Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (XXVII)

Salvador López Arnal

«Mi opinión es que Julio Anguita quiso recuperar identidad programática y estratégica con la invocación de ese otro horizonte, que era el republicano.»

José Luis Martín Ramos es catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus investigaciones se han centrado en la historia del socialismo y el comunismo. Sus últimas obras son El Frente Popular: victoria y derrota de la democracia en España (2016) y Guerra y revolución en Cataluña, 1936-1939 (2018). Acaba de publicar en El Viejo Topo: La Internacional Comunista y la cuestión nacional en Europa (1919-1939).

Centramos nuestra conversación en Historia del PCE, Madrid: Los Libros de la Catarata, 2021, 254 páginas.

Seguimos en el tercer capítulo de la 3ª parte del libro, nos habíamos quedado en este punto. ¿Nos resumes la política de las dos orillas defendida por la dirección del PCE e IU? ¿Era razonable? ¿Fue entendida por la ciudadanía de izquierdas?

La metáfora de las dos orillas no era, como se dijo desde posiciones hostiles al PCE, la representación de una división irreversible, convirtiendo la orilla en frontera. Era plantear el reconocimiento de que cada uno tenía su propia identidad. Como toda orilla, flanquean cada uno uno de los dos lados del río común y entre ellas se podía establecer un puente, el del «programa, programa». Por otra parte, le quedó claro al PCE que era inútil plantear acuerdos programáticos con el PSOE desde una posición de tanta inferioridad electoral, parlamentaria, por lo que la consecución de la unidad de la izquierda, que tanto invocaban los renovadores, solo era posible si el PCE crecía y obligaba al PSOE a admitir lo que venía rechazando desde el fin de la guerra civil. Esa era la razón de la propuesta del sorpasso, que Anguita no consideraba como algo factible de la noche a la mañana sino como el horizonte que había que considerar. Resignarse a ser hermano menor era dar al PSOE todas las bazas para mantener la puerta cerrada.

Creo que en este punto, y al margen de como acabe el actual gobierno de coalición, lo sucedido ha dado la razón a Anguita a título póstumo.

¿Por qué tantos intelectuales, artistas y periodistas de izquierda se lanzaron a la yugular de Anguita en aquellos años? ¿Tenían razón cuando hablaban de la pinza PP-IU contra el PSOE?

Recuerda que hubo una campaña mediática espectacular, en la que sobresalió el diario El País, que era entonces el referente periodístico de la izquierda. Una campaña que llego a presentar una foto de un momento de encuentro de Anguita con Aznar, sentados en un sofá de la Cortes, como si fuera la evidencia de un pacto secreto entre ambos contra el PSOE. Y hacían lo mismo cuando el PP y el PCE denunciaban, con toda razón aunque fuera por razones diferentes, el caso del GAL. La pinza fue una falsa noticia que por repetida se instaló en la calle, y en los ámbitos de la izquierda, como una verdad. No lo era.

¿Fue también esa política uno de los motivos de la ruptura de IU con ICV?

Entraríamos de nuevo en la historia del PSUC.

Tienes razón, disculpas. En cualquier caso…

En síntesis, la dirección de IC, Rafel Ribó, siempre mantuvo una relación de afinidad con el sector de Nueva Izquierda. Ambos insistieron en el pacto con los socialistas por razones tácticas y sin condiciones programáticas. Nueva Izquierda entró en una dinámica de confrontación con el PCE y con la mayoría de IU tras las elecciones de 1996, apoyando la decisión unilateral de Esquerda Unida de Galicia de aliarse con los socialistas en las elecciones autonómicos, y respaldando el voto de los diputados de IU que eran miembros de la corriente de Nueva Izquierda que no quisieron hacerlo en contra de la reforma laboral de Aznar, en 1997, ni devolver su acta por la indisciplina cometida. Todo ello culminó en la Quinta Asamblea de IU, en septiembre de 1997, con la expulsión de la corriente de Nueva Izquierda, reconvertida en Partido, con la que se solidarizó IC, que dominaba la plataforma de ICV, que rompió con Izquierda Unida.

¿Qué balance puede hacerse a día de hoy de la política defendida por Anguita en torno a la III República y la tesis de un nuevo proceso constituyente?

Mi opinión es que Anguita quiso recuperar identidad programática y estratégica con la invocación de ese otro horizonte, que era el republicano. Obviamente a la Tercera República solo se podía llegar a través de un nuevo proceso constituyente, no cabe evolución de monarquía a república. Recuperar el contenido de ruptura que la política del PCE había de tener. Desde luego, no llamaba a ninguna conspiración republicana ni a ninguna aventura, sino a situar la Tercera República como objetivo democrático y a trabajar políticamente para que esa opción pudiera ponerse de nuevo sobre la mesa política en España.

¿Qué llevo a Anguita a dimitir de la secretaría general del Partido? ¿Su delicada salud? ¿Jugaron otros motivos también?

Los motivos de salud existieron, son innegables. Aunque también contó su falta de empatía con el mundillo político de Madrid, incluida la dirección de entonces de Comisiones Obreras. Y, es mi opinión, el hecho de que la principal aportación de Anguita a la política comunista ya la había hecho. Su desarrollo, empero, tenía una expectativa de, como mínimo, tiempo medio y pudo no verse con fuerza para acometerlo o tener reparos en que en ello pudiera enquistarse en un ejercicio indefinido, y burocrático, que la secretaría genera.

Te cito de nuevo: «La historia de la IU en los primeros años del siglo XXI es una cadena de pugnas constantes y magros resultados electorales que llegaron a su punto más bajo en 2008 cuando solo obtuvo 970.000 votos y un único diputado, el propio Llamazares». El PCE sufrió un empequeñecimiento constante, perdió el control de IU y mantenía en 2005 solo 27.000 afiliados. ¿La línea que defendió Llamazares es la única responsable?

Con Gerardo Iglesias y con Anguita, el PCE aseguró la supervivencia de la formación comunista, no cediendo a las presiones y tentaciones de liquidarla, e impulsaron una nueva línea que pasaba por la reconsideración de la política de alianzas y tenía como núcleo fundamental la propuesta de Izquierda Unida. Pero siguieron pendientes dos cuestiones fundamentales, que no afectaban en exclusiva al PCE sino al comunismo superviviente en el mundo. Una era la concepción del partido y la relación del partido con la sociedad; la otra, la reflexión, sin urgencias tácticas, sobre cómo avanzar hacia el socialismo, en particular cómo hacerlo desde la democracia política formal, que incluía la reflexión de las dos grandes experiencias de estados revolucionarios, el soviético y el chino, para recuperar en positivo la razón moral del socialismo, para no limitarse al anticapitalismo y a la condena de la desviación estalinista. La concepción del partido y su relación con la sociedad implicaba la relación del PCE con IU. Esa reflexión era obligada para no quedarse en frases generales sobre la conquista de la hegemonía sino para empezar a ver nuevas luces sobre como construir esa conquista de la hegemonía.

Sobre la primera cuestión, la traslación al seno de IU de los conflictos internos del PCE, primero, y luego la instrumentalización de IU para hacer frente al PCE, que es lo que hizo Llamazares luego, en vez de ayudar lo embrolló todo: la relación entre ambos y la de ambos con la sociedad. Tengo la sensación de que el PCE se situó a la defensiva y la instrumentalización de IU no solo le restó fuerza electoral, que es obvio, puso también a IU en una posición partidaria que no le correspondía.

Llamazares no es el único responsable o, mejor dicho, no es la única razón de ese declive del PCE en el siglo XXI, pero sí fue responsable de su errónea, para mí, gestión de IU y de las diferencias que él, y quienes compartían su posición, podía tener con la dirección del PCE.

¿Por qué, de nuevo, como pasó con el movimiento anti-OTAN, IU y fuerzas afines no sacaron, digo mal, rentabilidad política de las movilizaciones contra la barbarie criminal de la guerra de Iraq?

En primer lugar, porque el movimiento en contra de la guerra de Iraq, como el movimiento en contra de la OTAN, fue transversal ideológica y socialmente, incluso votantes de la derecha estaban en contra de ella. Por otra parte, al PCE le cogió esa movilización en su peor momento desde la crisis del 82. Y como última consideración en esas movilizaciones estaba empezando a surgir una nueva generación que eclosionaría social y políticamente en las movilizaciones del 15-M de 2011.

Mis recuerdos de las manifestaciones contra la guerra son de que había en ellas muchos jóvenes de quince y dieciséis años, que no votaron en las elecciones de 2004, dominadas por los atentados de Atocha y que se tradujeron en una movilización masiva para echar a Aznar del gobierno (Rodríguez Zapatero era un melón por abrir). En 2008, la participación bajó, no era previsible que aumentara el voto joven en esa circunstancia y por tanto la izquierda. La candidatura de Gaspar Llamazares, en conflicto abierto con el PCE, con un discurso muy débil, aunque los medios le dieran tanta cancha, llevó a IU a bajar del millón de votos.

Entre 2003 y 2010, quien capitalizó desde la izquierda las movilizaciones contra la guerra fue Rodríguez Zapatero, que inició su primer mandato con gestos simbólicos y no tan simbólicos (el recuerdo de su abuelo republicano, la retirada de las tropas españolas de Iraq) y luego mantuvo un alto aprecio con algunas rectificaciones del neoliberalismo de las etapas anteriores. Luego vino la gran decepción de 2010 con el rendimiento vergonzoso de Zapatero ante las conminaciones de la UE. Y es entonces cuando lo que ocurrió en 2003 empezó a tener trascendencia: la recuperación de IU con Cayo Lara, que con 1,6 millones de votos volvió a un cifras que no se veían desde los tiempos de Anguita. Y más la tuvo en las siguientes elecciones, las europeas, en las que se presentó una formación surgida de la movilizaciones del 15-M, Podemos, consiguiendo de entrada 1,2 millones de votos, conseguido entre abstencionistas, votantes jóvenes y antiguos votantes del PSOE.

¿Qué significó para el Partido la irrupción de Podemos?

En 2014, una sorpresa, y nada agradable porque ponía de manifiesto el envaramiento, por falta de reflexión creativa, del discurso del PCE y su deficiente trabajo entre los jóvenes, algo que también en una característica negativa de los socialistas.

De todas maneras, no todos los factores que incidieron en el declive del PCE y el estancamiento posterior de su reacción son subjetivos. Algo tiene que ver con los cambios en la estructura socioeconómica del país, el retroceso del sector industrial y el avance del sector servicios. La cultura comunista, a pesar de las debilidades que tuviera, tenía un poso en el sector industrial, lo que no ocurría en el de servicios y eso reducía la base de apoyo, sobre todo si no se resolvía la cuestión de cómo ampliar esa base de apoyo de manera estructural, no coyuntural.

Luego en las siguientes elecciones, las generales de 2015, se produjo el gran terremoto, el retroceso del bipartidismo y la emergencia de Podemos y Ciudadanos. En ese contexto Podemos se hizo con un triunfo en el seno de la izquierda, llevar a cabo el sorpasso del PCE y situarse en condiciones de competir con el PSOE en los términos que buscaba Anguita, desde posiciones de fuerza y desde exigencias programáticas. Si pedía condiciones de programa al PSOE para llegar a acuerdos, al PCE lo situaba en la tesitura de seguir cayendo del techo del millón de votos, erosionado por el éxito de Podemos que era quien finalmente había capitalizado la crisis del PSOE, o unirse a Podemos como socio menor, aunque con el bagaje de su estructura territorial y su experiencia de gestión.

Te cito de nuevo: «Poco después de las elecciones, J. L. Centella anunció en marzo de 2016 la necesidad de que el PCE recuperara su autonomía electoral con respecto a IU, señalando que eso no significaba que fuera a abandonarla. Fue la primera manifestación de una reacción a todo lo sucedido que se planteó recuperar iniciativa e identidad propia en dos ámbitos, el de la identidad ideológica y política, maltratadas desde los años ochenta, y el de las alianzas, en el que la coalición político electoral de IU había entrado en un estado agónico a un paso de recibir la puntilla:» ¿Unidas Podemos en la conclusión práctica de esa reacción a la que aludes? ¿Algunos afirman que, de hecho, y sin engañarnos, Unidas Podemos es fruto de una OPA hostil al PCE y a IU, que no tienen, a día de hoy, autonomía política real?

Aquí los hechos, tan recientes, están sujetos al debate político del momento; no tenemos la perspectiva suficiente para el juicio histórico. La relación entre IU y Podemos todavía ha de dar algunas vueltas. Desde luego. ha dejado en evidencia los problemas de IU, pero no sé si le ha ido tan mal a Podemos. Desde luego que lo que dijo José Luis Centella fue el prólogo de lo que sucedió luego. Pero lo que sucedió luego no está acabado.

No creo que UP fuera el resultado de una OPA hostil, fue una salida libremente escogida por el PCE, y en mi opinión no una mala salida. Cierto que en el momento actual de la coalición el mayor peso social hasta ahora de Podemos ha sido el que ha condicionado la relación entre las dos partes. No obstante, Podemos no es una formación consolidada, no sabemos qué capacidad de resiliencia va a tener ante las adversidades que ha encontrado en la gestión de su éxito inicial. Esto es un debate político y en mi concepción de la política tiene mucha importancia la existencia de una tradición positiva y la capacidad de quien la tiene para aprovecharla y exhibirla. Hazme la pregunta después de que llegué la hora de volver a la oposición.

Tomo nota, asunto pendiente. También haces referencia, como no podía ser de otro modo, al conflicto territorial que estalló en Cataluña a partir de 2012. ¿No han sido el PCE-IU-Comunes demasiado acríticos respecto a la arista nacional-secesionista? Una ilustración: las declaraciones de Pablo Iglesias sobre la huída de Puigdemont y el exilio republicano.

Yo no tomaría a Pablo Iglesias como representante de las posiciones de todos ellos. Y tampoco le daría una trascendencia definitiva a ese comentario sobre la huida de Puigdemont. En todo caso el PCE es una cosa y Podemos-Comunes otra. No obstante, es cierto que en 2016-2017 Podemos y Comunes tomaron posiciones muy contemplativas con el Proceso, por más que siempre, que yo recuerde, añadían que ellos no estaban a favor de la secesión. Se situaban en una posición de supuestos principios sobre el derecho de autodeterminación, en términos universales, un tema que he desarrollado en un libro reciente sobre la Internacional Comunista y la cuestión nacional.

Luego, cuando de la defensa del principio que invocaban irrestrictamente los partidos del «procés» se ha tenido que pasar a la situación política concreta de Cataluña, han ido modulando y rectificando pronunciamientos iniciales. Me parece claro que se han desmarcado por completo del unilateralismo y a la pretensión de la apertura ya de un proceso constituyente en España, del que se habló mucho entonces pero que ha quedado eclipsado por la dura realidad que estamos viviendo desde 2020.

Entendámonos, no se abandona la idea de un proceso constituyente, como tampoco lo hace el PCE; de entrada porque la defensa de una República implica tal proceso constituyente, es obvio que no puede haber reforma de monarquía a república, que la propuesta de esta es una postura de ruptura, que siempre se hace en términos de ruptura democrática. Lo que sí se hace es temporizar todo ello, plantear que hay que trabajar para que se den las condiciones favorables a la apertura de ese proceso constituyente.

Volviendo a la evolución de las posiciones, creo que todos nos hemos sorprendido por algunas intervenciones de Jaume Asens en las Cortes. Ese es el tono que domina hoy y no el de Iglesias hablando de Puigdemont. Las fugas hacia adelante del bloque del «procés», sus querellas y sus errores de gestión han ido alejando a Podemos-Comunes de inicial actitud contemplativa, y la participación en el gobierno de coalición les ha llevado a asumir el carácter español de su política y eso no tiene una marcha atrás.

Hablas del XIX Congreso y a la reintroducción de Lenin, al lado de Marx y Engels, en los estatutos del Partido, en su identidad ideológica. ¿Cómo cabe interpretar esa reintroducción? ¿Una crítica al PCE de la transición? ¿Una forma de sacar pecho?

En este punto está, para mí, uno de los principales errores que se han tomado en los últimos años. Queriendo dejar atrás las renuncias a Lenin y las renuncias al movimiento comunista, se ha caído en la recuperación de fórmulas del pasado que ni son de Lenin, ni pertenecen a la tradición positiva sino todo lo contrario.

La recuperación en los Estatutos aprobados en el XX congreso de la fórmula de «la aportación del marxismo-leninismo y del socialismo científico» está por completo fuera de lugar. Eso fue un invento ideológico del estalinismo para codificar el pensamiento y la praxis revolucionaria de Marx, Engels y Lenin en un catecismo de obligado conocimiento y cumplimiento, como lo es el término de «socialismo científico», que tendría que explicarse qué quiere decir exactamente. No tiene porqué convertirse la tradición en un catecismo ni el recuerdo de los antecesores más importantes en un panteón de santos infalibles.

Sería bueno que en el próximo congreso el PCE abandonara esas fórmulas del pasado y tampoco se recreara en la evocación de las concepciones del partido y de su organización que prevalecieron en ese pasado.

¿El PCE sigue abogando por la salida y abandono del euro?

Sigue rechazando el Tratado de Maastricht y la configuración neoliberal de la Unión Europea. Pero no aboga por una salida unilateral, sin más. En primer lugar el abandono del euro se ha de hacer en las condiciones que no perjudique a los pueblos y, en particular, a las clases trabajadoras, y, en segundo lugar, el fin de la actual UE es para alumbrar una nueva unión, sobre otras bases y, sobre todo, con el respeto a los procesos democráticos en las tomas de decisión. «Una nueva unión y una nueva moneda». Y el primer paso es conseguir la mayoría social en España y en Europa que avance hacia ese objetivo.

¡No es un paso fácil! ¿Sigue estando a favor del derecho de autodeterminación de los «nacionalidades oprimidas» de Cataluña, Euskadi y Galicia?

Los acuerdos del XX Congreso, de 2017, y de la Conferencia de octubre de 2020, que son los textos programáticos y vigentes, no hablan del derecho de autodeterminación en términos de derechos de «nacionalidades oprimidas», sino en términos de reconocimiento de un derecho que se plantea por el carácter plurinacional de España. Se repite la formulación tradicional del movimiento comunista sin olvidar en su caso que la propuesta del PCE es la de una República Federal. El desarrollo político de la propuesta siempre se hace en términos de unión, en una República Federal, no en otros.

La redacción de los documentos es manifiestamente mejorable, pero en cualquier caso el contenido preciso es el que te decía: no se justifica la República federal, ni siquiera el reconocimiento del derecho de autodeterminación, por la denuncia de ninguna situación de «nacionalidades oprimidas» sino por la identificación de España como una realidad plurinacional.

Señalas que el PCE asumió plenamente en ese congreso, el XX, la propuesta de la obsolescencia del régimen de 1978 y la ruptura democrática. Pero ese «régimen» del 78 al que se alude es, en parte, construcción del propio partido. ¿Estamos ante una revisión y crítica del papel del Partido en los años de transición?

Parten de la denuncia que ya hizo Anguita en el sentido de que el desarrollo de las políticas neoliberales han roto el consenso de la transición de 1978. Que el «régimen del 78» , el de la monarquía, ha incumplido los aspectos progresistas de la constitución del 78, e incluso ha introducido políticas regresivas, derivadas de la orientación neoliberal. Ese hecho y la corrupción han generado «la crisis del régimen del 78».

Se puede estar de acuerdo o no, pero eso es el punto de partida: que el consenso inicial se ha roto y que hemos entrado en otro escenario en el que es legítimo y necesario, desde la posición del PCE, la instauración de un sistema republicano. No revisan, no reniegan del papel del PCE, porque la quiebra de aquel consenso se atribuye al neoliberalismo. No se pretende corregir la historia, en ningún momento hay ninguna alusión a que otro proceso de transición –o la ruptura democrática– hubiese sido posible. Lo que sí se critica, pero no lo hace el actual PCE, se vino haciendo ya desde Gerardo Iglesias y sobre todo desde Anguita, es la reacción errónea, ¡y desmovilizadora!, que hizo la dirección del Carrillo, se critica el curso que fue tomando la gestión de la transición tras las elecciones de junio de 1977 y, sobre todo, a partir del incumplimiento del capítulo político de los acuerdos de los pactos de La Moncloa

Nos queda el epílogo. Todo tiene su fin.

 

Entradas anteriores:

Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (I): “El Frente Popular y la lucha antifranquista son los periodos de mayor influencia social”.

Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (II).

Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre Historia del PCE (III).

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