismo no español que fue muy crítico con muchas de las decisiones de la CNT, y ofrece una panorámica no tan complaciente como muchos trabajos nos tienen acostumbrados, sin negar la legitimidad de la República y el papel de primer protagonista, especialmente en Barcelona, del anarcosindicalismo y, quizás, precisamente por eso.
Desde el primer momento la CNT comprendió la importancia de extender la propaganda más allá de nuestras fronteras y creó la Oficina de Propaganda Exterior, que para Brodie es la “División de lenguas extranjeras”, pero que en los papeles de la CNT consta como “Oficina de Propaganda”. El interés que la lucha en España despertó en el anarquismo mundial vino a sumarse al interés ya existente por el propio fenómeno español dentro de un anarcosindicalismo en retroceso en todo el mundo desde el triunfo de la revolución bolchevique. Si las miradas de toda la izquierda se giraron hacía nuestro país, los anarquistas además estaban animados por la posibilidad de que, por fin, la revolución libertaria fuera a tomar forma en España.
Poco tardó la CNT en crear un entramado de propaganda para que su versión fuera conocida en el resto del mundo. Brodie habla del mundo anglosajón atlántico, es decir, Gran Bretaña, Irlanda y Estados Unidos. Tiene la virtud de recordarnos la importancia que las doctrinas libertarias tenían en los Estado Unidos de principios del siglo XX. Hace un extenso repaso de los anarquistas de habla inglesa que trabajaron por la causa de la CNT y la República tanto aquí como en sus países. Asimismo, enumera las publicaciones anarquistas existentes y las que se crearon para la ocasión. De estas últimas, la más importante de todas fue el quincenal Spain&The World, de Londres, fundada y dirigida por Vernon Richards. Pero no olvida la prensa americana donde las publicaciones aglutinaban núcleos diversos a los que unía la nacionalidad. Importante en América es Vanguard, de la Free Society group en el que escribe Máximo Olay, sin olvidar, por supuesto, Cultura Obrera, fundado y dirigido por Pedro Esteve en Nueva York, si bien no parece que Cultura Obrera tuviera un papel tan relevante en la propaganda de la CNT en Estados Unidos como el de Vanguard.
Habla también del importante papel de la IWMA, la internacional anarcosindicalista fundada en Berlín. Otro aspecto descuidado y olvidado en nuestra historiografía, cuando la sección española era la más importante y aquí se trasladó la sede del Secretariado tras la caída de la Dictadura. Convendría estudiarla bien y ver cómo parte de las diferencias en el seno de la CNT se trasladaron a la internacional, empezando por el nombramiento de Ángel Pestaña como Secretario con el disgusto y la protesta de Eusebio C. Carbó.
El libro se detiene en el papel y el recibimiento que se hace a los brigadistas anarquistas, la violencia, la cuestión de género o el principio de igualdad. Con conclusiones pocos halagüeñas para la central anarcosindicalista.
Denuncia el vacío e incluso la desconfianza con que fueron recibidos los brigadistas anarquistas y anarcosindicalistas, o simplemente sospechosos de serlo, en muchas de las columnas. Tampoco parece, y siempre según Brodie, que los dirigentes de la CNT-FAI tuvieran mucha preocupación por su suerte; por ejemplo, cuando dice: “At times, the behaviour of the CNT-FAI towards its international comrades was quite callous” (pág. 109). En otro lugar habla de voluntarios que hubieron de zafarse de los milicianos que desconfiaban de sus intenciones, algo más que anécdotas que se vuelven más verosímiles cuando se recuerda que el mismísimo Max Nettlau, que se hallaba en nuestro país desde la primavera, en una de sus numerosas estancias fue interceptado por milicianos cuando se marchó, tal y como lo recuerda Federico Urales en una carta que le escribe en el mes de octubre.
También denuncia los tics y declaraciones nacionalistas. De acuerdo con Brodie, los llamamientos de los dirigentes de la CNT son excesivamente patrióticos y asumen todos los rasgos xenófobos habituales como el desprecio a los moros. Brodie ve en esas manifestaciones un alejamiento de los principios internacionalistas y lo refuerza con informes de la IWMA en los que se acusa a los españoles de estar demasiado ensimismados con sus problemas y muy desconectados de las corrientes internacionales. Creo que la observación de Brodie sirve para mostrar cuán arraigados se hallan muchos prejuicios con los que convivimos muchas veces sin cuestionarlos. Algo diferente resulta el nacionalismo en ese contexto de guerra civil, una guerra civil en la que el bando insurgente, no lo olvidemos, se auto adjudica el carácter nacional, “los nacionales”, y con ello estaba despojando al sector legal y legítimo de su derecho a la tierra y al refugio, como quedó demostrado en la Segunda Guerra Mundial, en la que los exiliados republicanos no pudieron aspirar a otro estatus que el de apátridas. La lucha por la nación devino una necesidad concreta, era una lucha por la vida, por el hogar, por el trabajo, algo concreto que va más allá de radicalismos nacionalistas.
Subraya la brecha existente en la igualdad de género entre la teoría y la práctica y cómo, según iba avanzando la guerra, se reforzaban los papeles tradicionales y la jerarquía familiar. Denuncia el poco apoyo que recibieron las milicianas por parte de los dirigentes de la CNT-FAI. A pesar de la visión que predomina actualmente, la presencia de mujeres en el frente de guerra fue incómoda desde el primer momento para todas las fuerzas republicanas que deseaban que abandonaran la primera línea y se entregaran a tareas “más adecuadas a su sexo y condición” en la retaguardia. Se trabajará para apartarlas de la primera línea y se fomentarán los valores tradicionales. Para verlo basta con un repaso de las películas que la misma productora cinematográfica de la CNT rodó en esos años, porque no basta conseguir el divorcio o el derecho al aborto para poder decir que hay igualdad de género.
No obstante, el estudio comete errores que sorprenden en una investigación de años, como suele serlo una tesis. Considera que Spain&The World dejó de publicarse en mayo de 1939, cuando Richards abandonó su publicación en diciembre de 1939 para iniciar otra aventura periodística con Revolt. Igualmente considera que Nettlau había venido a nuestro país al principio de la guerra (pág. 74) y que aquí estaba todavía en diciembre, si bien la carta de Urales a la que nos hemos referido antes es de octubre y ya nos habla de los incidentes que padeció Nettlau en la frontera. En este caso, la fuente en que se basa es una carta que dirige a Vernon Richards el 2 de diciembre del 36, carta en que Nettlau no pone desde donde la escribe y el sobre que la debería acompañar se ha perdido. Nettlau, por otra parte, había venido en primavera como ya queda dicho. Por último, le concede crédito a Beevor cuando, éste, dice que el golpe de Casado puso fin al gobierno de Negrín. Negrín mantuvo serias discrepancias con otros miembros de su gobierno en el exilio, como — y especialmente– con Prieto, pero continuó siendo Jefe del Gobierno Republicano en el exilio hasta 1945. Estos errores arrojan dudas sobre el trabajo de Brodie e introduce una cierta desconfianza sobre sus investigaciones.