Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Ideas y opiniones de un Nobel de física

Salvador López Arnal

Ideas y opiniones de un Nobel de física

Salvador López Arnal

Steven Weinberg,Plantar cara. La ciencia y sus adversarios culturales. Paidós, Barcelona 2003. Traducción de Juan Vicente Mayoral, 280 páginas.

No está en absoluto claro que las verdades objetivas no produzcan jamás esfuerzo moral: Copérnico y Galileo no han muerto, como Bruno, en la hoguera, pero han luchado y sufrido por verdades así. Y es que, al no haber demostrabilidad absoluta, también es necesaria una decisión para imponerse el modo de pensar -y aún más el de vivir- racional.

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Un libro de referencia

Salvador López Arnal

Enric Prat, Moviéndose por la Paz. De Pax Christi a las movilizaciones contra la guerra. Editorial Hacer, Barcelona, 2006. Prólogo de Francisco Fernández Buey, 329 páginas.

“Este libro es sin duda la aproximación más completa a la historia del movimiento por la paz que se ha editado hasta ahora en España”. Con estas ajustadas y merecidas palabras inicia Francisco Fernández Buey el prólogo que ha escrito para este excelente ensayo de Enric Prat cuyo tema central es la reciente historia de los movimiento por la paz en Catalunya desde los años cincuenta del siglo pasado hasta prácticamente la actualidad. Y, como es sabido, en todo este período ha habido de todo en el ámbito nacional e internacional: acuerdos sobre bases americanas (y temas anexos), guerra fría entre bloques, accidentes nucleares militares, incorporación a la OTAN, masivos movimientos ciudadanos antiotánicos, disolución por liquidación del Pacto de Varsovia, movimientos anti-mili, guerras en Europa, destrucción de federaciones, guerras en Mesopotamia, eliminación de la conscripción obligatoria en nuestro país, guerrillas revolucionarias. Largo etcétera.

No era tarea fácil el trabajo de Enric Prat, historiador, activista prudente, de y con principios y miembro asesor de la revistas Viento Sur y Sin Permiso. Entre otros factores que podrían enumerarse, la enorme, diversa y casi inabarcable información en algunos temas, junto con la escasez de datos sobre algunos períodos y actuaciones; la casi inexistencia de estudios previos de tipo general; la fuerte vinculación del autor con parte de los movimientos analizados durante un largo período de su admirable actividad militante, hacían que el estudio, la investigación de Prat pudiera adentrarse por direcciones enmarañadas. No ha sido el caso. Estamos ante un excelente libro histórico (y de historia reciente que en ocasiones es la más complicada), con investigaciones sociológicas anexas, que sin duda merece ser (y será) un libro de referencia en los estudios sobre los movimientos por la paz en Catalunya y también en España.

Sabemos la importancia histórica, política y cultural del tema. En lo que respecta a Catalunya, por concretar y no cometer errores, aunque afirmaciones similares podrían realizarse respecto a otros territorios españoles, las recientes manifestaciones por la paz han sido hasta el momento las movilizaciones ciudadanas más masivas conocidas, las intervenciones sociales que más han recordado la importante resistencia popular contra la permanencia en la OTAN y la inadmisible y estudiada manipulación gubernamental anexa. Y no sólo aquí. No exagera un neutrino Enric Prat cuando afirma que “el movimiento contra la guerra de Irak del año 2003 será recordado como uno de los más extensos e internacionales que han existido en la historia de la humanidad” (p. 1). Fueron años, además, en que el movimiento español por la paz conseguía señalar por el dedo de la acusación razonada e informada las características autoritarias (por decirlo suavemente, muy suavemente) del Ejército español y denunciaba lo que suponía para muchos jóvenes servir (en el sentido literal del término) durante años en una institución como aquélla.

Moviéndose por la Paz. De Pax Christi a las movilizaciones contra la guerra está dividido en 11 apretados capítulos. Los temas tratados son las cuestiones esenciales del período movimientos antimilitaristas durante la transición, oposición a la entrada y permanencia de España en la OTAN, feminismo antimilitarista (uno de los capítulos, en mi opinión, más destacables y novedosos del ensayo), las movilizaciones contra las guerras del golfo,.. El lector puede encontrar un resumen de los temas estudiados en las páginas 15-18 de la Introducción. Pero el autor transita también con detalle por temas y derivadas menos conocidos: por los movimientos no violentos que existieron durante el franquismo, por las campañas internacionales contra el uso de armas ligeras, por lo factores que conllevaron un reflujo del movimiento en algunos momentos, por las campañas contra los presupuestos militares reales (que en España ascendieron realmente en 2004 a 15.185 millones de euros, más del 10% del Presupuestos generales del Estado), etc.

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Ascenso y caída de una abyección

Salvador López Arnal

Ferran Gallego, De Múnich a Auschwitz. Una historia del nazismo, 1919-1945. Barcelona, Plaza & Janés 2001, 521 páginas.

Para algunos filósofos, en absoluto indocumentados, su pensamiento fue un conjunto de filosofemas asignificativos. Otros, quizás más comedidos, han apuntado que ya en sus iniciales reflexiones hay inconsistencias nada despreciables. Para la inmensa mayoría, se trata de un pensador de altura inigualable. Heidegger ha sido un maestro de Alemania, de Europa y del mundo, un nuevo Platón, que pudo sostener, en una lengua creativa y deslumbrante, que tan sólo el alemán y el griego clásico permitían una correcta aproximación a la esencia del Ser.

Sea como sea, el maestro-rector de la Universidad de Friburg, a finales de 1933, en el turbulento período inmediatamente posterior a la ascensión al poder del nazismo, se manifestaba, con sesgo inconfundible, en los términos siguientes:

“¡Hombres y mujeres alemanes! El pueblo ha sido llamado a las urnas por el Führer, pero el Führer no le pide nada al pueblo, sino que más bien le ofrece al pueblo la posibilidad inmediata de manifestar una decisión completamente libre: si todo el pueblo desea una existencia propia, o si no la quiere. Estas elecciones no tendrán parangón con ningún otro proceso electoral. (…) Esta última decisión nos lleva al límite último de la existencia (dasein) de nuestro pueblo, y ¿cuál es este límite? El límite está en la exigencia radical de toda existencia que mantiene y salva su propio honor, y por la cual el pueblo conserva su dignidad y la firmeza de su carácter. No fue la ambición, ni el afán de gloria, ni la ciega obstinación, ni las forzadas aspiraciones, sino únicamente la clara voluntad de asumir la total responsabilidad para soportar y sobrellevar el destino de nuestro pueblo, lo que motivó al Führer para la salida de la Liga de Naciones (…) El día 12 de noviembre el pueblo alemán se ratifica como totalidad sobre su destino, destino que se halla ligado al Führer. El pueblo no puede votar sobre su destino con un sí alegando las llamadas “razones de política exterior”, ni puede votar sí sin incluir en ese sí al Führer y al movimiento totalmente vinculado a él. No hay una política exterior y “además” una política interior. Hay sólo una voluntad para el ser pleno del Estado. El Führer ha despertado esa voluntad en el pueblo y lo ha fundido en un único propósito. ¡Nadie puede permanecer alejado el día en que estamos llamados a demostrar esta voluntad!”

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Cuadro verde con tonalidades rojizas

Salvador López Arnal

Ángel Valencia Sáiz (ed), La izquierda verde. Prólogo de Andrew Dobson. Icaria, Barcelona, 2006, 383 páginas.

Hay como mínimo una razón para quedarse sorprendido, netamente sorprendido, y agradecido a un tiempo, al leer el magnífico prólogo de Andrew Dobson que abre este volumen. Dobson, catedrático de Ciencia Política en la Open University de Londres, miembro del consejo editorial de Environmental Politics y reconocido autor o editor de numerosos trabajos sobre pensamiento y política ecologista, y también de un ensayo de 1989 sobre Ortega -Una Introducción a la política y filosofía de José Ortega y Gasset- Dobson, por motivos geográficos y profesionales, es persona que, en principio, no sigue, que no puede seguir con detalle, las vicisitudes concretas de la política y la cultura españolas. Pues bien, a pesar de ello, en el prólogo que comentamos, al señalar que el ecosocialismo se desarrolla, como no podía ser de otra forma, de acuerdo con la naturaleza singular de los sistemas políticos en los que se inserta, afirma que el caso español está netamente influido por nuestra experiencia de transición a la democracia y por la forma en que el marxismo influyó en el movimiento antifranquista, añadiendo Dobson: “Eso permitió que el marxismo sobrevivirá de un modo que distingue a España del resto de Europa, dando lugar a algunas de las más sofisticadas ideas acerca de la relación entre el marxismo y los nuevos movimientos sociales (es el caso de Manuel Sacristán y mientras tanto) que surgían en esa época en el continente. De ahí que el ecosocialismo español sea el resultado de la izquierda que se ha unido al ecologismo político, mientras que en otros lugares normalmente es el ecologismo político el que se une al socialismo” (pp. 8-9) [La cursiva es mía]. He de confesar que no acabo de seguirle en la conclusión que extrae, pero si debo remarcar su sensibilidad para reconocer el trabajo pionero de un autor y de una publicación cuya labor e importancia no siempre son reconocidos equilibradamente y sin sectarismos.

La izquierda verde traza un brillante y documentado panorama del paradigma ecologista, tanto en su vertiente más teórica como en sus consideraciones políticas o de intervención. El volumen está estructurado en cuatro apartados: “Pensando en la izquierda verde”, con artículos de Valdivielso, Riechmann y Arias Maldonado; “El espacio político de la izquierda verde”, con trabajos de Pedro Ibarra y Alberto de la Peña, y Ángel Valencia, al mismo tiempo editor del volumen; “La izquierda verde en el caso español”, con trabajos de M. A. Llauger, sobre el ecologismo en las Baleares, de Ricard Gomà y Marc Rius sobre el ecologismo en Catalunya y de José Larios Martón sobre el ecologismo andaluz. Dos artículos, uno de Juan Carlos Monedero y Joaquim Sempere, forman el cuarto apartado –“La izquierda verde: perspectivas y desafíos de futuro”- y una documentada y muy útil guía de lectura de Joaquín Valdivielso y Manuel Arias cierra el volumen. En la introducción de Ángel Valencia –“Izquierda sí, pero sostenible”- se puede encontrar un resumen de todas las aportaciones incluidas (pp. 17-24).

Como suele ocurrir en este tipo de publicaciones, y no es ningún demérito desde luego, la diversidad de trabajos permite diversas aproximaciones a gusto del lector o lectora. El estudioso del movimiento político ecologista, por ejemplo, tiene en la tercera parte un buen material de estudio; el analista de los movimientos sociales y la concepción ecologista tiene también excelente material en los trabajos de Pedro Ibarra y Alberto de la Peña y Àngel Valencia. El interesado por todo tiene ante él todo el volumen, sin resto. Me permito recomendar por su vuelo teórico la atenta lectura de los trabajos de Valdivielso –“El ser natural humano. Ecologismo, marxismo y socialismo”-, “La crítica ecosocialista al capitalismo”, de Jorge Riechmann; “La izquierda verde ante los desafíos del nuevo milenio”, de Joaquim Sempere, y “Verde izquierda desbordante: apuntes para un socialismo posmoderno”, de Juan Carlos Monedero. Riechmann, por ejemplo, construye una excelente argumentación para negar la compatibilidad del sistema de producción y vida capitalistas con la preservación a medio y largo plazo de la biosfera, tanto para la humanidad actual como para las generaciones futuras, defiende, pues, la tesis de la irresolubilidad de la actual crisis ecológica en términos de civilización capitalista, al mismo tiempo que señala líneas de actuación políticas para el avance de la alternativa ecosocialista

Más allá de las preferencias e intereses de cada cual, más allá de la coincidencia total con la formulación de los tres ejes políticos que señala el editor del volumen en su introducción, este ensayo es sin ninguna duda una excelente aproximación a los planteamientos, análisis, propuestas y actuaciones ecologistas, en el que quizá falte un mayor balance critico de las experiencias políticas -no sólo de oposición o de crítica sino gubernamentales, de poder- en las que recientemente han estado (y siguen estando) inmersas formaciones políticas enmarcadas en ese paradigma político-filosófico o en grupos políticos de orientación ecologista de ámbito internacional.

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Religión e instituciones religiosas versus ciencia

Salvador López Arnal

Antonio Beltrán, Galileo, ciencia y religión, Paidós, Barcelona 2001. 320 páginas.

Permanecerá, sin duda, en lugar destacado de la historia universal de la infamia. Galileo, viejo y casi ciego, obligado a abjurar de su copernicanismo y a convertirse en un delator, arrodillado, frente a los miembros de la Santísima Inquisición, y leyendo un texto que merece ser reproducido una y mil veces:

“Yo, Galileo Galilei, hijo del difunto Vincenzo Galileo de Florencia, a los setenta años de mi edad, constituido personalmente en juicio y arrodillado ante vos, eminentísimos y reverendísimos cardenales, Inquisidores generales en toda la República Cristiana contra la herética maldad; teniendo ante mis ojos los sacrosantos Evangelios, los cuales toco con mis propias manos, juro que siempre he creído, creo ahora y con la ayuda de Dios, creeré en el futuro todo aquello que sostiene, predica y enseña la Santa Católica y Apostólica Iglesia. Pero como por este Santo Oficio, luego de haberme sido jurídicamente intimado con precepto del mismo que debía abandonar totalmente la falsa opinión de que el Sol es el centro del mundo y no se mueve y que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve, y que no sostuviera, defendiera ni enseñara de ninguna manera, ni de viva voz ni por escrito, dicha falsa doctrina, y tras haberme notificado que dicha doctrina es contraria a la Sagrada Escritura, he escrito y dado a la estampa un libro en el cual trato la misma doctrina ya condenada y aporto razones con mucha eficacia en favor de ella, sin aportar ninguna solución, he sido juzgado como vehemente sospechoso de herejía, es decir, de haber sostenido y creído que el Sol es el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve.

Por tanto, queriendo yo quitar de la mente de Vuestras Eminencias y de todo fiel cristiano esa vehemente sospecha, justamente concebida sobre mí, con corazón sincero y fe no fingida abjuro y maldigo y detesto dichos errores y herejías, y en general cualquier otro error, herejía o secta contra la Santa Iglesia; y juro que en el futuro no diré nunca más ni afirmaré de viva voz o por escrito cosas tales por las cuales se puede tener de mí semejante sospecha; y si conociera algún hereje o sospechoso de herejía lo denunciaré a este Santo Oficio, o al Inquisidor u Ordinario del lugar en que me encuentre

Yo, Galileo Galilei, antedicho, he abjurado, jurado, prometido y me he obligado como queda dicho; y en fe de la verdad, con mi propia mano he firmado la presente cédula de abjuración y la he recitado palabra por palabra en Roma, en el convento de la Minerva, este día 22 de junio de 1633. Yo, Galileo Galilei, he abjurado como queda dicho, de mi propia mano.”

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Historia de un trascendental descubrimiento científico

Salvador López Arnal

Spencer Weart, El calentamiento global. Editorial Laetoli, Pamplona, 2006. Traducción de José Luis Gil Aristu; revisión técnica de Alfredo Rueda y Bosco Imbert, 262 páginas.

            Uno de los datos científicos más significativos es el reconocimiento creciente de que el cambio climático no se debe exclusivamente al CO2. (aunque, por supuesto, se deba también al CO2). La actividad humana está aportando -además de otros gases de efecto invernadero como el metano- una cuarta parte, al menos, de polvo, niebla química y otras partículas en aerosol presentes en la atmósfera terrestre. “Todos estos agentes tienen múltiples efectos sobre la radiación de entrada y salida, directamente o mediante su influencia en las nubes” (p. 202). La principal fuerte de incertidumbre actual no se halla en la ciencia. “Para predecir el cambio climático habrá que prever antes los cambios en el nivel de CO2 metano y otros gases de efecto invernadero, además de las emisiones de humo y otros aerosoles, por no mencionar los cambios en cultivos y bosques. Estos cambios dependen menos de geoquímica y la biología de las acciones humanas. La cuestión de si el mundo experimentará un calentamiento suave o drástico depende, sobre todo, de las futuras tendencias sociales y económicas (p. 226). Hay más probabilidades de que suframos un calentamiento global que lo contrario: “Debemos esperar que el comportamiento del clima siga cambiando y que los mares continúen subiendo de nivel ateniéndose a unas pautas cada vez peores que conoceremos a lo largo de nuestras vidas y que se prolongará hasta las de nuestros nietos” (p. 235).         

Spencer Weart, director desde 1974 del Centro de Historia de la Física del American Institut of Physics en College Park, Maryland, advierte en el prólogo de su ensayo (págs 7-10), con algún que otro presupuesto eurocéntrico, que tenemos que tomar decisiones difíciles, que nuestra respuesta a la amenaza del calentamiento global afectará a nuestro bienestar, a la evolución de las sociedades humanas y, de hecho, “a todas las formas de vida de nuestro planeta”. Uno de los objetivos de su ensayo es ayudar a los lectores a entender el atolladero en el que nos encontramos, explicando cómo se ha llegado a él. No es, pues, tema central de El calentamiento global las acciones que podamos y debamos acometer en el futuro y en nuestro inmediato presente. Se narra en él, “cómo hemos llegado a la situación actual y cómo hemos llegado a comprenderla. La larga lucha para concebir cómo la humanidad podía estar alterando las condiciones atmosféricas fue un esfuerzo poco visible” (p. 7). Algunos eslabones de este descubrimiento, mayoritariamente aceptado por las comunidades científicas, serían los siguientes: 1. En 1896, un solitario científico sueco –Svante Arrhenius- descubrió el calentamiento global como concepto teórico, tesis que en aquel entonces la mayoría de los especialistas declararon como muy improbable, y aún más: la mayoría  de los científicos pensaban en 1910 que los cálculos de Arrhenius eran completamente erróneos. El argumento de Arrhenius fue el siguiente: si una racha de erupciones volcánicas expulsara gran cantidad de CO2, elevaría con ello la temperatura y este pequeño incremento tendría como consecuencia que el aire caliente retendría más humedad; como el valor de agua es el gas de efecto invernadero más importante, la humedad adicional aumentaría el calentamiento de forma considerable al bloquear más la radiación infrarroja; a la inversa si se interrumpieran todas las erupciones volcánicas: el CO2 acabaría siendo absorbido por el suelo y el agua de los océanos, y el aire, al enfriarse, retendría menos vapor de agua y por consiguiente, se bloquearía en mucha menor media la radiación infrarroja: este proceso conduciría a una gladiación. 2. En la década de los cincuenta del siglo XX, unos científicos californianos descubrieron el calentamiento global como mera posibilidad, como un riesgo que podía tener lugar en un futuro muy remoto. 3. En 2001, apenas 50 años más tarde, una organización que movilizó a miles de científicos de todo el mundo descubrió el calentamiento global como fenómeno que había comenzado ya a influir de manera cuantificable en las condiciones atmosféricas y que podía agravarse mucho más.

            El lector no encontrará en este estudio denuncias políticas globales contra el demenciado sistema de producción regido por el beneficio maximizado como norma esencial; sin embargo, hay apuntes, reflexiones, notas puntuales que no parecen transitar por sendero opuesto (quizás pueda afirmarse, eso sí, que el estudio de Weart esté demasiado centrado en aportaciones de los científicos norteamericanos y que acaso no tenga suficientemente en cuenta contribuciones de científicos de otras áreas geográficas). Por ejemplo, el autor no tiene ningún reparo en recordar que Reagan asumió la presidencia de USA con una administración que despreciaba “abiertamente las preocupaciones por el medio ambiente, incluido el calentamiento global. Muchos conservadores metían en un mismo saco todos esos asuntos considerándolos peroratas de progresistas hostiles al mundo empresarial, un caballo de Troya para favorecer el desarrollo de la regulación gubernamental y los valores profanos” (p. 172). Igualmente señala que, después de la confirmación del descubrimiento, los estudiosos que criticaban de manera mas categórica las previsiones del calentamiento global, generalmente, no editaban sus trabajos en publicaciones científicas clásicas sino en “escenarios financiados por grupos industriales y fundaciones conservadoras, o en medios de orientación empresarial, como The Wall Street Journal” (p. 198), o también que “El problema desaparecería de la atención pública en medio de los distintos episodios de la polémica. Los políticos no creían poder ganar mucho agitándolo. El propio Gore se limitó a mencionar brevemente el calentamiento global durante su campaña para la presidencia de EEUU el año 2000” (p. 215) (Ello no es obstáculo, claro está, para discrepar de algunas afirmaciones políticas –laterales- del autor. Por ejemplo, su optimista balance sobre el avance de los gobiernos democráticos en el mundo a lo largo del siglo XX (p. 189), su consideración de la influencia creciente de las instituciones con fundamentos democráticos en los asuntos mundiales, o sobre su misma acepción de la categoría democracia).

            Como un buen libro no estrictamente académico de historia de la ciencia, que es lo que en definitiva es El calentamiento global, podemos encontrar en él excelentes apuntes sobre cuestiones epistemológicas anexas. Así, entre otros asuntos, sobre la complejidad: “Miles de personas realizan estudios afanosos que sólo casualmente nos dirán algo sobre el cambio del clima. Muchos científicos son apenas conscientes de la existencia de otros como ellos (…) Este tipo de ciencia cuyas especialidades sólo establecen contactos parciales se ha extendido conforme los científicos se esforzaban por entender asuntos cada vez más complejos” (p. 9); sobre los inevitables límites del conocimiento humano: “El carácter enmarañado de los estudios climáticos es un reflejo de la propia naturaleza. El sistema climático de la Tierra es de una complicación tan poco simplificable que nunca lo entenderemos por completo como podemos entender una ley física. Esas incertidumbres contaminan la relación entre climatología y política” (p. 9); sobre las presuposiciones metacientíficas: “Según esta concepción, el aumento o la reducción de la nubosidad para estabilizar la temperatura o a manera como los océanos mantendrían un nivel fijo de gases en la atmósfera eran ejemplos de un principio universal: el equilibrio de la naturaleza. Casi nadie imaginaba que las acciones humanas, tan insignificantes en medio de la vastedad de las fuerzas naturales, pudieran trastocar el equilibrio que gobernaba el conjunto del planeta. Esa visión de la Naturaleza –como algo sobrehumano, benevolente e intrínsecamente estable- se hallaba profundamente asentada en la mayoría de las culturas humanas” (p. 19); sobre la politización de la ciencia: “En 1945, conforme remitía el esfuerzo bélico, los científicos se preguntaban qué sería de aquellas empresas. La Armada de Estados Unidos decidió tomar cartas en el asunto y financiar estudios de base a través de un nuevo Departamento de Investigación Naval…La disponibilidad sin trabajas de unos cerebros preparados podía ser esencial en futuras situaciones de emergencia. Entre tanto, los científicos que hicieran descubrimientos célebres darían prestigio a la nación en la competición mundial con la Unión Soviética en marcha ya para entonces: la Guerra Fría. Había, pues, motivos para apoyar a los buenos científicos, sin que importara qué problemas decidieran resolver” (p. 35) o “En 1981, por ejemplo, Hansen envió a Sullivan un informe científico que estaba a punto de publicar y en el que anunciaba que el planeta se estaba calentando perceptiblemente. El efecto invernadero fue por primera vez noticia de primera página en The New York Times. Sullivan amenazó al mundo con un calentamiento sin precedentes que podía provocar una subida desastrosa del nivel del mar…El Departamento de Energía respondió incumpliendo la promesa de financiación dada a Hansen, quien tuvo que despedir a cinco personas de su Instituto” (p. 173); o sobre las normas científicas y el contexto social: “El mantenimiento de la confianza es más difícil cuando la estructura social no tiene cohesión. Un grupo especializado no puede comprobar a fondo el trabajo de investigadores de otra rama científica, sino que debe aceptar su palabra en el terreno en que es válida. El estudio del cambio climático es un ejemplo extremo. Los investigadores no pueden aislar la meteorología de la física solar; los estudios sobre contaminación de la informática; la oceanografía de la química glacial; etcétera. La gama de revistas que citan en sus notas a pie de página es muy amplia. Esta amplitud resulta inevitable, al ser tantos los factores diferentes que influyen realmente en el cima” (p. 229).

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