Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Su herencia aquí debe ser creación, no copia

Diálogo con el sociólogo Michael Löwy, director del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) en Francia y uno de los mayores especialistas en marxismo latinoamericano.

Michael Löwy (Brasil, 1938) es uno de los principales investigadores sobre el marxismo latinoamericano a nivel mundial. Radicado en París, donde es director de investigaciones en el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), ha escrito numerosos libros, entre los que destacan El pensamiento del Che Guevara, La guerra de los dioses. Religión y política en América latina y Redención y utopía. Ya ha sido traducido a más de veinte idiomas.

Löwy visitó recientemente la Argentina, invitado a participar de un congreso internacional sobre Max Weber organizado en el Instituto Goethe.

– —Actualmente se cumplen 25 años de la publicación de su libro «El marxismo en América latina» (1980). ¿Qué cambió y qué hay de nuevo en el marxismo latinoamericano durante este último cuarto de siglo?
– —¡Cambió todo! El mundo latinoamericano actual es completamente distinto del que era en 1980. Cambió, por ejemplo, la apropiación creciente del marxismo por parte de grupos cristianos. En el año 1980 yo recién comenzaba a percibirlo. Hoy considero que la historia del marxismo en América latina durante los últimos 30 o 40 años tiene mucho que ver con la aparición de una corriente sociopolítica —yo la denomino cristianismo de la liberación— que utiliza el marxismo de manera muy decisiva.

– —¿Registró esos cambios en la segunda edición que apareció en Brasil, en 1999?
– —En la segunda edición actualizada incluí estos aspectos nuevos: la teología de la liberación, el Movimiento Sin Tierra (MST), los zapatistas, etcétera. Ahora estamos preparando una nueva edición que incorporará otros elementos. Hace un año fui a dar un curso a Brasil para cuadros del MST sobre el marxismo latinoamericano. Las personas que estaban allí, en su mayoría mujeres, me dijeron que les gustaba mucho mi curso, pero que tenía un defecto: no había mujeres en esa historia. Y yo tuve que autocriticarme. Ahora estoy preparando para la tercera edición la introducción de mujeres marxistas latinoamericanas, luchadoras y pensadoras, desde los años 30 hasta hoy. Uno siempre aprende con la gente de los movimientos sociales.

– —En esa reconstrucción del marxismo latinoamericano usted destaca dos figuras: José Carlos Mariátegui y el Che Guevara. ¿Por qué los elige?
– —Ellos encarnan los dos momentos más creativos del marxismo en América latina. Primero, la aparición del pensamiento marxista latinoamericano, el más creativo de esta historia. Mariátegui es su figura más original, innovadora y radical; planteó que el marxismo no debe ser aquí un calco y una copia de otras experiencias sino una creación heroica de los mismos latinoamericanos. Por eso, él hablaba de socialismo indoamericano. Afirmaba que el comunismo en América latina debe beber de la tradición del socialismo internacional, pero también de una tradición americana que proviene de la experiencia comunitaria indígena precolombina: las civilizaciones inca, maya, etcétera. El pensamiento de Mariátegui es de una originalidad increíble, de una creatividad inigualable. Debemos redescubrir a Mariátegui. Es el gran pensador de nuestra América hasta el día de hoy.

– —¿Qué papel jugó la revolución cubana?
– —Tras 25 años de predominio del stalinismo, con la revolución en Cuba vuelve a florecer el marxismo. El Che Guevara, que no es sólo «el guerrillero heroico» sino un pensador marxista de primera calidad, trató de reflexionar sobre la realidad latinoamericana: la importancia de las clases campesinas, la violencia en el conflicto social, la nueva subjetividad, el comunismo como una ética y también la búsqueda de un modelo de socialismo distinto de los países del Este. Al Che, la URSS le parecía muy discutible y la criticaba. A través de esa búsqueda de un modelo alternativo de socialismo específicamente latinoamericano, también él hizo un gran aporte a esta historia.

– —¿Se superó el obstáculo del eurocentrismo que durante muchos años impregnó a algunas corrientes marxistas?
– —El eurocentrismo deja oír su eco en Europa y en los Estados Unidos (en los Estados Unidos bajo otra forma), pero dentro del marxismo europeo, el marxismo de las «metrópolis» capitalistas, también existió siempre una vertiente internacionalista identificada con las luchas del Tercer Mundo y defensora de las luchas antiimperialistas. Desde sus orígenes con Marx, Lenin, Rosa Luxemburgo, etcétera, el marxismo siempre tuvo esa impronta de universalidad. Pero hubo tendencias eurocentristas bastante importantes, incluso en América latina.

– —¿Por ejemplo?
– —Para el caso argentino, Juan B. Justo. No existe nada más eurocéntrico que esa socialdemocracia de carácter colonialista. Cuando habla de los indígenas, lo que aflora en Juan B. Justo es el espíritu colonialista. El creía que el desarrollo de la Argentina y de América latina entroncaría con el evolucionismo europeo; creía que ese desarrollo derivaba de la lucha de la «civilización» contra la «barbarie». Más tarde, con el auge del stalinismo, vuelven a aplicarse de modo mecanicista los modelos europeos, ahora soviéticos, para América latina. Hoy existen en América latina vertientes menores que siguen siendo eurocéntricas, pero no tan sistematizadas como la socialdemocracia y el stalinismo. La tentación continúa, pero no es predominante. Sin embargo, el marxismo más rico, como el de Mariátegui o el del Che Guevara, nada tiene que ver con ese eurocentrismo.

– —¿Cuál será, desde su perspectiva, el marxismo del futuro?
– —El marxismo del futuro dependerá de su capacidad para integrar el aporte de los movimientos sociales, enriqueciéndose y radicalizándose. Eso implica integrar el aporte de los movimientos de mujeres, de los movimientos indígenas y campesinos, de los movimientos negros y de la cuestión del medio ambiente y la ecología. Desde mi punto de vista, el despliegue futuro del marxismo latinoamericano se dará —de hecho ya se está dando— mediante la integración de esos elementos con el objetivo de la transformación revolucionaria.

Publicado en Clarín 21 de enero de 2006

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