Un punto de encuentro para las alternativas sociales

La hegemonía

Raymond Williams

La hegemonía no es solamente el nivel superior articulado de la “ideología” ni tampoco sus formas de control consideradas habitualmente como “manipulación” o “adoctrinamiento”. Constituye todo un cuerpo de prácticas y expectativas en relación con la totalidad de la vida: nuestros sentidos y dosis de energía, las percepciones que tenemos de nosotros mismos y de nuestro mundo. Es un vívido sistema de significados y valores. Es decir que, en el sentido más firme, es una “cultura”, pero una cultura que debe ser considerada asimismo como la vívida dominación y subordinación de clases particulares.

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El genoma Gramsci

Lucio Magri

‘(…) el PCI ha representado, de modo intermitente y sin desarrollarla plenamente, la tentativa más seria, en una determinada fase histórica, de abrir el camino a una “tercera vía”: es decir, de conjugar reformas parciales, búsqueda de amplias alianzas sociales y políticas, empleo convencido de la democracia parlamentaria, con difíciles luchas sociales, con una explícita y compartida crítica de la sociedad capitalista; de construir firmemente un partido compacto, militante, rico en cuadros ideológicamente formados, pero de masas; de corroborar la propia pertenencia a un terreno revolucionario mundial, padeciendo por ello pero conquistando una relativa autonomía.

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Sobre El sastre de Ulm

Lucio Magri

 

El pasado 28 de noviembre, Lucio Magri, intelectual comunista, fundador del diario ‘Il Manifesto’, se quitó la vida mediante una muerte asistida en una clínica suiza. Se trata de un acto de libertad que cerraba una vida admirable permanentemente guiada por la libre autoelección personal. Un acto final consciente de prosapia republicana.

Hombre de una extraordinaria cultura, nació en 1932 en Ferrara. Ingresó en el Partido Comunista Italiano en los años cincuenta, después de un periodo en la juventud democristiana de Bérgamo. Fue uno de los principales exponentes del grupo, junto a Rossana Rossanda, Luigi Pintor, Aldo Natoli, Valentino Parlato, Luciana Castellina, que en 1969 fundaron la revista “Il Manifesto”. Poco después sería expulsado del partido por su posición crítica respecto a la invasión soviética de Checoslovaquia. En 1974 funda el Partido de la Unidad Proletaria por el Comunismo, volviendo al PCI en el año 1984, coincidiendo con el giro que suponía la Alternativa Democrática de Enrico Berliguer. En 2009 publica el libro El sastre de Ulm. El comunismo del siglo XX: hechos y reflexiones (Ed. El Viejo Topo, 2010), que recorre la historia del Partido Comunista Italiano. Se trata de una obra escrita con rigor y pasión, que ofrece una iluminadora interpretación historiográfica del que fuera mayor partido comunista de Occidente y que pone de manifiesto las convicciones de un militante de la talla intelectual de Magri. Espai Marx quiere hacerle un pequeño homenaje, publicando este texto que Magri escribió en 2009 como presentación del que sería su obra póstuma.

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Mercado y valorización de los recursos naturales: los límites del crecimiento del capital

Joaquín Arriola

Mercado y valorización de los recursos naturales: los límites del crecimiento del capital

JOAQUIN ARRIOLA

Publicado como:

"Mercato e valorizzazione delle risorse naturali. I limiti della crescita del capitale" en Luciano Vasapollo (ed): Capitale, Natura e Lavoro. L’esperienza di "Nuestra América", Jaca Book, Milan 2008 pp. 93-106 ISBN 978-88-16-40854-8

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Resurgimiento y actualidad de lo nuclear

Eduard Rodríguez Farré, Salvador López Arnal

Introducción de Casi todo lo que usted deseaba saber algún día sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente. Libros de El Viejo Topo, Barcelona, 2008.     

La situación parecía estabilizada. A principios de 2006 existían en el mundo 443 reactores nucleares en funcionamiento localizados en 31 países que proporcionaban, aproximadamente, el 16% de la electricidad mundial. Los seis principales países productores -Estados Unidos, Francia, Japón, Alemania, Rusia y Corea del Sur- generaban las tres cuartas partes del total. Francia seguía siendo el país más “nuclearizado”. En torno al 80% de su electricidad tiene ese origen energético. En Lituania alcanzaba el 72%. Sin embargo, Austria, Noruega, Italia, Portugal, Grecia, Polonia, Chipre, Letonia, Irlanda o Dinamarca, por ejemplo, no utilizan centrales nucleares en la generación de la electricidad que consumen, y Alemania y Suecia tienen programas activos de abandono de la energía nuclear. En el conjunto de la Unión europea la energía atómica representa el 6% del consumo final, el 15% del consumo de energía comercial primaria y el 29% de la generación eléctrica[1]. En España este último dato se mueve en torno al 20%.

Según la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), dependencia con sede en Viena de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en ese mismo año 2006 había 23 reactores nucleares en construcción, además de varias decenas de nuevos proyectos y propuestas.

España poseía un total de 10 instalaciones nucleares, entre las que se encontraban la central de José Cabrera, en Zorita (Guadalajara), que cesó su actividad a finales de abril de 2006 a pesar de que sus propietarios habían solicitado prolongar su actividad más allá de su fecha inicial de cierre en 2009, y la central de Vandellós I, en Tarragona, en fase de desmantelamiento. España  cuenta, además, con una fábrica de combustible nuclear en Juzbado (Salamanca) y un centro de almacenamiento de residuos radiactivos de baja y media actividad en El Cabril (Córdoba).

La energía nuclear parece, pues, que vuelve a renacer en Estados Unidos después de haber estado 30 años sin permisos para nuevas instalaciones[2]. De hecho, los poquísimos reactores que han entrado en funcionamiento durante estos años habían sido autorizados antes del accidente de 1979 en la central de la Isla de Tres Millas, cerca de Harrisburg (Pennsylvania). La industria nuclear norteamericana, que ya genera el 20% de la electricidad total del país, ha lanzado un ambicioso y enérgico plan de acción: cinco nuevos reactores funcionando en 2015, una docena en 2020 y ¡medio centenar en 2050!, unos setenta en total, lo que representaría un incremento del 68% respecto a sus 103 reactores actuales[3].

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Claves teóricas para la crisis de una época

Alberto Burgio

Claves teóricas para la crisis de una época.

l Manifesto, 26 de septiembre de 2007

Alberto Burgio

Reproducimos este texto que entresaca algunos párrafos del libro que acaba de publicar Alberto del Burgio sobre Gramsci y su potencialidad de análisis de la contemporaneidad, en el año del setenta aniversario de su muerte. El libro se titula: Por Gramsci. Crisis y potencialidad de lo moderno

Publicamos un fragmento del volumen “Por Gramsci. Crisis y potencialidad de lo moderno”. El  liberalismo como respuesta restauradora ante la expansión de los derechos del trabajo. No ha sido una salida al siglo XX. Las sociedades occidentales se encuentran metidas de lleno aún en una clásica “revolución pasiva”, que sin embargo no ha logrado una normalización del paisaje político”

Extraído de sinpermiso digital, actualización del 30 de septiembre. Traducción, Joaquín Miras

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Sobre la obra lógica de Ramon Llull. Una antología de textos de Manuel Sacristán

Manuel Sacristán, Salvador López Arnal (editor)

En una entrevista de Andreu Manresa a Anthony Bonner (“Quadern”, El País, 26 de abril de 2007), el gran lulista neoyorquino, editor de Selected Works of Ramon Llull y coautor, junto con Lola Badia, de Ramon Llull, vida, pensament i obra literaria, recordaba algunos nombres de lulistas catalanes:

“Giorgano Bruno, Descartes, Newton, Leiminz (sic!), Carl Jung, ahora Umberto Eco, hacen referencia a él [Llull]. Grandes expertos científicos lulistas son extranjeros como usted.

Son muchos y en todas partes –respondía Bonner-. En Catalunya estuvieron los hermanos Carreras i Artau, Jordi Rubió -figura muy importante-, Bohigas, y hoy en día Lola Badia, Albert Soler y Josep Perarnau, y también Jordi Gayà… Muchos.”

El propósito de esta antología es apuntar, sugerir meramente, que la lista de Bonner debería incrementarse, como es natural, con alguna entrada más. Manuel Sacristán no sólo fue discípulo de Joaquín Carreras i Artau y admiró la grandeza cívica de Jordi Rubió, sino que estudió a Ramon Llull durante su estancia en la Universidad de Münster entre 1954 y 1956, incluso antes probablemente, y en sus reflexiones lógicas, en sus manuales lógicos de introducción y en sus trabajos para la oposición a la cátedra de lógica de 1962 la presencia del autor mallorquín es manifiesta. Una de las voces que incluyó en un calendario de 1985 estaba dedicada a Ramon Llull y de su obra habló en más de una ocasión en sus clases de metodología de las ciencias sociales, dictadas en la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona tras la muerte del dictador Franco. También en los apuntes editados de “Fundamentos de filosofía” de 1957 y 1958, escritos tras su vuelta de Alemania, pueden verse diversas referencias a Llull.

Entre los textos aquí seleccionados, se presentan fragmentos de la conferencia sobre el Ars Magna de Llull, hasta ahora inédita, que Sacristán impartió en Instituto de Lógica y Fundamentos de la Ciencia de Münster en 1955. La traducción ha sido realizada por Marisol Sacristán Luzón y revisada por Luis Vega Reñón. Gracias a ambos.

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Notas para una discusión sobre la militancia comunista de base

Pepe Gutiérrez-Àlvarez

(*)

Salvo contadas excepciones, apenas se habla de los militantes anónimos de las filas intermedias de las organizaciones sociales. Un ejemplo bastante manifiesto es el caso de la crisis española de los años treinta, imposible de explicar sin los hombres y mujeres conscientes que articularon partidos, sindicatos y todo tipo de asociaciones, obreros en su mayoría autodidactas sin los cuales nada hubiera sido igual, y sobre los que, sólo muy parcialmente, encontramos referencias en novelas, películas u obras de teatro, y sobre los que la historiografía suele pasar de puntillas. Se podría decir que en el caso del antifranquismo militante, un espacio primordialmente ocupado por los comunistas al menos desde los años sesenta, el olvido resulta todavía mucho más agravado, y muy poco se sabe de ellos.

Entre las excepciones se cuentan especialmente algunas brillantes reflexiones de Manuel Vázquez Montalbán, uno de los más tovarich de los escritores catalanes y españoles. Así, por ejemplo, en su sugestiva introducción de las (imprescindibles) memorias de Miguel Núñez, La revolución y el deseo, incluyó esta apretada confesión: «Cada año recibo docenas de manuscritos de luchadores anónimos que pasaron del analfabetismo a la conciencia revolucionaria y al sufrimiento y que jamás verán publica­das sus memorias. Con el tiempo el número de originales va disminuyendo porque el siglo xx probablemente termi­nó en 1989 y se trata de sepultar definitivamente a sus ver­dugos y a sus víctimas1».

En estas líneas, Manolo da fe de la intensa pulsión testimonial de muchos militantes que, después de todo lo que les tocó vivir y de todo lo que les sucedió bajo la dictadura, necesitan contar su vida, explicar y explicarse. La suya es una necesidad tan auténtica y humana como escasamente accesible, pero muy pocos cuentan con posibilidades para dejar constancia de que su vida no ha sido en vano. Al llamar a la puerta de Manolo Vázquez, lo hacían con la abierta o secreta ilusión de que el autor de Asesinato en el Comité Central les comprendería, y quizás les echaría una mano, algo que, por supuesto, no le correspondía a él, ya que ésta sería la tarea propia de una entidad o entidades afines e interesadas en dar a conocer un pasado que hasta ahora ha permanecido sacrificado en el altar de las exigencias dictadas por el llamado «pacto entre caballeros», según el cual verdugos y víctimas quedarían equiparados. Sin embargo, los hechos demuestran que no ha sido así, y mientras que, por citar un solo ejemplo, la Iglesia no ha dudado en santificar a diestro y siniestro, los hombres y mujeres que sacrificaron su existencia contra la dictadura y que permanecen en el olvido.

Sin la entrega de estos hombres y mujeres anónimos, la resistencia al franquismo, y no digamos la extraordinaria implantación lograda por un partido como el PSUC, hubiera sido totalmente imposible. Como no podía ser menos, así lo reconoce explícitamente Andreu Mayayo en «La gente, primero», un significativo primer apartado de la obra colectiva Nuestra utopía. PSUC. Cincuenta años de historia de Cataluña. Mayayo escribe en un tono inequívocamente lírico: «La vida de cualquier militante merecería llenar las páginas que vienen a continuación. Hombres y mujeres que no saldrán nunca en negrita en los libros de historia, que no tendrán las satisfacciones inherentes a los dirigentes e intelectuales orgánicos que […] A pesar de todo, ellos y ellas son los auténticos protagonistas de la historia del PSUC. A todos ellos, a todas ellas, mi respeto, mi admiración, por su generosa ‘bondad’. Por eso, a pesar de los defectos y errores cometidos, los militantes del PSUC representan uno de los potenciales más valiosos con que cuenta nuestro pueblo»2. Sin embargo, dicho esto, se pasa a la página siguiente, sin considerar ningún posible «problema». La militancia está ahí, incondicional, generosa, pero muchos militantes ya no estaban presentes, se habían apartado a lo largo de sucesivas crisis, y que ya entonces, los exmilitantes formaban –con ventaja- como el “partido” mayoritario. Nada se dice de su realidad y aspiraciones.

Si dedicamos un poco de atención a estas líneas, podemos comprobar que se trata de un texto editado en 1986, o sea en un tiempo intermedio entre la gran crisis que enfrentó a eurocomunistas y prosoviéticos y la crisis final que acabaría con el propio PSUC, y sin contar siquiera con el consuelo que su sucedáneo ocupe de lejos el papel que siguieron ocupando otros partidos comunistas en el resto de Europa, a pesar de sus contradicciones.

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