El discurso del rey
Como de los cerdos, de los obreros se aprovecha todo. El punto más escabroso y ejemplificador del discurso de fin
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Read moreNuestro “nivel de vida y libertades” reposa sobre un entramado muy frágil. El impulso ciudadano es la única esperanza que
Read moreLa tragedia que ha conmovido a buena parte del mundo desde Noruega ha facilitado otro buen ejemplo de la labor
Read moreComo cualquier otro ciudadano de Oslo, vagué por las calles y los edificios atacados. He visitado incluso la isla en
Read moreUnos de los efectos más indeseables de la actual crisis económica en Europa ha sido el continuo ascenso de los
Read moreSobre la edición de Los ejércitos secretos de la OTAN de Daniele Ganser
UN LIBRO IMPRESCINDIBLE PARA LA IZQUIERDA (I)
Salvador López Arnal
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‘¡ÓJI!’, una lección griega sobre el verdadero ‘efecto dominó’
Rafael Poch
El año pasado estalló la crisis financiera. Sus causas y geografía son claras. Sin embargo, los dueños e intérpretes de las sagradas escrituras pretenden vendernos el absurdo de que la única manera de combatir los efectos de aquel descalabro es el masivo recorte de gasto social y del nivel de vida de la mayoría. Grecia es el paradigma europeo de este absurdo.
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Alizia Stürtze
(GARA)
Desde su construcción, en 1961, en plena Guerra Fría, el Muro de Berlín fue noticia diaria. Día tras día, año tras año, los medios occidentales de comunicación nos «informaron» sobre el mismo: el muro de la vergüenza, el muro de la infamia, el telón de acero, los muertos al intentar huir, la maldad intrínseca del comunismo… Cuando se inició su caída, el 9 de noviembre de 1989, el acontecimiento fue retransmitido hasta el hastío y celebrado en directo como la victoria del «mundo libre», y, de paso, como el triunfo definitivo del capitalismo. Marxismo, socialismo, lucha de clases, imperialismo, explotación… todo eso eran antiguallas ante el famoso «fin de la historia» de Francis Fukuyama, que proclamaba que un pensamiento único, el «pensamiento de mercado», se mantendría hasta el final de los tiempos: la historia, entendida como conflicto, había llegado a su fin.
Veinte años después, la Unión Europea conmemora el evento con multitud de festividades y hasta subastas de trozos de hormigón de la pared en cuestión, cuyo derrumbe nos trajo, al parecer, la «libertad». Pero ocurre que el aniversario coincide con la gravísima crisis acarreada por ese «fundamentalismo de mercado», como lo llama Hobsbawn, vencedor tras la caída del muro berlinés, que ha traído consigo la liberalización financiera y el desplazamiento de la voracidad capitalista al mundo entero. Y que, además, concuerda con la ratificación del Tratado de Lisboa que, en plena supuesta crisis del modelo, refuerza la Europa neoliberal, aumenta la militarización y la exclusión, subordina el bienestar y la justicia social a la tiranía del Producto Interior Bruto, endurece las políticas represivas y, ya que de muros hablamos, acelera la construcción de la «Europa Fortaleza», es decir, crea infranqueables muros, reales o virtuales, que cierran fronteras, violan el derecho de asilo, criminalizan a los inmigrantes y los encierran hasta su expulsión en centros de internamiento, verdaderos agujeros negros del Estado llamado de derecho que impulsa la directiva europea conocida como la «Directiva de la Vergüenza».
Pero de esos muros no se habla, o se habla poco: son muros silenciosos. Son muros mucho más largos, altos, dañinos y mortíferos que el de Berlín; pero son muros silenciosos y, a menudo, son muros admitidos e incluso aplaudidos.
En los 27 años que se mantuvo el muro berlinés, hubo 79 muertes, de las que se nos informó una tras otra, hasta la saciedad: eran víctimas del comunismo. Entre 1989 y 2007 han fallecido, que se sepa, 15.000 inmigrantes frente a las fronteras europeas; 15.000 muertes ejemplarizantes, al parecer, de las que, según el tono que de los informativos se extrae, son culpables los propios fallecidos; no víctimas. No olvidemos que en la Unión Europea la libre circulación es para capitales, empresas y mercancías; no para personas que huyen de la miseria y las guerras, de las que Europa es, sin duda, responsable. Y que para ocultar esa realidad ahí está esa otra forma de muro, el muro mediático e ideológico, que invisibiliza la tragedia, separa y justifica, y convierte en meros números estadísticos a todos esos representantes de los «condenados de la tierra» como los llamaba Franz Fanon; incluidas mujeres embarazadas y niños.
Read more9 DE NOVIEMBRE DE 1989, 20 AÑOS DESPUÉS.
ENTREVISTA A MIGUEL CANDEL SOBRE EL MURO DE BERLÍN: “[…] NO FUE UNA SOLUCIÓN POLÍTICAMENTE MUY HÁBIL, QUE DIGAMOS, PERO RESPONDÍA A LA NECESIDAD DE PONER FRENO, ENTRE OTRAS COSAS, A LA SANGRÍA CONSTANTE DE CUADROS PROFESIONALES QUE SUFRÍA LA RDA COMO EFECTO DE LA POLÍTICA DE CAPTACIÓN SISTEMÁTICA REALIZADA POR LA RFA.”
SALVADOR LÓPEZ ARNAL
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Las caras ocultas de la Europa nuclear
A propósito de EDF y la exportación de desechos de uranio empobrecido a Rusia.
Salvador López Arnal
Cuando señalamos el poder y los poderosos tentáculos de la industria nuclear, la permanente y cuidada desinformación de sus portavoces autorizados, los riesgos nada ficticios de la apuesta atómica y los múltiples y abultados intereses en juego, los ciudadanos y ciudadanos que mantenemos posiciones antinucleares solemos argumentar, e ilustrar nuestra argumentación, del modo siguiente:
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