Un investigador y profesor de generosidad
¡Qué mundo! ¿Por qué estoy yo
atrapado en él, irrelevante y enfermo?
¿Quién necesita mi poesía?
¿Quién me necesita como investigador?
Pero tal vez no sea en vano que se reúnan
en un hombre sordo-ciego todas las penas del mundo
para fortalecer la bondad del mundo,
y así el camino por delante no sea tan amargo…
Alexander Suvorov
El 26 de enero de 2024, a la edad de 70 años, dejó este mundo Alexander V. Suvorov, doctor en Psicología, profesor en el Departamento de Psicología Especial y Rehabilitación de la Facultad de Psicología Clínica y Especial de la Universidad de Moscú. Este psicólogo sordo-ciego, seguidor de Alexander I. Meshcheryakov y discípulo espiritual del filósofo Evald V. Ilyenkov, fue uno de los famosos «Cuatro de Zagorsk»: cuatro graduados en psicología provenientes del internado para sordo-ciegos de Zagorsk, en la región de Moscú. Alexander Suvorov se convirtió en el alma del grupo debido a su especial cercanía con Ilyenkov.
Las relaciones entre los «cuatro» —también llamados «los chicos de Ilyenkov»— no fueron siempre sencillas. A finales de los años 80 surgió una discusión entre ellos (sobre todo entre Suvorov y Sergey Sirotkin) a propósito de los resultados del «experimento de Zagorsk.» Esta discusión dejaba constacia de que había algo más allá de un experimento increíble —sus creadores, Meshcheryakov y Sokolyansky, fueron póstumamente premiados en 1980— que se escapó de control y cobró vida; una vida normal y completamente humana, como humana había sido, desde el mismo principio, la materia de este experimento. Ilyenkov escribió que los sordo-ciegos no sufrían ningún problema especial, más allá del extremadamente complejo y general problema de devenir ser humano.
Recientemente, Alexander Suvorov afirmó con tristeza: «De aquellos cuatro solo quedan dos. Primero murió Yury Lerner, seguido por Sergey Sirotkin.» Ahora, tras la muerte de Suvorov, solo queda Natalya Korneeva. Suvorov dejó este mundo entre dos fechas: el aniversario de Meshcheryakov (16-12-2023) y el de Ilyenkov (18-2-2024). No buscaremos un simbolismo en esto. Pero es natural que los editores de la revista Cultural-Historical Psychology se le aproximasen con el propósito de escribir un artículo sobre sus excelentes mentores y amigos. Suvorov aceptó la propuesta y se disponía a comenzar el trabajo, aunque ya nunca lo podremos leer.
Sus textos publicados combinaban profesionalidad, reflexiones filosóficas y psicológicas, preguntas morales, reflexiones sobre la vida, situaciones cotidianas… En todos estos aspectos, Suvorov trató de aferrar algo esencialmente común. Quienes no tenían ningún problema le necesitaban tanto como los sordo-ciegos. Siempre reunía a niños, adolescentes y gente joven a su alrededor. Cada verano acudía a un campus que esperaba con ilusión durante todo el año, y donde todo el mundo lo esperaba como psicólogo y, más si cabe, como ser humano.
Alexander Suvorov recordaba a su persona más cercana, su madre, solo a través del tacto: se volvió ciego a la edad de tres años, sordo a los nueve. Su madre era un abrazo. Los abrazos eran la lengua nativa de Suvorov. Hablaba y escribía como si abrazara a su interlocutor. Los buenos libros, al abrirlos, los sentía como abrazos. Como psicólogo, profesor y amigo, Alexander ayudó a otros niños y adolescentes, sordo-ciegos o sin discapacidad alguna. Algunas veces, era capaz de ver y escuchar más sutilmente que aquellos dotados de visión y oído. La explicación de esto se encuentra en su gran talento, sobre el que él trabajaba incansablemente. Científico brillante y difusor de conocimientos en artículos y libros, interesantes conferencias e informes, poesía y música —él no podía oírla, pero aprendió a hacerlo a su propio modo y hasta a tocar la armónica—, realizó incesantes viajes y entabló comunicación con una gran cantidad de personas y amistades, sin las cuales se perdía a sí mismo. Todos estos dotes no eran solo una hipercompensación por su sordo-ceguera, como Alfred Adler sugería. Uno no puede deducirlo todo desde los mecanismos psicológicos de compensación y defensa.
Esto es lo que Suvorov escribía sobre sí mismo: «Me quedé ciego a los tres años y sordo a los nueve. Resultó que, desde la infancia, la creatividad se convirtió en el verdadero sentido de mi vida. Al principio, por supuesto, fue un juego de fantasía; después, los primeros experimentos en poesía, periodismo y, finalmente, ciencia.» La motivación creativa alcanzó el nivel de obsesión. «Fuera de la creatividad, sin creatividad, no podría ni puedo imaginar mi existencia…».
Esto es sorprendente solo para aquellos que creen que existe una frontera entre vida y creatividad. Normalmente todo empieza con los juegos de fantasía a partir de los tres años, cuando aparecen en el niño, siendo necesarios para la visión y la audición normales. La fantasía forma parte incluso del desarrollo de algo más grande, la personalidad, que define la norma, según L.S. Vygotsky. Creo que la magnitud del talento de Alexander V. Suvorov, si hubiera estado dotado de vista y oído, no habría sido menor que con toda la originalidad que la sordoceguera dio a este talento. Pero no se dejó llevar por ella, sino por la motivación de la obsesión por la creatividad, dirigida a «un planeta de gente» (Exupéry).
Un atento lector de las obras de A.V. Suvorov (que no es psicólogo) escribió con perspicacia en las redes sociales: «Supe de él por primera vez en un artículo de la Enciclopedia infantil cuando estaba en la escuela primaria. Fue una verdadera conmoción para mí. Me pareció una especie de Gagarin, que salió de los límites de la oscuridad sensorial hacia las altas órbitas del conocimiento y la comunicación… Un hombre amable y simpático. Especialmente llamativa es la expresión de su rostro: la más profunda reserva de pensamiento, el interés por la vida y la amabilidad daban a su rostro emociones vivas, normalmente poco comunes en las personas ciegas». Y, en efecto, a veces parecía que era capaz de ver y oír, y no sólo de imaginar y especular, sobre el mundo abierto a los videntes y oyentes. E incluso distinguía en el mundo lo que los videntes y oyentes no siempre pueden percibir.
Por supuesto, detrás del «Gagarin» de la psicología estaban los «Korolev» de la filosofía, la psicología y la pedagogía: Alexander I. Meshcheryakov, Evald V. Ilyenkov, Felix T. Mikhailov, Boris M. Bim-Bad o Alvin V. Apraushev, director, este último, del internado de Zagorsk. Con todos ellos entabló una estrecha amistad. Pero, al final, el propio «Gagarin», Alexander V. Suvorov, se convirtió en un «Korolev». Aquí no podemos dejar de mencionar a la madre de Alexander Suvorov, Maria Tikhonovna, que siempre alentó la educación de su hijo. Incluso reimprimió para él el resumen de la disertación de F.T. Mikhailov. En su relación, el amor y la amistad eran inextricables.
«Amistad» era una de las palabras clave en el vocabulario de Alexander Suvorov. El primer libro sobre los «cuatro», publicado en Alma-Ata en 1974, se titula Encontrarás amigos. A.V. Suvorov creía que las relaciones sociales, locales y globales, en cuyo conjunto participan las personas, pierden su sentido si no son amistosas o, al menos, amigables. Mijail Prishvin llamaba a su escritura «un acto de amistad con el lector», un lector de cuya existencia el escritor tal vez ni siquiera sea consciente. El espíritu de amistad con los protagonistas y los lectores impregna los libros de Suvorov. Una vez se quejó a su supervisor, F.T. Mijáilov, de las dificultades en sus experimentos formativos: la amistad con los participantes no se desarrollaba. La amistad presupone generosidad: no siempre una excusa, pero al menos una explicación basada en la comprensión. Y esto, en forma profesional, es ya una cuestión de ciencia.
El «experimento de Zagorsk» no se escenificó en absoluto para confirmar la omnipotencia de la educación pública, organizada en diversas formas de actividad. El hombrecillo de este experimento se hace «grande» en el momento de ganar su independencia. En el proceso de aprender a usar una cuchara —tal como A.I. Meshcheryakov lo describe—, la mano del niño en la mano del adulto, habiendo ya dominado bajo la «guía» del adulto el patrón general de acción, en algún momento comienza a resistirse para crear su propio patrón con el método de acción conservado: enviar la comida a la boca. A.I. Meshcheryakov instó a no perderse este momento, en el que la acción, por primera vez, se llena de forma independiente por el niño con un significado cultural. A.V. Suvorov estudió los efectos del autodesarrollo de la personalidad en diferentes edades, comprendiéndolos en el desarrollo de esta línea.
El destacado científico y psicólogo Alexander V. Suvorov fue un amigo maravilloso, un hombre de alma inmensa, un investigador y maestro de generosidad. Así permanecerá en la memoria, los pensamientos y los sentimientos de todos los que le conocieron, escucharon y leyeron. Y en todos aquellos que llegarán a conocerle, escucharle y leerle.
Fuente: Editorial de la revista Cultural-Historical Psychology (https://psyjournals.ru/en/journals/chp/archive/2024_n1/Suvorov_obituary)
Traducción de Cristina García y Arnau Sala