¿Salirse del euro?
Vicenç Navarro
La aplicación de las políticas neoliberales promovidas por la Troika (el Fondo Monetario Internacional, FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, BCE) e impuestas por la mayoría de gobiernos en la Eurozona han empeorado sustancialmente las economías de estos países. Sus políticas de austeridad de gasto público (forzándoles a reducir el déficit y deuda públicos, a fin de dar confianza a los mercados financieros) y su énfasis en la devaluación doméstica vía reducción de los salarios (en teoría para hacer la economía más competitiva, facilitando así el crecimiento de las exportaciones, crecimiento que se considera como el punto fuerte para salir de la crisis económica) han demostrado ser un fracaso. La Eurozona está ya desde 2007, más de cinco años, en la mayor recesión conocida en tales países, con el mayor desempleo conocido en esta zona monetaria, que alcanza niveles sin precedentes en los países de su periferia.
Es importante aclarar que ello era predecible. Tales políticas, promovidas por el FMI durante muchos años, han creado los mismos resultados negativos en cualquier lugar en el que se hayan aplicado. No es la primera vez que se aplican, y siempre (repito, siempre) han llevado a los mismos resultados negativos en los países a los que se impusieron dichas medidas. Uno de los casos más recientes fue el caso de América Latina, gobernada en la década de los años noventa por gobiernos conservadores y liberales que siguieron a pies juntillas las recetas del FMI. El coste social y humano fue enorme creando, como respuesta, una rebelión generalizada en contra de tales políticas, con elección en gran número de países comprometidos en interrumpir tales políticas.
El caso argentino
Uno de los primeros países en romper con este neoliberalismo fue Argentina, país que había sido hasta el 2001 el alumno ejemplar del FMI. Este país había ido acumulando deuda desde 1976, cuando se estableció un régimen militar que hizo lo que los gobiernos militares suelen hacer: aumentar enormemente el gasto militar pagándolo con deuda pública. Esta subió de 8.000 millones de dólares en 1976 a 45.000 millones siete años más tarde, cuando la dictadura terminó. Para reducir esa deuda, el gobierno de Carlos Menem siguió la receta del FMI y de Washington, aplicando medidas de claro corte neoliberal (como siempre ocurre cuando se considera que el mayor problema de un país es su llamada indisciplina fiscal, es decir, elevado déficit y gran deuda pública). Y uno de ellas era fijar el valor del peso argentino al del dólar estadounidense. El peso no podía devaluarse. Tenía que fijar su valor al del dólar.
Como ocurre en la Eurozona, dichas políticas redujeron la inflación, que es lo que la banca –cuyo mayor enemigo es la inflación- deseaba. Pero ello se consiguió a costa de unos problemas enormes, como ocurre en la Eurozona, con un gran crecimiento del desempleo, de la pobreza y de las desigualdades. La enorme reducción de la demanda creó una parálisis económica que empeoró todavía más el déficit y la deuda pública. Repito que esto que está pasando en la Eurozona estuvo pasando en América Latina. Era, pues, extraordinariamente predecible.
De ahí que el gobierno argentino decidiera romper con el FMI, con sus recomendaciones, y variara casi 180º las políticas que había estado imponiendo a la población. Rompió la paridad del peso con el dólar, permitiéndole así devaluar el peso argentino, haciendo los productos más baratos y más competitivos. En lugar de devaluar los salarios, devaluó la moneda. Otra medida que el gobierno argentino adoptó fue un aumento del gasto público financiado a través de políticas fiscales progresivas que tuvieron un impacto redistributivo muy acentuado, permitiendo una reavivación de la demanda doméstica, que fue el motor del estímulo económico. Todos los datos muestran que fue este aumento de la demanda doméstica lo que fue responsable del enorme crecimiento económico que se inició a pocos meses (sí, a pocos meses) de que se tomaran tales medidas en 2001-2002.
El PIB aumentó un 90% en diez años, siendo uno de los países que ha crecido más en América Latina (con un crecimiento anual del 8% y 9% hasta 2009), alcanzando el PIB que había tenido antes de iniciarse la crisis en tres años después de iniciarse tales políticas. Como resultado de ello, la pobreza pasó de afectar a alrededor del 50% de la población en 2002 a alrededor del 20% en 2010, y las desigualdades de renta (que en 2001 eran 32 veces mayores entre el 5% superior de la población con mayor renta y el 5% inferior) bajaron a 17 veces, y el desempleo bajó, reduciéndose a más de la mitad (bajando al 8% en 2010).
Un factor que contribuyó a estos desarrollos positivos fue el renegociar la deuda externa, de manera que dicha deuda se devaluó, pasando a valorarse de 62.500 millones de dólares a 35.300 (una reducción del 42% que tuvieron que absorber los acreedores). Ello permitió reducir considerablemente el pago público por los intereses de la deuda, lo cual permitió que el déficit público se eliminara, pasando de un déficit del 5,6% del PIB en 2001 a un superávit del 1,9% en 2005. (Y la deuda pública pasó del 113% del PIB en diciembre de 2001 a un 72% en el mismo periodo). Se mire como se mire, el cambio de rumbo fue positivo para el país.
La respuesta de los medios europeos de información a esta realidad: su sesgo neoliberal.
La cobertura por la mayoría de los medios de información de la realidad de América Latina, incluyendo la existente en Argentina, ha sido extraordinariamente sesgada, dando una visión muy negativa de lo acaecido en aquel continente y en aquel país. Los mismos medios que han estado promoviendo las medidas neoliberales que la Troika está promoviendo en la Eurozona, han presentado el caso de Argentina (y el de otros países que han roto con el neoliberalismo) como un desastre. En un excelente artículo de Julien Mercille “European Media Distort The Lessons of Argentina’s Crisis and Recovery” (del cual he extraído la mayoría de datos de este artículo), el autor muestra en detalle el enorme sesgo de la prensa de mayor difusión en su intento de desacreditar la experiencia de Argentina y otros países que han roto con los preceptos de la Troika, intentando por todos los medios (con todo tipo de falsedades y manipulaciones) evitar que aquella experiencia se contagie a la Eurozona.
Es interesante notar que, últimamente, una vez mostrado que el desastre anunciado para Argentina por parte de estos medios no ha ocurrido, y que, antes al contrario, Argentina ha recuperado su crecimiento y reducido su pobreza, su desempleo y sus desigualdades, estos mismos medios intentan ahora atribuir dicho éxito a causas ajenas a las políticas llevadas a cabo por el gobierno argentino, tales como asociar el crecimiento tan notable de la economía argentina al crecimiento del comercio internacional, que ha incrementado la demanda de los productos argentinos resultado del boom económico internacional. Este argumento ignora que el crecimiento económico argentino, sin embargo, estuvo motivado por la demanda doméstica, no por el incremento de las exportaciones que, en realidad, disminuyeron. Las exportaciones bajaron de un 25% del PIB en 2002 a un 18% en 2010.
Otro argumento utilizado para desmerecer el caso de Argentina es el que asume que la renegociación de la deuda argentina a costa de los acreedores ha creado una supuesta dificultad en conseguir crédito internacional, una amenaza constante que se considera como insalvable. Pero este argumento ignora que el capital invertido en Argentina procedía, en gran parte, del propio país, siendo el sector público el que impulsó tal inversión masiva, financiada con un aumento de los ingresos al Estado (consecuencia de su reforma fiscal) en lugar de con crédito internacional, realidad igualmente aplicable a España, donde el Estado podría ingresar algo más de 72.000 millones de euros corrigiendo el fraude fiscal (extendido, en particular, entre las grandes fortunas, las grandes empresas y la banca).
Una crítica más acertada y válida del caso de Argentina es que la inflación (un 31% en el periodo 2007-2008) es muy elevada, incluso para los niveles latinoamericanos. Ahora bien, tal y como señala Mark Weisbrot, esta elevada inflación no es rara en momentos de transición de un nivel de desarrollo bajo a otro más elevado, como también ocurrió en Corea del Sur. Aún así, este factor negativo no puede negar los otros positivos.
Dos últimas observaciones. Una es que es urgente que se abra un debate en España sobre el mérito o demérito de salirse del euro. En este aspecto, es criticable que apenas exista debate sobre este tema. Incluso en amplios sectores de izquierda apenas aparecen artículos que cuestionen la permanencia de España en el euro. De ahí que tal debate debería darse con especial énfasis entre las izquierdas, sin insultos, sarcasmos o sectarismos.
La otra observación es que aquellos desde la izquierda que se oponen a salirse del euro, no están indicando cómo el mayor problema económico (además de social) que España tiene, es decir, el desempleo, podrá resolverse en este país. Las propuestas más avanzadas en este sentido son las propuestas de la Confederación Europea de Sindicatos, que avanzan políticas públicas de clara orientación expansiva, con las cuales estoy totalmente de acuerdo. Pero para realizarlas y llevarlas a cabo, se requieren cambios sustanciales en el contexto político del establishment que gobierna tanto la Eurozona como el euro. La arquitectura institucional de la Eurozona es, por diseño, liberal, y es dificilísimo que ello cambie, condenando a España a un desempleo y precariedad por muchísimos años. Si se oponen a salir del euro, deberían explicar cómo piensan resolver el enorme desempleo y el gran descenso de los salarios en España.
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University