En este texto, de 1975, el filósofo Evald Ilyenkov evocaba el largo trabajo de investigación y educación realizado con niños sordo-ciegos por el psicólogo A.I. Meshcheriakov (1923-1974). Continuador de la tradición histórico-cultural de psicología, Meshcheriakov logró con su método pedagógico que los alumnos sordo-ciegos a su cargo no sólo desarrollaran capacidades relacionales y cognitivas básicas, sino que pudieran desarrollarse a un alto nivel, consiguiendo algunos de ellos graduarse en la universidad. Para Ilyenkov esta evolución y la misma realidad de los sordo-ciegos, lejos de tratarse de una anomalía o una excepción dentro del conjunto del género humano, significaba su expresión más radical: los resultados experimentales obtenidos aportaban una prueba de que toda mente humana nace y se desarrolla sólo en sociedad, a través de la relación mediada con otros seres humanos. Según esta visión -y contrariamente a lo que postulan las teorías biológicamente deterministas- la humanidad es pura plasticidad, y la actividad vital y comunitaria su única substancia.
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