Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (XV)

Salvador López Arnal

Salvador López Arnal

«El antifranquismo, no solo el comunista, escuchaba Radio París y la BBC en español y la REI (Radio España Independiente)».

José Luis Martín Ramos es catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus investigaciones se han centrado en la historia del socialismo y el comunismo. Sus últimas obras son El Frente Popular: victoria y derrota de la democracia en España (2016) y Guerra y revolución en Cataluña, 1936-1939 (2018).
Acaba de publicar en la editorial El Viejo Topo un ensayo sobre la III Internacional y la cuestión nacional.
Centramos nuestra conversación en su libro: Historia del PCE, Madrid: Los Libros de la Catarata, 2021, 254 páginas.

Estamos en el segundo capítulo de la tercera parte de tu libro. Lo has titulado «El partido del antifranquismo» y lo has dividido en cuatro apartados: 1. De la política resistente a la de la «reconciliación nacional». 2. Consolidación de la política de masas, por encima de nuevas divisiones. 3. Crisis, con debate, y continuidad. 4. Las luchas llevan en volandas al PCE. Mucha, mucha «chicha» en este capítulo, uno de los más extensos. Nos centramos, si te parece, en los dos primeros apartados. Nos habíamos quedado aquí.

Todo lo que pasó en 1951, afirmas, debilitó la posición de Antón y Carrillo, «sobre los que recayó la responsabilidad de los reveses», sin olvidar las críticas de la propia Pasionaria. ¿Qué pasó? ¿A qué reveses haces referencia?

Antón y Carrillo fueron los chivos expiatorios de la dirección de Uribe, Mije y Pasionaria. Se les reprochó haber sido excesivamente optimistas sobre la posibilidad de expansión de las movilizaciones de la huelga de tranvías en Barcelona. Era un comportamiento típico del estalinismo, en el que no podía haber impotencia o fracaso, supuesto o real, sin culpable.

Carrillo supo sortear la situación, pero Antón, menos hábil y que ya acumulaba diferencias con Uribe, no lo consiguió.

Antón, como dices, fue separado del Buró Político y del comité central en 1953, y se le envío a trabajar a una fábrica, en Polonia. ¿No se extralimitó el partido con él? ¿Tuvo algo que ver su relación amorosa con Pasionaria?

Puede parecer sorprendente que diga que no hubo extralimitación, pero así fue teniendo en cuenta las normas de la militancia. Una vez fuera de puestos de responsabilidad, Antón tenía que procurarse por su cuenta su sustento. Por otra parte, la redención habitual de un militante caído en desgracia era volver a los orígenes proletarios si los tenía.

Lo de la venganza amorosa de Pasionaria me parece una especulación morbosa; la relación entre ambos había acabado hacía más de diez años.

En cualquier caso, teniendo en cuenta la época, el castigo fue leve, y Carrillo nunca olvidó a su compañero de fatigas de entonces, al que rehabilitó así que pasó a controlar la dirección del partido.

¿Qué papel jugó a lo largo de los años la Pirenaica, Radio España Independiente (las emisiones se iniciaron en 1941 desde la URSS) en el paulatino resurgimiento y consolidación del PCE? ¿Fue muy oída entre la ciudadanía trabajadora?

Las memorias, escritas o no, están llena de anécdotas sobre el importante papel de la REI, escuchada por gentes de todas, o casi, las clases y sobre todo por trabajadores. No pocos se hicieron comunistas o simpatizantes del partido escuchándola. Hay que recordar el papel de la radio como medio de comunicación de masas de la época, y su trascendencia en la propaganda política. De eso eran muy conscientes todos los medios públicos internacionales que tenían sus frecuencias en lenguas extranjeras. El antifranquismo, no solo el comunista, escuchaba Radio París y la BBC en español y la REI. El anticomunismo tenía su gran altavoz también, Radio Liberty, que inició sus emisiones en 1950. Era una época en la que la voz todavía valía tanto o más que la imagen.

¿Cómo fue recibida por la dirección del PCE (y por la militancia) la admisión de la España franquista en la ONU? ¿No significó de hecho un paso adelante para el reconocimiento internacional de la dictadura (y por tanto un paso atrás para la lucha antifranquista)? Más aún: ¿por qué aceptó la URSS la entrada de la España de Franco en la ONU?

Fue sin duda un paso adelante para la política exterior del régimen, por más que no el más importante. Ese lo había dado antes los Estados Unidos con los pactos de 1953 entre Franco y Eisenhower. No necesariamente un paso atrás en la lucha antifranquista y no lo fue efectivamente. Pudo sorprender en un primer momento –y sorprendió, empezando por Pasionaria y Uribe– pero la sucesión de acontecimientos en los que se enmarcó ese reconocimiento tuvo un saldo positivo, no por el ingreso en sí mismo sino por el nuevo escenario internacional al que respondió ese ingreso. Este respondió a la política de distensión perseguida por la URSS, que suponía asimismo el reforzamiento de la presencia del bloque de las democracias populares en la ONU, de la que hasta entonces solo formaban parte Polonia y Checoslovaquia.

En 1955, cerrado el conflicto de Corea, la ONU planteó el desbloqueo de su ampliación a nuevos miembros, congelada durante los años de aquella guerra. El gobierno soviético defendió las candidaturas de Hungría, Rumania, Bulgaria, Albania y Mongolia, y el norteamericano la de España, que había incorporado a su órbita –incluso militar– desde 1953. Fue un intercambio internacional de cromos y la URSS, que hasta último momento se opuso a la candidatura española, acabó aceptándola en la última instancia de aquel intercambio.

La línea de la coexistencia pacífica se impuso sobre la guerra fría; y ese hecho fue interpretado, para mí con acierto, por Carrillo y Claudín como un giro en la historia que había de aplicarse también a la lucha contra la dictadura franquista, políticamente estancada.

¿Y el informe Kruschev? ¿Qué pudo significar para dirigentes como Pasionaria, próximos a la Unión Soviética? ¿Y que pasó entre la militancia? ¿No fue un golpe muy duro teniendo en cuenta la gran mitificación de Stalin y de la URSS en la mayoría de partidos comunistas?

El informe fue presentado inicialmente a puerta cerrada. Su contenido se fue conociendo y digiriendo con el tiempo. Hubo sorpresas iniciales, pero los datos eran demasiado abrumadores para ignorarlos. Desde luego puso en cuestión la figura de Stalin, y ya sabemos que eso no se consideró de la misma manera en todo el movimiento comunista. Mao Tse-tung lideró una posición discrepante, que podía tener connotaciones ideológicas –eso nos llevaría a otro terreno de entrevista–, pero también a la crisis interna de la dirección comunista china ante el fracaso del gran salto hacia adelante. Mao buscó su defensa en su identificación con la política estalinista de colectivización forzada e industrialización acelerada, en detrimento del campesinado y de las políticas de redistribución y consumo.

¿Quiénes propiciaron la política de la reconciliación nacional? ¿Una buena decisión política en tu opinión? ¿Nos resumes sus ideas principales?

La propuso Carrillo, apoyado por Claudín y la mayoría de la nueva generación de cuadros, tanto los que procedían de las JSU y formaban parte del exilio como los del interior. El antecedente intelectual está en la propuesta de Togliatti, el comunismo italiano, de reconciliación nacional formulada al acabar la Segunda Guerra Mundial. La clave fundamental era considerar que no se había de seguir manteniendo los mismos alineamientos sociales y políticos que se habían producido durante la guerra civil, que el triunfo de Franco había significado la instauración de un régimen en perjuicio de la inmensa mayoría de los españoles, incluidos los que habían combatido a la República entre 1936-1939.

Eso había acabado generando un campo común de oposición a la dictadura en el que objetivamente se encontraban republicanos y no republicanos. La huelga de tranvías de 1951 en Barcelona y, más recientemente, los sucesos de la Universidad de Madrid de febrero de 1956 habían puesto de manifiesto esa convergencia en el rechazo a la dictadura de sectores sociales y políticos que habrían sido divergentes en 1936-1939. Al mismo tiempo daban verosimilitud a una lucha contra el régimen asentada en la movilización de masas. La conclusión es que era posible «una solución democrática y pacífica» –en sintonía también con las nuevas perspectivas de la política internacional– y que el punto de partida era unir a los españoles no a partir de las diferencias anteriores sino del común interés por la reinstauración de un sistema democrático.

¿Fue aceptada fácilmente por el partido? ¿Disidencias? ¿Pasionaria se mostró de acuerdo con ella?

Hubo discusiones y alguna parte de la militancia, tanto en el exilio como en el interior, la rechazó. Pero fue muy minoritaria. Se discutió en particular la cuestión de la nueva relación con los católicos y la aceptación de una «vía democrática y pacífica», vinculado esto último al rechazo de la coexistencia pacífica. Pero la nueva línea se impuso por completo en el VI congreso del PCE, en el que Carrillo fue elegido nuevo secretario general en sustitución de Dolores Ibárruri, que pasó a ocupar el puesto, más honorífico que otra cosa, de Presidente del partido.

Pasionaria se sumó a la nueva mayoría, sin mayores problemas. Constituyó la base de los diversos grupos «pro-chinos» que surgieron más tarde, a partir de 1963, y de otras escisiones posteriores, como la del «grupo Unidad» en el PSUC, en 1967, base del PCE (internacional).

Todas esas disidencias, en particular las «prochinas», fueron minoritarias.

¿Mantuvo el partido esa política de reconciliación nacional a lo largo de los años, hasta la muerte de Franco? ¿Un verdadero cambio y una decisiva constante estratégica?

La mantuvo hasta el final de la dictadura y no hubo solución de continuidad en la aceptación estratégica de la lucha por la democracia y la vía pacífica en la política comunista española tras la caída del régimen y la restauración de la monarquía.

La declaración de junio de 1956, afirmas, estableció las razones y el principio de la ruptura estratégica del PCE pero quedaron para concretar «sus formas, sus instrumentos y su desarrollo programático». ¿Se concretaron más adelante? ¿De qué modo?

La declaración fue el principio general del nuevo rumbo. Un nuevo rumbo que tenía dos líneas claves, la movilización de masas y una nueva política de coalición contra el régimen franquista, en las que la relación con los católicos aparecía como cuestión fundamental. Sobre la movilización de masas estaba por ver cuáles serían sus parámetros, durante un primer tiempo se especuló con la idea de una acción general que llevara al régimen a una situación insostenible. En cuanto a la política de coalición había que empezar casi de cero, salir del aislamiento y luchar contra el dominio de las posiciones de guerra fría también en el seno de la oposición franquista.

Las concreciones fueron llegando con la práctica.

¿A qué llamas jornadismo? ¿Un error, una «enfermedad infantil izquierdista»? ¿Algo inevitable dadas las circunstancias, una forma de dar esperanza a los esforzados combatientes antifranquistas?

Creo que fue algo más que dar esperanzas, fue la creencia en las posibilidades de una acción general suficientemente contundente, una reminiscencia de los mitos de la huelga general y la afloración de un exceso de voluntarismo.

¿Exceso?

Exceso digo, porque la voluntad estuvo siempre en el centro de la cultura comunista y fue, en mi opinión un valor positivo que impedía el derrumbe moral, la pasividad, y facilitaba que los comunistas tomaran la iniciativa incluso en condiciones adversas. Pero tenía el riesgo del voluntarismo, de no constatar los límites que en cada momento podía tener la voluntad. La primera forma en que se consideró el asalto al régimen desde la nueva perspectiva de la reconciliación nacional fue esa propuesta de jornadas de acción general y lo más unitaria posible, que se concibieron sin que hubiera una movilización de base que pudiese alimentarlas y sin que se hubiesen desactivado las reticencias hacia los comunistas de la mayor parte de las formaciones de la oposición.

Los resultados no acompañaron…

Los magros resultados conseguidos fueron motivo de desazón interna y pudieron dar argumentos a quienes no estaban convencidos del nuevo rumbo. No obstante, ese rumbo se mantuvo, y se fue corrigiendo aquella concepción del derrumbe del régimen. El jornadismo fue sustituido por la valoración del proceso, el reconocimiento de la importancia de las movilizaciones parciales, su capital acumulativo. En ese punto las consecuencias sociales del plan de estabilización de 1959 y el margen abierto a la acción sindical por la ley de convenios colectivos de 1958 –sobre todo a partir del decreto de 1962 que reconoció el conflicto laboral, abandonando la respuesta uniformemente punitiva mantenida hasta entonces ante los conflictos– vino en ayuda de la nueva política del PCE y de su concreción en un creciente movimiento de masas, entre los trabajadores.

También entre los estudiantes universitarios que desde comienzos de los sesenta pasaron de las acciones explosivas puntuales, como las de 1956 en Madrid y de 1957 en Barcelona, a un estado de agitación permanente contra el control del SEU y la precariedad científica de los estudios universitarios. En cuanto al de las relaciones con el resto de la oposición, el bloqueo se abrió por la fuerza de la presencia de los comunistas en las nuevas movilizaciones sociales y por la apertura hacia de ellos de una parte del mundo católico, empezando por las organizaciones que la Iglesia tenía en el mundo del trabajo y por los jóvenes sacerdotes que habían de ejercer su acción en las barriadas obreras.

Un punto muy importante sobre el que te volveré a preguntar en su momento. Descansemos un momento de nuevo.

De acuerdo.

Entradas anteriores:

Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (I): “El Frente Popular y la lucha antifranquista son los periodos de mayor influencia social”.

Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (II).

Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (III).

Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (IV).

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Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (VII).

Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (VIII).

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