Donde se habla de los cinco ensayos de W.V.O. Quine traducidos por el autor
Manuel Sacristán Luzón
Edición de Salvador López Arnal y José Sarrión
Estimados lectores, queridos amigos y amigas:
Seguimos con la serie de materiales de Manuel Sacristán Luzón (1925-1985) que estamos publicando en Espai Marx todos los viernes a lo largo de 2025, el año del primer centenario de su nacimiento (también de los 40 años de su prematuro fallecimiento). En esta ocasión, escritos suyos sobre la obra de W.V.O. Quine, uno de los lógicos-filósofos más considerados por él.
Los materiales ya publicados, los futuros y las cuatro entradas de presentación pueden encontrarse pulsando la etiqueta «Centenario Sacristán» –https://espai-marx.net/?tag=– que se encuentra además debajo de cada título de nuestras entradas.
Nuevo libro de Ariel Petruccelli: Ecomunismo. Defender la vida: destruir el sistema, Buenos Aires: Ediciones IPS, 2025. «…Recogeré unas cuantas botellas lanzadas al mar por dos de los pensadores más formidables que yo haya podido leer, y que significativamente se cuentan entre los menos frecuentados: Manuel Sacristán y Bernard Charbonneau.»
La revista Realitat ha publicado un número especial dedicado a Sacristán con artículos del propio Sacristán y de Víctor Ríos, Miguel Manzanera, José Sarrión, Lucía Aliagas Picazo, Enric Tello, José Luis Gordillo, Joan Pallissé, Jordi Mir y otros autores y autoras. https://www.realitat.cat/monografics/centenari-manuel-sacristan/.
Un enlace que nos permite escuchar la interesante mesa redonda del pasado 12 de marzo en la Universidad Autónoma de Madrid. https://dauam-my.sharepoint.
Sobre la representación de «El pasillo» en México, una nota de Miguel Manzanera: «Os reenvío el enlace para visualizar la grabación de «El pasillo». Esta representación se hizo en el Aula Magna de la UACM, una sala no muy grande pero llena de público, que aplaudió con entusiasmo el trabajo de la compañía «Coincidir Teatro» dirigida por Maxi Pelayo. En mi opinión, una excelente representación, que se repetirá en nuevos escenarios mexicanos, según me manifestó la directoria. Sería bueno que este grupo de actores pudiera representar la obra en Barcelona. Saludos cordiales.»
https://drive.google.com/file/d/1qRik_sDaqhI56SBMIUbMTMbWVy1viJbg/view?ts=67f14ed4.
Próximas actividades:
1. 17 de mayo. «Manuel Sacristán, militante comunista». Espacio Fort Pienc, 11-14 h, Barcelona. Intervienen: José Sarrión, «Manuel Sacristán y la política comunista»; Giaime Pala, «La política cultural del PSUC»; José Luis Martín Ramos, «Sacristán y el movimiento universitario»; Zaida Linares, «La cuestión femenina». Presenta: Eduard Navarro. Organiza: PSUC-viu.
2. Martes, 27 de mayo, Aula 14.0.9 Campus de Getafe. UC3M
Ignacio Perrotini (UNAM), 9:30-11:00: «Manuel Sacristán en México. Explorando una época desconocida.»
Jorge Riechmann (UAM), 11:00-12.00: «Manuel Sacristán: ecosocialismo para el Siglo de la Gran Prueba.»
Gonzalo Gallardo (UAM), 12:15-13:15: «Autocrítica del leninismo y crítica del eurocomunismo: la evolución política de Sacristán a partir de 1968».
Alicia Durán (CSIC), 13:15-14:15: «Ciencia y Universidad en el mundo de Manuel Sacristán».
https://meet.jit.si/MSacristan
3. Simposio sobre Manuel Sacristán en Barcelona. Organizadores: Càtedra Ferrater Mora (Universitat de Girona) en coorganización con el Memorial Democrático de la Generalitat de Catalunya y en colaboración con la Fundación Neus Català. Fechas: miércoles 26 (tarde), jueves 27 (mañana y tarde) y viernes 28 de noviembre (mañana y tarde) en el Ateneu Barcelonès (Barcelona).
Izquierda Unida ha publicado un comunicado de apoyo a los actos del centenario: «Manuel Sacristán (1925-2025): «100 años de pensamiento crítico y lucha por un mundo ecosocialista. Izquierda Unida impulsa el ‘Año Sacristán’: Reivindicando al filósofo, traductor y militante que unió marxismo, ecología y feminismo ante la crisis global». https://izquierdaunida.org/2025/02/20/manuel-sacristan-1925-2025-100-anos-de-pensamiento-critico-y-lucha-por-un-mundo-ecosocialista/.
Otros comunicados de apoyo: 1. Resolución de los Comunistes de Catalunya https://comunistes.cat/ 2. Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM): ttps://www.fim.org.es/ 3. Resolución de la Juventud Comunista (UJCE): https://www.juventudes.org/centenario-manuel-sacristan/.
Por su parte, la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE) celebró el fin de semana del 19 y 20 de abril la II Escuela Central de Cuadros «Manuel Sacristán», en un encuentro que ha reunido a decenas de jóvenes militantes de todo el Estado con el propósito de reforzar su formación teórica y práctica en clave revolucionaria. El lema del encuentro, «un comunismo que reafirma la voluntad revolucionaria y el intento de conocer con honradez científica la situación», está tomado de las conocidas cartas de Manuel Sacristán sobre el eurocomunismo. Desde la organización han declarado que se trata de «un encuentro entre jóvenes de todo el estado reunidos con el objetivo de reafirmarnos en nuestra voluntad transformadora y revolucionaria», afirman desde la organización. A través de estos encuentros tratamos de estudiar con honradez científica nuestra situación actual como trabajadores en España y los pasos que daremos para la conquista de un futuro socialista».
Aquí puede consultarse el Reel de la UJCE en torno a la II Escuela Central de Cuadros «Manuel Sacristán»: https://www.facebook.com/reel/1014331490762098
En el mientrastanto.e de marzo se publicó un artículo de Alfons Barceló que con seguridad será de su interés: «Noticia y recuerdo de Manuel Sacristán» (https://mientrastanto.org/243/ensayo/noticia-y-recuerdo-de-manuel-sacristan/.)
En rebelión (y otras páginas), Miguel Manzanera ha publicado «Conmemoración del centenario de Manuel Sacristán Luzón en México» https://rebelion.org/conmemoracion-del-centenario-de-manuel-sacristan-luzon-en-mexico/
Buena semana, muchas gracias.
1. Presentación
2. Los métodos de la lógica
3. Desde un punto de vista lógico
4. Palabra y objeto
5. Filosofía de la lógica
6. Las raíces de la referencia
1. Presentación
Discípulo de Rudolf Carnap, Willard Van Orman Quine (Akron, Ohio; 25 de junio de 1908-Boston, Massachusetts; 25 de diciembre de 2000) fue un filósofo estadounidense, uno de los grandes del siglo XX, muy reconocido por sus aportaciones en el ámbito de la lógica matemática y por sus contribuciones a la teoría del conocimiento, la filosofía del lenguaje y la filosofía de la ciencia y de la lógica. Quine, Carnap, Scholz y Hermes fueron, seguramente, los lógicos-filósofos que más influyeron en las posiciones de Sacristán en el ámbito de la lógica y la filosofía de la lógica.
Sacristán tradujo cinco de sus ensayos más importantes: Los métodos de la lógica, Desde un punto de vista lógico, Palabra y objeto, Filosofía de la lógica y Las raíces de la referencia. Los dos primeros fueron editados por Ariel en 1962. Para ambos escribió las presentaciones y las solapas.
Preguntado Quine por si estos trabajos de traducción de Sacristán habían generado alguna correspondencia entre ambos, el 11 de diciembre de 1997, a sus 95 años de edad, casi a vuelta de correo, contestó de su puño y letra negando tal posibilidad:
Dear Sr. López,
I regret to say that I knew Sacristán only through his traslations. I find no correspondence and recall more.
Sincerely yours, W. V. Quine
Son frecuentes las referencias a la obra de Quine en la memoria de oposiciones de Sacristán para la Cátedra de lógica de la Universidad de Valencia celebradas en Madrid en 1962. Unos ejemplos:
1. La teoría de la abstracción que ofrecen algunos tratados de lógica contemporáneos es reducidísima, no ya en el sentido material de contar con pocas enseñanzas, sino en un sentido doctrinal: el estudio de la abstracción se mantiene a un nivel exclusivamente semiótico, introducido por y reducido al estudio de los abstractos del cálculo funcional y sus variedades. Un autor como Quine, sin duda de los más interesad1os por el problema de la abstracción lógica en razón de su posición filosófica general anticonvencionalista y de su tajante distinción entre lógica en sentido estricto y en sentido amplio (lógica propiamente «matemática» esta última), no pasa en este contexto de ofrecer un par de formulaciones -una fuerte y una débil- del principio de abstracción, la segunda de ellas destinada a salvar la paradoja de Russell al respecto.
2. Ésta [la lógica proposicional y de predicados de primer orden] es, dice Quine, «de fundamento firme e indiscutible». Esta última palabra es reveladora: porque del hecho de que la lógica cuantificacional de primer orden no presente el problema de los universales genéricos materialmente significativos -de los universales «platónicos», como «número», «par», «primo» etc-., Quine va a obtener la injustificada consecuencia de que sólo en las otras partes de la lógica, en la cuantificación de segundo orden o en teoría real de clases, hay problemática «ontológica»: «la teoría de la cuantificación de primer orden es lógica neutral y terminada, libre de todo compromiso ontológico»; «a diferencia» de ella , «la lógica de clases implica una ontología.
El equívoco es manifiesto: lo que realmente ocurre es que los problemas conceptuales y filosóficos le sorprenden con especial virulencia cuando en lógica de predicados de segundo orden o en teoría real de clases tiene que tratar como objetos «segundas intenciones» «naturales» o «platónicas», tales como «blanco», «entero», «número», etcétera. Pero eso no quiere decir en absoluto que en lógica proposicional o en la lógica de predicados de primer orden no esté el lógico moviéndose constantemente entre esos objetos; si es un problema saber qué son dichos predicados materialmente significativos en diversos grados, ¿por qué no va a ser problema la concepción de nociones como «negación», «disyunción», «conjunción», «condicional» (o implicación diodoreana), etc?
3. En lógicos tan diversos como Quine y Carnap se manifiesta la misma sutileza en la distinción entre una lógica «pura» (Carnap) o «en sentido estricto» (Quine) y una «lógica aplicada» (Carnap) o «en sentido amplio» (Quine). Y uno y otro coinciden en una inconsistente fundamentación de esa distinción: la lógica pura no suscitaría problemática filosófica, mientras que la lógica en sentido amplio, que resulta inevitablemente pertrechada de una semántica -de una interpretación- estaría grávida, ella sola, de problemática filosófica.
En el Diccionario de Filosofía de Dagobert D. Runes, cuya traducción de 1969 coordinó, Sacristán añadió la siguiente voz sobre Quine:
Profesor en Harvard. Quine es autor de un sistema de fundamentación de la lógica y la matemática que se propone simplificar los sistemas principales (los del tipo Russell-Whitehead y los de tipo Zermelo) teniendo en cuenta las ventajas de unos y otros. Ha sido también el principal sistematizador de los métodos de la «deducción natural», iniciados por Jaskowski y G. Gentzen.
Además de la lógica positiva, Quine cultiva la filosofía de la lógica y de la ciencia. Ha discutido, en particular, las tesis convencionalistas: su opinión es que el convencionalismo ignora datos del problema que intenta resolver, pues la comprensión de una convención lingüística presupone en realidad una previa comprensión (acaso parcial) del problema que se intenta resolver convencionalmente.
Quine ha aplicado las técnicas de la lógica para estudiar la cuestión de «lo que hay». Un lenguaje compromete implícitamente al que lo usa a reconocer como entidades los valores a que puede referirse con pronombres (variables de individuo).
2. Los métodos de la lógica (1962)
En «Manuel Sacristán como lógico» (Del pensar, del vivir, de hacer, p. 84), observaba Jesús Mosterín: «De la ingente obra de Sacristán como traductor, en lo referente a la lógica pueden destacarse sus versiones de Quine al castellano. Ya en 1962 (el año de su fallida oposición) se publicaron en España dos libros de Quine, traducidos y presentados por Sacristán: Desde un punto de vista lógico y Los métodos de la lógica. Y más tarde, ya apartado de la docencia, siguió traduciendo mucho para ganarse la vida, pero a Quine siempre lo traducía con gusto: Palabra y objeto (1968), Filosofía de la lógica (1970), Las raíces de la referencia (1977). También en 1962 vieron la luz, ciclostilados, sus Apuntes de filosofía de la lógica, en los que exponía con meridiana claridad su concepción semántica de la lógica, deudora de la escuela de Münster, pero articulada y expuesta de un modo personal, convincente y competente.»
Presentación de la versión castellana de Los métodos de la lógica:
«La lógica», dice W. V. Quine en su prólogo al presente volumen, «es viejo tema». Y lo es sin duda sobre todo en países que, como el nuestro, han estado representados brillantemente en algún momento pasado de esa ciencia, sin estarlo hoy, prácticamente, ni bien ni mal. Ahora bien: si Juan de Santo Tomás, o algún otro maestro de la lógica tradicional resucitara hoy y tomara en sus manos este libro, después de admirar los progresos de la perfección técnica del análisis lógico que se presentan en las partes I y II, quedaría perplejo al comprobar que desde la parte III en adelante la misma idea de análisis parece desaparecer del libro.
Aristóteles decía «analíticamente» con el mismo sentido con que nosotros decimos «lógico-formalmente», y Santo Tomás explica el que la lógica se llama «la analítica» aclarando: «esto es, resolutoria». «Resoluciones» se llaman también las técnicas ofrecidas por Quine para decidir fórmulas en la parte I de este libro. Decidir una fórmula es determinar en un número finito de pasos normados si esa fórmula es válida o no. Pero está claro que ese examen decisorio no agota lo formal del pensamiento concreto, en ejercicio. Ni siquiera en su manifestación más frecuente, como no sea en discusiones, en la «erística» o parte de las batallas lógico-retóricas que siempre se mantuvo en el horizonte de la lógica aristotélica (disputas con los sofistas) y escolástica (disputaciones medievales). En cambio, cuando pensamos, por así decirlo, creadora y desinteresadamente, no buscando refutar lo que otro dice, sino buscando alguna verdad, lo normal no es que podamos limitarnos a analizar una proposición dada: lo normal es que tengamos que construirla, sintetizarla. Una lógica del pensamiento real tiene pues que poseer la teorización de ese momento sintético; no tiene que limitarse a ser una mera analítica. Una lógica con teorización del momento sintético es ésta de la «inferencia natural» cuyas exposiciones clásicas son una memoria de Gentzen -hoy asequible en forma de libro, en traducción francesa- y Los métodos de la lógica de Quine (basado en un artículo anterior). La obra de Quine aquí presentada no es, desde luego, sólo una exposición de los métodos de la inferencia natural, sino, prácticamente, todo un tratado de lógica. pero la inferencia natural constituye su centro.
La motivación básica de los métodos de la inferencia natural (natürliches Schliessen de Gentzen, natural deduction de Quine) es formalizar el proceso concreto de la inferencia, el cual no queda totalmente recogido ni por la concepción meramente analítica de la tradición (como hemos indicado), ni tampoco por la formalización axiomática corrientes en las ciencias exactas. Gentzen expresa así, en comparación con la axiomática, el punto de vista de la inferencia natural: «La diferencia externa más esencial que distingue las derivaciones (naturales) de las que puede realizarse en los sistemas (axiomáticos) de Russell, Hilbert y Heyting, es la siguiente: en esos sistemas, las fórmulas verdaderas se derivan de una serie de «fórmulas lógicas fundamentales» por medio de un número reducido de procedimientos (= reglas) de deducción; la deducción natural, en cambio, no parte en general de proposiciones lógicas fundamentales, sino de hipótesis… a las que se conectan las deducciones lógicas. Gracias a una deducción ulterior, el resultado se independiza a su vez de las hipótesis (Recherches sur la deduction logique, trad. francesa de R. Feys y J. Ladrière, 1955, p. 19)
Naturalmente que la normación formal del proceso natural de la inferencia supone el mismo trabajo analítico previo que la sistemática axiomática. Pero el algoritmo natural tiene, entre otras, dos decisivas ventajas; una dialéctica: permitir muy pronto al estudioso que lo domina una actividad creadora como lógico; otra de más alcance teorético; encarnar del modo más patente la naturaleza «experimental» del algoritmo lógico moderno. Mientras que la lógica-tradicional se mantenía ligada siempre al discurso intuitivo vulgar, al lenguaje cotidiano, incluso en sus creaciones más algorítmicas, como es la silogística, los formalismos de la lógica moderna permiten hoy una tal libertad respecto de los esquemas lingüísticos «naturales» que efectivamente queda dada la posibilidad del experimento, esto es, la posibilidad de construir con intencionada y aparente arbitrariedad, algoritmos artificiales y acaso de difícil intuibilidad, pero cuya potencia deductiva sobrepasa en mucho la de la silogística. Y ese carácter constructivo se encarna excepcionalmente en estos cálculos de la inferencia natural que permiten sintetizar fórmulas a partir de hipótesis cualesquiera.
Los métodos de la lógica son por ello uno de esos libros, nada frecuentes, que pueden tenerse como representación de todo un estadio del desarrollo de una ciencia.
Para la solapa de la edición escribió Sacristán el siguiente texto:
Los métodos de la lógica es ya el manual clásico de los métodos llamados de la «inferencia natural (natural deduction, natürliches Schliessen), métodos fundados por Gentzen en la década del 30. El punto de partida de los métodos de la inferencia natural es la consideración de que en el razonamiento corriente -«natural»-, especialmente el de la demostración matemática, no procedemos, como supone la lógica tradicional, desde los teoremas hacia los principios («analíticamente»), ni tampoco como quiere la exposición teorética corriente en matemáticas, desde unas primeras proposiciones fijas para todo el sistema («axiomáticamente»), sino a partir de hipótesis o premisas diversas para cada caso, para cada inferencia concreta, premisas que luego aspiramos a eliminar, dando validez universal al teorema inferido. Así se llega a un tipo de algoritmo lógico en el cual un determinado conjunto de reglas de inferencia absorbe la función de los axiomas.
Se ha puesto esta concepción del razonamiento «natural» en relación con la inferencia aristotélica , «a partir de los supuestos»; pero la diferencia entre ésta y el algoritmo de Quine es al menos tan grande como la que existe entre el método axiomático «informal» de la práctica matemática corriente y la axiomatización formal de los lógicos.
Las partes I-III del libro construyen el algoritmo sucesivamente para la lógica proposicional, la lógica de predicados monádica de primer grado y la lógica de predicados poliádica de primer grado. En la parte IV el autor considera los problemas de la teoría real de clases y, consiguientemente, los de la fundamentación de la matemática.
En este contexto -característicamente rotulado por el autor «Perspectivas ulteriores»- se encuentran los puntos esenciales de la consideración filosófica de la lógica por Quine. Éste aporta un criterio muy concreto y plausible para zanjar la discutida cuestión de los límites entre la lógica y la matemática. El criterio ofrecido por Quine es interno, esto es, se basa en una consideración de las características de los cálculos o algoritmos lógicos mismos. La lógica «pura», la lógica que no es necesario considerar idéntica con alguna rama de la matemática, es aquélla cuyas variables auténticas no refieren sino a objetos individuales cualesquiera del mundo real. En cambio, toda teoría lógica en el campo de cuyas variables se presenten clases (conjuntos) o propiedades de clases (clases de clases) debe considerarse ya como idéntica con alguna rama de la matemática.
3. Desde un punto de vista lógico (1962)
Presentación de su traducción castellana.
A pesar de que, en comparación con la longa ars que es la lógica moderna, los cincuenta y cuatro años de Willard van Orman Quine son tiempo breve, éste le ha bastado para caracterizarse como un maestro de la mejor especie, de los que son a la vez clásicos para lo esencialmente técnico de su ciencia y ágiles provocadores del pensamiento para los problemas de fundamentación filosófica de la misma, problemas menos claramente asibles, pero de interés más radical. Quine es, en efecto, un clásico para el estudio de las técnicas de la llamada «inferencia natural» (natürliches Schliessen, natural deduction), iniciada ya antes por Jáskowski y Gentzen, pero normadas y elaboradas por él en la forma hoy clásica de ese algoritmo. Los dos libros de Quine ya traducidos al castellano –El sentido de la nueva lógica1 y Los métodos de la lógica2– son sobre todo representativos de ese aspecto técnico de su trabajo, aunque no carezcan ni uno ni otro de interesantes penetraciones filosóficas. El libro que ahora presentamos a los lectores de lengua castellana es en cambio el más representativo de la segunda faceta del hacer de Quine: su inquisitivo explorar filosófico por las regiones fundamentales de la lógica.
Vale la pena recordar que en la actual situación de los estudios lógicos ya el hecho de que un gran especialista dé de sí textos filosóficos relevantes sirve sin más para empezar su caracterización. Pues el innegable carácter de ciencia positiva que hoy tiene la lógica y el predominio de autores neopositivistas en su cultivo han determinado en la vieja disciplina de Aristóteles el horror philosophiae bastante incoherente con la importancia filosófica de su problemática fundamental3. El Tractatus logico-philosophicus de Wittgenstein y Metaphysik als strenge Wissenschaft [La metafísica como ciencia rigurosa] de Scholz son acaso los dos únicos libros de peso que hayan producido lógicos modernos en materia de filosofía reflexionando filosóficamente sobre su ciencia, con anterioridad a la ya dilatada campaña lógico-filosófica de Quine, cuya sustancia se recoge en este volumen. Y como será fácil que el lector suponga y disculpe en el traductor alguna especial simpatía por el autor traducido, nos permitiremos escribir aquí que la enseñanza lógico-filosófica contenida en este volumen de Quine no es inferior a la ofrecida por las dos obras antes citadas.
Les es además superior en esto: el Tractatus de Wittgenstein –no en su aspecto lógico-técnico, pero sí en el lógico-filosófico– no es en el fondo más que un fallido intento de argüir la imposibilidad de la reflexión filosófica sobre la lógica. Es –como Wittgenstein sabía muy bien– un libro escrito para reducir al absurdo su propio tema, para destruir su propio título. Y los apasionantes póstumos de Wittgenstein, pese a su radical ruptura con los modos de expresión del Tractatus, siguen coincidiendo en este punto con la vieja obra. En cuanto a la reflexión filosófica de Scholz sobre la lógica, por más que libre de ese rudo parti pris positivista que consiste en decretar que todos los nudos son gordianos, acababa por disiparse en el enrarecido cielo de las metáforas platonizantes leibnizianas, en un discurso sobre la lógica como metafísica de «todos los mundos posibles» que resultaba, en verdad, de poca ayuda para lo que es cuestión real: la aclaración y fundamentación filosófica de la lógica en este mundo.
Precisamente porque ésa es la cuestión planteada por la lógica, el problema filosófico primero suscitado por esta disciplina es, como enseña su historia desde Aristóteles, el del «otro mundo» aparente que ella, la ciencia de lo sumo abstracto, parece suponer: el mundo de los universales. Quine ha visto y ha enunciado en la problemática de la moderna lógica de clases la vieja y básica dificultad de los universales, ha tenido el filosófico valor de la perogrullada, necesario para reconducir esa disputa desde su forma moderna a su forma antigua y viceversa, y ha conseguido, sobre todo, aclararla decisivamente con su teoría pronominal, uno de los temas capitales de este libro.
La que llamamos teoría pronominal de Quine tiene sus raíces en la distinción de Frege entre significación (Bedeutung) y sentido (Sinn) y en la teoría de la descripción de Russell. Es posible que una formulación no técnica de la tesis pronominal básica de Quine que facilite la lectura de la exposición técnica del autor: la existencia de un objeto no está garantizada sin más por el hecho de que exista un sustantivo que parezca nombre del supuesto objeto. Así lo había creído Platón, después de la crisis de la primera teoría de las ideas en el Parménides para llegar, desde el Sofista en adelante, a la misteriosa asunción de un cierto ser del no-ser, sin más base que la existencia de la noción y el nombre «no-ser». Quine, elaborando la distinción de Frege y obteniendo consecuencias de ello, sostiene que un sustantivo puede significar algo aun sin nombrar nada. Un pronombre, en cambio, más que significar algo, refiere directamente a algún objeto. Por tanto, lo que sí es, lo que sí existe es aquello a lo cual puede referir un pronombre y precisamente tal como a ello refiere el pronombre.
Aun no pretendiendo aquí con esa exposición pre-técnica sino facilitar al lector no familiarizado con la lógica moderna el acceso al texto de Quine, hay que detallar un poco más la anterior explicación si no se quiere que la simplificación llegue a ser una caricatura. Desde el punto de vista lógico-filosófico, lo que importa precisar no es qué es lo que existe –ésta es naturalmente, una cuestión para las ciencias fácticas– sino qué es aquello cuya existencia nos comprometemos a admitir al usar un determinado lenguaje. La respuesta a esta cuestión del «compromiso ontológico» es la que hemos visto: nos comprometemos a admitir el ser de aquello a lo que consideramos denotable por nuestros pronombres, relata de nuestros pronombres.
La tesis de Quine tiene como consecuencia que la postulación de entidades abstractas, una ontología con entidades abstractas, no es necesaria en la lógica formal elemental o «pura», la de enunciados y cuantificación, sino sólo en capítulos como la teoría real de clases, directamente orientados a la fundamentación de la matemática y, en este sentido, doctrina de lógica «aplicada».
Puede parecer tesis paradójica ésa de que la lógica formal pura, la teoría del abstracto por excelencia, no postule una ontología de entidades abstractas. Pero no hay en realidad en la tesis tal detonante de novedad respecto del pensamiento lógico-filosófico clásico, ni siquiera, en el fondo, respecto del de Aristóteles (al menos no respecto del del Aristóteles más «teofrástico» o tardío). Lo que sí hay en la tesis pronominal es una extraordinaria clarificación del problema, aclaración tan valiosa que ella basta para situar a Quine entre las personas a las que más debe la lógica moderna. La cuestión de si el discurso lógico-formal presupone o no la existencia de entes abstractos queda en efecto planteada así: naturalmente que el medio en que se mueve el discurso formal es la abstracción del más alto nivel. Sus términos son todos sumamente abstractos (‘sumamente’ en sentido propio, no como adverbio retórico). Pero las entidades cuya existencia se postula implícitamente en el abstracto discurso formal son sólo aquellas que resultan relata necesarias de sus elementos pronominales. Y en la lógica elemental o «pura» los elementos pronominales (variables ligables) del discurso no refieren a universales, sino a individuos del mundo. Sólo en teoría real de clases, cuando las variables ligables (los elementos pronominales) refieren a clases, el discurso está postulando una ontología que admite la existencia de abstractos como entes separados, por usar la gráfica expresión aristotélica.
Este era el punto más importante que interesaba adelantar en forma pre-técnica, filosófica tradicional, en esta presentación de la edición castellana de Desde un punto de vista lógico. Pero el justificar, también en términos pre-técnicos, la importante tesis de Quine nos va a llevar forzosamente a una breve reflexión sobre el concepto de variable y su discusión por el autor. La afirmación de Quine según la cual el «compromiso ontológico» de la lógica formal pura o elemental no se extiende a los entes abstractos, presupone naturalmente que en lógica pura no se ligan (cuantifican) más que variables para individuos, lo que quiere decir que sólo éstas son verdaderas variables. Ocurre empero que, en las expresiones de la lógica de predicados de primer grado y en la de enunciados, se presentan signos (predicativos y de enunciados, respectivamente) que se ha hecho común llamar «variables». Y estos signos no se refieren a individuos, sino a atributos o clases (los predicativos) y a enunciados, proposiciones o «juicios» (los de enunciados). ¿No es entonces arbitrario decretar que esos signos no pueden ligarse, cuantificarse? Lukasiewicz había propuesto incluso una cuantificación de la lógica de enunciados en la que figuraban expresiones con «variables» cuantificadas que referían a enunciados o «juicios», como, por ejemplo: ‘para toda proposición p y para toda proposición q, si p implica q, entonces no-q implica no-p. Aquí p y q, que refieren a abstractos (a «juicios»), están cuantificadas, ligadas, usadas, por tanto pronominalmente, como verdaderas variables. Si ese uso es necesario (y no sólo lícito), entonces ya la lógica de enunciados está comprometida en una ontología que postula la existencia de entidades abstractas (los «juicios»).
Quine responde a esa preocupación del modo siguiente: en lógica de enunciados y en la lógica de predicados de primer grado, esos signos no son en realidad variables, pues se manejan como valores fijos. Más precisamente: no es necesario considerarlos de otro modo que como valores fijos, pues con esa consideración basta para obtener todos los teoremas de esas dos teorías completas, los teoremas de toda la lógica elemental. No basta con que un signo de un lenguaje sea indeterminado para que sea una variable. Indeterminados son también, por ejemplo, en expresiones de las ciencias naturales, signos que no son variables, sino parámetros, o sea, representantes de entidades que, aunque indeterminados al leer la expresión correspondiente según su valor de ley general, son en realidad fijos, constantes, en cuanto que la expresión se hace verdadero enunciado concreto. A esos signos de la lógica elemental o pura que tienen el aspecto de variables pero que en realidad se comportan como parámetros, da Quine el nombre de «letras esquemáticas». No son verdaderas variables, «huecos» para todos los valores que se encuentran en un determinado campo de objetos, sino que son, por así decirlo, núcleos fijos de la estructura de la expresión. Con esto dice también Quine su clara palabra en el largo y fecundo discurso de aclaración del concepto de variable, iniciado por Frege al corregir el vago uso de esa noción y de la función en la tradición matemática procedente de Euler.
Uno de los problemas filosóficos más importantes que plantea la lógica es el de la naturaleza misma de la lógica. Y tal vez no haya punto en el cual el pensamiento de Quine se aleje más creadoramente del dogma vienés de la tautología. La filosofía neopositivista de la ciencia había definido el sentido de las expresiones por su verificabilidad empírico-sensible Como las expresiones de una teoría formal no son, obviamente, verificables de ese modo, fue necesario al positivismo moderno arbitrar para ellas otro criterio de sentido, a menos de declararlas lisa y llanamente sinsentidos. La solución neopositivista reproduce de un modo u otro la tesis del Tractatus de Wittgenstein: las expresiones formales tienen significación, a pesar de no ser verificables, porque son tautologías, sustraídas a cualquier relevancia y afectabilidad empíricas.
La filosofía de la ciencia de Quine, que parte de la crítica del criterio de verificabilidad que se encontrará en el segundo ensayo de ese volumen, puede resumirse en la llamativa metáfora que llama a la ciencia «un campo de fuerzas cuyas condiciones límite da la experiencia». La metáfora es otras veces más geométrica: el saber sería como un rectángulo que no está en contacto con la experiencia sino a lo largo de su perímetro. Lo esencial es que la ciencia, el saber, cubra bien su línea de contacto con la experiencia. La organización interior del rectángulo no tiene más ley imperativa a que obedecer que la de posibilitar aquel contacto según todos los elementos disponibles. Las parcelas del saber que se encuentran más lejos del perímetro estarán menos expuestas que las periféricas a que las reorganicemos y corrijamos al ampliarse el rectángulo, en caso de que en la línea de contacto se produzcan conflictos (Y los teoremas de la lógica formal estarían, según la metáfora, alejadísimos de la periferia). Pero esto no quiere decir que la ciencia se niegue en redondo a considerar intocables los elementos «centrales». Cuando ello se impone, se corrigen también éstos. Y con este último comentario a su metáfora, Quine quiere indicar que no viendo para los teoremas de la lógica más origen posible que el mismo filtrado a través del perímetro por el que han surgido los teoremas de las demás ciencias, tampoco ve por que la teoría lógico-formal haya de considerarse libre para siempre del impacto empírico, por ser «tautológica» o «evidente». «La unidad de significación empírica es el todo de la ciencia», incluyendo en ese todo el saber acerca del hombre, y en el todo del saber está incluida la lógica, en el todo del saber humano, no en el lugar supraceleste de los universales platónicos, ni en el limbo infraterreno de la huera significatividad por tautología.
Aunque sin mucha formulación explícita, hay así en Quine algo no muy frecuente entre los lógicos contemporáneos: una noción de lo lógico mismo a la altura de la teoría del objeto lógico elaborado por la tradición, sin duda, con mucha menos claridad, precisión técnica y libertad filosófica que las aplicadas por los lógicos de hoy, pero con bastante más sensibilidad para la problemática filosófica de su ciencia4. El presente volumen de Quine mostrará al lector de lengua castellana que esa sensibilidad filosófica no se ha perdido tampoco del todo entre los grandes especialistas contemporáneos y que, con los instrumentos de que hoy dispone, la investigación filosófica de lo lógico puede conseguir resultados bastante más conclusivos y precisos que la admirable especulación lógico-filosófica de la tradición aristotélica.
Notas
1 Willard Quine, El sentido de la nueva lógica, traducción de Mario Bunge, Buenos Aires, Editorial Nueva Visión, 1958.
2 Willard van Orman Quine, Los métodos de la lógica, traducción castellana de M. Sacristán Luzón, Barcelona, Ed. Ariel, 1962.
3 Quine tiene en mucho aprecio a uno de los representantes más destacados –pero también, hoy, de los más flexibles– del horror philosophiae neopositivista: Carnap. La formación inicial de Quine como lógico, con Whitehead, entre 1930 y 1932, ya con su título en matemáticas, no era en cambio de esa tendencia. En 1933, Quine visitó en Europa los grandes centros de la lógica: Viena, Praga y Varsovia. Y la influencia de la escuela polaca está frecuentemente en la base de la formación filosófica de los lógicos no positivistas. En todo caso, y como podrá apreciar el lector de este libro, Quine se encuentra muy lejos de los dogmas esenciales del neopositivismo, a la crítica de dos de los cuales está dedicado precisamente el segundo ensayo del volumen.
4 Dewey se ha referido muy exactamente a la situación de confusión filosófica en lógica, provocada en última instancia por el tenaz deseo de muchos especialistas de cerrarse positivísticamente a la problemática que tradicionalmente se llamó «proemial» en lógica, la problemática relativa a la naturaleza de la lógico mismo: «La teoría lógica contemporánea nos ofrece una manifiesta paradoja. Hay un acuerdo general por lo que se refiere a su objeto inmediato <Dewey quiere decir: a los algoritmos técnicamente considerados>. Con respecto a este objeto, en ninguna otra época observaremos una marcha más segura. Pero, por otra parte, su objeto último es tema de controversias que apenas si tienen viso de acallarse» (Lógica. Teoría de la investigación, traducción de E. Imaz, México, Fondo de Cultura Económica, 1950, p. 13).
La solapa de la edición en Ariel fue escrita por Sacristán:
Dewey escribió en su Lógica que mientras los modernos progresos de la lógica simbólica han permitido un acuerdo universal acerca de la técnicas de esa ciencia, la disputa sobre su «objeto último», sobre la naturaleza misma y la función de la lógica, «no tienen viso de acallarse». La colección de estudios lógico-filosóficos de Quine, presentada bajo el título de Desde un punto de vista lógico, contiene, sin embargo, mucho que podría contribuir a acallar aquella disputa.
En los ensayos I, III, IV, VI y VII, el autor se enfrenta con el más antiguo y convencional problema filosófico planteado por la lógica formal –el de los universales–, y lo aclara, desde un punto de vista lógico interno, estableciendo un criterio de «compromiso ontológico» que permite precisar qué tipo de entidades, concretas o abstractas, son supuestas para cada lenguaje dado. El criterio de compromiso ontológico se basa en la teoría pronominal de la variable ligada, teoría según la cual la ontología supuesta por su lenguaje es el conjunto de los relata de los pronombres de ese lenguaje.
El ensayo II dedicado al reductivismo y al criterio de verificabilidad positivista, arguye por vía crítica la plausibilidad del citado criterio de «compromiso ontológico». Los ensayos VIII y IX, cuya función es también predominantemente crítica, amplían el ámbito de aplicación de la «teoría pronominal» a la lógica modal, y resuelven dificultades que dicha teoría podría presentar a propósito de la cuantificación existencial.
El ensayo V, por último, reimpresión mejorada del estudio más conocido de Quine –«Nueva fundamentación de la lógica matemática»–, da al lector el instrumental lógico necesario para seguir los desarrollos, más técnicos, de la segunda parte del volumen.
Como consecuencia de sus soluciones a esa temática lógica fundamental, que vertebra todo el libro, Quine expone, especialmente en el ensayo II, las nociones básicas de una teoría de la ciencia que rechaza la noción de que la «unidad de sentido empírico», lo verificable por la experiencia científica, sea el teorema suelto, la operatividad de la noción aislada. La unidad de significación empírica es más bien, según el autor, el todo de la ciencia.
Si la reflexión sobre la lógica desemboca así en una consideración de la significatividad científica, en los cimientos de una teoría de la ciencia, ésta repercute a su vez en la concepción de la lógica. Pues siendo la unidad significativa el todo del saber, la significatividad de los teoremas lógico-formales debe venir también de ese todo del conocimiento que es la verdadera unidad significativa, y no del criterio de «evidencia» tradicional ni del de «tautología» de los positivistas.
4. Palabra y objeto
Anotaciones de lectura de Sacristán sobre W.V.O. Quine, Word and Object. The MIT Press, Cambridge, Mass, 1965. Sacristán cita por la edición americana; nosotros lo hacemos por su traducción castellana. Unimos dos materiales de Sacristán, depositados en BFEEUB, sobre el ensayo de Quine.
I. Capítulo 1: «Lenguaje y verdad».
I, 1. Se empieza por cosas corrientes.
1. La crítica epistemológica destructiva de la pretensión de un lenguaje de protocolo de los datos sensibles es, por así decirlo, una crítica realista: ese lenguaje se basaría en gran medida en la referencia a cosas físicas.
Pero creo que eso no altera o elimina el problema gnoseológico básico: la relatividad de la cosa (no, ciertamente, el absurdo real de su sustituibilidad por sense-data, sino su sustituibilidad por otra cosa).
La conclusión es excelente:
«Está plenamente justificado el investigar el trasfondo sensorial o estimulativo del discurso ordinario acerca de cosas físicas. El error se produce cuando se busca una sotobase implícita de la conceptualización o lenguaje. La conceptualización es, si se toma a cualquier escala digna de consideración, inseparable del lenguaje, y nuestro lenguaje ordinario acerca de cosas físicas es más o menos tan básico como puede serlo un lenguaje.» (19)
A eso sigue un desarrollo de la metáfora naval de Neurath, su concepción de las relaciones entre lenguaje y conocimiento de la realidad, y esta misma:
«Nuestro barco se mantiene a flote porque a cada alteración mantenemos intacta la gran masa total. Nuestras palabras siguen teniendo sentido admisible a causa de la continuidad del cambio de la teoría: modificamos el uso de un modo suficientemente gradual como para evitar la ruptura. Y así ocurre, para empezar, con la misma solución johnsoniana, porque el mismo poner en tela de juicio los objetos no puede empezar coherentemente más que en relación con un sistema teórico que se base en nuestra aceptación provisional de los objetos. Estamos limitados en cuanto al punto de partida, aunque no lo estemos en cuanto al de llegada.» (21)
«Así, la proposición según la cual las cosas externas se conocen en última instancia solo por su acción sobre nuestros cuerpos debe tomarse como una de varias verdades coordinadas, en la física y en cualquier otro campo, acerca de cosas físicas que al principio no están en tela de juicio. Esa proposición califica la significación empírica de nuestro discurso acerca de cosas físicas, pero no pone en entredicho la referencia.» (21)
La culminación es el núcleo de su teoría de la ciencia.
2. «Neurath ha comparado la ciencia con un barco que, si es que tenemos que construirlo, tiene que serlo plancha a plancha, y sin abandonarlo. El filósofo y el científico van en la misma barca. Si conseguimos mejorar nuestra comprensión del discurso ordinario acerca de cosas físicas, no será reduciéndolo a un idioma más familiar: no hay ninguno que lo sea. Será por el procedimiento de aclarar las conexiones –causales o de otra naturaleza– entre el discurso ordinario acerca de las cosas físicas y otras varias materias que captamos, a su vez, con la ayuda de ese discurso ordinario que habla de cosas físicas.» (19-20)
Es el párrafo final de una crítica al berkeleyismo sense-data del lenguaje de protocolo.
3. La recusación de la línea berkeleyana acaba por inducir explícitamente una recusación de Wittgenstein (Tractatus) y una inversión del camino de Kant. Y es interesante que todo eso arranque de la naturaleza social del lenguaje, con consciencia histórica:
«Analícese la construcción de teorías del modo que se quiera, el hecho es que todos partimos a mitad de ella. Nuestros puntos de arranque conceptuales son objetos de tamaño medio situados a media distancia, y nuestra introducción a los mismos y a cualquier otra cosa llega a medio camino de la evolución cultural de la especie [1]. Al asimilar esa ruta cultural tenemos poco mayor conciencia de una distinción entre recepción e invención, sustancia y estilo, indicios y conceptuación, de la que podamos tener de una distinción entre las proteínas y los hidratos de carbono de la materia que ingerimos. Retrospectivamente podemos distinguir los componentes de la construcción de teorías, igual que podemos distinguir entre las proteínas y los hidratos de carbono a pesar de que vivimos de ellos [2]. No podemos eliminar los aderezos conceptuales sentencia tras sentencia, y dejar una descripción del mundo objetivo, pero podemos investigar el mundo, y el hombre como parte de él, y averiguar así qué indicios puede conseguir de lo que ocurre en torno suyo [3]. Restando entonces esos indicios de su conjunta visión del mundo, podemos conseguir como diferencia la contribución neta del hombre [4, 5]. Esta diferencia indica la extensión de la soberanía conceptual del hombre, el dominio dentro del cual puede revisar la teoría salvando los datos.
Por tanto, de modo general, propongo estimar en este capítulo de introducción nuestro discurso acerca de fenómenos físicos, considerándolo a él mismo como fenómeno físico y nuestras imaginaciones científicas como actividades que ocurren dentro del mundo que imaginamos.» (21-22)
1) El arranque histórico social.
2) El hecho de partida para su teoría del conocimiento. No solo es un hecho el conocimiento (Kant) sino también la posibilidad de analizarlo –y precisamente usando el lenguaje primario, que es en sustancia lo analizado.
3) El hecho en el caso concreto.
4) Método resultante.
5) Punto dudoso, ¿qué garantía tiene el supuesto implícito de «cues» puros? ¿Van a ser los sense-data? Eso no es exacto: los «datos» dependen de una teoría. Los indicios estás definidos como tales por la teoría.
I, 2. La presión objetiva; o e pluribus unum [de muchos, uno].
Expone la presión de la objetividad (no sense-data) del lenguaje, por el mecanismo de penalización social.
I, 3. La indeterminación de las sentencias.
Basado en la frase de Richards «indeterminación de sentencias», empieza a dar base analítica a su negación de un supuesto lenguaje de sense data. La primera formulación es:
«No podemos contentarnos con una conceptualización permanente del flujo puro de la experiencia: lo que necesitamos es impurificar el flujo. Necesitamos asociación de sentencias no solo con la estimulación no verbal, sino también con otras sentencias: solo así podemos aprovechar conceptualizaciones ya terminadas, en vez de limitarnos a repetirlas.»
Función productiva de lo sintáctico.
De eso pasa a la intervención de «teoría» o teoría.
I, 4. Modos de aprender palabras.
Establece que los modos de aprender palabras, los criterios gramaticales no explican el problema de la referencialidad de las palabras (la cuestión de «lo que hay»).
I, 6. Postulados y verdad.
1. «En cualquier caso, el método científico, cualesquiera que sean sus detalles, produce la teoría, y la conexión de esta con todo estímulo posible de la superficie sensible humana consiste exclusivamente en el método científico mismo, sin el apoyo de ulteriores controles. En este sentido es el método científico el árbitro último de la verdad.» (43).
El contexto de esta verdad tan formalista es que no puede hablarse de verdad más que en el marco de la teoría. Es esta una cuestión de convención. Pero fuera de ella queda el hecho del cambio de método, en grande y en pequeño, y el hecho de que se discuta acerca de métodos. Quine teme fundadamente llegar a inútiles formulaciones pragmatistas. Por eso me parece más aconsejable extender el concepto de verdad.
Pero esa extensión tiene que hacerse según los mismas líneas del concepto científico de verdad (en otro caso, Heidegger y, en general, conceptos metafísicos). Y esto puede hacer que el árbitro último de que habla Quine sea un análogo vital (práctico) del método científico.
¿Qué es ese análogo? Un método es un cuerpo de decisiones, el análogo es un cuerpo de decisiones. Algunos de sus elementos. 1. Recusación de falsedades recibidas. 2. Familiarizarse con el mundo (criterio: dominio; contra Heidegger), superando la subjetividad, el antropocentrismo. Potencia como libertad. En ese sentido, principio de la práctica. Que la esencia de la verdad es la libertad es admisible, aunque lo haya dicho Heidegger. Pero tal vez mejor la afirmación inversa: la esencia de la libertad es la verdad así vista.
2. Al final del cap. I hay un importante desarrollo que empieza con una crítica de Peirce:
a) «Peirce [vol. 5, 407] llegó a definir directamente la verdad a base de la noción de método científico. La verdad sería la teoría ideal a la que nos aproximamos como a un límite cuando usamos los (supuestos) cánones del método científico de un modo continuo sobre experiencia nueva.» (43)
b) Críticas: a) incorrecto uso de la noción de límite; b) no hay cánones definitivos; c) no hay razón para creer en unicidad del resultado.
c) Conclusión de la crítica:
«El método científico es el camino hacia la verdad, pero ni siquiera en principio suministra una definición única de verdad. Igualmente están condenadas al fracaso todas las llamadas definiciones pragmáticas de verdad.» (44)
d) Reflexión «controladora»: tampoco la teoría límite total podría dar el criterio de verdad de una sentencia suelta -si no se conoce esa teoría.
e) solo en el seno de cuerpo de teoría tiene sentido hablar de verdad de enunciados.
f) Y termina:
«¿Nos ha llevado todo eso a rebajar nuestros puntos de vista hasta el punto de sentar una doctrina relativista de la verdad, que considere los enunciados de cada teoría como verdaderos para esa teoría, sin admitir crítica superior? No. Hay una consideración salvadora: que sigamos tomándonos en serio nuestra concreta ciencia acumulada, nuestra particular teoría del mundo, nuestro laxo edificio total de cuasiteorías, cualquiera que sea. A diferencia de Descartes, contamos con nuestras creencias del momento y las usamos, incluso sumidos en el filosofar, mientras no las cambiemos aquí o allá por algo mejor mediante lo que vagamente se llama el método científico.» (45)
La «consideración salvadora« es una de las decisiones de mi cuerpo de decisiones. El cual se explica mejor desde las reflexiones sobre el método como árbitro último (No sé por qué Quine parece dudarlo, en este desarrollo final. Tal vez por no hacer »sistema»).
Las decisiones del análogo del método son práctica; pero no la práctica de los pragmatistas (que puede mixtificarse en satisfacción no veraz), sino una determinada especialización de la práctica.
II. Capítulo 2º: Traducción y significación.
II, 8. Estimulación y significación estimulativa.
En II, 8 empieza a enfrentarse con el problema de la significación, a base de establecer como aproximación a la idea de significación empírica, el concepto de significación estimulativa.
El capítulo se apoya en un planteamiento reductivo de los problemas de la significación a problemas de traducción, más precisamente, de «traducción radical», de lengua desconocida. Esto le permite muy interesantes planteamientos radicales.
La construcción de «significación empírica» como lo que una sentencia comparte con su traducción (radical: o sea, basada solo en correlaciones con estimulaciones no-verbales) empieza en la p. 53:
Introducción de «significación estimulativa afirmativa» de una sentencia para un hablante h y en un momento t: es la clase de todas las estimulaciones (esquemas evolutivos de irradiación) que provocarían el asentimiento.
Introducción de «significación estimulativa negativa», igual.
Introducción de «significación estimativa», por suma.
Dilucidación del concepto: hay que concebir la estimulación no como un acaecimiento, sino como un universal -a saber: como una forma de acaecimiento. Entre otros casos, porque el condicional de la definición puede ser contrafactual (desde luego, es disposicional).
En este contexto, frase importante para la evolución del pensamiento de Quine:
«Sin duda es un sinsentido irremediable ese discurso acerca de particulares irrealizados, y aún más el intento de reunirlos en clases. Las entidades irrealizadas tienen que construirse como universales.» (57)
Termina el tema comparando su teoría con la de Carnap en Meaning and Necessity. La diferencia que subraya se refiere a la falta de «radicalidad» de Carnap.
II, 9. Sentencias ocasionales. Información intrusiva.
La diferencia entre sentencias ocasionales y fijas (standing) es relativa al módulo aplicado a las estimulaciones, de tal modo que una sentencia ocasional para módulo n puede ser fija para módulo n-1.
La noción de significación estimulativa se aplica sobre todo a las ocasionales.
Detallada argumentación de los fallos de su noción de significación estimulativa para dilucidar la de sinonimia como igualdad de significación estimulativa.
Al hablar de las disposiciones a asentir o a discrepar recogidas en la significación estimulativa hace una observación sin duda importante para muchas cuestiones de sobrestructura:
«Estas disposiciones pueden considerarse impuras en el sentido de que incluyen conocimiento del mundo, pero lo contienen en una solución que no precipita nunca.» (63)
Contextos en los que la acusación es relevante: a) La cuestión conocimiento científico-«intuición»: contra el intento de contraponerlos. b) La presencia de factores sociales en la obra filosófica artística o científica: contra el intento de negarlos y contra su separación o aislamiento mecanicista.
En II, 9 comprueba que el concepto es demasiado exigente para ser primitivo de una teoría de la significación:
«El hecho es que el lingüista no traduce por identidad de significaciones estimulativas, sino por aproximación máxima de las mismas» (64).
II, 10. Sentencias observacionales (65)
Interesantísima teoría que explicita el elemento social implícito en la proposición de protocolo positivista. Desarrollo:
Definición: «Las sentencias ocasionales cuyas significaciones estimulativas no varían por influencia de información lateral pueden llamarse muy naturalmente sentencias observacionales, y puede decirse sin temor a contradicción que sus significaciones estimulativas dan plena cuenta de sus significaciones.» (67)
Difiere de la proposición de sense data porque: a) admite proposiciones sobre cosas ordinarias; b) no distingue entre sense data e información natural universalmente (colectivamente) compartida.
Pero conserva los dos principios de intersubjetividad e infalibilidad (aunque gradual, no simple):
«(…) la noción misma de significación estimulativa, tal como ha quedado definida, no depende de una multiplicidad de hablantes. En cambio, la noción de observacional es social. La definición comportamentística de la misma que antes hemos ofrecido se basa en semejanzas entre significaciones tomadas en toda la comunidad.» (70)
Yo diría más propiamente que la noción de significación estimulativa es social -y todo es social…- y la de observacionalidad es, además, sociológica. Por lo demás, pocas líneas abajo escribe: «El lenguaje como conjunto socialmente inculcado de disposiciones…» (70)
II, 11. Sinonimia intrasubjetiva de sentencias ocasionales.
Observa que el examen intrasubjetivo de la sinonimia permite eliminar dificultades en el uso de la sinonimia estimulativa como noción de sinonimia cuando hay información intuitiva verbal.
Pero eso no resuelve todo. Queda, sobre todo, lo irresoluble, no pueden eliminarse «los efectos de información lateral comunes a toda la comunidad; pero, como dije en la sección 9, creo que en este punto el ideal se hace ilusorio.» (78)
II, 12. Sinonimia de términos
En II, 12 importante: prueba de que la significación estimulativa, no puede usarse para definir la significación de los términos generales (78-79). De eso concluye:
a) «La distinción entre objeto concreto y objeto abstracto, igual que la distinción entre término singular y término general, es independiente de la significación estimulativa.» (79);
b) «Las sentencias ocasionales y la significación estimulativa son moneda universal, los términos y la referencia son locales, propios de nuestro esquema conceptual.» (80)
Luego presenta el paso a términos en lenguajes que tenga ‘(x)’, ‘→’, ‘=’.
Que la sinonimia de sentencias de una sola palabra no garantiza la de los términos generales correspondientes. Este punto, por el modo como lo expone, puede tener relación con su doctrina del campo de fuerzas:
«Es corriente que podamos traducir algo (por ejemplo, «en razón de») a un determinado lenguaje a pesar de que en este lenguaje no haya nada que corresponda a algunas de las sílabas componentes. Así también la sentencia ocasional: «Gavagai» puede traducirse con la significación de que hay un conejo ahí aunque ninguna parte de «Gavagai» ni ningún elemento del lenguaje indígena corresponda exactamente al término «conejo». La sinonimia de «Gavagai» y «Conejo» como sentencias se basa en consideraciones relativas al asentimiento provocado pero este no es el caso cuando se trata de su sinonimia como términos.» (79)
Luego remacha:
«Todos los elementos de ese aparato son interdependientes, y la noción misma de término es tan local o particular, tan propia de nuestra cultura, como dichos expedientes auxiliares.» (80)
Totalidad concreta: reformula la idea de Goodman de unidad difusa [del género] diciendo «…una totalidad concreta dispersa…», distinguiéndola «nominalísticamente» de «an abstract attribute». (81)
Al final un estudio de los términos propios de la ciencia teorética sistemática:
. que no tienen significaciones estimulativas socialmente constantes que rijan sus usos (83)
. porque en general no tienen uso como sentencias ocasionales, por lo que no se plantea la cuestión de su significación estimulativa (84-85).
Esto podría cambiar en una sociedad científica.
Tienen una red máximamente intrincada de conexiones verbales, por lo que ningún vínculo es esencial (él solo) para la comunicación:
«Por eso, en la ciencia teorética -salvo cuando la reformulan semánticos entusiastas- no suelen sentirse ni postularse distinciones entre sinonimias y equivalencias «factuales». Incluso la identidad históricamente introducida en mecánica al definir «momento» como «la masa por la velocidad» ocupa su lugar en la red de conexiones en las mismas condiciones que los demás términos; si luego un físico revisa la mecánica de tal modo que el momento deje de ser proporcional a la velocidad, lo probable es que el cambio se entienda como un cambio de teoría, y no como un peculiar cambio de significación. Y aquí no se producen intuiciones de sinonimia simplemente porque los términos se vinculan con el resto del lenguaje de más maneras que palabras como «soltero» con el resto del lenguaje común.» (85)
Explicación de la sensación de sinonimia como percepción de un vínculo verbal fuerte y privilegiado. Pero esos los hay en las teorías mediante ‘↔def.’, por ejemplo.
II, 13. La traducción de conectivas lógicas
Magnífico contra la tesis de la mentalidad prelógica.
Solo la parte veritativo-funcional de la lógica puede reconocerse en un lenguaje extraño mediante criterios comportamentísticos:
«Resumamos ahora nuestras reflexiones sobre tema lógico en el supuesto de la traducción radical. En cuanto que hayamos fijado nuestras traducciones por los criterios semánticos antes indicados, habremos establecido las leyes lógicas de un pueblo de un modo completo en lo que se refiere a la parte veritativo-funcional de la lógica. Las verdades de esta parte de la lógica se llaman tautologías: son los compuestos veritativo-funcionles que son verdaderos meramente en razón de su estructura veritativo-funcional. Se cuenta con un familiar procedimiento rutinario tabular para determinar, para sentencias con funciones veritativas iteradas todas las veces que se quiera, qué atribuciones de valores a las sentencias componentes últimas arrojan para el compuesto entero el valor verdad; las tautologías son los compuestos que resultan verdaderos para todas las distribuciones de valores entyre los componentes.» (89).
En II, 13: la tesis de que de toda la lógica solo la veritativo-funcional tiene que ver con significaciones estimulativas (con criterios comportamentísticos).
II, 14. Sentencias sinónimas y analíticas
Interdefinibilidad:
«dos sentencias son sinónimas si y solo si su bicondicional (formado mediante su unión con «si y solo si)») es analítico, y una sentencia es analítica si y solo si es sinónima con autocondicionales («Si p, entonces p»).» (95)
Tratamiento con su habitual escepticismo. Pero sin objetar a su analiticidad estimulativa, «esa especie de imitación nuestra modestamente vegetariana.» (98).
II, 15. Hipótesis analíticas.
Hipótesis para descomponer (en frases, palabras) el flujo verbal ajeno. Imprescindibles para traducir, dado el limitado número de sentencias con evidencia independiente.
II, 16. Impercepción de la indeterminación.
Expone siete causas por las cuales no se nota la indeterminación de la traducción. La única realmente de fondo es la inevitabilidad de las hipótesis analíticas.
Esto le lleva a la interesante cuestión de si la justificación de las hipótesis analíticas no es, en última instancia, una manera de dar sentido a las mismidad de significación. Contesta negativamente, pero generalizando y comparando de un modo muy interesante con el problema ciencia-verdad:
1. Las hipótesis analíticas darían un sentido a la sinonimia si no hubiera conjuntos de ellas incompatibles capaces de recoger una misma evidencia.
2. «La indefinibilidad de la sinonimia por referencia a la metodología de las hipótesis analíticas es formalmente idéntica con la indefinibilidad de la verdad por referencia al método-científico (sec. 5). Por eso son paralelas las consecuencia. Del mismo modo que solo podemos hablar significativamente de la verdad de una sentencia dentro de alguna teoría o esquema conceptual (cfr. sec. 5), así tampoco podemos hablar significativamente de sinonimia interlingüística más que dentro del discurso de algún concreto sistema de hipótesis analíticas» (107).
3. Pero la cuestión de la sinonimia está peor que la de la verdad:
«(…) porque siempre trabajamos dentro de una teoría de confortable amplitud, por conjetural que sea. La verdad es claramente relativa al lenguaje, en el sentido de que, por ejemplo, la forma verbal «Bruno mató a César» podría por mera coincidencia tener usos incoherentes sin relación alguna, en dos lenguajes diferentes; pero esto no perjudica gran cosa el discurso que usa el concepto de verdad, porque ese discurso lo es siempre dentro de algún lenguaje [*]. Dicho brevemente, los parámetros de la verdad suelen estar bien fijados.» (108)
(*) Que hoy por hoy el lenguaje de la concepción del mundo es el común, es claro –pese a todo el «tecnicismo filosófico». ¿Aunque será así? Y ¿es suficientemente unívoco decir ‘el común’?
En relación con esto, su más profunda –aunque tácita– oposición a la «mentalité primitive»:
«Frecuentemente se oye o lee que diferencias profundas de lenguaje son portadoras de diferencias últimas en el modo de pensar o contemplar el mundo. Yo diría que lo más universalmente implicado por aquellas diferencias es una indeterminación de la correlación. Hay poca base de comparación –tiene menos sentido decir qué es una buena traducción y qué es una mala traducción– cuando nos encontramos ya lejos de sentencias con condicionamiento visiblemente directo a estímulos no verbales y cuando nos encontramos lejos de fundamento doméstico.» (110)
III. Cap. 3 «La ontogénesis de la referencia».
17. Palabras y cualidades.
18. Normas fonéticas.
19. Referencia dividida.
Lamenta que la dicotomía términos singulares-términos generales se parezca tanto a la dicotomía gramatical de singular y plural, sobre todo porque, semánticamente, los términos de masa –o el uso como tales de términos de referencia decidida– se parecen a, pero no coinciden, con los términos singulares.
Hasta aquí sus anotaciones de lectura. Sus notas de traductor fueron las siguientes:
1. «Pero queda una diferencia relevante en los usos que hacemos uno y otro del condicional sintáctico…» (58)
Los autores ingleses suelen distinguir entre «condicional» (en indicativo) y «condicional en subjuntivo». La distinción se basa en el corriente uso lógico de sentencias condicionales en indicativo para expresar una función lógica utilizada como correspondiente extensional de la implicación, la función veritativa VFVV. Dada la implicación lógica o formal.
1) Los axiomas de la geometría euclídea implican que el teorema de Pitágoras puede usarse, dentro de ciertos límites, como equivalente extensional de la expresión funcional.
2) Si valen los axiomas de la geometría euclídea, entonces vale el teorema de Pitágoras.
Esta expresión extensional se enuncia en indicativo. Los problemas lógicos que plantea no coinciden con los suscitados por condicionales con subjuntivo en la prótasis (los que en la traducción se llamarán «condicionales sintácticos»), como
3) «Si Cleopatra hubiera sido bizca, la historia habría sido diferente», entre los cuales se cuentan aquellos cuya prótasis no expresa un hecho («condicionales contrafácticos»), como 3), así como los condicionales de disposición o cualidades físicas como la solubilidad, la conductividad, etc.
2. «Consideremos como ejemplo el “Non c’è niente” del italiano.» (87)
El autor –familiar con la lengua y la cultura castellana– utiliza como ejemplo nuestro «No hay nada». Puesto que adaptamos los ejemplos y razonamientos basados en el inglés, dando en su lugar otros basados en el castellano, parece coherente construir aquí un ejemplo no castellano.
3. «Cuando el término de masa compuesto se presenta más bien como término general, como en “Ese líquido es vino rojo” (cf. sec. 20), sus partes son también términos generales; en estos contextos equivalen a “cosa roja” y “cantidad de vino», y el compuesto es entonces verdadero de cada una de las cosas de las cuales son verdaderos los dos componentes juntos.» (141)
El deseo de mantener el texto castellano lo más cerca posible del inglés, cuando son tantas las adaptaciones (no meras traducciones) inevitables, aconseja mantener «vino rojo» en vez de escribir «vino tinto». «Tinto» no habría sido adecuado para numerosos ejemplos anteriores.
4. «Otra especie estructural de ambigüedad sintáctica es la de puntuación, o agrupación de palabras. Podemos dar sentidos a los siguientes versos mediante dos puntuaciones: Lluvia de la mañana ya presiente/ la tierra gris tu venturoso vuelo/ y en espera de ti se ofrece el cielo/ delicado rosal risa impaciente.» (180)
Sin puntuación en el texto del poeta Alfonso Costafreda
[Sacristán reseñó para el número 2 de Laye el poemario Nuestra elegía del poeta targarino].
5. «Atendamos ahora a otro grito idiomático parecido en algo a los de actitud proposicional: el condicional fuerte, propiamente dicho o construido con subjuntivo.» (281)
La construcción de condicionales con indicativo, relativamente insólita en castellano, es una solución ya consagrada para la verbalización de la «implicación material de la lógica de proposiciones o enunciados (función veritativa VFVV). Se trata de construcciones como «Si Juan viene, Luis se va» o, según el giro más frecuente de los manuales de lógica, «Si Juan viene, entonces Luis se va».
6. «En cuanto a la motivación técnica procedente de la teoría de conjuntos hay conocidas soluciones distintas de la de Russell…» (291).
Una muy apreciada es del propio Quine.
5. Filosofía de la lógica
En carta a Manuel Sacristán, fechada en Madrid el 30 de mayo de 1972, señalaba Javier Pradera:
Querido Manolo;
El libro del que te ha hablado Xavier es Quine: Philosophy of Logic. (Prentice Hall, 1970). El libro tiene unas 300.000 pulsaciones y tus honorarios de traducción serían unas 18.000 ptas; y la fecha de entrega, el 30 de octubre (Fecha tope para la programación de imprentas).
En este mismo sobre te acompaño un catálogo abreviado de Alianza para que me lo devuelvas con los títulos que te interesan señalados. Prefiero este procedimiento al tratar de adivinar «aquello que no debes ignorar».
Me parece increíble que no te hayan enviado todavía ejemplares del Gramsci desde México1. Diré a la gente de Siglo XXI que te mande un catálogo para que hagas un punteo como el de Alianza.
Para darte noticias mías necesitaría escribir un libro, cosa que, como sabes, me resulta más bien difícil. (He leído en una biografía de Baran que tuvo que psiconalizarse durante tres años para escribir la Economía política del crecimiento: si el remedio no fuera exageradamente poco de fiar, quizá me decidiera a hacerlo.
Un abrazo para los dos (mejor dicho, los tres).
Nota edición
1 La Antología de Gramsci no se pudo editar inicialmente en España.
En dos de las cartas que Sacristán escribió a Javier Pradera, en aquel entonces director literario de Alianza editorial y años atrás compañero suyo en la militancia clandestina en el PCE, pueden verse sendas referencias a su traducción de la Filosofía de la lógica. La segunda de esas cartas está escrita desde Puigcerdà, lleva fecha del 31 de agosto de 1972 y es muestra del rigor con el que Sacristán realizaba su trabajo:
Querido Javier:
acabo de completar hace unos momentos la traducción del Quine, y te la mandaré uno de estos días. He redactado unas notas para el que cuide la edición, pero, de todos modos, me gustaría ver el texto impreso –a poder ser, ya en compaginadas– antes de la tirada. En este tipo de libro me parece inevitable una última revisión y eventual corrección del traductor. No tardaría más de tres días en hacerla: cinco días después de enviarme un juego de compaginadas la editorial lo recibiría de nuevo ya revisado. La preferencia por ver compaginadas, y no galeradas, se basa en que en algunos casos puede tener interés que dos trozos inmediatos de un mismo desarrollo no queden el primero en página impar y el segundo en página par, y si eso se produjera, intentaría evitarlo; y también, se basa en la seguridad que así tendría de que mis correcciones serían las últimas. (…) Tú ¿qué tal andas? Un día que tengas humor para ello recuerda que no tengo ni base para imaginar cuál es tu ambiente personal o directo en esta época, y dime algunos datos.
Un abrazo.
Ese mismo día, Sacristán dirigía una nota al «cuidador de la edición de la Filosofía de la Lógica de Quine».
1ª. Las notas del autor están indicadas mediante cifras rodeadas de un círculo rojo. He adoptado este expediente, tras consulta con la editorial [Alianza], con objeto de reservar las cifras entre paréntesis para el uso que hace de ellas el autor. Creo que una buena solución para la composición sería elevarlas.
2ª. Las notas del traductor se indican sólo con asteriscos.
3ª. Las cifras escritas en el margen izquierdo de la traducción ante el trazo inclinado / indican el comienzo de la traducción de la página del original inglés que lleva ese número. Esto puede ser útil para el control de la traducción y para la confección del índice analítico.
4ª. En la traducción del índice analítico se indica en el margen izquierdo el número que el término inglés traducido ocupa en el índice analítico inglés del original. Ese número está escrito a lápiz por mí en el volumen inglés que remito. También este expediente tiene por fin facilitar la confección del índice analítico.
Hay varios términos añadidos y uno suprimido.
5ª. En la página 5 de la traducción he dado completo el nombre del autor: Willard Van Orman Quine. Este escribe sólo Quine. Habría que consultarle al respecto1.
Manuel Sacristán
Notas de edición
1 El 8 de septiembre de 1972, Javier Pradera escribía nuevamente a Sacristán agradeciendo el cumplimiento de los plazos: «(…) No sabes hasta que punto se agradece en una editorial encontrar traductores que cumplen sus compromisos. Te lo pregunto por puro egoísmo: ¿no te interesaría seguir traduciendo para Alianza? (Hemos contratado, de la misma serie en la que ha aparecido el Quine, los libritos de Hempel y Rudner; también tenemos en contratación Human Understanding de Toulmin). Espero ir pronto a Barcelona; tendremos ocasión de hablar largo y tendido…».
Una de sus notas de traductor de este libro:
«Cuasi-equívocos, chistes velados, retruécanos, citas no explícitas, autoironías son procedimientos tan característicos del estilo de Quine que parece forzoso intentar traducirlos. Ya antes de este paso ha encontrado ejemplos el lector: la cita (sin entrecomillar) del Hamlet al comienzo del capítulo y la expresión «máxima de la mutilación mínima», maxim of minimum of mutilation.»
El 11 de septiembre de 1972, Sacristán escribía a Javier Pradera, también desde Puigcerdà, respondiendo a su carta del 8 de septiembre.
Querido Javier,
acabo de recibir tu carta del 8. Claro que me gustaría seguir traduciendo para Alianza cosas como Hempel, y Toulmin. Interesarme, desgraciadamente, no. Cuando termine este verano –en sustancia, dentro de 9 días– habré traducido cuatro libros: un bonito ensayo de un discípulo de Lukács, G. Márkus, para Grijalbo [Marxismo y «antropología»]; un trivial ensayo de otra lukácsiana, A. Heller [Hipótesis para una teoría marxista de los valores], también para Grijalbo (es lo que estoy acabando ahora); el precioso libro de Quine [Filosofía de la lógica]; y una mierda1 incalificable para Grijalbo: El varón domado, de Esther Vilar2, que he traducido por petición personal suya [de Juan Grijalbo], como favor, y firmando la traducción con una alusión cínica que él no pesca (he firmado «Máximo Estrella»). Pues bien: Márkus y la Heller me han reportado por jornada de trabajo (= 5 horas, incluida corrección) un poco más del triple que el Quine. La mierda de la Vilar, exactamente cuatro veces más. Sabes que no me interesa tener dinero, sino reducir el horario de trabajo. Si fuera consecuente, debería traducir sólo mierdas. Por otra parte, me sentí culpable por el hecho de que mi comentario del primer precio ofrecido por Alianza para la traducción del Quine provocara sin más un aumento. No tengo carácter para que eso se repita. En resolución, creo que podríamos llegar a un compromiso, por ejemplo, traducir un mes al año para ti –quiero decir, para Alianza o Siglo XXI3–, al primer precio que proponga Ortega u Orfila, sobre tema epistemológico, a poder ser (incluida la lógica formal), o sobre tema marxista (lo digo pensando en Siglo XXI). ¿Qué te parece?
***
No me mandes el dinero a ningún sitio por ahora. Si por fuerza tienes que cogerlo (por alguna razón contable), falsifícame la firma y guárdalo hasta dentro de un par de semanas que estaré en Barcelona. No tengo cuenta corriente en Barcelona sino una cartilla de ahorros cuyo número no me sé. Te escribiré al respecto desde Barcelona.
***
RECUERDA QUE, SALVO GRAVE OFENSA DE LOS CORRECTORES DE ALIANZA, QUERRÍA DAR EL VISTO BUENO A LAS COMPAGINADAS ANTES DE TIRAR EL QUINE. DEVOLVERÉ EN POQUÍSIMAS DÍAS.
Un abrazo (o los que hagan falta)
Notas de edición
1 Es muy infrecuente el uso de estos términos por Sacristán. No hay expresiones similares en toda su correspondencia.
2 Curiosamente, el 28 de octubre de 1973, Esther Vilar escribía al «señor Máximo Estrella, traductor de El Varón domado, ediciones Grijalbo», en los términos siguientes: «Al muy estimado señor Estrella: La traducción que usted ha hecho de mi libro El varón domado es magnífica, absolutamente perfecta. Le quedo muy agradecida».
Salvo error por nuestra parte, la primera edición española del libro de Vilar fue en 1975. Sacristán publicó una reseña en una revista de las Juventudes Comunistas de Catalunya –Jove Guàrdia, año V, 1975, «Grandes descubrimientos en el día del libro»– en la que apuntaba: «(…) El libro de Esther Vilar es un gran negocio, hecho con una clientela general. Los libros de Illich son mucho más modestos como negocio, porque los compra una clientela especializada, principalmente de profesionales de la enseñanza y la sanidad. También tienen más pretensiones intelectuales. Lo que no quiere decir que tengan más verdades que los de Esther Vilar, pues también ella dice las suyas. Sin duda es frecuente en las varias capas de la burguesía el parasitismo de las mujeres (como lo era el de ciertas esclavas de grandes ricos antiguos). Eso es tan verdad como que la escuela tiene entre sus aficiones la de integrar a los niños en la sociedad según las necesidades de buen funcionamiento de ésta, o sea, según el interés de las clases dominantes […] Lo más profundo que tienen en común esos descubrimientos es su naturaleza reformista: llegados a la comprobación de que ni la sociedad capitalista más moderna resuelve los problemas de la discriminación de la mujer, de la educación y de la sanidad, por ejemplo (o de la relación ciudad-campo) se propone una suavización de los problemas, en vez de dejar y hacer que las contradicciones agudicen hasta estallar revolucionariamente. Pues ninguno de los descubridores propone soluciones radicales: ni Esther Vilar quiere lanzarse a la liberación del hombre (que sería la liberación del trabajo asalariado, de la fuera de trabajo-mercancía), ni Ivan Illich propone la supresión de las escuelas públicas, los hospitales, etc. Vilar aconseja más bien que cada mujer se resuelva sus asuntos, e Illich tiene bastante con que la instrucción no sea general, obligatoria y pública.»
3 La propuesta no llego a materializarse. Después de la edición de la Filosofía de la lógica de Quine, Sacristán siguió traduciendo para Grijalbo y Ariel, y también para Anagrama, Blume, Crítica, Destino y Revista de Occidente.
Nueva carta a Javier Pradera, fechada en Barcelona, 1 de octubre de 1972:
Querido Javier,
Contesto de prisa a dos preguntas pendientes tuyas:
1º: el ganar el mismo dinero en menos tiempo traduciendo para Grijalbo no es sólo cuestión de tarifas, sino también de textos. Lo esencial para trabajar menos es, como te escribí, traducir porquerías (en alguno de los numerosísimos sentidos en que es porquería la aplastante mayoría del impressum propio de la cultura superior), las cuales no plantean nunca problemas serios de traducción. De todos modos, te digo lo que sé de las tarifas de Grijalbo: son tarifas iguales para cualquier lengua, pero más bajas para novela que para el resto de sus temas (ciencia, filosofía, historia, arte, libros para regalo). Sé imprecisamente lo que paga a sus traductores de novela (por lo común muy malos): entre 70 y 80 ptas. la holandesa de 2.100 pulsaciones, pero admitiendo generosamente como completa cualquier holandesa honradamente empezada, así como las que, por contener índices, etc., no son de líneas de 70 pulsaciones, y sé exactamente lo que paga a García-Borrón1, Jacobo Muñoz, Feliu Formosa y a mí por textos de la otra familia: 110 la holandesa a Feliu Formosa, 125 a Jacobo Muñoz, 150 a García-Borrón y a mí. Carga él con la totalidad de los gravámenes fiscales, de modo que recibimos las suyas limpias. Ahora va a subirnos a los cuatro, y creo que también a los de novela, aunque con estos es mucho más duro.
Para comparar: la holandesa del Quine2 (que me ha exigido mucho más tiempo que la de cualquier blá-blá-blá filosófico), me ha salido a 102 ptas. aproximadamente. Pero te repito que el factor más importante es la naturaleza del texto. Por eso no me las prometo muy felices ahora que hoy a empezar para Grijalbo el Capital, aunque pactemos, hace dos años, 300 ptas. por la holandesa y aumentos por «escala móvil» según el índice de precios de los productos alimenticios, lo que probablemente sube ahora la tarifa, al menos, a 315 ptas.
2º. Querría no traducir fuera de mi «programa Grijalbo» –sobre todo ahora que empiezo El Capital3– más que en verano. Si te parece, tú me mandas texto en junio y yo te lo envío traducido a primeros de octubre. Podíamos adoptar incluso –por si quieres hacer ya un contrato– la fecha del 10 de octubre como fecha de entrega, siempre que yo tenga el texto el día 10 de junio. Un abrazo, Manolo.
Notas edición
1 Juan Carlos García Borrón, el traductor de Teoría y práctica del bolchevismo de Russell, amigo de Sacristán desde jóvenes, colaboró como traductor en la colección ‘Teoría y realidad’ de Grijalbo. Fue también García Borrón quien tradujo el volumen V de la Historia de la filosofía de Copleston, obra en nueve volúmenes cuya traducción global estuvo coordinada por Sacristán. Participó igualmente en la versión castellana del Diccionario de Filosofía editado por Dagobert D. Runes y cuya traducción y ampliación fue responsabilidad de Sacristán.
2 Filosofía de la lógica. El 25 de octubre de 1972 escribía Sacristán a Alianza informando de que se le había hecho efectiva «la transferencia de 20.000 ptas ordenada por ustedes como honorarios de mi traducción de la obra Philosophy of Logic de Quine».
3 Desde el inicio de edición del proyecto OME, y aparte de la traducción de El Capital, Sacristán tradujo Las raíces de la referencia de Quine y el artículo «Protesta y sobrevive» de E. P. Thompson.
Anotaciones de lectura sobre Filosofía de la lógica. Madrid, Alianza editorial, 1972.
1. [Verdad y significación]. «La verdad depende de la realidad; pero es una confusión basarse en eso para oponerse a que se llame verdaderas a las oraciones. El predicado verdad es útil precisamente en las situaciones en que, aún ocupándonos de la realidad, se presentan ciertas implicaciones técnicas que nos mueven a mencionar oraciones. En estos casos el predicado verdad sirve, por así decirlo, para apuntar a la realidad a través de la oración; sirve como recordatorio de que, aunque estamos mencionando oraciones, todo lo que importa es la realidad» (27).
El primer párrafo expresa lo que Quine admite como justificación del proposicionalismo. El segundo, su visión.
2. [Gramática] Prefiere no definir para todo lenguaje, sino considerar inmanente a cada lenguaje, categoría, construcción, morfema y léxico (40).
3. [Verdad] «Verdad es satisfacción por toda sucesión» (64) basado en satisfacción (Tarski).
4. Interesante desarrollo sobre el definir (68).
5. [El alcance de la lógica] «Y no es ningún defecto de las versiones estructurales de la verdad lógica el que excluyan del campo de la lógica la auténtica teoría de conjuntos.» (70).
La excluyen porque con ella no vale el criterio de sustituibilidad.
6. [Lógicas divergentes] La observación sobre que constructivismo no implica intuicionismo, ejemplificada con la teoría de conjuntos de Weyl.
7. [El fundamento de la verdad lógica]. Los tres rasgos de la lógica: obviedad (u obviedad potencial), falta de objeto temático específico, ubicuidad de su uso (147).
6. Las raíces de la referencia
Para la edición castellana de Las raíces de la referencia de Quine, escribió Sacristán la siguiente solapa:
W. V. Quine es, sin lugar a dudas, uno de los más importantes filósofos de nuestro tiempo. Perfecto dominador, por una parte, de la lógica formal –ciencia a la que ha aportado contribuciones que le convierten en uno de los más importantes lógicos vivos– y, por otra parte, gran conocedor de la filosofía tradicional y contemporánea, sus obras filosóficas son hoy ya verdaderos clásicos en la materia. Podríamos describir el talante intelectual de Quine como una sabia combinación de rigor formal y sensibilidad filosófica. Ello le permite estudiar los grandes problemas de la filosofía de siempre con las más refinadas técnicas del análisis lógico actual.
Aunque los escritos filosóficos de Quine son numerosos, es pieza fundamental de su obra el titulado Palabra y objeto, tal vez, de ellos, el más conocido. Pues bien, el libro que presentamos al lector de habla española constituye una prolongación de esa obra, un desarrollo en detalle de algunos de los problemas que aquélla dejaba planteados. ¿Cómo es que el hombre llega a ser capaz de comprender y dominar una teoría científica? Más en general: ¿cómo es que el hombre es capaz de hablar no sólo acerca de cosas observables, sino también de objetos abstractos? O bien: ¿cómo es que a partir de los datos de los sentidos podemos llegar a una concepción general del mundo? He ahí, pudiéramos decir, la pregunta a la que Quine trata de responder en el presente ensayo. Como se ve, y en contra de lo que pudiera hacer pensar el título, más bien especializado, de la obra, se trata, por tanto de un problema central de la filosofía de todos los tiempos que Quine viene a estudiar con una nueva sutileza. Encontramos además en estas páginas algunas de las más resonantes concepciones de Quine, en su formulación más reciente y afinada, como, por ejemplo, su impugnación de la distinción tradicional entre lo analítico y lo sintético, o su idea de ontología. Escrito en el inimitable estilo irónico y penetrante del ilustre filósofo, tiene este libro un extraordinario interés, no sólo para los estudiosos de disciplinas filosóficas tales como la lógica, la filosofía del lenguaje, la teoría del conocimiento, sino también para los de disciplinas científicas como la psicología o la lingüística.
En una de sus notas de traductor (pp. 13-14), Sacristán observaba:
Nelson Goodman [autor de la introducción del libro de Quine] hace aquí chistes exagerando la costumbre de Quine –el mejor escritor entre los lógicos– de utilizar humorísticamente palabras de la lengua cotidiana donde cualquier otro autor instalaría un término técnico, a poder ser latino o griego. Ya hace quince años, al traducir Methods of Logic [Los métodos de la lógica], renuncié, derrotado, a reconstruir los chistes con sweep y swoop, sobre los que aquí riza el rizo Goodman, y traduje los pasos correspondientes sobre la técnica del análisis veritativo-funcional usando el término «resolución» y su verbo. También aquí renuncio a traducir el gracioso fuego artificial de Goodman, que dice así: «But here I am probably guilty, in the lenguaje of Methods of Logic, of making, in the full sweep of a fell swoop, what amounts to a full swap or even a foul swipe [Pero aquí probablemente yo esté cometiendo el error de hacer, según el lenguaje de Los métodos de la lógica, de golpe lo que representa un cambio total o incluso un golpe bajo].