Los verdugos anónimos del estado corporativo
Chris Hedges / Original to ScheerPost La juez Loretta Preska, una consejera de la conservadora Federalist Society, de la que
Read moreChris Hedges / Original to ScheerPost La juez Loretta Preska, una consejera de la conservadora Federalist Society, de la que
Read moreDavid Brooks Un resurgimiento del movimiento de trabajadores está confrontando la injusticia económica que es el saldo de cuatro décadas
Read moreBaltimore es esa ciudad a la que el presidente Trump, en uno de sus frecuentes exabruptos racistas, calificó de «desastre
Read moreLa noticia saltó el 19 de enero. Un grupo de personalidades, intelectuales, juristas, actores y familiares, pidió que se reabran
Read moreAyer una persona, parce que un terrorista, trató de entrar a la embajada de Ecuador en Londres, donde está asilado Julian Assange el titular de WikiLeaks, y él acusa del intento de asesinato a un agente de (Hillary) Clinton. Dice que lo quiere eliminar porque tiene más documentación para revelar sobre las mentiras y falsificaciones de Hillary en el período de cuando era Canciller.
Read moreLa mentira sistemática con que Estados Unidos justifica sus guerras de agresión y la imposición de sus modelos económicos al mundo tiene en El Álamo una de sus piedras de toque. Ese hecho se ha convertido, como señala Paco Ignacio Taibo II (El Álamo: una historia no apta para Hollywood), en la piedra de toque de la historia de Estados Unidos, la que se enseña en la escuela y en la televisión y el cine. En sus versiones de El Álamo se condensan tres grandes mentiras: la excepcionalidad, el destino manifiesto y la conquista del oeste.
Read moreENTREVISTA CON JOSÉ LUIS GORDILLO SOBRE EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2001: “[…] LO MÁS PRUDENTE Y SENSATO ES PEDIR UNA NUEVA INVESTIGACIÓN SOBRE EL 11-S, COMO LO ESTÁN HACIENDO DECENAS DE MILES DE CIUDADANOS DE NUEVA YORK EN ESTE MOMENTO… PERO SI ME PREGUNTAS POR MIS INTUICIONES RACIONALES (SI ES QUE SE PUEDE HABLAR EN ESTOS TÉRMINOS), DESDE QUE EN 2005 ESCUCHÉ AL PROFESOR MARIANO MARZO EXPLICAR EL PROBLEMA DEL PICO DEL PETRÓLEO, CONSIDERO LA HIPÓTESIS DEL GOLPE DE ESTADO COMO LA MÁS PLAUSIBLE.”
SALVADOR LÓPEZ ARNAL
CIP ECOSOCIAL-Boletín ECOS, nº 8, agosto-octubre de 2009, pp. 1-12
Read moreVirginia Tech: un análisis ideoléxico de una tragedia Jorge Majfud ALAI AMLATINA, 20/04/2007, Atlanta.- La mayoría de las medicinas que se venden en forma de píldoras, recubren una determinada droga, químico o compuesto con una capa de color atractivo y gusto dulce. En español, la sabiduría popular usa esta particularidad para construir una metáfora: “tragarse la píldora” tiene una connotación negativa y expresa la acción de consumir una cosa con la forma o el gusto de otra. Es decir, creer o aceptar una verdad como hecho incuestionable sin ser conscientes de las verdaderas implicaciones. En la tradición literaria, este fenómeno epistemológico se entendía con la metáfora del caballo de Troya, también usado hoy en día para designar virus informáticos. Un ideoléxico puede entenderse como una pastilla que el discurso hegemónico prescribe e impone con seductora violencia. Por ejemplo, el ideoléxico libertad viene recubierto de una plétora de lugares comunes y dulcemente positivos (la libertad, como precepto universal lo es). Sin embargo, dentro de este recubrimiento dulce y brillante se esconden las verdaderas razones de las acciones: la dominación, la opresión, la violencia de los intereses sectarios, etc. El recubrimiento dulce y brillante anula la percepción se sus opuestos: el contenido amargo y opaco. La tarea del crítico consiste en romper la envoltura, en des-cubrir, en des-velar el contenido de la píldora, del ideoléxico. Claro que esta tarea tiene resultados amargos, como el centro de la píldora. Los adictos a una droga no renunciarán a ella sólo porque alguien descubra las graves implicaciones de su confort momentáneo. De hecho, se resistirán a esta operación de exposición. Analicemos un ideoléxico común en el discurso dominante del capitalismo tardío: la responsabilidad personal. De entrada vemos que su cobertura es del todo dulce y brillante. ¿Quién sería capaz de discutir el valor de la responsabilidad de cada individuo? Un posible cuestionamiento sería rápidamente anulado por una falsa alternativa: la irresponsabilidad. Pero podemos comenzar problematizando el nuevo falso dilema observando que el mismo adjetivo —personal— de este ideoléxico compuesto anula o anestesia otro menos común y más difícil de apreciar por los sentidos: no se menciona la posibilidad de la existencia de una “responsabilidad social”. Tampoco se habla o se acepta —en base a una larga tradición religiosa— que puedan existir “pecados sociales”. Vayamos más al centro de un caso concreto: la trágica matanza ocurrida en la Universidad de Virginia Tech. Quienes pusieron el dedo acusador —tímidamente, como siempre— en la cultura de las armas en Estados Unidos, fueron criticados en nombre del ideoléxico de la responsabilidad personal. “No son las armas las que matan gentes —comentó un amigo del rifle en un diario— sino la gente misma. El problema está en los individuos, no en las armas”. La píldora muestra un alto grado de obviedad, pero lleva nuevamente otros problemas: nadie cuestionó cómo podría hacer un desquiciado para matar a treinta personas con una piedra, con un palo o, incluso, con un cuchillo. Esta lógica se expresa cubriendo una contradicción interna del discurso. Cuando se habla de drogas, se culpa a los productores, no a los consumidores. Pero cuando se habla de armas, se culpa del mal a los consumidores, no a los productores. La razón estriba, entiendo, en el lugar que ocupa el poder. En el caso de las drogas, los productores son los otros, no nosotros; en el caso de las armas, los consumidores son los otros; nosotros nos limitamos a su producción. El discurso hegemónico nunca menciona que si no existiese el consumo de drogas en los países ricos no existiría la producción que satisface la demanda; si no existiera esta calamidad en la ilegalidad tampoco existirían las mafias de narcotraficantes. O su existencia sería raquítica, en comparación a lo que es hoy. Pero como los otros (los productores de los países pobres) son los responsables individuales, nosotros (los productores de armas, los responsables administradores de la ley) estamos legitimados para producir más armas que los otros deberán consumir, para respaldar la ley —y para quebrantarla. Si alguien, como el asesino de Virginia Tech compra un par de armas con más facilidad y cien veces más rápido con que uno puede comprar un auto, y comete una masacre, toda la responsabilidad radica en el desquiciado. Entonces, se llega a una trágica paradoja: una sociedad armada hasta los dientes está a la merced de los desquiciados que no saben ejercer correctamente su responsabilidad personal. Para corregir este problema, no se recurre a la responsabilidad social, combatiendo las armas y el sistema económico y moral que lo sustenta, sino vendiendo más armas a los individuos responsables, para que cada uno pueda ejercer con más fuerza su propia “responsabilidad personal”. Hasta que vuelve a aparecer alguien excepcionalmente enfermo —en una sociedad de santos los demonios son excepciones muy frecuentes— y comete otra masacre, esta vez más grande, ya que el poder de destrucción de las armas siempre se perfecciona, gracias a la alta tecnología y a la moral de los individuos responsables. – Jorge Majfud, escritor uruguayo, es profesor de Literatura Latinoamericana en The University of Georgia, Estados Unidos. Más información: http://alainet.org ALAI – 30 AÑOS
Read moreLos líos de Bush Frei Betto ALAI AMLATINA, 30/01/2007, Sao Paulo.- Joseph Stiglitz ganó el Premio Nobel de Economía y fue economista-jefe del Banco Mundial. Linda Bilmes enseña finanzas públicas en Harvard. Juntas, las dos cabezas calculan que Bush ya gastó US$ 2,2 billones en la guerra de Irak. El presupuesto real es 22 veces mayor que el oficialmente declarado. Eso es más de dos veces el PIB de Brasil, presupuestado hoy en R$ 1,9 billones de reales. Bush dimitió, en 2003, a su más alto asesor económico, Larry Lindsey, por haber osado sugerir que el costo de la guerra podía llegar a US$ 200 mil millones. La Casa Blanca se irritó en la época y se encargó en el Congreso de calmar a los parlamentarios. Dispuso que Paul Wolfowitz (era el número 2 del Pentágono y es, hoy, presidente del Banco Mundial) vaya a ese recinto y jure ante diputados y senadores que el propio Irak financiará todo con el petróleo que sale de su suelo… La intervención de EE.UU. en Irak es resultado de una secuencia de mentiras. Primero, Bush alardeó que el gobierno de Sadam estaría implicado en el 11 de septiembre. La acusación jamás fue comprobada. Después, lo acusó de almacenar armas de destrucción masiva. Sadam abrió las puertas del país y permitió que peritos de la CIA lo revisen de la cabeza hacia abajo. Tras un año de investigaciones, no se encontró nada. Los grandes periódicos de EE.UU. llegaron a pedir disculpas a los lectores por haber creído en el engaño. En fin, Bush trató de justificar el atolladero en que se metió prometiendo hacer de Irak una democracia capaz de diseminarse por el mundo árabe. Forjó elecciones, dividió la nación y profundizó la mortandad. Sadam Husein fue ahorcado bajo la acusación de matar a 104 chitas. En la época, Irak estaba en guerra con Irán y el dictador era un títere en manos del Tío Sam. El apoyo fue canalizado a Bagdad por Donald Rumsfeld, que hasta hace poco dirigía el Pentágono y la guerra en Irak. Bush está desesperado. Con la aprobación popular de un mísero 27%, y las derrotas en las elecciones para la Cámara y el Senado, trata de convencer a los estadounidenses de que vale la pena enviar, en los próximos 5 años, 92 mil soldados más a Irak (ya están allá 150 mil de las tropas de intervención). Los sondeos señalan que el 61% de la población estadounidense se opone al envío de más tropas. En Irak ya murieron 3 mil soldados made in USA y 700 mil iraquíes. Como cuota de urgencia están llegando 20.000 soldados más; número insignificante para un Bagdad con 5 millones de habitantes hostiles a la presencia de EE.UU. Al referirse al costo de la guerra, Bush omite los gastos para cerca de 20 mil militares heridos. Hoy, las máquinas de guerra ofrecen blindajes más resistentes. Disminuyen el total de muertos, pero producen más heridos: de ahí los enormes gastos para amputaciones, hospitalizaciones, indemnizaciones, aparatos ortopédicos etc. Se calcula que sólo los daños cerebrales consumen US$ 35 mil millones. Con la invasión de Irak, Bush concedió al terrorismo status de guerra, amplió el poder de reclutamiento de sus organizaciones y les ofreció objetivos y blancos concretos. En Irak, el terror sabe dónde y a quién afectar, mientras las tropas de ocupación ven blancos imprecisos y penalizan a la población civil. ¿Qué hará Bush? Si corre, el bicho agarra; si se queda, el bicho come. Ni puede retirar las tropas de Irak, excepto admitiendo la derrota, ni sabe cómo, por qué y hasta cuándo mantenerlas allí. Además de la guerra coordinada por el Pentágono, hay también una guerra civil que escindió la unidad nacional iraquí. EE.UU. no puede apoyar a los sunitas, sus enemigos históricos. No pueden apoyar a los chitas, aliados de Irán. Ni pueden apoyar a los kurdos, porque Turquía no toleraría. La milicia chita, conocida como Ejército del Mahdi, liderada por el clérigo Moqtada al Sadr, cuenta con 60 mil combatientes, tácticamente apoyados por 2 millones de chitas que habitan el este de Bagdad. El Ejército y la policía iraquíes están conformados predominantemente por chitas. ¿Como ofrecer seguridad a los barrios habitados por sunitas, que apoyan sus rebeldes? Bush, considerado el hombre más bien asesorado del mundo, comprobó la ley de Murphy: “Si todo puede salir mal, saldrá”. Lo grave es que lo mueve la sed de venganza. No se conforma con que su padre haya fracasado en el intento de derrumbar a Sadam Husein, en 1991, y de que su familia haya sido socia de los Bin Laden en negocios de petróleo. Como bien escribe Herman Melville en Moby Dick: “Ah, Dios! Qué tormentos sufre el hombre que se consume con su deseo de venganza. Duerme con las manos cerradas y despierta con las uñas ensangrentadas clavadas en las palmas”. (Traducción ALAI) – Frei Betto es escritor, autor de “A menina e o elefante” (Mercuryo Jovem), entre otros libros.
Read moreArrasando el Far West, gestando el imperialismo. De las guerras seminolas a Wounded Knee.
Alejandro Andreassi Cieri
Universitat Autònoma de Barcelona
“We hold these truths to be self-evident, that all men are created equal, that they are endowed by their Creator with certain unalienable Rights, that among these are Life, Liberty and the pursuit of Happiness. –That to secure these rights, Governments are instituted among Men, deriving their just powers from the consent of the governed, –That whenever any Form of Government becomes destructive of these ends, it is the Right of the People to alter or to abolish it, and to institute new Government, laying its foundation on such principles and organizing its powers in such form, as to them shall seem most likely to effect their Safety and Happiness”.
La cinematografía norteamericana, cimentó su fama y popularidad en la representación de la “conquista del Lejano Oeste”, construyendo una épica que a su vez alimentó la propia leyenda cinematográfica, configurando su perfil de arte del siglo XX, sobre la base de la imagen mil veces repetida del avance hacia el Pacífico como una empresa individual, donde se relataba el esfuerzo de unos colonos que arriesgando su vida para instalarse como pacíficos agricultores en el interior de Norteamérica, debían arrostrar numerosas penalidades y peligros, hasta que al final de su largo peregrinaje conseguían alcanzar la ansiada meta de asegurar las bases materiales de su condiciones de ciudadanos libres e independientes: granjeros propietarios de una pequeña pero productiva tierra. Sin embargo, esa imagen no se ajusta a la realidad de los hechos. La conquista del Oeste fue principalmente obra del gobierno federal, que prácticamente se configuró como tal con ella confirmando su autoridad sobre los estados que constituían la Unión, y los territorios ganados con esa expansión fueron organizados como verdaderas áreas “coloniales”.[1] La imagen cinematográfica en cambio sirvió para, sin ocultar la violencia de la conquista del Oeste, equiparar la fuerza de los bandos contendientes, equilibrar la lucha entre colonos desprovistos de otro apoyo que su propio arrojo e indígenas dispuestos a impedir que esos “pacíficos” candidatos a la agricultura se instalasen en sus tierras. No sólo la imagen fue absolutamente favorable a los colonos blancos, al menos hasta la cinematografía de la década de 1960-70, sino que los indios además de crueles y rapaces fueron presentados como egoístas que no eran capaces de aceptar la convivencia con otros pueblos.
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