Por qué necesitamos alternativas de desarrollo
Saba Kohli Dave, Shreya Adhikari
Ashish Kothari es uno de los fundadores de Kalpavriksh, una organización sin ánimo de lucro que trabaja en cuestiones medioambientales y sociales a escala local, nacional y mundial. Hasta hace poco dirigía su programa sobre alternativas, que trabaja para crear alternativas a sistemas dominantes como el patriarcado, el capitalismo y el sistema de castas, que perpetúan la injusticia, la desigualdad y la insostenibilidad.
Ha participado activamente en diversos movimientos populares, como el Narmada Bachao Andolan (movimiento para salvar el Narmada), el Beej Bachao Andolan (movimiento para salvar las semillas) y la Community Forest Rights Learning and Advocacy Network (Red de aprendizaje y defensa de los derechos forestales comunitarios). Ayudó a crear y forma parte de los equipos de coordinación de Radical Ecological Democracy, Vikalp Sangam (Confluencia de Alternativas) y Global Tapestry of Alternatives.
En esta entrevista con IDR, Ashish habla de cómo se entienden las cuestiones de desarrollo y sostenibilidad, así como de la necesidad de explorar ideas alternativas y sistemas de conocimiento indígenas y no dominantes. También explica qué pueden hacer los colectivos y las organizaciones sin ánimo de lucro para incorporar estas alternativas a sus prácticas cotidianas.
¿Qué falla en el discurso dominante sobre desarrollo y sostenibilidad?
El término «desarrollo» se ha definido en gran medida mediante indicadores económicos como el PIB, o producto interior bruto, que mide la cantidad de bienes y servicios que produce un país. Sin embargo, se centra únicamente en la actividad económica cuantificable o monetizable, lo que reduce considerablemente el concepto más amplio de desarrollo.
Debido a este estrecho enfoque, cualquier forma de producción, comercio o consumo suele considerarse intrínsecamente buena, sin tener en cuenta las consecuencias negativas. Este modelo externaliza los impactos ecológicos, sociales, psicológicos y culturales. Se hace hincapié en los grandes proyectos de infraestructuras, la industrialización pesada y la urbanización. Asume una progresión lineal de las sociedades cazadoras-recolectoras a las agrícolas, a las industriales y a las postindustriales como algo necesario e inevitable; y de ahí vienen las etiquetas de países subdesarrollados, en vías de desarrollo y desarrollados.
Para maximizar el crecimiento, este modelo trata tanto a las personas como a la naturaleza como mercancías que hay que explotar para la producción y el consumo. También tiende a considerar a los seres humanos como seres separados de la naturaleza. Esta perspectiva tiene sus raíces en ciertas filosofías occidentales modernas, como el dualismo cartesiano, que ve tanto a los seres humanos como a la naturaleza como máquinas fundamentalmente separadas entre sí. Esta separación tiene raíces culturales y sociales más profundas, como el patriarcado, el colonialismo y la división de la Tierra en Estados nación con fronteras fijas y economías competitivas. Otro resultado ha sido el rápido aumento de la desigualdad en todo el mundo, hasta el punto de que un puñado de multimillonarios poseen o controlan la mayor parte de la riqueza.
Todos estos factores juntos crean un modelo sin lógica inherente para la verdadera sostenibilidad o equidad. Los resultados de esto son evidentes hoy en día en las diversas crisis ecológicas, sociales y económicas a las que nos enfrentamos.
¿Podría darnos uno o dos ejemplos de este tipo de desarrollo insostenible?
Tomemos la agricultura como ejemplo. En la década de 1960, India experimentó la Revolución Verde, que se pregonaba como el desarrollo de la agricultura. Incluía alejarse de las formas tradicionales de agricultura, en las que la tierra, las semillas y el agua eran elementos interrelacionados, y donde la agricultura no era sólo una actividad económica, sino también parte de la vida social y cultural. En su lugar, estos elementos fueron tratados como meros componentes de un proceso de producción económica estrechamente definido, esencialmente como mercancías. Se pasó a producir para el mercado y no para el autoconsumo.
Se han introducido fertilizantes, pesticidas y semillas híbridas y modificadas genéticamente para maximizar la producción agrícola. Pero la producción se define de forma muy estricta, centrándose únicamente en la cantidad de granos alimenticios producidos por acre. Este enfoque ha ignorado la sostenibilidad durante los procesos de producción y los beneficios adicionales que aportaba la agricultura tradicional, como el forraje, la biodiversidad y un sistema ecológico próspero.
Por ejemplo, en un arrozal ecológico se pueden encontrar cangrejos y peces, que contribuyen a la productividad general y a la salud ecológica de la zona, así como a la cesta de alimentos del agricultor. Por el contrario, un arrozal de la Revolución Verde se centra únicamente en el grano, lo que a menudo conduce a la destrucción de otros aspectos de la productividad de la explotación y socava la resistencia ecológica del suelo dado el uso intensivo de productos químicos. Este es un ejemplo clásico de lo que falla en el modelo dominante de desarrollo.
Además, la suposición de que regiones como Kachchh, en Gujarat, no pueden gestionar sus precipitaciones naturales conduce a proyectos equivocados que transfieren enormes cantidades de agua de un lugar a otro. Esto no tiene en cuenta el potencial de autosuficiencia hídrica local mediante la recogida adecuada del agua de lluvia y el uso sostenible del agua. Más de 100 pueblos de Kachchh han demostrado que gestionando sus recursos hídricos con sensatez y evitando cultivos intensivos en agua, como la caña de azúcar, pueden ser autosuficientes incluso con precipitaciones limitadas.
Por eso es necesario cuestionar la versión dominante del «desarrollo» –que es verticalista, excluyente, suele desplazar a las comunidades locales por motivos lucrativos y es ecológicamente insostenible– y buscar alternativas.
En este contexto, ¿cómo serían las alternativas?
Las alternativas se refieren a formas de satisfacer las necesidades y aspiraciones humanas que no dañan el planeta ni marginan a grandes segmentos de la humanidad. Entre ellas se incluyen la democracia política y económica; las iniciativas de base que abordan las necesidades básicas; los movimientos por la justicia y la igualdad; y las políticas, tecnologías y marcos que desafían las estructuras opresivas, desiguales e insostenibles. Este modelo alternativo no sólo implica soluciones tecnocráticas como cambios en los equipos –por ejemplo, la adopción de tecnología solar o la digitalización– para mejorar los medios de subsistencia, sino también cambios sociales y políticos para que los sistemas sean más inclusivos e igualitarios. Las alternativas implican examinar los sistemas en su totalidad y comprender las diversas interrelaciones e intersecciones en juego. Se trata de aprender desde la base en lugar de imponer enfoques académicos o administrativos desde arriba, que por desgracia es la forma en que funciona el actual discurso sistémico.
Podemos encontrar ejemplos de alternativas en todas partes, especialmente entre las comunidades que gestionan sus recursos colectivamente y de forma que garanticen una distribución justa y un uso sostenible. Por ejemplo, durante la pandemia de COVID-19, un movimiento dirigido por la comunidad en Nagaland ayudó a la gente a sortear mejor la segunda oleada, más dura, de marzo de 2021. Iniciada por las mujeres de la Red del Noreste (NEN), la iniciativa [dio paso a] actividades esenciales como la venta ambulante y la agricultura para que continuaran a pesar de las restricciones. Las vendedoras ambulantes de Kohima se unieron para conseguir espacios de venta limitados mediante la defensa colectiva ante los concejales municipales. Las mujeres de las zonas rurales compartieron las hierbas que habían recogido y las verduras que habían cosechado con los residentes urbanos, distribuyéndolas en diversos lugares, como hospitales, donde la gente podía llevarse lo que necesitaba.
Otro ejemplo lo encontramos en la gobernanza y gestión colectiva de los bosques –potenciada por la Ley de Derechos Forestales– en el centro de la India. En el distrito de Gondia, en Maharashtra, donde el 75% de la población son adivasi gond y halba, más de 250 aldeas han conseguido sus derechos comunitarios sobre los recursos forestales. En el bloque de Deori [del distrito de Giridih, en Jharkhand], representantes elegidos de 29 aldeas han formado una federación para gestionar y vender productos forestales menores. Durante el cierre de 2020, la federación obtuvo permiso del gobierno para seguir recolectando hojas de tendu y mahua, fuentes vitales de ingresos para los aldeanos. A pesar de las dificultades, la federación facilitó la recogida y venta seguras de estos productos, garantizando que todos los adultos de 5.069 familias participaran en su trabajo y fueran compensados por él.
¿Cómo pueden las organizaciones sin ánimo de lucro que trabajan estrechamente con las comunidades sobre el terreno incorporar un enfoque alternativo? ¿Qué debe cambiar para que esto sea posible?
La mayor parte del sector del desarrollo, incluidas las organizaciones sin ánimo de lucro y los organismos donantes –dejando de lado por un momento a los gobiernos–, lamentablemente sigue basándose en métodos probados, y yo diría que agotados. Incluso cuando hablamos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS ), el enfoque sigue siendo bastante convencional. Por ejemplo, aspirar al 100% de escolarización y alfabetización es un objetivo noble, pero nadie se pregunta qué tipo de aprendizaje o alfabetización pretendemos. ¿Qué ocurre cuando alguien se alfabetiza en inglés pero olvida su propia lengua? A menudo no puede competir con angloparlantes más privilegiados que compiten por los mismos puestos de trabajo, ni está preparado para desempeñar ocupaciones tradicionales.
La gran mayoría de los escenarios de desarrollo siguen estancados en planteamientos en los que la gente de las ciudades viene a decir a los aldeanos lo que tienen que hacer, y la ciencia formal domina otras formas de conocimiento. A veces, esto ocurre porque los donantes tienden a dictar condiciones que no permiten la creatividad y la experimentación. Sin embargo, uno de los cambios más fundamentales que necesitamos es el de nuestra mentalidad. Si la mentalidad dominante es que sólo la ciencia del sector formal puede resolver los problemas, o que sólo las grandes corporaciones tienen los recursos para encontrar soluciones, entonces nunca nos involucraremos en este tipo de colaboraciones. Está muy extendida la creencia de que los habitantes de los pueblos –a menudo tachados de «analfabetos»– no tienen nada que aportar a las soluciones. La degradación de los sistemas de conocimientos populares es un problema desde la época colonial. Para lograr este cambio [de mentalidad], también es necesario centrarse en el sistema educativo de la India. Incluso 75 años después de la independencia, el sistema educativo indio, diseñado durante el dominio británico, sigue siendo fundamentalmente colonial. Algunos estados han introducido cambios positivos, pero en general seguimos enseñando a los niños de las zonas rurales que los sistemas de conocimiento de sus padres y comunidades son anticuados y primitivos, y [decimos] a los niños de las zonas urbanas que la India rural nos arrastra hacia abajo.
He aquí algunas formas en que las organizaciones sin ánimo de lucro pueden centrar su trabajo en el pensamiento alternativo:
1. Dar prioridad a los sistemas de conocimiento alternativos
Para las organizaciones sin ánimo de lucro que trabajan con comunidades, dar prioridad a sistemas de conocimiento alternativos o híbridos puede ayudar a fortalecer la producción de conocimientos, lo que conduce a soluciones más eficaces y relevantes para el contexto. Muchos grupos de la sociedad civil ya han desarrollado soluciones innovadoras aprovechando los conocimientos y recursos locales.
La educación alternativa es un ámbito en el que la sociedad civil se ha mostrado especialmente activa, creando nuevos modelos que respetan e incorporan los conocimientos y las lenguas locales. Una alternativa completa es la Marudam Farm School (Marudam) de Tamil Nadu, que prescinde de los planes de estudios formales establecidos por el gobierno y de la necesidad de exámenes. Algunos elementos del sistema convencional siguen presentes para garantizar que los alumnos puedan cursar estudios superiores en el sentido tradicional si así lo desean, pero el planteamiento es fundamentalmente distinto de la educación convencional.
En Marudam, el plan de estudios se elabora democráticamente, con un fuerte énfasis en el aprendizaje práctico y basado en actividades. Siguen el concepto gandhiano de Nai Talim (educación básica), que hace hincapié en trabajar con la cabeza, las manos y el corazón, en lugar de obligar a los alumnos a memorizar. Se hace especial hincapié en la integración con la comunidad local, en aprender del entorno local y dentro de él, en ayudar a mantener y restaurar los ecosistemas locales y en crear un entorno de aprendizaje acogedor en el que se fomenten las capacidades, habilidades, talentos y perspectivas innatas de cada niño, en lugar de reprimirlas.
Este principio de valorar los distintos tipos de conocimiento se aplica a todos los sectores. Para las organizaciones sin ánimo de lucro, reconocer e integrar estos sistemas de conocimiento es crucial. Hacer hincapié en estos sistemas no sólo preserva la valiosa sabiduría local, sino que también garantiza que las soluciones desarrolladas sean sostenibles y estén profundamente arraigadas en las comunidades a las que sirven.
2. Salvar las distancias entre los distintos sistemas de conocimiento
Además, la colaboración entre investigadores, científicos y poseedores de conocimientos autóctonos es esencial para pensar de forma alternativa. Por ejemplo, en Telangana, los Krishi Vigyan Kendras están dirigidos colectivamente por científicos nombrados por el gobierno y agricultoras dalit. Esta colaboración, probablemente la única de este tipo en la India, se mantiene desde hace 20 años. Tanto los agricultores como los científicos del gobierno reconocen que esta asociación les ha permitido desarrollar sistemas agrícolas sostenibles basados en pequeñas explotaciones.
La Deccan Development Society (DDS), otra de estas colaboraciones, ha demostrado que los métodos tradicionales y orgánicos pueden ser muy eficaces. En las aldeas de Telangana donde trabaja la DDS, las agricultoras dalit tienen ahora su propio ganado y semillas y están social y económicamente capacitadas, liberándose del opresivo control de los grandes terratenientes de casta superior de los que antes dependían.
Esto pone de relieve el enorme potencial de integración de múltiples sistemas de conocimiento –desde los de las comunidades locales hasta los de las instituciones del sector formal, y desde los enfoques tradicionales hasta los modernos– para complementarse y potenciarse mutuamente.
3. Abogar por cambios políticos
La promoción de políticas es esencial para ampliar las iniciativas locales de éxito. Las organizaciones sin ánimo de lucro y los colectivos actúan como ese puente crucial entre los responsables políticos y las comunidades sobre el terreno. Por lo tanto, pueden demostrar el potencial de estas iniciativas y abogar por políticas de apoyo. Por ejemplo, una importante labor de promoción popular ha llevado a la adopción de políticas de agricultura ecológica en varios estados indios como Sikkim, Ladakh y Uttarakhand.
4. Escala, pero colectivamente
Las organizaciones sin ánimo de lucro y los colectivos pueden ayudar a crear cambios a gran escala no ampliando una sola iniciativa, lo que puede llevar a la burocracia y a la concentración de poder, ni tratando de replicar esfuerzos similares en distintas zonas, lo que puede no funcionar debido a los diferentes contextos locales. En su lugar, deben centrarse en la «ampliación». Esto significa aprender los procesos, valores y principios de las iniciativas que han tenido éxito, adaptarlos a los contextos locales y, a continuación, conectar con otras personas y redes para construir un movimiento colectivo en favor de un cambio más amplio. Un buen ejemplo de ello es la creación de la Red del Mijo de la India y la Red de Hermanas del Mijo de la India con la ayuda de las agricultoras dalit de Telangana. Estas redes han promovido con éxito el mijo entre miles de agricultores. Su defensa colectiva ha conseguido que el mijo ocupe un lugar cada vez más central en la política agrícola india, aunque aún queda mucho camino por recorrer.
Sin embargo, es importante señalar que, por el momento, las alternativas sostenibles son excepciones más que la norma dentro del sector del desarrollo. Crece el temor a que, si se adopta un enfoque poco convencional, el gobierno u otras entidades tomen medidas enérgicas contra la organización. Como organizaciones sin ánimo de lucro, nuestro papel debería ser reconocer que las personas marginadas tienen sus propios conocimientos e instituciones, o la capacidad de crearlos. En lugar de llegar con una mentalidad caritativa, pensando «Nosotros sabemos más y os ayudaremos», debemos adoptar enfoques que respeten y se basen en la sabiduría de las comunidades locales, al tiempo que les permitan cambiar aspectos que pueden ser problemáticos, como las desigualdades de género y de casta.
Más información
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- Lea este artículo [en inglés] sobre cómo las políticas de conservación pueden ser más inclusivas incluyendo las narrativas indígenas.
- Leer más [en inglés] sobre Los ecologistas proponen un modelo de desarrollo alternativo para la región del Himalaya.
Fuente: IDR, 27 de agosto de 2024 (https://idronline.org/article/environment/why-we-need-development-alternatives/)