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Cónclave

M. Cruz Santos

Título original: Conclave; Año: 2024; Duración: 115 min.; País: Reino Unido; Dirección: Edward Berger; Guion: Peter Straughan; Novela: Robert Harris; Reparto: Ralph Fiennes, Stanley Tucci, John Lithgow, Isabella Rossellini, Brian F. O’Byrne, Lucian Msamati, Jacek Koman, Sergio Castellitto, Thomas Loibl, Carlos Diehz.
Sinopsis: Tras la inesperada muerte del Sumo Pontífice, el cardenal Lawrence es designado como responsable para liderar uno de los rituales más secretos y antiguos del mundo: la elección de un nuevo Papa. Cuando los líderes más poderosos de la Iglesia Católica se reúnen en los salones del Vaticano, Lawrence se ve atrapado dentro de una compleja conspiración a la vez que descubre un secreto que podría sacudir los cimientos de la Iglesia. (FILMAFFINITY)

La Iglesia Católica, con1.389.573.000 de fieles a finales de 2023, es la religión cristiana más importante. No es un dato a despreciar, porque la Iglesia Católica también es una de las religiones/instituciones más antiguas del mundo y, quizás, la más poderosa, aunque su influencia haya disminuido drásticamente en los últimos 200 años y su prestigio esté cada vez más socavado por escándalos numerosos y muy graves. Por otro lado, los intereses políticos, económicos y sociales de la Iglesia traspasan ampliamente a la institución en sí. A mi entender, uno de los factores que juegan en beneficio del poder político y social de la Iglesia Católica es el hecho de tener una cabeza (un soberano), el Papa, al que dirigirse, que da unidad y solidez, fiabilidad, en términos políticos a esta religión. Por eso, la elección de un nuevo Papa no es una cuestión menor. El Papa en la actualidad se elige entre los cardenales menores de 80 años en un cónclave.

En una institución tan antigua como la Iglesia Católica el Cónclave está rodeado de una liturgia (rito) barroca y minuciosa que va desde la ceremonia en la que se viste el Decano Cardenalicio hasta las votaciones. Elemento fundamental en un cónclave es el aislamiento de sus miembros que se visualiza tapiando la puerta de acceso a las diferentes dependencias en las que se alojan los cardenales, aislándolos del mundo para que puedan oír la voz del Espíritu Santo, Dios es uno y trino, que es quien en realidad elige al nuevo Pontífice. Berger presta atención al aspecto litúrgico, minuciosidad en el rito que se agradece. El rito, por lo general es mucho más respetado en el cine de países no católicos que en los católicos cuando es fundamental porque está cargado de simbolismo y significado.

Un abrumado Ralph Fiennes da vida al Decano Cardenalicio, Cardenal Lawrence, en una interpretación que me parece notoria. El peso de la película recae en su personaje que apenas abandona la pantalla, un hombre que ya ha pedido permiso al anterior Papa para abandonar el Cardenalicio y retirarse a un convento, un permiso que le ha sido denegado y ahora se ve obligado a presidir y dirigir a más de un centenar de cardenales cuyas motivaciones y defectos conoce bien.

Estéticamente es una película de una belleza tremenda. ¡Cómo no lo va a ser la Capilla Sixtina, el Vaticano en pleno! La arquitectura grandiosa y humana al tiempo contrasta con la Domus de Santa Marta –edificio a través del cual los cardenales están obligados a acceder al Vaticano y donde residirán mientras dura el Cónclave– que parece una obra fascista, con su desmesura pretenciosa y vacía a pesar de haberse construido en 1996. La belleza del escenario es insuperable, esos bailes de pilastras que también podemos encontrar en el Parque Güell y en el Depósito de les Aigües, hoy biblioteca de la Pompeu, pero sin su grandeza. Baile que muestra y oculta, bello y terrorífico como el proceso al que da cobijo. Inquietantes algunos picados. Especialmente, para mí, el que muestra un centenar largo de sombrillas blancas que van llenando el centro de un claustro y que avanzan como la amenaza de una plaga.

También hay trama, hay conflicto, hay puñaladas por la espalda, hay corrupción, aunque tal vez se quedan un poco cortos. Esas reuniones deben ser mucho peores que las comidas de Navidad. Hay referencias a escándalos de la Iglesia, no a todos –supongo que la lista doblaría el metraje de la película. Hay poco de salvación individual en la película, mucho de ambición, nada de caridad. La hipocresía no es que sobrevuele, es que impregna todo el acto, como en los mejores tiempos renacentistas. Aún queda espacio para mostrar la debilidad de todo el proceso: un obispo que va y viene informando al Decano de la actualidad, una actualidad que se cuela hasta la misma Capilla Sixtina en forma de onda expansiva de una bomba, informes sobre los aspirantes a Pontífice, monjas que ahí están cocinando, lavando, sirviendo, son mujeres, mientras resuena la afirmación de Bellini: las mujeres han de poder acceder al sacerdocio.

Cónclave se basa en la novela de Robert Harris de 2016 con el mismo título. Berger tiene el acierto de no hurgar en heridas, las muestra. Muestra un mundo dominado por la ambición. Sí, también está el sexo, eso a lo que se da tanta importancia y que solo es un salvoconducto para el poder o para la destrucción y en ambos casos se usa con la misma mezquindad e hipocresía.

Ya he hablado de la más que notable interpretación de Ralph Fiennes al que acompañan un elenco de secundarios que merecen ser destacados. Me pareció excelente John Lightow, un Cardenal Tremblay capaz de comprar votos (simonía) y cuya cara de estupefacción al ser descubierto, muestra toda su hipocresía y su pretendida ingenuidad. Algo decepcionante Stanley Tucci como Cardenal Bellini, sobre todo a partir de la segunda parte, queda lejos del Nigel de El Diablo se viste de Prada capaz de demostrar toda la decepción del mundo mientras aplaude y sonríe a una Miranda Prestley, Meryl Streep, que le ha traicionado.

El desenlace: se elige Papa, no creo hacer ningún spoiler. Diré que el resultado final es bastante inverosímil tanto en la Iglesia como en cualquier otra institución, al menos de momento. Berger, al final hace que el Espíritu sople y a mi parecer eso empequeñece la película, la convierte en una comedia americana y sabemos que no es así, que el Papa no puede con esa Curia y ese Colegio Cardenalicio soberbios y corruptos con demasiados intereses en el mundo como para preocuparse del cielo.

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