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Crítica teatral: Catarina e a beleza de matar fascistas

María-Cruz Santos

Catarina e a beleza de matar fascistas
C
reación y dirección: Tiago Rodrigues Teatro Nacional D. Maria II
Teatre Lliure, Barcelona, 21 y 22 de diciembre de 2022

 

Catarina es la protagonista de esta obra. Catarina son todas las actrices y todos los actores, Catarina podríamos ser todos. Esta es la primera provocación. Catarina fue una mujer real, Catarina Eufémia.

Catarina Eufémia es símbolo de la resistencia antifascista y de la lucha feminista en Portugal. Era una cosechadora analfabeta del Alentejo que fue asesinada en 1954 por la Guardia Civil Republicana mientras protestaba llevando a su hijo de 8 meses con ella, para reclamar mejores condiciones de trabajo. Con este punto de partida, el director, Tiago Rodrigues, del Teatro Nacional D. Maria II, de Portugal, nos introduce en la anécdota: una familia, descendiente de una vecina testigo de la muerte de Catarina, se reúne cada año y van 74, en el aniversario de la misma, y mata a un fascista, previamente secuestrado, para conmemorar la fecha.

Catarina Eufémia tenía 26 años cuando murió y, por eso, este año una de las hijas que ha cumplido 26 años y que es la gran esperanza de la familia y de la matriarca, matará su primer fascista.

Tiago Rodrígues nos sitúa en un entorno idílico. El montaje es cálido y versátil. Una casa luminosa y acogedora, que se desmonta para dejar ver dentro un solo pilar a modo de árbol que sostiene toda la estructura, los árboles que se plantan sobre la tumba de cada fascista muerto. Es un lugar donde nadie podría sospechar que se sucedan tan macabros manejos. La familia, cuyos miembros ya se han establecido en Lisboa, menos uno de ellos, se reúne para comer, para verse y sentirse unidos, una comida tradicional solo que el final inexorablemente está unido a una muerte. Este año salta la sorpresa, Catarina, la hija en quien tantas esperanzas se había puesto, duda en el último momento y no puede apretar el gatillo.

A partir de aquí se desarrolla un enfrentamiento dialéctico entre madre e hija en el que se revisa todos los argumentos de la democracia, de la lucha de la democracia contra el fascismo. A la necesidad imperiosa de frenarlo por todos los medios (hay que obrar mal si con ello conseguimos el bien) de la madre, se oponen los argumentos de la hija, si obramos como ellos, ¿no somos nosotros mismos fascistas? ¿74 años matando fascistas han servido para erradicar el fascismo? Dejarlo libre significa que podrá seguir haciendo discursos, seguirá teniendo el poder de la palabra y, la palabra, tiene una fuerza arrolladora. Entonces, ¿por qué no tiene fuerza la palabra de la izquierda? Y la manipulación, la madre ha cambiado el sentido de la última carta de la abuela, la testigo de la muerte de Catarina Eufémia e iniciadora de la tradición, y sus legados. El espectador se ve así confrontado a un duro dilema porque ambas tienen razones poderosas e inapelables y la decisión última estará ligada a consideraciones morales.

Durante una larga escena, quizás demasiado larga y demasiado reiterativa, madre e hija exponen toda la grandeza y la debilidad de la democracia, de la libertad de opinión (la opinioncita) que nos puede llevar, como ya ocurrió en el pasado, al secuestro de la libertad, de la palabra, del pensamiento por parte de quienes realizan un uso torticero de los derechos. La hija parece convencida, va a matar al juez machista que han secuestrado, pero no lo hace porque no podemos matar por lo que todavía no ha ocurrido. A partir de aquí la familia se mata entre ella en una escena que podríamos considerar como el símbolo de lo que ha hecho la izquierda dividiéndose y subdividiéndose en una secuencia que se antoja infinita, y el juez queda libre. Libre para continuar sus discursos, libre porque quienes los podían limitar, están muertos. Un monólogo de más de media hora en el que parte del concepto de libertad. Una libertad que, para ser ejercida, necesita seguridad, necesita policía, necesita ejércitos. A partir de aquí su discurso se vuelve más y más agresivo y repasa todos los elementos consustanciales a la nueva derecha. Un discurso deliberadamente largo, que enerva, disgusta y provoca y, a través del cual, se consigue la implicación del público en una medida como yo nunca antes he visto y que es una constante en todos los sitios en los que hasta ahora se ha representado la obra.

La obra interpela y hace preguntarse, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo no se frenó antes? Quizás por la antropofagia de la izquierda. Quizás por lo que Pasolini llamaba el fascismo de los antifascistas en el que estamos sumergidos todos. Quizás por la irremediable estupidez humana.

La obra se ha representado en el Teatre Lliure de Barcelona los días 21 y 22 de diciembre de este año de 2022. El autor y director es Tiago Rodríguez quien mantiene el ritmo de la obra con habilidad y recursos tradicionales. Tiago Rodrigues fue director del Festival de Teatro de Aviñón hasta el año 2021. El Festival de Aviñón es uno de los más antiguos y prestigiosos de Europa.

Los intérpretes:

Isabel Abreu
Romeu Costa
António Fonseca
Beatriz Maia
Marco Mendonça
Antonio Afonso Parra
Carolina Passos Sousa
Rui M. Silva

merecen el aplauso y el reconocimiento, en especial Romeu Costa, el secuestrado juez Neto de Moura, quien aguanta impertérrito media hora defendiendo lo indefendible frente a un público que pasa de la estupefacción a la indignación y de la indignación a la reacción airada.

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