Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Breve noticia urgente de un excelente libro

Joaquín Miras Alabarrán

 

Daniel Salgado acaba de publicar en gallego un nuevo poemario de gran hermosura, de gran fuerza poética, de bien elaborado compromiso político. Un trabajo poético–filosófico, en el que la política, explícita, está mediada por el corpus filosófico marxista: Benjamin, Gramsci, Marshall Berman, Bensaid y Brecht. Es un libro de resistencia firme mediante la tenue palabra, un libro emocionante, que nos invita a la reflexión y nos alienta a la resistencia.

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Reflexiones sobre política, historia y el papel de los intelectuales

Edward P. Thompson

 

Se reproduce la versión castellana de un breve texto inédito de E. P. Thompson escrito en el marco del Programa Historia y Sociedad de la Universidad de Minessota en el año académico 1987-88 con el título informal de “Reflexiones sobre Jacoby y todo eso”. El working paper circuló fotocopiado entre los estudiantes del Programa y parece solicitado como comentario al entonces reciente bestseller de Russell Jacoby The Last Intellectuals: American Culture in the Age of Academe [Los últimos intelectuales: la cultura norteamericana en la edad de la academia].

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En l’aniversari d’Albert Camus

Jordi Torrent Bestit

Com succeeix amb molts altres autors cèlebres, tractar d’apropar-se a la figura d’Albert Camus sempre comporta el risc de desdibuixar aspectes rellevants de la seva personalitat per via de saturació del comentari més o menys farcit de tòpics. Espero no contribuir massa a aquesta saturació amb els següents apunts al voltant d’una de les múltiples dimensions advertibles en la trajectòria biogràfica de l’escriptor: la del sentiment d’estrangeria i exili que el va acompanyar fins al final de la seva vida.

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Auschwitz o Hiroshima. Lo nunca visto

Santiago Alba Rico

Auschwitz o Hiroshima

Lo nunca visto

Santiago Alba Rico

Fueron muchísimos, sí, unos seis millones, pero hubo que matarlos uno por uno mediante un remedo atroz del trabajo humano: sacarlos uno por uno de sus casas, apriscarlos uno por uno en los vagones atestados de cuerpos, conducirlos uno por uno a los barracones, a los campos de trabajo, a las cámaras de gas. ¿No era esto, después de todo, lo siempre visto? ¿Lo que había sucedido desde el primer día? ¿Lo que venía repitiéndose monótonamente desde Troya? Auschwitz, lo he dicho otras veces, no representa sino el colofón industrial de un modelo antropológico muy familiar, el del exterminio horizontal del otro, que produce escalofríos precisamente porque es inteligible, comprensible, representable. Nos lo podemos imaginar, lo podemos memorizar: caemos fascinados, angustiados, contagiados, en el abismo. Pero no es nada nuevo ni particularmente inhumano; no entraña ninguna iniquidad “absoluta”. No es el Mal porque viene a ras de tierra, con botas y gorra de plato, y nos mira a los ojos y nos hace bajar la mirada antes de destruirnos; y porque incluso podemos concebir también -a poco honrados que seamos- el placer viscoso del destructor y su moral fangosa tratando de degradar, puesto que no puede elevarse por encima de ella, la existencia concreta de las víctimas.

Trabajar cansa, pero es humano. ¿Y matar sin trabajar? ¿Matar sin ningún esfuerzo? ¿Qué pasa con el otro modelo? ¿Qué pasa con el bombardeo aéreo? Tratar a un hombre como a un animal es ignominioso, sí, ¡pero tratarlo como a un residuo! Hacer listas minuciosas, como Eichmann, es atroz, de acuerdo, ¡pero no ver sino panoramas! Acercarse para destruir a muchos uno por uno es abyecto, sin duda, pero, ¡alejarse para poder matar a todos en una sola gavilla y de una sola vez! Y en cuanto a las víctimas, ¿qué hacer con ellas? ¿Cómo explicarlas? ¿Morir sin haber llegado a existir siquiera como obstáculo? ¿Sin un cuerpo propio? ¿Ser desnudado -sin manos- por una luz intensa? ¿Ser herido -sin cuchillo- por una nube de gloria? ¿Ser quemado -sin fuego- por un aire coloreado? ¿Ser asesinado -sin garras- por una mirada ausente? Lo nuevo, lo nunca visto, el cero inaugural es Hiroshima: la ruina naturalizada por la ausencia del agresor, el agresor sobrenaturalizado por su propia lejanía aniquiladora, la eliminación virtual -y la fundación real- de la humanidad como conjunto. La bomba atómica es tan inhumana, tan posthumana, que ni agresores ni víctimas pueden representarse el drama del que participaron y que iguala potencialmente a las dos partes. Tampoco -reconozcámoslo- se ha hecho ningún esfuerzo para explicar a los hombres la época nueva; todo lo contrario: los juicios de Nuremberg, que condenaron justamente Auschwitz, declararon legal, normal, aceptable, inevitable Hiroshima y sus consecuencias. Este mundo nuevo, en el que son los contempladores, y no los trabajadores, los que más destruyen, no puede ser asido en una novela y mucho menos en una telenovela. La propaganda contra Auschwitz, interesada o no, será siempre mucho más emocionante.

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José Saramago. Ateo pesimista y genio lúdico

Maud Vergnol

José Saramago. Ateo pesimista y genio lúdico

“La Biblia es un manual de malas costumbres que tiene una influencia muy grande sobre nuestra cultura. Sin la Biblia, seríamos otros, probablemente mejores”

Maud Vergnol. Publicado en l’Humanité en español

Desde su infancia en el seno de una familia de campesinos sin tierra hasta el Premio Nobel de literatura, la trayectoria del escritor portugués José Saramago es excepcional. A los 87 años, continúa combatiendo la apatía intelectual. La literatura no le ha sido servida en bandeja de plata. “Yo no he sido educado en medio de libros, he tenido que ir a buscarlos”, señala José Saramago, que recuerda, a menudo, sus raíces bereberes y su infancia modesta. El escritor nació en 1922 en una pequeña localidad del centro de Portugal, en el seno de una familia de campesinos “sin tierra” analfabetos. Hacer estudios no era factible. Adolescente, abandona el instituto para seguir la formación de cerrajero, aunque soñando con llegar a ser escritor. Ávido de lecturas, frecuenta la biblioteca de Lisboa. Auténtico autodidacta, escribe muy pronto y publica, sin éxito, una primera novela a los 25 años. Diseñador industrial, corrector, encargado de producción en una editorial, más tarde periodista, solo será a los 58 años cuando se dedique definitivamente a la literatura, después de haber participado activamente en 1974, en la Revolución de los Claveles. “Me dije: es el momento, ahora o nunca de saber si puedes ser lo que crees que eres, un escritor”.

Aunque llega tarde a la escena literaria portuguesa, Saramago se impone en ella durante los años 80, publicando “Alzado del suelo”, una novela épica sobre la revuelta de los campesinos pobres, que despierta la memoria colectiva de un pueblo machacado por más de treinta años de dictadura. Siguen, en menos de cinco años, tres novelas mayores: “Memorial de Convento”, “El año de la muerte de Ricardo Reis” y “La balsa de piedra”. Obras que revisan con una ironía volteriana los mitos de la historia portuguesa. Genio lúdico que no duda en recurrir a lo fantástico, el estilo, el “estilo Saramago”, es torrencial, de una rara riqueza sonora, liberado por una puntuación reducida al mínimo indispensable. Sin embargo su obra está lejos de lograr consenso, no tanto por sus cualidades literarias como por razones políticas. “El evangelio según Jesucristo”, publicado en 1991, suscita un escándalo nacional. El escritor realiza aquí el retrato de un dios cansado del pueblo hebreo, que decide, gracias a la intervención de Jesús, extender su influencia al mundo entero. Pero resulta que Jesús se rebela, se une con una prostituta llamada María Magdalena… y rechaza morir para fundar una nueva religión. Una insolencia herética muy pasoliniana que ocasiona una protesta airada de sus compatriotas católicos. El gobierno le acusa de “atentar contra el patrimonio religioso de los portugueses” y censura el libro sin ningún proceso.

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