Un punto de encuentro para las alternativas sociales

En la “casa común europea” no hay sitio para los gitanos

Marcos Ferreira

Sobre los muchos debates y controversias que han nacido a raíz de los acontecimientos de la II Guerra Mundial, uno de los más candentes es aquel que se refiere a las categorías del Holocausto. Es habitual que muchas personas, incluso las que tienen una mayor relación con las Ciencias Sociales, consideren que el Holocausto se limitó a la Shoa, esto es, a la ejecución de 6 millones de judíos en los campos de exterminio del III Reich durante la guerra. No obstante, el Holocausto afectó también a otras etnias y nacionalidades, entre ellas a la gitana. En este sentido, se calcula que entre 222.000 y 500.000 gitanos fueron aniquilados por el III Reich, aunque hasta la fecha han sido muy pocos los gobiernos u organizaciones internacionales las que han reconocido el Porraimos como uno de los genocidios que forman parte del Holocausto. Y es que esta falta de reconocimiento internacional, además de significar una injusticia histórica, es también sinónimo de que aún a día de hoy ser gitano significa llevar encima un estigma que muchos prefieren ocultar.

Marginalizando que es gitano

Desde las calurosas y soleadas costas de España hasta las gélidas y sombrías estepas rusas los gitanos se extienden a lo largo y ancho de todos los estados-nación europeos. Según las estimaciones realizadas por el Consejo de Europa en el año 2007, un total de 9,8 millones de gitanos habitaban Europa, siendo Bulgaria, España, Rumanía y Turquía los países que comprenden dentro de sus fronteras a más población de esta etnia. No obstante, más allá de su país de residencia, todos ellos se ven obligados a sufrir y combatir la marginalización y el rechazo social que sus conciudadanos y las instituciones estatales les imponen los 365 días del año.

Los gobiernos de los Estados donde los gitanos residen aplican directamente una serie de políticas contra la etnia gitana para las cuales pueden usar diferentes pretextos y justificaciones. Se puede tratar de una cuestión de seguridad, como fue el caso del Plan de Seguridad italiano aplicado por el ejecutivo Berlusconi en 2008. Así, el Primer Ministro italiano justificaba el endurecimiento de las normas contra la inmigración ilegal por cuestiones de seguridad nacional, haciendo especial hincapié en los gitanos no italianos. También se puede tratar de una cuestión de cumplir con las normativas europeas tal y como el ejecutivo Sarkozy argumentó en el 2010 cuando se levantó una gran polémica debido a la expulsión de gitanos que vivían en situación irregular en el país galo.

Además de las coartadas que se centran en la seguridad y en el cumplimiento de las normativas legales, existen otros muchos argumentos que sirven de plataforma para llevar a cabo actos de marginalización contra los gitanos. Así, por ejemplo, en el plano médico-sanitario se encuentra el trágico periodo de 100 años en el que las autoridades suecas persiguieron y esterilizaron a las mujeres gitanas para que no se reprodujesen debido a que dichas autoridades categorizaban a la población gitana como “incapacitados sociales”. Lo cierto es que esta clasificación sigue vigente en otros muchos países a través de los sistemas educativos. Así, en Croacia, son muy pocos los niños gitanos que tienen acceso a una educación de calidad como el resto de sus compañeros y cuando lo consiguen son muchos los progenitores que deciden sacar a sus hijos no gitanos de esas escuelas para enviarlos a otras debido a que los estudiantes gitanos, supuestamente, bajan el nivel educativo y entorpecen el aprendizaje del resto de los alumnos no gitanos. En otros estados de Europa tales como Hungría, Grecia, Eslovaquia o la República Checa los niños tienen aulas específicas alejadas del resto de la comunidad estudiantil o instituciones educativas diferenciadas para ellos, lo que llevó al Tribunal Europeo de Derechos Humanos emitir una sentencia contraria a Grecia por esta causa. Ni tan siquiera el líder de la Unión Europea, Alemania, se libra de acusaciones por parte de diferentes organismos internacionales y ONGs de un trato denigrante y persecutorio contra la población de etnia gitana. En este sentido, en 2008 la alta comisaria de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos calificó el ejecutivo alemán como el más hostil hacia la población gitana en toda Europa. Esto se debe añadir al hecho de que entre 2005 y 2010 el ejecutivo germano haya expulsado a 15.000 personas de etnia gitana, la mayoría de ellas procedentes de la zona occidental de los Balcanes, con la excusa de contribuir así a la (re)creación de las sociedades multiculturales que un día existieron en la zona. Pobre justificación esta y más teniendo en cuenta que las condiciones de marginalidad socio-económica de la población gitana en este área son incluso más acentuadas de las que existen en las zonas prósperas del viejo continente. Baste recordar que hace no mucho tiempo –sucedió en el 2006– 300 eslovenos casi linchan aproximadamente a 35 gitanos en la zona este de Ljubljana y que si el pogromo no se ejecutó fue debido a que la policía eslovena lo evitó. Posteriormente, el Ministerio de Interior esloveno decidió deportar a la población gitana de la zona, tal y como la muchedumbre exigía.

No obstante, aunque naturalmente unido a lo escrito previamente, el mayor caso de discriminación y persecución hacia población gitana por parte de autoridades gubernamentales ha sucedido en Kosovo. Tras la victoria del Ejército de Liberación Kosovar en 1999, las nuevas autoridades comenzaron rápidamente a hacer efectiva la nueva soberanía obtenida a través de la limpieza étnica no sólo contra los serbios, sino también contra los gitanos. Un total de 50.000 gitanos partieron desde Kosovo hasta Serbia para huir de la furia de los liberadores albano-kosovares. Es cierto que la mayoría volvieron a sus tierras, pero aproximadamente unos 1.000 se vieron forzados a vivir en campos de refugiados situados en una zona con alta contaminación de metales pesados. Cientos de personas sufrieron intoxicaciones por plomo y alrededor de 30 fallecieron.

Además, para completar la marginalización que los gitanos sufren por parte de estados e instituciones se debe añadir que son pocos los países que han reconocido como fecha oficial el 8 de abril como el Día Internacional del Pueblo Gitano. Una fecha donde la población de esta etnia denuncia el rechazo social en el que viven y reivindican condiciones más igualitarias y dignas de vida allí donde se encuentran. Una celebración-reivindicación que cobra más fuerza aún en un contexto en donde a lo largo de la geografía europea la extrema derecha comienza a ganar importancia gracias, entre otras razones, al discurso xenófobo y racista que dirigen contra el pueblo gitano.

El chivo expiatorio de la Extrema Derecha

Una de las consecuencias más visibles a nivel político y social del impacto de la crisis económico-financiera comenzada en el año 2008 es el auge de la extrema derecha en Europa. A decir verdad, la extrema derecha siempre había estado ahí desde el final de la II Guerra Mundial, pero sí es cierto que a excepción de Austria, en donde el FPO desde la década de 1980 siempre ha cosechado buenos resultados electorales, en el resto de Europa este tipo de agrupaciones se han mostrado un fenómeno minoritario hasta que el empobrecimiento, la desesperación social y la falta de respuesta de los políticos en el poder han propiciado las condiciones perfectas para poder ganar apoyo entre diferentes estratos de la sociedad y así poder mostrar que sus reivindicaciones son legítimas debido a que detrás tienen cierto apoyo social.

La estrategia de estos partidos y agrupaciones no es sofisticada, pero sí tremendamente efectiva. Se centran en buscar un enemigo para explicar todos los males que afectan al país en el que actúan. No se trata apenas de crear un “nosotros” contra “ellos” pero también se pretende –y se consigue en muchos casos– la criminalización y deshumanización de aquellos que componen el conjunto “ellos”. En el caso que aquí se examina, esto es la población de etnia gitana, este discurso se centra en cómo los gitanos aumentan el índice de criminalidad, el de inseguridad ciudadana así como son el principal factor de la pobreza que sufre el país no tan solo a nivel económico, pero también político, social y cultural.

Si la población gitana no pertenece al país donde están establecidos en ese momento, los partidos de extrema derecha abogan por su simple expulsión hacia sus países de origen, que en la mayoría de las ocasiones suelen ser Rumania y Bulgaria. Si esto no fuese posible debido a que los gitanos son habitantes autóctonos o no pueden ser expulsados, estas agrupaciones trabajan en pro de su marginalización y demonización con el objetivo de aislarlos en verdaderos guetos para separarlos del resto de la población como si de un virus mortal se tratasen. Así, por ejemplo, durante la campaña electoral francesa para las elecciones municipales del 2014 un candidato perteneciente al Frente Nacional Francés calificaba la presencia de la población gitana en Francia como de “lepra” e “invasión”, al mismo tiempo que sugería encerrarlos en campos con el objetivo de recuperar “la dignidad nacional francesa”.

En el centro de Europa los gitanos están en un peligro constante. En Eslovaquia se han venido construyendo muros para separar a los eslovacos de la población gitana regularmente hasta alcanzar un total de 14 según los datos ofrecidos por la web “Romovi”. Por su parte, en la República Checa, los ataques contra la población gitana han ido en aumento desde el año 2008, llegando incluso al asesinato de tres gitanos en el año 2013, mientras que en el 2012 las manifestaciones racistas contra esta etnia se elevaron hasta 16. Mientras tanto, en Polonia, en la pequeña localidad de Andrychow, se organizó la primera campaña orquestada contra los gitanos desde el fin de la II Guerra Mundial exigiendo su expulsión de la pequeña localidad, según Romano Kwiatkowski, el presidente de la Asociación de Gitanos en Polonia. No obstante, es en Hungría en donde la población gitana está sufriendo las mayores dificultades debido al ascenso del grupo político Jobbik.

Jobbik cuenta con poco más de 10 años de vida, pero en esa corta etapa ha conseguido establecerse como un referente político no sólo de la extrema derecha, sino también de Hungría. Es en la actualidad la tercera fuerza política del país centroeuropeo. Uno de los elementos fuertes que han resultado exitosos en la política del partido húngaro ha sido la retórica xenófoba y racista en contra de los gitanos. El programa de Jobbik en este apartado se basa en la mera segregación de esta etnia del resto de la sociedad en base a que son considerados como vagos que apenas viven de las ayudas sociales, sin educación y procreadores de hijos sin asumir responsabilidad alguna por ello. Dentro de esta segregación se debe añadir la separación que se establecería dentro de la propia sociedad gitana ya que los niños vendrían separados de sus padres, siendo internados en campos de reeducación para así poder convertirlos en miembros útiles para la sociedad tras haber sido eliminada la “gitanidad” que había en ellos.

A pesar de lo anterior, lo más preocupante para la población gitana en Europa no es tanto que partidos de extrema derecha los usen como chivo expiatorio para así poder obtener el apoyo de la población, sino que los partidos de derecha conservadora, con la intención de no perder comba ante estas nuevas agrupaciones, implementan medidas y políticas que están en la línea de lo que los partidos de extrema derecha proponen. Aquí, como en el caso del auge de la extrema derecha, el caso húngaro es iluminador con el fenómeno del “orbanismo”. Es posible que el autoritarismo y el nacionalismo exacerbado de Viktor Orban abochornen a la Unión Europea –aunque eso no está del todo claro– pero sí es cierto que para la población de su país eso tampoco supone un problema a juzgar por la opinión política que reina entre la mayoría de los húngaros, los cuales se posicionan en posiciones cada vez más conservadoras del espectro político. Esto último supone un riesgo para la población gitana debido a que ni gran parte de la sociedad, ni el actual ejecutivo liderado por Viktor Orban, se preocuparán lo más mínimo por atajar y resolver la actitud racista que se va extendiendo en Hungría en torno a los gitanos, como de hecho ha venido sucediendo en los últimos años. Y a esta permisividad por parte de las autoridades húngaras se le debe sumar la crisis de refugiados que afecta de lleno a Hungría, lo que empeorará, si no lo ha hecho ya, la frágil situación de los gitanos en el país magiar.

Un difícil panorama que afrontar

Las causas de la marginalización y fragilidad del pueblo gitano a lo largo y ancho de Europa son fáciles de comprender. En términos económicos la población gitana se ve forzada, no ya a la precariedad laboral, sino a la supervivencia a través de numerosas actividades económicas informales y discontinuas. Su precariedad laboral-económica les conduce a bajos niveles de educación y de instrucción que se muestran en que la mayoría de ellos apenas atienden a los primeros estadios de la escuela. Esto a su vez provoca que desde el punto de vista político su conciencia y sus niveles de agrupación sean extremadamente bajos provocando que sus intereses no puedan ni ser tan siquiera escuchados.

Los factores mencionados anteriormente pueden ser intercambiados, aunque el resultado seguiría siendo el mismo. Ahora bien, para completar las razones del párrafo anterior se debe añadir que para la mayoría de la sociedad, incluso para aquella con mayores niveles de instrucción, ser gitano conlleva un estigma muy difícil de eliminar y de superar. Esto a su vez conduce a que en situaciones de dificultad e incertidumbre como las que se están viviendo en la Europa actual los partidos de extrema derecha, partidos de derecha y autoridades estatales –incluso las que están lideradas por los socialistas – puedan aprovechar la situación para conducir una verdadera campaña de marginalización y deshumanización contra los gitanos que puede tener horribles consecuencias para esta población. A esto también se le debe añadir el hecho de que las organizaciones y partidos que trabajan por la defensa de los derechos de los gitanos tienen poca relevancia en Europa y el mundo, al tiempo que no cuentan con un Estado(s)-nación propio que les pudiese respaldar como sí es el caso para los judíos o los musulmanes.

Por desgracia, la gitanofobia en Europa, a diferencia de la judeofobia o la islamofobia –aunque después los últimos atentados en París esto está por evaluar todavía–, no sólo no está mal vista, sino que incluso se ve como algo natural, como verdades que no se dicen por la cuestión de ser políticamente correcto. En otras palabras, el futuro que la población gitana se verá obligada a afrontar en Europa es, en caso de que todo siga como hasta ahora, verdaderamente lúgubre.

Fuente: http://elordenmundial.com/regiones/europa/en-la-casa-comun-europea-hay-sitio-para-los-gitanos/

 

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