Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (XI)

Salvador López Arnal

«El PCE no fue más sectario que el resto de formaciones del campo republicano; en realidad, en líneas generales, lo fue menos».

 

José Luis Martín Ramos es catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus investigaciones se han centrado en la historia del socialismo y el comunismo. Sus últimas obras son El Frente Popular: victoria y derrota de la democracia en España (2016) y Guerra y revolución en Cataluña, 1936-1939 (2018).

Centramos nuestra conversación en su último libro: Historia del PCE, Madrid: Los Libros de la Catarata, 2021, 254 páginas.

Estamos en la tercera parte: «Entre democracia y socialismo», en el primer capítulo: «Tiempo de resistencia». Lo componen tres apartados: 1. Derrota, dispersión y desorientación. 2. La Unión Nacional española. 3. Inercia resistente y recuperación de la propuesta republicana.

Déjame empezar recogiendo las palabras, excelentes en mi opinión, con las que abres el capítulo: «El PCE había sido, en sus primeros 12 años de vida, el partido de los bolcheviques españoles, el partido de la revolución, más de la rusa que de la española. Entre 1934 y 1935, había entrado en el campo de la realidad, asumiendo que la rusa era la referente y la base primera de legitimidad del proyecto comunista, pero no el modelo. De la necesidad de la defensa frente al fascismo se había hecho virtud y la política frentepopulista había iniciado la aplicación de la voluntad revolucionaria en una realidad adversa: la elaboración de un nuevo camino en la lucha contra el capitalismo, que no sería un interludio, sino un largo período de transición en el que ni las clases trabajadoras ni los comunistas estarían solos. El frentepopulismo dio contenido concreto al concepto de la “revolución española”; el PCE se erigió en el partido del Frente Popular, como lo hizo en Cataluña el PSUC, que se integró de manera definitiva en la IC tras acabar la guerra. Esa condición impulsó el crecimiento de ambas formaciones en número de militantes y en influencia social. Por fin el movimiento comunista en España había conseguido ser un hecho de masas. ¿Podría mantenerlo bajo la represión y en el exilio? Difícilmente si la dictadura y sus formas fascistas se prolongaban de manera indefinida».

Señalas a continuación que la derrota de marzo de 1939 fue un golpe del que costó levantarse, situación que se agravó «por la descomposición final del campo republicano y el aislamiento en el que volvió a encontrarse el PCE y la dimensión exterminadora de la represión franquista». ¿Por qué se produjo de nuevo ese aislamiento del partido al que aludes? ¿Por su sectarismo? ¿Por sectarismo y anticomunismo de las otras fuerzas? ¿Por la salvaje represión a la que fue sometido (nadie quería estar en sus cercanías)?

El PCE no fue más sectario que el resto de formaciones del campo republicano; mi opinión es que en realidad lo fue menos, en líneas generales. El aislamiento del PCE tuvo su origen en las discrepancias sobre la política militar y la política de resistencia, y el crecimiento de una reacción anticomunista entre una parte del socialismo, la inmensa mayoría del anarcosindicalismo y buena parte del republicanos, que coincidieron –por encima de sus muchas diferencias– en acusar al PCE de hegemonismo. Fue una acusación injusta, aunque algunas organizaciones concretas pudieran tener tics hegemonistas –la de Madrid, sobre todo. Tanto la dirección del partido como la de la IC rechazaron siempre la búsqueda de esa hegemonía, en aras de la unidad, y no pocas veces se sometieron a criterios de Negrín, socialista, que no compartían, para preservar esa unidad.

La guerra acabó con una máxima división y polarización del campo republicano, en el que solo el PCE apoyó hasta el final la política de resistencia y al gobierno Negrín; en la medida en que Negrín quedó a su vez minimizado y aislado en el campo socialista, como ocurrió con los republicanos y anarquistas que habían colaborado políticamente con él, el PCE se quedó pronto solo.

Luego, el estallido de la guerra mundial y el pacto germano-soviético y las posiciones iniciales de la IC frente a la guerra, que negó que fuera un conflicto entre fascismo y democracia hablando de un simple enfrentamiento de potencias capitalistas, remachó el clavo del aislamiento.

Comentas que el PSUC y el PCE tuvieron que reconstituirse en tierra extraña, en Francia, en la ilegalidad y la precariedad, con el único apoyo del PC francés. ¿Fue el PCF, prohibido al comienzo de la II Guerra Mundial por su política derrotista, el único partido que pudo ayudarles?

En efecto, como consecuencia de esa posición de la IC, de la negativa del PCF a apoyar la guerra, este partido fue ilegalizado.

¿Cuáles eran las fuerzas del PSUC y el PCE en el interior en los primeros años? Señalas que en 1945, en el caso del PSUC, se contabilizaron 250 miembros del partido en México, 500 en toda América Latina, 150 en las colonias francesas del norte de África y unos 4 mil en la Francia metropolitana.

Pienso que es imposible concretarla en números; es fluctuante, por culpa de las caídas constantes. En los primeros años cuarenta está bajo mínimos; yo creo que entonces se contaban en toda España por escasos centenares y algún momento decenas. A partir de 1943, con las excarcelaciones de presos y el nuevo clima que genera la evolución de la guerra mundial, la militancia va creciendo, pero muy poco a poco.

En mi libro sobre la historia del PSUC en los cuarenta (Rojos contra Franco) recogí los datos de los estadillos internos, en los que la organización más nutrida era la de Barcelona, que tenía 235 miembros en septiembre de 1944 y 745 en diciembre de 1945. En esta última fecha, todo el partido en Cataluña tendría en torno al millar, de ellos 250 en la cárcel.

El PCE podría tener entre dos y tres mil, y aparte los de las cárceles.

¿En qué países se refugiaron los militantes del PCE que pudieron exiliarse? ¿En Francia, en la URSS? ¿De qué vivían? ¿Recibieron apoyos?

En Francia, México y por toda América Latina; pocos, relativamente, en la URSS. Francia y México son los dos grandes núcleos.

Recibieron apoyos de la izquierda, del PCF o del Partido de la Revolución Mexicana de Cárdenas, también del pequeño PC Mexicano. Pero en general tuvieron que buscarse la vida, trabajando con mayor o menor fortuna.

Los liberados por el partido en el exilio son muy pocos. México canalizó buena parte del exilio intelectual y profesional, y este exilio tuvo importante acogida en instituciones académicas y editoriales.

Haces referencia, como no podía ser de otro modo, al pacto germano-soviético y hablas de él como «un pacto sorprendente pero no inexplicable». ¿Qué justificación tiene entonces ese pacto desde tu punto de vista?

Esto es largo de explicar, porque existe una información y una interpretación muy enmarañada que se agravó con la cultura de guerra fría. Hay un libro, en inglés y en francés, de un historiador canadiense, que recomiendo encarecidamente: Michael J. Carley, 1939. L’alliance de la dernière chance. Une reinterpretation des origines de la Seconde Guerre mondiale.

En síntesis: la explicación empieza con el pacto de Munich de 1938 entre Alemania, Italia, Francia y el Reino Unido, que excluye la URSS y la política de apaciguamiento del gobierno británico secundado por el francés frente a Hitler y Mussolini. Ante la creciente agresividad nazi, Stalin planteó a los gobiernos occidentales un nuevo pacto tripartito como el de la Entente de 1914 con carácter esta vez estrictamente defensivo.

Señalas que desde febrero de 1940, apenas un año después de la derrota, empezaron a editarse en México Nuestra Bandera y España Popular. ¿Quiénes escribían en esas revistas? ¿Eran leídas? ¿Llegaban a España? ¿Valía la pena el esfuerzo en publicarlas?

La escribían los cuadros del partido, una redacción mínima y algunos dirigentes. Leídas por la militancia en el exilio; a España no llegaban, hasta 1943-1944 no se restablecen relaciones continuadas entre la dirección del exilio y las organizaciones del interior.

Obviamente, valía la pena el esfuerzo. Era el principal medio de comunicación entre una militancia muy dispersa geográficamente.

Citas a Gregorio Morán y recoges una frase de su ensayo, Miseria y grandeza del PCE (reeditado por Akal en 2017, con revisión del autor, con el título Miseria, grandeza y derrota del PCE): «En los primeros meses de 1942 el partido estaba en las cárceles». ¿Qué opinión te merece el controvertido libro del que fuera periodista de La Vanguardia?

Cuando se publicó resultó fundamental; él había consultado el archivo del PCE y escribió un relato detallado y documentado, con el defecto importante de que no refirió de manera expresa a su documentación y en muchas ocasiones era difícil distinguir entre lo documentado y lo supuesto o interpretado.

Quizás lo más controvertido fuese su insistencia en disociar al dirigente y al militante, suponer una distancia moral entre el dirigente, que tiende a la maniobra y al cinismo, como poco, y el honesto militante de base.

Comentas que Jesús Monzón, con el apoyo de Carmen de Pedro, acabó convirtiéndose de facto en el máximo dirigente del Partido en Francia a partir de 1940. ¿Nos haces un breve semblanza de este dirigente condenado a 30 años de cárcel, autor de los sermones del capellán durante su estancia en la cárcel de El Dueso?

Venía de una importante familia conservadora y muy católica de Navarra. Se afilió al PCE durante la República y fue un militante honesto y leal, aunque pudiera dejar llevarse por la autosuficiencia. Asumió en la derrota y el exilio por propia decisión –y corriendo con las consecuencias– la responsabilidad que otros no querían, y dirigió al PCE en Francia y en España con una línea de acierto aceptable.

Su mayor error fue sobrevalorar las consecuencias para la estabilidad del régimen de Franco de la derrota del Eje y la posibilidad de agravar los problemas del régimen con una acción armada derivada de la presencia comunista española en la resistencia en Francia, las invasiones del otoño de 1945 en los Pirineos españoles y en particular en el Valle de Arán. Una sobrevaloración que no fue solo suya, pero que el hizo y tuvo que asumir como máximo dirigente.

Detenido por sorpresa en Barcelona, donde esperaba para pasar a Francia para rendir cuentas a la dirección del partido, salvó la vida –a cambio de una larga condena de cárcel– gracias a la intervención de un pariente, obispo. En la cárcel mantuvo una posición digna, aunque ya fuera del PCE, que lo había expulsado. Cuando fue puesto en libertad marchó a México y rehizo su vida, recuperando más que probablemente creencias religiosas, porque acabó con un cargo de gestión en una empresa del Opus, a cargo de la cual volvió a viajar a España a finales de los sesenta, pasando desapercibido.

Hablas también del enfrentamiento del PCE-PSUC con todos, también con Juan Negrín. ¿Por qué ese enfrentamiento con el que seguía siendo presidente del gobierno republicano?

El pacto germano-soviético y las posiciones de la IC entre 1939 y 1941 distanciaron a los comunistas españoles de Negrín, exiliado entonces en el Reino Unido. Por algún tiempo, el PCE-PSUC abandonó la vindicación de la Segunda República y de su gobierno y eso mantuvo la distancia.

Luego, en 1945, el PCE rectificó y volvió a defender a Negrín como presidente legítimo del gobierno de la República en el exilio, y su máximo representante ya que Azaña había muerto. En primera instancia defendió que Negrín encabezara el gobierno que eligieron las Cortes en el exilio tras el final de la guerra mundial; pero el propio Negrín renunció a ello y el PCE tuvo que resignarse.

Señalas que las instrucciones que se recibieron del exilio «se limitaron a garantizar la supervivencia de la organización, evitar la acción armada y contemplar la penetración en las organizaciones de masas del nuevo régimen, así como asistir a los presos». ¿Era posible realizar esa penetración? ¿Hubo fuerza y condiciones para ello?

Era una receta habitual en situaciones de dictadura, pero la franquista no resultó una dictadura habitual.

Se consiguió, con grandes esfuerzos y costos personales, la supervivencia de la organización y la asistencia a los presos; no la penetración en las organizaciones de masas del nuevo régimen, a lo que se renunció enseguida, en el mismo 1939 de hecho.

¿Fueron héroes las personas que fueron capaces de resistir en condiciones de una brutal represión, del mayor salvajismo fascista? Carlos Fernández los ha retratado en el libro que ha titulado: El PCE en los orígenes del franquismo (1939-1945). ¿Qué opinión te merece este detallado y extenso estudio de Fernández?

Es un trabajo excelente, que detalla muchas situaciones y trayectorias concretas, cuyo conocimiento es indispensable, no solo para el historiador, para situarse y entender las condiciones de la militancia clandestina.

Tomemos un descanso si te parece.

De acuerdo.

Entregas anteriores:

-Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (I): “El Frente Popular y la lucha antifranquista son los periodos de mayor influencia social” https://espai-marx.net/?p=9319

-Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (II). https://espai-marx.net/?p=9431

-Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (III). https://espai-marx.net/?p=9498

-Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (IV) https://espai-marx.net/?p=9655

-Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (V). https://espai-marx.net/?p=9872

-Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (VI) https://espai-marx.net/?p=10059

-Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (VII) https://espai-marx.net/?p=10110

-Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (VIII) https://espai-marx.net/?p=10167

-Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (IX) https://espai-marx.net/?p=10212

-Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (X) https://espai-marx.net/?p=10261

3 comentarios en «Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (XI)»

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