“No es que las personas se hayan vuelto más codiciosas que en las generaciones pasadas”, declaraba el profeta del capitalismo inmoderado Alan Greenspan, entonces presidente de la Reserva Federal, en el Senado usamericano en 2002. Lo que ocurría, señalaba el agitador de huracanes neoliberales, es que las vías para expresar la codicia habían aumentado enormemente. No añadió, desde luego, con neta inconsistencia, que él mismo, con sus políticas y valores, era parte sustantiva de esa expansión de las vías de expresión codiciosas.
Algo parecido ocurre con el lenguaje y estilo dominantes que, como nos enseñaron aquellos imprescindibles revolucionarios decimonónicos, suelen ser las ideas, opiniones y procedimientos de los grupos, clases y fuerzas políticas dirigentes. No es que sus campos poliéticos se abonen mejor, con mayores cuidados, con argumentaciones más sólidas; no, en absoluto. Lo que ocurre es que sus medios de expresión y penetración sigue incrementándose sin límite (y con esa oposición y respuesta) en territorios que, en principio, deberían articularse con otras nociones y con argumentos muy distintos. En Público de 19 de enero de 2010, Isaac Rosa e Ignacio Escolar escribían dos magníficos artículos sobre el tema a propósito de las declaraciones del president de la Generalitat -“Si abordamos la inmigración con el discurso buenista nos equivocaremos y daremos argumentos a los xenófobos”- y del portavoz del PSC, el señor Miquel Iceta: “Nuestro partido rechaza los dos extremos: el buenismo, cerrar los ojos antes los problemas, y la xenofobia” [2]. “Buenismo”, no es necesario recordarlo, es terminología acuñada y “popularizada” por la FAES, la fundación de la extrema derecha españolista neofranquista y neoliberal. Y hablar como ellos es, a veces, pensar como ellos
Añado una observación complementaria sobre lenguaje, estilos e ideas prestadas.
El presidente del Gobierno español envió el lunes 18 de enero un telegrama a Sebastián Piñera [3]. Le trasladada en él una “calurosa” felicitación por su apretada victoria en las elecciones presidenciales chilenas. ¿”Calurosa” es la palabra que debe escoger un presidente de un partido que se dice socialista para saludar la victoria de un dirigente político que cuenta entre las pricipales fuerzas que le apoyan a Unión Democrática independiente, una organización ultramontana fundada por Jaime Guzmán, el ideólogo del fascismo pinochetista chileno? [4]
En el telegrama escrito por alguno de los asesores de Rodríguez Zapatero se desea a Piñera el mayor éxito en su mandato como presidente chileno. ¿El mayor éxito en su mandato, el mayor éxito para implantar lo que seguramente será una política económica de capitalismo salvaje sin cuidar formas, derechos ni conquistas populares? ¿Éxito para el mandato político de un empresario multimillonario que cuando faltan apenas dos meses para asumir la presidencia de Chile no ha prescindido de ninguno de sus grandes negocios? ¿Hay que desear éxito a este Berlusconi chileno?
El texto del telegrama habla, además, de la firme voluntad del gobierno español de impulsar la cooperación y amistad que existen entre los dos países. ¿Cooperación de las multinacionales españoles para esquilmar todo lo que ponga por delante? ¿Cooperación económica con un gobernante cuyo triunfo causó al día siguiente un incremento del precio de las acciones de Axxion, una de sus grandes empresas, del 13,8%? ¿Amistad con un gobernante apoyado por una fuerza política orgullosa del legado pinochetista, impregnada de un catolicismo integrista que produce a cualquier alma sensible temblor y pavor (oposición frontal a toda legislación permisiva del aborto por ejemplo), opuesta a cualquier reforma legislativa en sentido democrático y firme (esta vez sí) partidaria del neoliberalismo económico más innoble y criminal? ¿Cooperación y amistad con esas coordenadas, con el máximo representante de esas finalidades sociales?
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