Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Homenaje a Manuel Marulanda

James Petras

Rebelión

Traducido para Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala por Manuel Talens. Dibujo de José Mercader.

Pedro Antonio Marín Marín, más conocido como Manuel Marulanda Vélez y "Tirofijo", era el líder máximo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Fue, sin duda alguna, el campesino revolucionario más grande de la historia del continente americano. Durante sesenta años organizó movimientos campesinos y comunidades rurales y, cuando todas las vías democráticas legales se le cerraron de forma brutal, creó el ejército guerrillero más poderoso de América Latina y las milicias clandestinas que lo sustentaban. En su época de mayor apogeo, entre 1999 y 2005, las FARC contaban con casi 20.000 combatientes, varios cientos de miles de campesinos activistas y cientos de unidades de milicias comunales y urbanas. Incluso hoy, a pesar del desplazamiento forzoso de tres millones de campesinos como resultado de las políticas de tierra quemada y las masacres del gobierno, las FARC tienen entre 10.000 y 15.000 guerrilleros en sus numerosos frentes distribuidos por todo el país.

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La incógnita de Bolivia

Jesús Sánchez Rodríguez

La actual coyuntura política en Bolivia invita nuevamente a la reflexión en torno a la novedosa estrategia de la izquierda inaugurada con la revolución bolivariana en Venezuela. Novedosa en cuanto un proceso que expresa voluntad de cambios profundos en las esferas social, política y económica, e incluso llega a definir su objetivo a veces como el socialismo del siglo XXI, puede proseguir su andadura, a pesar de graves agresiones que han llegado hasta  el golpe de Estado fracasado en Venezuela. En la memoria está fresco el caso de la experiencia chilena que, con una estrategia similar, fue derrotada sangrientamente, pero que fue una precursora clara de la actual estrategia implementada de manera avanzada en Venezuela y Bolivia.

Por su parte, las fuerzas defensoras del status quo, tanto en estos dos casos como en Chile, ponen en acción estrategias que tienden a bloquear y acabar con el proceso revolucionario. Evidentemente, buscan el punto más débil del proceso, o el punto donde dichas fuerzas tienen más capacidad de acción. En Chile fue a través de la huelga de los gremios y la obstrucción legislativa como se busco degradar la situación económica y bloquear los proyectos gubernamentales, especialmente el del Área de Propiedad Social. En Venezuela el objetivo se centró en la empresa PDVSA. Ambos casos conocieron el fracaso de esas estrategias para acabar con los respectivos gobiernos de Allende y Chávez. Sin embargo el arma definitiva utilizada por la contrarrevolución para acabar con ambas experiencias, el expediente del golpe militar, fracaso en Venezuela, pero tuvo éxito en Chile, eso sí, tras varios ensayos previos fracasados como el asesinato del comandante en jefe del ejército René Schneider días antes de la investidura de Allende, y el tancazo de junio de 1973. En Bolivia las fuerzas opositoras al gobierno de Evo utilizan como punto de apoyo de la palanca con que derribarle un proceso secesionista de las regiones más ricas del país, pero, afortunadamente, no ha tenido lugar una asonada militar.

Es importante recordar en estos momentos una disertación del vicepresidente boliviano Álvaro García Linera del 17 de diciembre de 2007[1] en la que califica como crisis del Estado neoliberal el proceso abierto en Bolivia en 2000-2001, esta crisis continua desemboca en una segunda etapa, calificada de “empate catastrófico”, que necesariamente  debe llevar a un desempate entre las fuerzas en liza, momento histórico que denomina como “punto de bifurcación” en el que, o triunfa la contrarrevolución, o se consolida el nuevo Estado. El vicepresidente señala, en esos momentos, que el punto de bifurcación en Bolivia es cuestión de muy poco tiempo, y recuerda dos de esos momentos en la historia de Bolivia, el primero con una insurrección armada y el segundo con una exhibición y medición de fuerzas. Su apuesta y deseo es que este tercer “punto de bifurcación” inminente tome la forma de “resolución democrática”, es decir, mediante tres referéndums.

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Burgués sí, pero, ¿reformista?

Atilio A. Boron

En el marco del desafío planteado por el lockout de los empresarios agrícolas se planteó el debate sobre los alcances políticos de la medida. En estas páginas, el sociólogo Eduardo Grüner argumentó que estaba en juego la legitimidad del Estado       para intervenir en la economía y alertaba sobre los peligros ‘si la derecha gana’. El politólogo Atilio Boron se suma a la polémica cuestionando el ‘reformismo’ del actual gobierno.

Eduardo Grüner publicó un interesante y sugestivo artículo con el título ‘¿Qué clase(s) de lucha es la lucha del ‘campo’?’ (Página/12, 16 abril 2008) con el cual tengo algunos acuerdos pero también bastantes discrepancias. Quisiera tratar sólo una de éstas: su definición, a mi modo de ver muy generosa, del kirchnerismo como un gobierno ‘reformista-burgués’. Sin embargo, esta caracterización provocó pocos días después la crítica de José Pablo Feinmann quien dijo que sería infantil esperar que el gobierno de Cristina fuera ‘revolucionario socialista’. Y agregó, ‘hoy, un gobierno reformista burgués es mucho más de lo que la Sociedad Rural, todo el establishment y los Estados Unidos están dispuestos a aceptar en América latina. Al reformismo burgués le dicen populismo y, para ellos, es la peste’. Es cierto que el reformismo burgués sigue siendo tan inaceptable hoy como en 1954, cuando el ensayo tímidamente reformista burgués de Jacobo Arbenz en Guatemala fue ahogado en un baño de sangre, y el Che conoció muy bien esa historia como para sacar las adecuadas lecciones del caso. Pero, ¿sobre qué base califican tanto Grüner como Feinmann al gobierno de los Kirchner como ‘reformista’? ¿Cuáles fueron las reformas que impulsaron y ejecutaron? Por supuesto, no es este el lugar para realizar un balance de lo actuado en el período abierto con la asunción de Néstor Kirchner el 25 de mayo del 2003. Digamos, eso sí, que el mayor acierto del período fue la política de derechos humanos, más allá de algunas inconsistencias (entre otras cosas, expresadas en la total incapacidad para proteger testigos como Julio Jorge López, desaparecido como en los tiempos de la dictadura) y que el otro logro de la gestión, menos importante que el anterior, se produjo en el campo de la política exterior, acompañando –no obstante sin mayor protagonismo– el embate de Chávez en contra del ALCA. No obstante, mismo en este terreno el panorama no dejó de tener llamativos contrastes porque simultáneamente Kirchner rechazaba reiteradas invitaciones para visitar Cuba, se mantenía al margen de la Cumbre de los No Alineados realizada en La Habana y viajaba a Nueva York, en 2006, para participar en la Asamblea General de la ONU rematando su viaje con una insólita visita a la Bolsa de Valores de Nueva York y declaraciones, a cuál más desafortunada, sobre el futuro capitalista de la Argentina. Para colmo, el año pasado cedió ante la presión de Washington e impulsó la aprobación, con fulminante rapidez, de una absurda legislación ‘antiterrorista’ que en manos de cualquier otro gobierno puede ofrecer el marco legal necesario para la completa criminalización de la protesta social y la disidencia política. Esos son los dos puntos fuertes del kirchnerismo, ayer y hoy. Admitido. Pero, ¿dónde están las reformas que excitan la generosidad de Grüner y la réplica de Feinmann? No las veo. Para los incrédulos los invito a comparar la gestión del kirchnerismo ya no con el reformismo socialdemócrata escandinavo sino con las del primer peronismo, el del período 1946-1950. En aquellos años se fortaleció al movimiento obrero, se aprobó una vasta legislación laboral sin parangón en la periferia capitalista (vacaciones pagas, aguinaldo, jubilaciones, estabilidad laboral, indemnizaciones por despidos, tribunales de trabajo, accidentes laborales, obras sociales, etcétera), se creó el IAPI, el Banco de Crédito Industrial, la flota mercante del Estado, Aerolíneas Argentinas, y se nacionalizaron el Banco Central, los depósitos bancarios, los ferrocarriles, los teléfonos, la electricidad y el gas. Durante su exposición en la Cámara de Diputados, en 1946, Perón pronunció, a propósito de la nacionalización del Banco Central, unas palabras que es oportuno recordar en los tiempos que corren en donde el pensamiento único no cesa de alabar las virtudes de la supuesta independencia de los bancos centrales. ‘¿Qué era el Banco Central? –se preguntaba Perón–. Un organismo al servicio absoluto de los intereses de la banca particular e internacional. Por eso, su nacionalización ha sido, sin lugar a dudas, la medida financiera más trascendental de estos últimos cincuenta años.’ Aparte de eso, el Estado pasó a ocupar un lugar decisivo en la promoción de la industrialización y sus obras públicas –caminos, diques, escuelas, hospitales– cubrieron prácticamente toda la geografía nacional. Además se sancionó una nueva Constitución, en 1949, en la cual se establecía una serie de derechos sociales a tono con las conquistas que en ese terreno se estaban produciendo en el capitalismo europeo.     Un Estado inexistente ¿Y ahora? El Banco Central está en manos de un Chicago boy y la obra pública paralizada. El Estado, destruido por el menemismo, sigue postrado: no puede apagar un incendio de pastizales en una llanura porque carece sea del dinero, o de la idoneidad, para adquirir un avión hidrante canadiense que cuesta menos de veinte millones de dólares y que hubiera acabado con el fuego en un santiamén; no puede abastecer de monedas a la población; no puede regular ni supervisar el funcionamiento de las empresas privatizadas, y entonces los usuarios del ferrocarril periódicamente incendian estaciones y formaciones para hacer oír su protesta; no puede cobrarle impuestos a Aeropuertos 2000 y entonces se asocia en calidad de ‘socio bobo’ y minoritario a la empresa en lugar de exigir el pago de lo adeudado; no puede garantizar que los caminos y rutas privatizadas estén en correcto estado de mantenimiento mientras decenas de viajeros mueren a diario en horribles (y evitables) accidentes; asiste de brazos cruzados a la desintegración de la red ferroviaria nacional y como única política propone un ‘tren bala’; no exige a las aerolíneas privatizadas que cumplan un diagrama de vuelos que sirva para integrar las principales ciudades del país, que los fines de semana se quedan aisladas; se muestra indiferente ante el saqueo de los recursos naturales, desde el petróleo y el gas hasta los minerales, y ante el gravísimo deterioro del medio ambiente causado por las explotaciones mineras; prosigue sumido en un estupor catatónico ante el calamitoso derrumbe de la educación y la salud públicas, sin que se le ocurra poner un centavo para remediar la situación, al paso que se ufana de los 50.000 millones de dólares atesorados –al igual que Harpagón, el protagonista de El avaro de Molière– mientras el pueblo pasa hambre, no puede educarse ni cuidar de su salud. Pese a disponer de una mayoría absoluta en ambas Cámaras del Congreso –que vota a libro cerrado cualquier proyecto que ordene la Casa Rosada–, Kirchner no envió una sola propuesta para reformar la estructura tributaria escandalosamente regresiva de la Argentina o para establecer una legislación que posibilitase un combate efectivo contra el desempleo, la exclusión social y la pobreza. Tampoco iniciativa alguna para recuperar el patrimonio nacional rematado durante el menemismo. Un gobierno que, por otra parte, a más de cinco años de inaugurado todavía no definió una política de distribución de ingresos, consolidación del mercado interno y desarrollo nacional. Es cierto que se disminuyó la proporción de pobres e indigentes, pero ésta aún se encuentra por muy encima de los valores existentes al inicio de la actual fase democrática de la Argentina, hace un cuarto de siglo. Con un agravante: que este gobierno dispuso de una coyuntura económica excepcional, como ningún otro en nuestra historia, lo que torna aún más imperdonable que una parte al menos de esa riqueza no hubiera llegado a satisfacer las demandas populares. Y pese a sus estentóreas denuncias en contra de la dictadura, dos piezas maestras de ese régimen: la Ley de Entidades Financieras y la Ley de Radiodifusión continúan en vigencia hasta el día de hoy. La renta financiera sigue estando libre de impuestos así como las ganancias resultantes de la venta de sociedades anónimas. Y el Gobierno sigue sin otorgarle el reconocimiento oficial a la CTA y convalidando, de ese modo, el control político de los sectores populares en manos de una burocracia cuyo desprestigio es absoluto. Esto explica, en gran medida, la indiferencia popular ante la ofensiva del mal llamado ‘campo’: el pueblo no salió a la calle a defender su gobierno porque no lo siente suyo. Y tiene razón. Sería bueno que el Gobierno dedicara algún tiempo a reflexionar sobre la génesis de esta alarmante pasividad popular. La anterior es una lista incompleta y parcial, pero suficiente para demostrar que bajo ningún criterio mínimamente riguroso estamos en presencia de un gobierno reformista. Es un gobierno ‘democrático burgués’ (con todas las salvedades que suscita esta engañosa expresión), pero donde el componente ‘burgués’ gravita mucho más que el ‘democrático’ y en donde el reformismo sólo existe en el discurso, no en los hechos. Es asombroso escuchar, como ha ocurrido reiteradamente en los últimos años, las invocaciones de los distintos ocupantes de la Casa Rosada exhortando a los argentinos a redistribuir el ingreso y a repartir de modo más equitativo la riqueza. En fechas recientes la Presidenta volvió a insistir sobre el tema, a propósito del paro agrario. Pero, si no lo hace el Gobierno, ¿quién lo puede hacer? ¿Qué esperan? Si por mí fuera emitiría un decreto de necesidad y urgencia desde mi cátedra de Teoría Política y Social de la UBA instituyendo una radical reforma del régimen impositivo y utilizaría ese dinero para mejorar los ingresos de todos quienes estén por debajo o un poco por encima de la línea de pobreza, pero, ¿quién me haría caso?, ¿qué juez atendería la demanda de los eventuales beneficiarios?, ¿cómo podría obligar a los contribuyentes más ricos y a las grandes empresas a pagar el nuevo impuesto? El Gobierno debería abstenerse de formular ese tipo de estériles exhortaciones.     El posibilismo es inaceptable Creo que lo anterior demuestra con claridad que no hay ‘reformismo burgués’. ¡Ojalá lo hubiera! No porque el reformismo satisfaga mis esperanzas sino porque al menos nos posibilitaría avanzar unos pocos pasos en la construcción de una verdadera alternativa, es decir, una salida post capitalista a esta crisis sin fin en que se debate la Argentina, sea en el estancamiento tanto como en la prosperidad económica (que llega a unos pocos). Por eso es que disiento de lo que plantea Grüner cuando dice que ‘si alguien nos chicanea con que terminamos optando por el ‘mal menor’ no quedará más remedio que recontrachicanearlo exigiéndole que nos muestre dónde queda, aquí y ahora, el ‘bien’ o su posible realización inmediata.’ ¿Dónde queda el ‘bien’? Eso lo sabe Grüner tanto como yo: el ‘bien’ es el socialismo. Pero mientras maduran las complejas condiciones para su construcción es posible la realización inmediata de algún ‘bien’, de algunas reformas que pongan fin a la escandalosa situación en que nos hallamos. ¿O me va a decir que hará falta una revolución socialista para aproximar la estructura tributaria de la Argentina a la que tienen países como Grecia y Portugal en la Unión Europea, para no hablar de la que existe en Escandinavia? ¿Será preciso asaltar el Palacio de Invierno para que las retenciones al agro –totalmente justificadas en la medida en que se discrimine entre los distintos estratos del patronato agrario– se coparticipen con las provincias y sean asignadas exclusivamente a combatir la pobreza y a reconstruir la infraestructura física del país y no al pago de la deuda? ¿Tendremos que subirnos a la Sierra Maestra para que el Estado regule cuidadosamente el desempeño de las privatizadas y avance en un programa de ‘desprivatización’ para aquellas que se compruebe que han estafado al fisco y a los usuarios? ¿Habrá que esperar el cañonazo del Aurora para derogar la Ley de Entidades Financieras de Martínez de Hoz? En suma: no es un tema de chicanas o recontrachicanas, sino de exigirle al Gobierno que haga lo que debe hacer. Que tenga la osadía de ser un poquito reformista. Y si no hace lo que hay que hacer es porque no quiere, no porque no puede. Y si no quiere no veo la razón para que tengamos que apoyarlo en contra de un fantasmagórico ‘mal mayor’, espectro invariablemente agitado por quienes quieren que nada cambie en este país y que termina en el posibilismo y la resignación. Como creo que estas dos actitudes son inadmisibles, ética y políticamente, es que me opongo a entrar en el repetido juego de ‘nosotros’ o el ‘mal mayor’, que desde hace décadas viene empujando a la Argentina hacia el abismo y hacia nuestra degradación como sociedad. Tiene razón Grüner cuando dice que ‘no estamos ante una batalla entre dos modelos de país; el modelo del Gobierno no es sustancialmente distinto al de la Sociedad Rural’. Corrijo: es un solo modelo, pero no es el de la Sociedad Rural, pobrecita, sino el de los grandes ausentes de este debate y que los compañeros del Mocase oportunamente trajeron al primer plano en su nota del viernes 25 en Página/12: es el modelo del gran capital transnacional, cuyas naves insignia en materia agraria son Monsanto, Dupont, Syngenta, Bayer, Nidera, Cargill, Bunge, Dreyfus, Dow y Basf. Y si este modelo prosperó fue porque desde Menem hasta nuestros días –aclaro, dada la susceptibilidad ambiente, que me parece un disparate decir como lo hace cierta izquierda trasnochada, que este gobierno es igual al de Menem– no hubo un solo gobierno, tampoco el de los Kirchner, que intentara cambiar el modelo agrario-exportador y poner fin a la sumisión de nuestro país a las transnacionales. Todos facilitaron cada vez más las cosas para que la Argentina se convierta en una especie de emirato sojero, y si hoy el Gobierno se queja de la rapacidad ‘del campo’ sería bueno que se interrogue por qué no hizo nada para impedir que lleguemos a esta situación. Por lo tanto, lo de ‘reformista’ es una concesión gratuita a un gobierno que, por lo menos hasta ahora, no ha hecho ningún esfuerzo serio para hacerse acreedor de ese calificativo. © 2000-2008 www.pagina12.com.ar <http://www.pagina12.com.ar>  |  República Argentina  |  Todos los Derechos Reservados

 

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João Pedro Stedile: Los retos de la izquierda y el movimiento social

Kostas Athanassiou

– Entrevista con João Pedro Stedile, integrante de la coordinación nacional del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil. 1. El 5o Congreso Nacional del MST parece que marcó un nuevo concepto de la Reforma Agraria, que corresponde a una nueva etapa del capitalismo en Brasil. ¿Podría Ud. explicarnos más sobre este concepto? El MST nació en un contexto de la lucha de clases en Brasil que combinó varios factores en los anos 70/80. Entró en crisis el modelo de desarrollo industrial dependiente. Hubo un ascenso del movimiento de masas. La lucha de la sociedad contra la dictadura militar. En ese marco, nacimos con muchas luchas sociales. Pero desde el punto de vista programático, creíamos que era posible realizarse una reforma agraria, de tipo clásico. O sea, que pudiera democratizar la propiedad de la tierra, desarrollar el mercado interno, distribuir riquezas. O sea, era un programa democrático y republicano. Pero, con la derrota de las fuerzas sociales y de izquierda por el neoliberalismo, en todo el mundo y en Brasil, a partir de la década de 90, el capital internacional y financiero pasó a dominar nuestra economía y por ende, en los últimos años, también la producción agrícola. En ese nuevo modelo económico que subordina nuestra economía al capital internacional y financiero, la burguesía brasileña abandonó cualquier proyecto de desarrollo nacional. Y con ello se ahogó cualquier posibilidad de un proyecto de reforma agraria volcado al mercado interno. Así, la lucha por la reforma agraria ahora, entra en nuevo camino. La reforma agraria, no basta que sea democrática y republicana, tiene que ser anti-neoliberal, antiimperialista. Esas fueron las reflexiones que hicimos en los últimos tres años y que culminaron en el evento del congreso, al que tú asististe. De allí, hemos construido un nuevo concepto de reforma agraria, que ahora necesita ser una reforma agraria popular. 2. “Socialismo”, la Internacional, contra el “Estado burgués”, contra la “propiedad privada”, “en el capitalismo no puede hacerse una Reforma Agraria verdadera”: el MST utiliza un discurso que ofrece mucha esperanza a la gente de izquierda. En el mismo sentido, Ud. habla sobre un reflujo del movimiento, ligando su reascenso a la acumulación de clase como un todo en torno de un programa alternativo para la sociedad de Brasil. Sin embargo, han surgido posturas que sostienen que los movimientos tienen ciertos límites y hay que ocuparse en cosas concretas (o sea “parciales”, “sus” temas, “sus” demandas) y no implicarse en asuntos más “generales” e “ideológicos” (el capitalismo, por ejemplo). ¿Cuál es su opinión sobre este debate? Tu pregunta mezcla varios temas distintos, aunque complementarios. El mundo capitalista está en crisis. Una crisis no de acumulación del capital, que sigue adelante. Una crisis civilizatoria, de solución de los problemas de la gente. Y esa crisis se manifiesta aún más en los países de la periferia del sistema capitalista, como América Latina. Entonces, la coyuntura, el contexto histórico, nos pone un reto muy grande que es el de derrocar el capitalismo en su fase neoliberal, dominada por las transnacionales y el capital financiero. Por eso, creemos que un programa inmediato es aglutinar fuerzas para construir un proyecto anti-neoliberal (anti-capital financiero) y anti-imperialista. Pero para viabilizar un proyecto como ese, es necesario acumular mucha fuerza popular. Acumular organizadamente, acumular con cuadros, militantes, acumular con fuerza política, fuerza de la lucha social. Acumular en construir hegemonía en la sociedad, para aglutinar a las mayorías. Lo que pasa en América Latina y Brasil (con excepción de Venezuela y Bolivia) es que la izquierda está en crisis y que el movimiento de masas está en reflujo. Y con eso, tenemos que tener claro que la lucha por los cambios, por un nuevo proyecto, va a tardar mucho tiempo todavía. Bueno, y por último, para que se logre cambiar la correlación de fuerzas en Brasil, es necesario complementar las más distintas formas de organización de nuestro pueblo. En los movimientos sociales, populares, en las pastorales y en los partidos políticos de izquierda. 3. El MST se refiere a la consciencia de clase de su militancia, a un programa alternativo, a principios organizativos que estamos acostumbrados a relacionarlos con el discurso y la práctica de los partidos. Utilizando términos un poco clásicos, diríamos que el MST nos parece como algo híbrido, entre movimiento y organización o partido, nos parece que ha incorporado varios elementos de varios tradiciones, cosa que consideramos muy, muy interesante. ¿Es así? ¿Podría Ud. decirnos algunas cosas más sobre el carácter del MST en tal sentido? El Movimiento Sin Tierra es más que todo un movimiento social, que tiene su base principal entre los campesinos pobres, pero también en otros activistas y sectores sociales que viven en el medio rural y en las pequeñas ciudades del país. Pero, por el contexto histórico del período en que nos hemos desarrollado, hemos aprendido, y la misma lucha social nos enseñó, además de las experiencias históricas, que era necesario incorporar al movimiento social, algunos principios organizativos que la historia de la lucha de clases había desarrollado como enseñanza de la clase trabajadora. En ese sentido, aplicar ciertos principios organizativos, como dirección colectiva, lucha de masas, formación de cuadros, planificación de tareas, estimulo al estudio, vinculación de los dirigentes con sus bases, etc. no es una prerrogativa exclusiva de organizaciones partidarias, sino que debe ser una necesidad de todos los movimientos sociales, que quieren cambios estructurales. En ese sentido, claro, el MST se transformó en algo distinto de los movimientos sociales, parciales, temporales, o sectoriales y corporativos. Nuestro movimiento se volvió un movimiento social de nuevo tipo, como decimos, porque no estaba escrito en ningún manual de la izquierda, porque las condiciones específicas de la lucha de clases en el campo, en nuestro tiempo, determinaron que se necesitaba organizar el movimiento de masas, con otras bases organizativas. Eso también ha determinado que la lucha por la reforma agraria no es una lucha corporativa y que solo lograremos conquistas si hay cambios en las estructuras económicas y sociales. Y para esos cambios, necesitas una forma de organización superior. Y así aplicamos la experiencia que es internacional, de la clase trabajadora, y es eso lo que logró dar vida perenne a nuestro movimiento. Acuérdese que en 500 años de lucha de clases, en el capitalismo brasileño, ninguna organización o movimiento campesino, había resistido más que 15 años y la clase dominante lo había masacrado. Ahora, ya tenemos casi 25 anos y nuestra existencia, por si solo ya es una victoria. 4. Dicen ustedes que la reactivación del movimiento de masas en la sociedad se debe combinar con un gobierno popular. También, el MST “se atrevió” a tomar una postura muy clara sobre el PT y el gobierno Lula. Nuestra problemática, y la de mucha gente más, coinciden con esta postura “política” del MST, que trasciende los límites de un “movimientismo” puro y duro (ver pregunta 2). Sin embargo, hay intelectuales y corrientes en el movimiento, que subestiman o rechazan totalmente el papel del poder político, creen que de cierta manera es indiferente quien esté en el gobierno, y al mismo tiempo, miran con muchas reservas lo que sucede en Venezuela etc. ¿Qué opina usted sobre este debate? Primero. Defendemos que los movimientos sociales deben tener autonomía de los partidos, de las iglesias y del Estado. La autonomía en relación a partidos y gobiernos no significa que estamos en contra o mucho menos hacemos oposición. Es una autonomía organizativa necesaria. Pero que tenemos que ser complementarios, entre movimientos sociales, partidos de izquierda y un posible gobierno popular, en el proyecto político. O sea, nuestra unidad debe ser trabajar alrededor de un mismo proyecto político, de transformación social de nuestro país. Ahora, las tácticas, la forma organizativa, son de naturaleza diferente. Incluso el concepto de Lenin de que los movimientos sociales deberían ser correas de transmisión del partido, fue mal interpretado en América Latina y creo que también en Europa, porque los partidos lo aplicaron como una sumisión completa, orgánica, de los frentes de masas a las deliberaciones de los comités centrales de los partidos. Y cuando ocurría cualquier problema político o ideológico en el partido, dividía automáticamente los movimientos quitándoles la fuerza necesaria. Nosotros creemos que aplicar esa línea de Lenin consiste en que los movimientos sociales deben ser una correa complementaria en el proyecto político de transformación. Y, con los partidos políticos, que aglutinan fuerza política e ideológica, construir el proyecto político estratégico. No estamos contra la lucha por el poder político. Sino todo al contrario. Algunos de nosotros damos más énfasis a algunos aspectos de la lucha por el poder político, como por ejemplo la organización para el poder popular desde abajo, en sus espacios territoriales, y otros dan más énfasis a la lucha por cambios en el Estado, central. Pero, son más que todo matices, delimitados, a veces, por los mismos espacios en que actúa un dirigente o hasta por vocación, no por divergencia política. Ahora, sobre la situación particular de Brasil, el problema es que un partido de izquierda como el PT ganó unas elecciones, pero ganó en un período histórico adverso. Entonces, la victoria electoral en el caso brasileño, no logró alterar la correlación de fuerzas de clases y lo político, y tampoco acumular fuerzas para transformaciones radicales. Y de ahí resultó un gobierno cuya composición está relacionada con la clase dominante e incluso con el capital internacional. Basta ver que el presidente del banco central, es ex-presidente del banco de Boston. Que cinco de los actuales ministros del gobierno Lula, fueron ministros del gobierno neoliberal de Fernando Henrique Cardoso. Entonces decimos que las victorias electorales solamente pueden cambiar la correlación de fuerzas si vienen combinadas con el ascenso del movimiento de masas. Con esos dos factores es posible desarrollar gobiernos populares, que acumulen para los cambios. Es lo que ocurren en Bolivia y Venezuela. Pero, vea que no está ocurriendo en Ecuador y en Argentina. Aunque los gobiernos se dicen anti-neoliberales, la correlación de fuerzas políticas no se alteró para viabilizar cambios estructurales. 5. Hay casos donde algunos cambios electorales “antineoliberales” no se articularon con una reactivación del movimiento y los resultados fueron pésimos. ¿Cómo cree que se articula la relación entre los movimientos de masas y las entidades (partidos, organizaciones) de izquierda, la combinación de la lucha en las calles con la lucha institucional? ¿Puede un movimiento esquivar la doble trampa del “electoralismo idealista” y el “revolucionarismo sectario”, según sus palabras? Ese es precisamente el reto que tenemos en Brasil y en la mayoría de los países de América Latina. Necesitamos construir orgánicamente formas de lucha que combinen luchas de masa con la lucha institucional. No caer en la trampa de que elegir por elegir produce cambios, como un idealismo oportunista que solo beneficia a la persona electa. Ni tampoco caer en el sectarismo dogmático que reduce la actividades política a discursos de falso revolucionarismo. Y no hay fórmula para esa mezcla, en cada país tendremos que ser creativos, para ir combinando. Pero creo que una de las pistas es tratar de estimular todo tipo de luchas de masa, que enfrenten a los enemigos principales, que en ese momento son el capital financiero y las transnacionales. Y sobre la base de la lucha social, ir desenmascarando a los enemigos, y construyendo una fuerza que acumule para un proyecto alternativo, popular. Entonces, el cemento que puede dar unidad entre las distintas formas de organización popular, desde movimientos a partidos políticos, es si logramos organizar a la gente para que luche contra nuestros enemigos comunes. 6. ¿Cómo se expresan hoy en Brasil los planes de criminalización del movimiento? ¿Podemos decir que estos planes forman parte de la política del gobierno federal? No hay un plan de criminalización de movimientos sociales, como plan. Mucho menos el gobierno Lula se presta a reprimir o a criminalizar la lucha social. Eso es paranoia. Lo que hay es la lógica natural del capital y de las fuerzas de derecha, que siempre que el movimiento avanza, que las masas actúan, ellos reaccionan con violencia. En todos los países del tercer mundo, la derecha, la clase dominante, siempre apela a la violencia para mantener sus privilegios. En eso no hay novedad, ni cambios, en la lucha de clases brasileñas. Y esa violencia se manifiesta en el uso del poder judicial, en las policías militares bajo control de gobiernos reaccionarios locales. En el discurso que sus medios de comunicación masiva utilizan, etc. 7. Nos hemos enterado sobre los lazos históricos del MST con gente de la Iglesia. ¿Cómo podemos describir hoy en día la relación del MST con las Iglesias (católica y protestantes)? ¿Cuál es el papel de las Iglesias en la coyuntura actual de Brasil? En América Latina hubo un fenómeno político-religioso-social muy interesante que fue el desarrollo de la Teología de la Liberación. Esa corriente ideológica de los cristianos, trató de interpretar la Biblia y los Evangelios, como instrumentos de concientización de los pobres, de la clase trabajadora, para que lucharan por las transformaciones sociales. En ese sentido, fue una síntesis entre el análisis sociológico marxista con la cultura y la religiosidad popular expresada en la adhesión del cristianismo en toda América Latina. Y esa síntesis es posible hacerla, creo, con todas las religiones del mundo que tengan como centro el humanismo. Bueno, pero entonces a partir del Concilio Vaticano II, en la década de 60, millares de agentes de pastoral de América Latina que adhirieron a esa corriente, pasaron a priorizar sus esfuerzos, sus energías, en tratar de concienciar al pueblo para que se organizara para luchar por los cambios. Esa corriente cristiana decía “Dios solo ayuda a quien se organiza”. Entonces el MST y un montón de movimientos e, incluso, partidos de izquierda sufrieron las buenas influencias de esa forma de mirar el mundo. Y como nuestro pueblo es muy religioso, culturalmente, es evidente que ese trabajo ayudo al pueblo a organizarse. Con el neoliberalismo y el papado de Juan Pablo II, la Iglesia católica oficial condenó la Teología de la Liberación y pasó a impulsar un conservadorismo en la nominación de obispos. Entonces, la Teología de la Liberación se debilitó en su influencia en los aparatos institucionales de la Iglesia. Pero sigue teniendo mucha influencia en la gente. Y nosotros, del MST, seguimos teniendo mucho apoyo y relación fraternal de trabajo conjunto con muchos sectores cristianos, que son compañeros de lucha por la reforma agraria y por el socialismo. 8. Los últimos años en el seno de los movimientos se desarrolla un debate sobre la “territorialidad”. ¿Podemos incluir los asentamientos del MST en este debate sobre “territorios libres”? ¿Cómo podrían semejantes “islas de libertad” afectar la sociedad como un todo? Más que territorios libres del control de la burguesía o del capital, el verdadero debate es que en los espacios que conquistemos debemos tener autonomía política. Y que debemos construir una nueva hegemonía en la sociedad que nos cerca. Una hegemonía de ver el mundo, con los ojos de la clase trabajadora. Y es una lucha permanente. Pero no se debe tener idealismos, de que en cualquier tierra, o territorio, en el que predomina la clase trabajadora, por si sola, ya es tierra liberada. La burguesía sigue controlando los mercados, el capital sigue controlando las reglas de la sociedad. Y sobretodo, los medios de comunicación que difunden su ideología siguen siendo hegemónicos e influenciando determinantemente nuestra base. Pero, debemos utilizar esos espacios en los que tenemos más control, para generar una nueva cultura, nuevas relaciones sociales. Y eso es un trabajo permanente, cuyos resultados son de largo plazo. 9. ¿Cuáles son, según su opinión, las perspectivas de los proyectos de los partidos de izquierda (PT, PSOL) hoy en Brasil, en relación de un programa para el país, de las esperanzas de pueblo de Brasil, de las luchas comunes con los movimientos contra el proyecto neoliberal? Las condiciones de la lucha de clases en ese contexto histórico de Brasil, están muy difíciles, adversas, para el proyecto estratégico, para el socialismo, del pueblo brasileño. Estamos en un período difícil, porque fuimos derrotados por el neoliberalismo, porque estamos en un descenso del movimiento de masas, porque perdimos toda una generación de jóvenes, que no se volvieron militantes de izquierda, y porque el mayor partido de izquierda fue derrotado por su estrategia meramente electoral. La fundación del P-SOL, con militantes disidentes del PT, es solamente el resultado de lucha interna, y el P-SOL sigue los mismos pasos del PT. Priorizar la lucha electoral e institucional. Pero, hay gente que le gusta la lucha institucional y electoral, es su vocación, y no hay nada malo en eso. Lo malo es hacer solo eso. Entonces, los retos para la izquierda brasileña, para las organizaciones del pueblo brasileño, son muchos. Y los resolveremos solo a mediano y largo plazo. Entre esos retos para recuperar un programa socialista, y lograr acumular fuerzas para los cambios, hemos reflexionado que son: – construir un programa popular común, de lucha anti-neoliberal y anti-imperialista – estimular todo tipo de lucha social – apuntar a la reactivación del movimiento de masas – formar cuadros y militantes, en un número cada vez mayor – construir nuestros propios medios de comunicación social, a través de radios, periódicos, boletines y hasta programas televisivos, para enfrentar la hegemonía mediática de la derecha. – Acumular para un programa estratégico socialista. – Priorizar el trabajo organizativo con la juventud que vive en las periferias de las ciudades. Kostas Athanassiou Revista Resistencias Nº 7 Grecia

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Octavo mandamiento: Mentirás

Eduardo Galeano

Diario Página/12. | marzo 28, 2008

Hasta hace un rato nomás, los grandes medios nos regalaban, cada día, cifras alegres sobre la lucha internacional contra la pobreza. La pobreza se estaba batiendo en retirada, aunque los pobres, mal informados, no se enteraban de la buena noticia. Los burócratas mejor pagados del planeta están confesando, ahora, que los mal informados eran ellos.

El Banco Mundial ha dado a conocer la actualización de su International Comparison Program. En el trabajo participaron, junto al Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, las Naciones Unidas, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico y otras instituciones filantrópicas.

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Crónica de una vida ejemplar y un asesinato de Estado

Salvador López Arnal

         Mario Amorós, Antonio Llidó, un sacerdote revolucionario.  Publicaciones de la Universidad de Valencia, Valencia 2007, 360 páginas. Presentación de Pepa Llidó, prólogo de Pedro Ruiz Torres.

Con esta nota del propio biografiado fechada en septiembre de 1974, se abre Antonio Llidó, un sacerdote revolucionario: “Siguen cayendo compañeros todos los días, pero hasta ahora yo me he podido librar. Ojalá la suerte me siga acompañando (es decir, ojalá siga observado estrictamente las normas de seguridad). No quiero ponerme dramático, pero alguna vez hay que decirlo. Si algo malo me ocurriera, quiero que tengan claro que mi compromiso con esto que hago ha sido libremente contraído, con la alegría de saber que esto es exactamente lo que me corresponde hacer en este momento. Despójenlo, en lo posible, de todo signo romántico o heroico”.

Intentémoslo. Despojemos esta aproximación al magnífico ensayo del joven historiador Mario Amorós –uno de los responsables de la sección “Chile” de www.rebelión.org-, resultado de su tesis doctoral presentada en noviembre de 2005 en la Universidad de Barcelona, de todo signo romántico o heroico, absolutamente comprensible por lo demás.

Antonio Llidó, un sacerdote revolucionario, la cuarta publicación de Amorós dedicada al estudio de la historia reciente de Chile, ofrece una visión novedosa acerca de un periodo histórico densamente estudiado. La mirada sobre aquella tragedia imborrable en la memoria de todo socialista que fue el 11 de septiembre de 1973 no se dirige al Palacio de La Moneda sino a la fábrica textil Rayón Said, en Quillota, donde aquel mismo día Llidó y sus compañeros de lucha se reunieron para estudiar la forma de oponer resistencia a los militares fascistas que cercaban la industria textil y el país. Es la historia desde abajo en la que se sitúa Amorós: “la historia desde abajo (…) no consiste sólo en desplazar la atención de las clases dirigentes a las populares, sino que la investigación de las relaciones y luchas de clases en amplios contextos históricos tiene presente que éstas son siempre políticas. Las clases populares han sido protagonistas dl devenir histórico y no meros espectadores y sus luchas han contribuido de manera notable a las experiencias de las generaciones posteriores” (pp. 27-28). Existe un fértil camino para investigar los años de la Unidad Popular, señala Amorós, a través de las fuentes orales, la historia local o la microhistoria, sólo explorado hasta el momento por autores como Franck Gaudichaud, Peter Winn o José del Pozo.

El libro se centra en la lucha de Antonio Llidó, un cura valenciano, un cristiano para el socialismo, que pagó con su propia vida su coherencia política. Una sucinta y sustantiva cronología de su vida puede verse en el apéndice I, páginas 329-332. En dos pueblos de la sierra de Alicante, Llidó realizó un trabajo pedagógico con la ayuda de jóvenes estudiantes de Valencia, algunos de ellos militantes del PCE. Obligado por el obispo de su diócesis a irse a El Ferrol, entonces del Caudillo, a cumplir el servicio militar, toma contacto con reclutas que eran estudiantes de la resistencia antifranquista. Después, cuando viaja en barco a Chile, ayuda a unos guerrilleros ecuatorianos que habían recibido entrenamiento en Cuba y que le cuentan los logros de la revolución. En sus primeros escritos en Chile, Llidó apunta que la solución para el país y para toda América Latina es una revolución que cambie las estructuras sociales de arriba abajo. Militante del Movimiento de Izquierda Revolucionario -el MIR fue un partido descalificado por terrorista, presentado como grupúsculo de jóvenes pequeño-burgueses, de revolucionaros demenciados, que influyeron fuertemente en una izquierda comunista europea no menos extraviada, y que boicotearon de forma irresponsable el proceso democrático chileno hacia el socialismo-, Llidó rechazó la posibilidad de salir de Chile y tras la derrota de la Unidad Popular permaneció luchando desde la clandestinidad contra la barbarie golpista, teledirigida por el Premio Nóbel Kissinger. La dictadura de Pinochet lo hizo “desaparecer” alrededor de 25 de octubre de 1974, después de haber estado más de tres semanas en manos de la DINA, la BPS chilena.

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Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –Ejército Popular (FARC-EP). El coste de la iniciativas humanitarias unilaterales

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El ataque con tropas y misiles ordenado por el presidente Uribe, violando la soberanía de Ecuador, ha estado a punto de precipitar una guerra a nivel regional con Ecuador y Venezuela. En una entrevista que mantuve con el presidente Chávez, en el momento del ataque, me confirmó la gravedad de la doctrina de Uribe sobre la “guerra preventiva” y la “intervención extraterritorial”, llamando al régimen colombiano el “Israel de América Latina”. Durante su programa de radio dominical “Alo Presidente”, en el cual participé como invitado, anunció que enviaba fuerzas de aire, mar y tierra a la frontera con Colombia.

El ataque de Uribe a través de la frontera intentó evaluar la “decisión” de Ecuador y Venezuela de responder a una agresión militar, así como comprobar la eficacia de los ataques con misiles coordinados por medio de satélites por los Estados Unidos. Tampoco hay duda de que Uribe buscaba el fracaso de la inminente liberación de la prisionera de las FARC, Ingrid Betancourt, que estaba siendo negociado por el Ministro de Exterior francés, Bernard Kouchner, el Ministro del Interior ecuatoriano Larrea, la Cruz Roja colombiana y especialmente el presidente Hugo Chávez. Kouchner, Larrea y Chávez estaban en contacto directo con el dirigente de las FARC, Raúl Reyes, quien fue asesinado, junto a otras 22 personas –incluyendo a no combatientes de otras nacionalidades, en Ecuador por el ataque coordinado por Uribe y los norteamericanos, con misiles y fuerzas de tierra. La intervención militar de Uribe fue dirigida en parte a desacreditar el importante papel diplomático jugado por Chávez en la liberación de prisioneros de las FARC, en contraste con el fracaso de sus intentos de “liberar a los prisioneros” con medios militares.

Raúl Reyes tenía el reconocimiento de los gobiernos europeos y latinoamericanos, así como de la Cruz Roja, como legítimo interlocutor en estas negociaciones. Si las negociaciones hubiesen tenido éxito, obteniéndose la liberación de los prisioneros, era muy probable que los mismo gobiernos y organizaciones humanitarias hubiesen presionado a Uribe para iniciar un amplio intercambio de prisioneras y negociaciones de paz con las FARC, lo cual es incompatible con las intenciones de Bush y Uribe de guerra indefinida, asesinatos políticos y política de tierra arrasada.

Lo que estaba en juego al violar Uribe la soberanía ecuatoriana y asesinar a 22 personas, entre guerrilleros de las FARC y visitantes mexicanos, era nada menos que la totalidad de la estrategia de contrainsurgencia, perseguida por Uribe desde su acceso a la presidencia en el 2002.

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Una verdad a destiempo

Filippo Ceccarelli

Pubhllicado en Sin Permiso electrónico, http://www.sinpermiso.info/

Unos documentos de los archivos británicos del Foreign Office recientemente desclasificadosarrojan una cruda e impresionante luz sobre las bambalinas de la Guerra Fría y las amenazasque se cernían sobre la democracia republicana italiana a mediados de la década de los 70,cuando parecía que el crecimiento electoral del refinado y democrático comunismo italiano dela época era imparable. La hipótesis de un "Golpe de Estado" si el PCI ganaba las eleccionesde junio de 1976 no estaba en modo alguno excluida. Una verdad a destiempo.

A grandes males, grandes remedios. Esto fue también la guerra fría en Italia, donde el gran mal, más que una idea genérica de comunismo era la posibilidad concretísima de que el Partido comunista italiano llegara al poder.

Era el año 1976, el de las elecciones más dramáticas después de las de 1948. Pues bien: frente al mal absoluto que un gobierno con el PCI hubiera acarreado al sistema de seguridad de la Alianza Atlántica, el frente occidental, las potencias aliadas y en cierta medida la OTAN, tomaron en consideración, en el cálculo de los remedios extremos y posibles, incluso la hipótesis de un golpe de Estado. Un "coup d’Etat", literalmente: a la francesa. Eventualidad que se descartó por "irrealista" y temeraria.

Entre los documentos británicos, de los cuales Repubblica ha entrado en posesión gracias a las normas que liberan del secreto los documentos de Estado pasados treinta años, se encuentra uno del 6 de mayo de 1976, obviamente supersecreto, elaborado por el Planning Staff del Foreign Office, el ministerio de asuntos exteriores inglés, titulado "Italy and the communists: options for the West" [Italia y los comunistas: opciones para Occidente]. Al principio de la pág. 14, entre las varias opciones, se lee en mayúsculas: "Action in support of a coup d’Etat or other subversive action" [Acción en apoyo de un golpe de Estado u otras acciones subversivas]. El tono del texto es distante y didáctico: "Por su naturaleza, un golpe de Estado puede conducir a acontecimientos imprevisibles. Sin embargo, se podría tener en cuenta desde un punto de vista teórico. De un modo u otro, podría presumiblemente venir de las fuerza de la derecha, con el apoyo del ejército y de la policía. Por una serie de motivos – continua el documento—, la idea de un golpe de Estado aséptico y quirúrgico, capaz de desalojar al PCI o de prevenir su acceso al poder, podría resultar atractiva. Pero es una idea irrealista." Siguen otras graves consideraciones que desaconsejarían su utilización: la fuerza del PCI en el movimiento sindical, la posibilidad de una "larga y sangrienta" guerra civil, la posible intervención de la URSS, las reacciones de la opinión pública de los diversos países occidentales. Por lo tanto: "Un régimen autoritario en Italia –concluyen los análisis del Western European Department del Foreign and Commonwealth Office (FCO) –difícilmente sería más aceptable que un gobierno con participación comunista".

En política exterior los documentos diplomáticos, especialmente si son de uso interno, se caracterizan por una fría determinación. Los intereses están al desnudo,con frecuencia impregnados de cinismo. Éstos, que cuentan la crisis italiana antes y después de las elecciones del 20 de junio de 1976, provienen de carpetas desclasificadas del archivo del premier británico y del ministerio de asuntos exteriores. Son centenares y centenares de folios: correspondencia entre los grandes del mundo occidental, actas de reuniones y encuentros, análisis de riesgo, cartas de acompañamiento, policy papers, telegramas, boletines, estudios comparativos (de Italia con el Portugal de la Revolución de los claveles, por ejemplo), relaciones directas con las embajadas de Su Majestad en Roma, París, Bonn, Washington y Bruselas, cuartel general de la OTAN.

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La SGAE (Sociedad General de Autores de España) ataca de nuevo

José Luís Sampedro

*La SGAE (Sociedad General de Autores de España) ataca de nuevo* . Escrito y firmado por José Luís Samp edro, escritor, filósofo y buena gente. * * *POR LA LECTURA* Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos. Sus ‘clientes’ éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Karl May. Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos. Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo. Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y a veces también ellas quedaban prendadas.Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos: algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos. Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos, fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro. Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para resarcir -eso dicen- a los autores del desgaste del préstamo. Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga una suma es porque: a) obtiene algo a cambio. b) es objeto de una sanción. Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura? Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación?.¿Acaso dejaron de cobrar por el libro?. ¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas?.¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos?. Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura?, ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos?. No entiendo a esa Europa mercantil. Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra. Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña. * ¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS! * José Luis Sampedro Si estas de acuerdo, pásalo. Por el placer de la lectura.

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“Cuba es algo más que el extendido y verde caimán del Caribe”

Subcomandante Marcos

Algo de Geografía y Calendario básicos. Hay en el Caribe, tendida al sol y cual verde caimán, una alargada isla. ‘Cuba’ se llama el territorio y ‘Cubano’ el pueblo que ahí vive y lucha. Su historia, como la de todos los pueblos de América, es una larga trenza de dolor y dignidad. Pero hay algo que hace que ese suelo brille. Se dice, no sin verdad, que es el primer territorio libre de América. Durante casi medio siglo, ese pueblo ha sostenido un desafío descomunal: el de construirse un destino propio como Nación. ‘Socialismo’ ha llamado este pueblo a su camino y motor. Existe, es real, se puede medir en estadísticas, puntos porcentuales, índices de vida, acceso a la salud, a la educación, a la vivienda, a la alimentación, desarrollo científico y tecnológico. Es decir, se puede ver, oír, oler, gustar, tocar, pensar, sentir. Su impertinente rebeldía le ha costado sufrir el bloqueo económico, las invasiones militares, los sabotajes industriales y climáticos, los intentos de asesinato contra sus líderes, las calumnias, las mentiras y la más gigantesca campaña mediática de desprestigio. Todos estos ataques han provenido de un centro: el poder norteamericano. La resistencia de este pueblo, el cubano, no sólo requiere de conocimiento y análisis, también de respeto y apoyo. Ahora que tanto se habla de defunciones, habría que recordar que ya se llevan 40 años de tratar de enterrar al Che Guevara; que a Fidel Castro lo han declarado muerto ya varias veces; que a la Revolución Cubana le han marcado, inútilmente hasta ahora, decenas de calendarios de extinción; que en las geografías que se trazan en las estrategias actuales del capitalismo salvaje, Cuba no aparece, por más que se empeñen. Más que como ayuda efectiva, como señal de reconocimiento, respeto y admiración, las comunidades indígenas zapatistas han enviado un poco de maíz no transgénico y otro más poco de gasolina. Para nosotras, nosotros, ha sido nuestra forma de hacerle saber a ese pueblo que sabemos que las más pesadas de las dificultades que padece, tienen un centro emisor: el gobierno de los Estados Unidos de América. Como zapatistas pensamos que debemos tender la mirada, el oído y el corazón hacia este pueblo. No vaya a ser que, como a nosotros, se diga que el movimiento es muy importante y esencial y bla, bla, bla ; y cuando, como ahora, somos agredidos, no hay ni una línea, ni un pronunciamiento, ni una señal de protesta. Cuba es algo más que el extendido y verde caimán del Caribe. Es un referente cuya experiencia será vital para los pueblos que luchan, sobre todo en los tiempos de oscurantismo que se viven ahora y se alargarán todavía algún tiempo. En contra de los calendarios y geografías de la destrucción, en Cuba hay un calendario y una geografía de esperanza. Por esto ahora decimos, sin estridencias, no como consigna, con sentimiento: ¡Que viva Cuba! Muchas gracias. Subcomandante Insurgente Marcos. San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México. Diciembre del 2007. http://alainet.org/active/21376

 

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