Un punto de encuentro para las alternativas sociales

En la muerte del camarada Daniel Bensaïd

Salvador López Arnal

En la muerte del camarada Daniel Bensaïd

 

Salvador López Arnal

 

El correo de un amigo me informa del fallecimiento en la mañana de ayer lunes, 11 de enero de 2010, del teórico y activista comunista Daniel Bensaïd. Sin acabarlo de creer escribo esta nota a todas luces injusta con su enorme figura, con su admirable ejemplo.

Profesor de filosofía en la Universidad París VIII, autor de Cambiar el mundo, Marx Intempestivo, Clases, plebes, multitudes, Resistencias, Trotskismos, de una extensa obra filosófica y política: treinta libros y centenares de artículos, Daniel Bensaïd había nacido en Toulouse hacía poco más de 63 años. Fue uno de los líderes estudiantiles del mayo parisino de 68; a diferencia de muchos otros, no se reconvirtió.

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Homenaje a Manuel Marulanda

James Petras

Rebelión

Traducido para Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala por Manuel Talens. Dibujo de José Mercader.

Pedro Antonio Marín Marín, más conocido como Manuel Marulanda Vélez y "Tirofijo", era el líder máximo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Fue, sin duda alguna, el campesino revolucionario más grande de la historia del continente americano. Durante sesenta años organizó movimientos campesinos y comunidades rurales y, cuando todas las vías democráticas legales se le cerraron de forma brutal, creó el ejército guerrillero más poderoso de América Latina y las milicias clandestinas que lo sustentaban. En su época de mayor apogeo, entre 1999 y 2005, las FARC contaban con casi 20.000 combatientes, varios cientos de miles de campesinos activistas y cientos de unidades de milicias comunales y urbanas. Incluso hoy, a pesar del desplazamiento forzoso de tres millones de campesinos como resultado de las políticas de tierra quemada y las masacres del gobierno, las FARC tienen entre 10.000 y 15.000 guerrilleros en sus numerosos frentes distribuidos por todo el país.

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Marcos sin evangelio

José Steinsleger

La jornada. México, 14 de marzo.

Mientras espera la ambulancia de un hospital público de Lima, Alberto Flores Galindo escribe su último texto, enviado a modo de carta a los amigos: «podría América Latina seguir teniendo futuro si somos capaces de volverla a pensar, de imaginar otros contenidos (…)» (revista Quehacer Nº.65, Lima, 1990).

El autor de Buscando un inca: identidad y utopía de los Andes (Premio Ensayo Casa de las Américas, 1986) fue un crítico acerbo tanto de las limitaciones del mundo intelectual, cuanto de su comodidad y distanciamiento ante las clases populares.

Flores Galindo criticaba a los intelectuales que tratan de estar por encima de las reglas morales que gobiernan la conducta de los no iniciados. En la antigüedad, así procedían las sectas gnósticas. Cuando frente al conocimiento íntimo y el misterio de las cosas, los profanos estaban predestinados a no entender nada. Los gnósticos posmodernos respiran en el sereno espíritu del intelectual puro. Sello de fábrica: la confusión de la cultura con sus formas prestigiosas.

Categorías, géneros, estilos… toda concepción que le permita imaginar que en su fundamento sociológico las fuentes de la cultura son individuales y no colectivas, será bienvenida.

Convencido de que en la sociedad ocupa un orden jerárquico, el intelectual puro sabe que depende de la casta que lo usa en su provecho. Servidumbre de la que simula no darse cuenta. Pero de esta confusión, a veces calculada, dependen los premios y los honores, las condecoraciones y las "empresas culturales" con las que el poder reconoce la conciencia de clase que se disfraza con el pasamontaña de la conciencia "libre".

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La Moral de la Historia: adiós a André Gorz

Nicolás Alberto González Varela

Por Nicolás Alberto González Varela

El 24 de septiembre de 2007, en una callejuela sin nombre en una pequeña aldea llamada Vosnon de la región del Ausbe, murió Gerhard Horst. Se suicidó junto con su mujer de toda la vida, Dorine. Nos era familiarmente conocido en su dimensión filosófico-política con el seudónimo de André Gorz; cuando ejercía de periodista utilizaba al alias Michel Bosquet. Para llegar a Vosnon hacer falta separarse de las autopistas, tomar por carreteras secundarias y angostas, luego preguntar a los lugareños por al casa de Gorz y llegar a una casa sólida, de ladrillos rojos, con un jardín guardado por dos árboles centenarios. La biblioteca está en la planta baja en un salón amueblado lo Esparta: dos grandes sillones sin estilo reconocible, una mesa redonda, cuatros sillas rectas y un televisor pasado de moda. “Prévenir la Gendarmerie” (Avisen a la policía), un simple mensaje sobre la puerta indicaba el drama desatado. ¿Otro filosofo desencantado que cumple esa tradición inexorable de los intelectuales en situación? Estremece el compararlo con otros casos trágicos famosos: Arthur Koestler, Nikos Poulantzas… Como decía Bloy a propósito de Cervantes, Gorz fue un hombre recto y sabio, en el fondo, su vida fue trabajosa y sospechosa. Trabajosa porque desde su infancia fue un extraño, un sin-identidad; sospechosa porque su extrema autonomía lo hacía en todo tiempo y lugar un renegado inclasificable.

Una epistemología del exilio: Los hechos de la vida de Gorz son tan problemáticos como su propia obra. Nació en la Viena postrevolucionaria en febrero de 1923. Hijo de un comerciante judío de maderas y de una madre católica ultramontana antisemita. Era básicamente un bastardo y un Entfremdung en los términos socioculturales de la Europa Central. En el creciente clima antisemita su padre se convierte al cristianismo en 1930 y bautiza a Gorz. Educado en un milieu culto, recibió una típica educación Staatsvolk austroliberal, disfrutó de la influencia del modernismo reaccionario de la Viena liberal-aristocrática, incluida la riqueza del marxismo austriaco y las paradojas del freudismo. Viena, que para Karl Kraus era “el campo de pruebas para la destrucción del mundo”, que se regía por ese principio divino de los Habsburgo: “Ruhe und Ordnung” (Ley y Orden). Viena era contradictoriamente burguesa y el éxito financiero era la base de una sociedad patriarcal. El liberalismo había fracasado en la vida política y su edad heroica había concluido en 1848. Sin embargo por sobre el cadáver liberal se imponían grupos políticos más impetuosos como los movimientos de la clase obrera capitaneados por Víktor Adler (un judío bautizado cristiano) o las masas medias católicas del demagogo antisemita Karl Lueger o el multiclasista movimiento pangermano de Georg Ritter von Schönerer, o el sionismo radical de Theodor Herzl. De Viena salieron tanto la política de la Solución Final de los nazis como la ideología del estado judío sionista. Pero igualmente era una capital burguesa. En la vieja Viena se podría en verdad decir, con Marx, que “la burguesía había arrancado de la familia su velo sentimental, y había reducido la relación familiar a mera relación de dinero”. En 1938 los austriacos deciden unirse voluntariamente a la Gran Alemania de Hitler, se produce el Anschluss. Ante la movilización general en 1939 en vísperas de lo que será la Segunda Guerra Mundial, su madre lo interna en una institución católica en Lausana (Suiza). Gorz tenía quince años. Pasó toda la guerra allí. Se enteró que su padre había sido expropiado, que lo habían desalojado de su piso, que la edad y el matrimonio mixto con una aria lo habían salvado de los campos de la muerte. En el bachillerato suizo decide negar su identidad alemana y su idioma natal. Rompe con todo lo germano, abandona las tradiciones nacionales y culturales, renace intentando construirse libremente su propia identidad. Mayo de 1940: este adolescente inquieto, crítico y convulsivo es testigo de la ignominiosa derrota de Francia en pocas semanas. La humillación nacional gala, pueblo representante del iluminismo y las mejores tradiciones democráticas, lo hacen identificarse con Francia. Adopta la nacionalidad y el idioma: no hablará más en alemán durante 44 años. Decide estudiar ingeniería química en la École d’Ingenieurs, profesión que jamás ejerció. Paralelamente devora libros de filosofía y de psicología. Realiza cursos paralelos de filosofía en la universidad durante un semestre: “Me pareció tan grotesco que me burlaba públicamente de los profesores. Nunca volví”. Hace pequeños trabajos, enseña inglés. Su primer trabajo serio y formal será como traductor de las novelas americanas para una casa editora suiza. Publica sus primeros artículos en el diario de un movimiento cooperativo. Participa en círculos izquierdistas con estudiantes de Letras, se reúne en clubes de estudio de la obra de un joven profesor de liceo llamado Jean Paul Sartre.

Momento sartreano: Sartre era todavía un filósofo de culto, había estudiado la fenomenología en el mismo Berlin, incluso había conocido a Heidegger. Tenía publicado tres libros filosóficos: “La imaginación” (1936), “Lo imaginario. Psicología fenomenológica de la Imaginación” (1940) y “Bosquejo de una teoría de las emociones” (1939), todos eslabones hacia su opera magna: “El Ser y la Nada”. Gorz viaja en 1941 a Génova para re-encontrarse con su madre. Casualidad o no, en una pequeña librería repleta de literatura fascista descubre dos libritos de Sartre en francés: “La Nausea” (1938) y “El Muro” (1939). Gorz sólo conocía sus libros de filosofía, ver a un filósofo escribiendo ficción le pareció deslumbrante. Compra ambos libros, los lee y relee, le parecen fantásticos: “Era exactamente lo que yo podía sentir, lo que podía gustarme, lo que podía seducirme intelectualmente”. En 1943 aparece en Gallimard “El Ser y la Nada. Ensayo de ontología fenomenológica”, libro abrupto, compuesto de 722 páginas, a gran tamaño, del que todos hablan y pocos han leído cabalmente. Lo estudia con furia obsesiva durante tres meses. Lo asimila totalmente: “Fui, creo, el primer sartreano convencido e incondicional”. Cuando ya un Sartre famoso y polémico visite Lausana en 1946 para dar unas conferencias, Gorz se obliga a conocerlo en persona. También a la eterna “Castor”, Simone de Beauvoir. Decide ir a Paris, porque era poder ir a donde trabajaba y vivía Sartre. Se pone a escribir lo que para Gorz será la continuación lógica de “El Ser y la Nada”, la segunda parte que Sartre anunciaba al final de su obra (“En particular, la libertad, al tomarse como fin en sí misma… ¿escapará a toda situación? ¿O por el contrario, permanecerá situada?… Todas estas preguntas… sólo pueden hallar respuesta en el terreno moral. Les dedicaremos próximamente otra obra”) y que jamás escribirá. Le presenta a su maestro un asombroso manuscrito de 700 folios, él un absoluto desconocido, un marginal sin patria. Esa primera obra quedará en el anonimato durante veinte años; será publicada con el título “Fundamentos para una moral” en 1977 por Galilée. Hay tiempo para el amor: en la misma Lausana durante un baile popular en la plaza de Saint-Suplice un 27 de octubre de 1947 conoce a otra apátrida, la inglesa Dorine. Bailan toda la noche y jamás se separarán. Se convertirá en su mujer en 1949 y por libre decisión mutua no tendrán hijos. Será su mejora lectora y confidente, su archivista y secretaria ocasional. Le dedica todos sus libros en inglés: “A Dorine more than ever”, “A Dorine again, again and evermore”…

Mientras profundiza sus afinidades electivas y su compromiso militante al mejor estilo de Antoine Roquentin (“Naturalmente, yo era revolucionario. Estaba en contra de esta sociedad de mierda que me rodeaba, contra la represión…”) se lanza a aplicar el ya llamado método existencialista de autoanálisis a sí mismo. Su motto será una frase de Sartre: “cualquiera que sean las circunstancias, en cualquier lugar que sea, un hombre es siempre libre de elegir si será un traidor o no”. El producto febril será un libro, “El traidor” (1958), con un extenso prefacio de Sartre de cuarenta páginas, una obra política donde intenta “se restituir tout, comme venant de lui-même”, considerada por Gorz como un “travail de libération”. Aplicando una fusión entre existencialismo y marxismo Gorz insiste sobre la potencialidad de la autoproducción de nosotros mismos como emancipación. Su “uso” de Marx es muy particular: abandona el texto canónico y utiliza para horror de la vulgata marxista los textos juveniles recién descubiertos en Occidente, en especial los así llamados “Manuscritos de Paris” (1844), “La Sagrada Familia” (1844) y “La Ideología Alemana” (1845). Sin saberlo empalma con toda una contracorriente de crítica a la vulgarización de Marx y de crítica al modelo leninista y stalinista: el Marxismo Occidental. En el centro se encuentra siempre la cuestión de la autonomía del individuo como condición sine que non de la construcción de un movimiento emancipatorio de masas. La liberación individual y colectiva no se da en etapas, sino se condicionan, a pesar nuestro, mutuamente. Utiliza el seudónimo de André Gorz, Gorz por un pueblo de Austria donde su padre le regalo sus primeros anteojos. En junio de 1949 ingresa a trabajar en el secretariado internacional del “Mouvemente des Citoyens du Monde”, al mismo tiempo que es secretario de un attaché militar de la embajada de la India. Su entrada en el “Paris-Presse” marca su debut como periodista con el nombre de Michel Bosquet (la traducción al francés de su propio apellido, Horst, Bosquet: bosque). Aquí conocerá a Jean-Jacques Servan-Schreiber, que en 1955 lo reclutará para un magazín económico novedoso llamado “L’Express”. En 1959 edita su segundo libro, el primero en ser traducido al español: “La Morale de l’historie”, editado por FCE de México en 1964 como “Historia y Enajenación”. Critica amargamente al Partido Comunista Francés (y con él el molde bolchevique), al posibilismo y al “realpolitik” disfrazada de socialismo factible, desarrolla una teoría de la enajenación y define al proletariado como “vocación a la libertad”, ya que está condenado en su destino “a actuar, a impugnar y a reivindicar en su propio nombre, sin fiador trascendente, en nombre de la existencia desnuda. Está destinado a la autonomía”. Desmonta al “marxismo trunco”, una ideología de segunda mano que sólo encubre verdades de aparatos y relaciones de poder. Su posicionamiento a la vez anti-institucional, anti-economista, anti-estructuralista y anti-autoritario es radical y convulsivo. Su ruptura con Sartre ya estaba escrita allí. Las ideas de Gorz participan, sin tener él conciencia de ello, de una amplia ruptura teórico-práctica a escala mundial que intenta recuperar al verdadero Marx, tanto en espíritu como en letra. Movimiento de autocrítica que se asemeja en sus contenidos tanto en Alemania (Marcuse, Dutschke, Krahl) como en Italia (Panzieri, Montaldi, Alquatti, Tronti) o los EE.UU. (tendencia Johnson-Forrest). Mientras tanto comienza a colaborar con la mítica “Les Temps Modernes”, la revista fundada por Sartre y Merleau-Ponty en 1945, se incorpora al comité de dirección en 1961 (en el figuran, aparte de Gorz y Sartre, Simone de Beauvoir, Jacques-Laurent Bost, Claude Lanzmann y Jean Pouillon); escribirá en casi todos su números entre 1967 y 1974 y abandonará la revista en 1983. El grupo de LTM pasará por varias escisiones y discusiones de ruptura: primero la agria polémica entre Sarte y Albert Camus, luego el fracaso de darle a la revista una forma organizativa militante (el “Rassemblement Démocratique Révolutionnaire” en 1948), finalmente el debate entre Sartre y Merleau-Ponty sobre el giro stalinista del grupo. En 1964 se va de “L’Express” (junto con un grupo formado por Jean Daniel, Serge Lafaurie, Jacques-Laurent Bost, K. S. Karol) para fundar “Le Nouvel Observateur”. Haciéndose eco de ciertas críticas de Merleau-Ponty hacia la nueva posición de Sartre, que aquel denominaba “ultrabolchevismo” (y donde no existía dialéctica en la historia ni condicionamiento serio de lo material) se preocupa cada vez más por cuestiones de economía política como via regia para construir una duradera y legitima dirección política de la clase obrera. Gorz sufre la influencia y la amistad de Herbert Marcuse, llegando en forma de eco algunas tesis de la “Escuela de Frankfort”, en particular el approche que supera el estrecho economicismo en el análisis de lo social.

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Murió otro de los nuestros: Luigi Pintor

Luigi Pintor murió en su casa de Roma el pasado 17 de mayo de 2003. Nacido en esa ciudad el 18 de septiembre de 1925, sufría de un mal incurable. Su infancia transcurrió en Cagliari (Cerdeña), volvió a Roma donde se acercó al movimiento antifascista clandestino. Hermano de Giaime (muerto en diciembre de 1943 por la explosión de una mina), participó en la guerra de liberación en las filas de los GAP (Grupos de Acción Partisana). Arrestado por la banda de Koch, fue condenado a muerte. La condena fue suspendida en el último instante. En 1943 se inscribió en el Partido Comunista Italiano. Trabajó en l’Unità desde 1946 a 1965 primero como redactor y después como co-director (director Alicata y codirectores Tortorella en Milán y Pintor en Roma).

Entra en el Comité Central del PCI en el X Congreso de 1962, y después deja l’Unità por diferencias con el director Alicata y es llamado a trabajar en la Oficina de Secretaria en la dirección de Botteghe Oscure.

Después del XI Congreso de 1966, en la “depuración” que golpeó a todos los que apoyaron el disenso de Ingrao, fue mandado al “exilio”, en el Comité regional de Cerdeña, allí fue elegido diputado en las elecciones de 1968 (legislatura que duró hasta 1972). En ese contexto, en noviembre de 1969 fue expulsado del PCI con el grupo “Il Manifesto”, junto a Rosana Rosanda, Lucio Magri, Luciana Castellina y Massimo Caprara. En junio de 1969 estaba entre los fundadores de Il Manifesto revista mensual que en abril de 1971, se transformará en diario. Fue director de Il Manifesto diversas veces. En 1987 Pintor volvió al parlamento como diputado de la izquierda independiente.

En 1991 publicó su primera novela “Servabo”, seguido en 1998 por “La signora Kirchgessner” y “Il nespolo” en 2001. Está a punto de salir “I luoghi del delito”. Todos en las ediciones Bollati Boringhieri.

Existen dos compilaciones de sus editoriales: “Parole al vento. Brevi cronache degli anni 80”, 1990, Kaos ediciones y “Politicamente scorretto. Cronache di un quinquennio 1996-2001”, ed. Bollati Boringhierei, 2001.

Por su valor histórico, acta notarial de un recorrido político y cultural de una de las expresiones más inteligentes y aún útiles del comunismo del siglo XX publicamos a continuación el primer editorial que Pintor escribió para Il Manifesto titulado “Un diario comunista” (28 de abril de 1971) y el último que escribió 24 días antes de morir bajo el título “Sin fronteras” (24 de abril de 2003). Entre ambos editoriales 32 dos años de distancia, entre ambos editoriales, la crónica de la extinción del movimiento comunista históricamente existente en el siglo XX. Entre ambos editoriales el convencimiento de que comunismo habrá aunque se extingan los partidos comunistas del siglo XX. Demos la palabra a Luigi Pintor.

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Harry Magdoff (1913-2006) Un pensador heterodoxo

La Jornada

Harry Magdoff se despidió apenas iniciado el año. Intelectual que miró al mundo desde la izquierda, se forjó en el debate teórico y político del imperialismo y las luchas obreras de las primeras décadas del siglo XX.

Harry Magdoff, uno de los economistas marxistas más reconocidos del mundo y coeditor de la revista Monthly Review desde 1969, murió el primer día de este año.

Sus análisis económicos del imperialismo ­"La era del imperialismo" (1969) e "Imperialismo: desde la Colonia hasta el presente" (1977)­ eran lectura obligada para los pensadores de izquierda en Estados Unidos (EU). Junto con su colega Paul Sweezy, Magdoff editó desde 1969 Monthly Review, publicación mensual que se identifica desde su fundación en 1949 como "una revista socialista independiente" y antimperialista que permanece como foro de análisis de la coyuntura e isla de pensamiento intelectual progresista en EU.

En manos de Sweezy (quien murió en 2004) y Magdoff, la revista mantuvo su posición política no alineada, ofreciendo un espacio crítico tanto a temas contemporáneos como a ensayos intelectuales que nutrieron el diálogo entre marxistas y pensadores de izquierda dentro y fuera de este país.

Los editores estuvieron entre los primeros intelectuales estadunidenses en viajar a Cuba al inicio de la revolución. De hecho, Magdoff y el Che Guevara armaron una amistad, y sostuvieron intercambios sobre asuntos económicos cuando se vieron en Cuba y en Nueva York. Las memorias de estas conversaciones fueron publicadas en 2004 con el título "Encuentros con el Che".

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Jesús Albarracín, militante comunista (1943-2001)

Necrológica

"La humanidad esta más allá de la economía política, la inhumanidad esta en ella" Marx, Manuscritos de 1844

Conocí a Jesús Albarracín en noviembre de 1973 o 1974, ya no me acuerdo bien del año. Habiamos ido entrando en pequeños grupos de 3 o 4 personas a un consultorio médico en la Plaza de Lavapies, donde ibamos a celebrar una Conferencia de la LCR de Madrid. En el hall nos daban unas capuchas antes de entrar a la sala principal y así, como si fueramos todos penitentes de una extraña orden mendicante, empezamos aquella reunión en la que Jesus, con una voz a la que pondría cara unos años más tarde, le llevó la contraria en todo, con una seguridad que nos dejo a todos desconcertados, al camarada del Buró Político que hizó el informe sobre la situación política y económica de aquellos últimos años del franquismo.

Y es que Jesús tenía unas cualidades innatas para llevar la contraria.

Cualidades que, como si fuera un deportista, cultivó hasta ser un incansable nadador contracorriente para llegar a la orilla que el más ansiaba: la liberación de la clase obrera, y con ella de toda la humanidad, de la explotación capitalista.

En esta época puede parecer una ingenuidad, desde luego, pero Jesús no era un ingenuo, sabía de lo que hablaba.

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La lección de coherencia marxista de Georges Labica

La lección de coherencia marxista de Georges Labica

" La clase obrera ya no existe. Pero se las meten todas en la jeta ".

" El comunismo es el único contraveneno, el único antídoto, el único remedio,

la única alternativa a la sociedad de explotación, al capitalismo que nunca ha tenido ni tendrá rostro humano. Los parias de la tierra saben que cada vez son más

y que cada vez son más parias. Solo los cabrones no están con ellos

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